➻Feria

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-Capítulo Uno-


Mientras más se miraba en el reflejo más sentía que no era ella misma, se sentía como una desconocida. Hoy llegaba a los 19 años y caía el peso de la responsabilidad de su pueblo, la profecía está por cumplirse y de no casarse con el guerrero el reino por el cual sus padres habían luchado tanto se iría abajo. Toda su vida se ha basado en esa profecía, no entendía las palabras de su padre hasta ahora, nunca podría ser considerada como una joven normal. Puede enumerar con los dedos de las manos las veces que ha salido del castillo, solo sale fuertemente custodiada por los guardias del castillo cuando se dirige a reinos vecinos en busca del guerrero.

El problema es que Eirene se ha negado a cada uno de ellos.

— Te ves preciosa – espeta su madre, la Reina Dione que posee una belleza similar a su hija sacándola de sus pensamientos.

Eirene se da la media vuelta quedando frente a su madre, no puede dejar de sentirse culpable por la situación, cada vez la ve más enferma, desde hace varios meses lo está, aunque quizá también está sumamente preocupada por lo que pueda pasar si se cumple la profecía o no.

Los russiteanos están cada vez más intranquilos mientras salen las noticias de todos los pretendientes que han sido descartados, cada vez se tiene menos claro lo que va a pasar con la maldición de la princesa. Todos rezan, desde los niños hasta los menos creyentes para que Eirene pueda conseguir a ese guerrero que les traerá felicidad.

Su madre la ayudó a perfeccionar todos los detalles de su vestido rosa, sus tacones y sus accesorios que coordinaban con todo el ajuar. Luego de terminar una mucama hizo una breve reverencia y se dispuso a comunicarles que las personas estaban esperando en el gran salón.

— Es el momento cariño, tu padre nos espera al igual que los invitados. – va hablando mientras la conduce hasta llegar a la puerta del cuarto que es cerrada por la mucama.

Mientras caminaba no pudo evitar sonreír ante el recuerdo de la única vez que pudo escapar de las paredes del castillo, y que por primera vez pudo sonreír desde el corazón y no por ser forzada.

Fue dos meses atrás, salió en la oscuridad y escapó al pueblo en donde se celebraba una gran feria y ella quiso experimentar aquella celebración por lo que se disfrazó con lo primero que encontraba en las calles.

Pero lo encontró a él... un hombre alto, cabello castaño con un cuerpo que la dejó anonada, completamente sonrojada pasó por un lado de él, pero el chico sin querer se tropezó con ella.

— Perdona, no la he visto. – se disculpó y sí, Eirene pudo escuchar su voz y creyó que le estaban hablando desde cielo. La voz del joven era tan fuerte y suave al mismo tiempo que de la sorpresa su capucha resbaló revelando su cabello rubio heredado de su abuela materna.

El joven la vio y se quedó hechizado, no podía despegar sus ojos de ella, sonrió abiertamente al darse cuenta lo hermosa y delicada que era la chica.

— Ha sido mi culpa, perdóneme. - y su voz tan linda, él siguió mirándola.

— ¿Viene con alguien? – preguntó sin poder evitarlo, hasta dejó hablando al señor que le quería vender un saco. Eirene todavía como un tomate negó con la cabeza, él sonrió todavía más, y ella pudo apreciar su encantadora sonrisa. - entonces ¿me permite el privilegio de acompañarla a recorrer la feria?

Si hubiera pedido que rogara él lo habría hecho con gusto. Le tendió la mano, ella dudó al principio y después la tomo delicadamente, y él sintió lo tersa que es su piel, complacido de que aceptara no soltó su mano y comenzaron a caminar entre la gente.

— ¿Cuál es su nombre? – se atrevió a preguntar ella volteando a verlo.

— Me llamo Draven ¿y usted? – quiso saber el, pero ella se quedó muda. Era tan estúpida que no pensó que obviamente su pregunta conllevaría a otra igual, pero ella no podía decir su nombre real, si lo decía el sabría de inmediato de quien se trataba, se pondría en peligro ella, y todo mundo se enteraría que ha escapado del castillo.

— Yo... soy... Eryx – consiguió inventar un nombre, el sonrió y desvió su vista hacia arriba.

— Eryx – repitió el lentamente. – muy hermoso... ¿y donde vives Eryx?, porque yo jamás te he visto por el pueblo.

Al principio ella se sintió ofendida de que la tuteara, pero luego pensó, que él no sabe quién es, supone que es una campesina o algo así, pronto pensó en una salida rápida para la pregunta que el acababa de formular.

— Me reservo la respuesta... mejor dígame usted, ¿Dónde vive? ¿a que se dedica?, ¿Qué edad tiene? – lo embargo de preguntas, pero quería saber más acerca de él, a lo mejor tiene suerte y es un conde o algo parecido, se sorprendió de pronto a si misma planteándose si con el pudiera casarse.

Sacudió su mente y se dispuso a esperar sus respuestas, sabe que fue atrevida, pero solo así también él se olvidaría de los asuntos de ella y se concentraría en los suyos. Llegaron a un puesto de bebidas, él se ofreció a comprarle una, ella acepto. pensando que este es el modo de evadir sus preguntas, y desilusionada se prometió no preguntar más.

— Vivo cerca del castillo, trabajo como herrero  y tengo 22 años. – espetó amablemente con una sonrisa.

Ella pensó si le estaba diciendo la verdad, el lapso de tiempo que tardo bien podía haber construido una mentira, se le quedo viendo a esos ojos negros, su voz denotaba amabilidad, pero viendo sus ojos veía algo más, no quiso indagar y decidió creerle... no es como que en sus ojos veía alguna mentira, a veces se sorprendía de la facilidad con la que sabe lo que quieren decir las personas con solo verle a los ojos, saber cuándo mienten e incluso saber alguna cosas de su vida, solo esperaba que su "poder especial" funcionara con este chico.

Cuando ella estaba a punto de contestar, un ruido se escuchó en toda la feria, ella se separó de con él un poco y giro viendo como varios caballos y carruajes abordaban el lugar, en ese instante se dio cuenta de que la buscaban a ella.

— Fue un placer Draven – se apresuró a tutearlo – pero tengo que irme. tenía que correr y esconderse de esos hombres, intentar llegar al castillo y explicarles a sus padres el motivo de su huida, sabía que le castigarían, pero ella ya sabía todo eso antes de escapar, de igual forma vivía castigada desde que nací. ¿Qué castigo me pondrían? ¿No salir del cuarto?

En un acto que la agarró totalmente desprevenida, Draven la tomó por la cintura mientras ella lo vio fijamente y sintió como él se lanzó hacia ella dándole un beso. Su primer beso. Sintió como el metía su lengua en ella haciendo que se espantara, pero no se apartó disfrutando del calor que aquel apasionado beso le brindó.

Al separarse se vieron por unos segundos. Y ella se marchó. Draven vio como corría entre la gente y sonrió.

Aquella aventura le había costado caro, su padre la reprendió con gritos. Su madre trato de calmarlo. Pero nada importaba, había valido la pena los gritos de su padre, Eirene solo recordaba aquel bello rostro, y todavía podía sentir claramente los labios sobre los suyos, fue experiencia que le quedó grabada. En otra situación intentaría encontrarlo, si no fuera porque es esclava de su propio reino, de su pueblo, de una profecía.

Metida en sus pensamientos no se da cuenta que su padre está al final del pasillo, molesto... nada raro.

— Padre...

— ¿Por qué demoras tanto? – espetó enojado.

— Ya estoy, es lo importante. – cuando se molesta sin razón hace que me enoje yo y al final mi madre tiene que soportar a dos gruñones.

— Bien, hora del baile – dijo mientras nos dirigíamos al gran salón.

Otro gran baile en busca del guerrero de Russitea. 

La Maldición de EireneWhere stories live. Discover now