➻Despedidas

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-Capítulo 10-


Todavía tenía el nudo en la garganta cuando salió al balcón, no podía creer que Draven le haya escrito esa carta, es magnífico, por fin sabe algo de él, sabe que está vivo, sabe que no la abandono. Sonrió, por primera vez en algún tiempo. Estaba tan feliz.

Por muy gracioso que se escuchara, Eirene comenzó a cantar, se relajó con el viento y espero a que se cumpliera la hora para poder ir al encuentro con Draven. Estuvo ahí por unas horas, pero algo la sacó de su burbuja de felicidad, algo que no se había puesto a pensar, quizás porque su alegría era tanta que nublaba todo pensamiento. Pero ahí esta, recordó, que ella se iba a casar, con ese guerrero que dicto la profecía, como habría querido que fuese Draven el guerrero, pero no es así, y ella debe aceptarlo. Emilian será su esposo... esta noche, se reencontraría con Draven, pero solamente para despedirse de él... lo más seguro es que no lo volvería a ver.

En eso dieron el anuncio de que su prometido ha llegado al castillo, la llama...

Eirene suspiro para tratar de ocultar su alegría y verse como cualquier otro día, batallo mucho, suspiro otras 2 veces más, pero logro tener esa expresión de siempre.

—¿Cómo les ha ido? - pregunta al reunirse con Emilian, el vestía ya muy elegante, no se le dificultó cambiar de ropa, de hábitos, de casa... lógicamente está feliz de estar ahí, con una princesa hermosa, un trono en espera, el pueblo a su mando, y el Castillo majestuoso.

— Bien, solo que Rey le hubiese gustado que fueras en persona también - comento dejando su sombrero a un lado. – le ofrecí disculpas, y ha prometido venir a la boda.

Le platicó también que al Rey le molesto un poco que no se le hubiese invitado antes, pero Emilian le explico que la boda fue apresurada y el tiempo paso rápidamente.

— ¿Nos reunimos para cenar? - sonó más a una orden que a una invitación, pero a pesar de eso Eirene accedió y juntos fueron al comedor.

La servidumbre los atendía como era debido, comúnmente jamás se metían en la plática de los señores.

— ¿Sucedió algo especial en el día? - pregunta el para acabar con el silencio incomodo que a menudo aparece en ellos.

— El hechicero Zuko volvió al pueblo, era muy amigo de mis padres, y también lo es mío. - después de decir eso llevo un bocado a su boca, su expresión triste la mantuvo.

Solo un momento a Emilian se le concedió ver una sonrisa, Eirene no pudo controlarse.

— Me alegra mucho verte sonreír, ¿puedo saber que te causo sonreír así? - el también sonrió, no es tan malo como para no decir la verdad, claro que le dio mucho gusto verla sonreír.

Ella se apeno un poco y bajo la mirada, se ha acordado del beso de Draven, de su primer beso, pero él no podía saberlo, sobre todo porque no sabe nada de lo sucedido con Draven, y por ser su prometido.

— bueno yo... recordé cuando era pequeña y Zuko me hacía magia. – entonces recordó algo y decidió aventurarse a preguntar. - Por cierto, ¿Tú como aprendiste magia?, debiste haber estudiado para convertir a los Raks en piedra. ¿cierto?

Cuando menciono eso Emilian tosió.

— Eh sí, me enseñó un mago del pueblo, debo agradecerle mucho a el - mintió, pero Eirene ni siquiera noto su nerviosismo, pues como siempre se la pasaba pensando en Draven y en sus padres.

Las horas pasaron, y ya eran las 11 cuando Eirene se disponía a salir, se iba a escapar y está pensando en la manera en que lo hará, pues no debe ser vista. Decidió por brincarse del balcón, a un lado había una serie de ramas con flores hermosas que iban desde lo alto del castillo hasta el piso, probó si podían sostenerla, en efecto, la rama podía soportar su peso a la perfección, así que Eirene bajó, aunque batalló algo por el vestido que tenía puesto, no es muy voluminoso, pero de todas formas se le dificulto bajar.

La Maldición de EireneWhere stories live. Discover now