CINCUENTA Y CUATRO

1.3K 121 20
                                    

Abigail.

azul, blanco, blanco, negro, azul de nuevo, otro blanco, negro.

mi frente esta pegada en la ventana mientras observó los autos de la pista contraria, entorno los ojos hacia ellos como si los pudiera hacer desaparecer.

la Sandra canta una canción bastante alegre para mi gusto, mientras maneja como despacio.

creo que llevamos dos horas en el auto y todavía faltan dos mas.

—Canta conmigo, Abi.—le sube el volumen a la odiosa canción.

cierro los ojos con un fuerte dolor de cabeza, últimamente estoy teniendo muchos dolores de cabeza y me siento muy mareada.

le baja el volumen a la canción y la oigo carraspear, despego mi cara del vidrio y la miro.

» Oscar dijo que nos van a venir a ver la próxima semana.—murmura despacio.

asiento despacio, la Dina no se iba a cambiar de colegio, menos cuando ya estaba por terminar tercero y el Oscar no quería dejar a mis abuelos, además tampoco podía dejar su trabajo. Por lo que sólo yo y la Sandra nos mudamos hacia donde yo vivía antes.

—¿Cuánto tiempo crees que estemos aquí?—apoyo mi espalda en el respaldo y cierro los ojos de nuevo.

—Depende de ti, cariño.—siento su mano tomar la mía.—Ya tomar esta decisión que haz postergado por años es un gran avance, todo el avance que puedas tener va a depender de ti.

apenas veo un gran cartel dando las bienvenida a la ciudad me entran ganas de vomitar, desde que me fui de forma definitiva no he vuelto a poner un pie en este lugar, mas por los recuerdos que me trae.

» ¿Quieres comer algo?

—No.—carraspeó.—Gracias.

desde que hablamos no hemos vuelto a pelear, bueno también se debe a que estaba tomando mis medicamentos y yendo como corresponde al psicólogo. Desde que los dejé los efectos secundarios han hecho que me sienta horrible, como tener dolores de cabeza por ejemplo.

cierro los ojos nuevamente tratando de olvidar donde estoy, aunque no sirva mucho.

(...)

mis ojos viajan por la habitación y comienzo a sentir arrepentimiento, no debería estar aquí. La Sandra me mira y niega con la cabeza.

—No pongas esa cara.—murmura suavemente.—¿Quieres retractarte?

me muerdo la lengua unos segundos hasta que por fin niego con la cabeza.—Me da miedo eso es todo.

—¿Qué te da miedo? Estamos aquí por eso, cariño.—se sienta en la cama y mira todo el lugar.—Para que dejes de tenerte miedo y puedas sanar de manera adecuada. Estoy muy orgullosa de que por fin hayas aceptado internarte, sé que no es fácil, pero es necesario para ti y que puedas sentirte a gusto con lo que eres.

se me hace un nudo en la garganta, que se me llenen los ojos de lágrimas no alivia el dolor de cabeza que aún no se me quita.

mi cuerpo se tensa cuando me abraza, pero luego me relajó y boto un largo suspiro, también cerrando los ojos en el proceso.

» Sé lo triste y agotada que estás, no es fácil dejar las cosas atrás, pero tómalo como si esto fuera sólo una pausa.—asiento.—Una vez que te sientas lista vas a poder volver... No te preocupes por eso.

no digo nada al respecto porque no sé que decir, en estos momentos siento mi mente en blanco como las parades de la habitación que ahora usaré por mucho tiempo.

observó a través de la ventana, sólo veo arboles y nubes medias rosáceas ya que esta atardeciendo.

—¿Crees que lo haré? Eso de sanar.—pregunto con un hilo de voz.

—Por supuesto que sí.—se separa de mí y pone sus manos en mi nuca.—Siempre que quieras lo vas a lograr y yo voy a estar aquí para ti en todo el proceso.

creo que eso es lo que mas me aterra, no sé si tendré la fuerza de voluntad para lograrlo, no acostumbro a sentirme incapaz, pero cuando se trata de esto, me siento sin fuerzas, como si no valiera nada.

me sorprendo cuando las lágrimas comienzan a salir de mis ojos, creí que las había retenido. Es la primera vez que lloró desde hace meses, no podía hacerlo aunque no las retuviera, no podía llorar.

siento mi cabeza palpitar por lo que sollozo mas fuerte, soltando pequeños jadeos y ahogándome con mi respiración un par de veces. Me siento sofocada entre sus brazos, no obstante, decido no alejarme porque necesito su apoyo.

es difícil convivir con uno mismo cuando ya no se sienten ganas de vivir, incluso si hay mil razones para seguir adelante, sólo basta una para sentirse vacía. Yo lo tenía a él y dos amigos que me hacían sentir cómoda, pero de repente dejó de hacerme sentir bien, ya no sentía. Me encontré a mí misma teniendo ganas de acabar con mi vida, supongo que puedo culpar el dejar de tomar pastillas pensando que estaba bien.

me acostumbré tanto a ellos que fingí no sentir lo que sentía, que estaba bien con ello y podía seguir así, me equivoqué al intentarlo.

me sentí triste al hablar con la Mailen sobre que me estaba pasando y lo que sucedió, no le conté de forma detallada, pero fue significativo para mí contar por primera vez a alguien que me había pasado, luego de eso, ella lloró por las dos.

no podría culpar a la mamá del Elías por querer algo mejor para su hijo, tampoco podría decir que ella me obligó a alejarme, diría mas bien que fue un incentivo. Esa noche tampoco pude llorar, sólo me senté frente a la ventana toda la noche sin pensar en algo en particular. Tampoco llore al día siguiente cuando fue a mi casa, no me lo esperaba, pero me alegré un poco de verlo.

mis manos se aferran a su chaqueta e intento mantenerme firme, pero mis piernas tiritan sin que pueda controlarlas.

mi pesimismo siempre me advirtió que esto iba a pasar; que iba a explotar y no iban a ir bien las cosas. No quise creerlo porque por mas perdida que me sintiera los tenía a ellos.

siento puntadas en el pecho y mi pulso acelerado, la oigo hablar, pero no escucho. El nudo en la garganta me impide respirar y mi vista se vuelve borrosa por unos segundos, hasta que puedo verla, parece asustada mientras sostiene mi cara, pero me siento ajena a todo, sólo oigo un pitido en mis oídos, un odioso pitido.

siento mi espalda impactar en el frío piso de madera, me duele, pero no me quejo. Sólo sigo intentado respirar, pero mas me ahogo.

antes de cerrar los ojos veo a un par de personas entrar en la pequeña habitación y la cara de preocupación y angustia de la Sandra.

NO SEAI LLORONADonde viven las historias. Descúbrelo ahora