[ T R E I N T A Y D O S ]

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[ CAPÍTULO 32 ]

TITULADO
CICATRICES ABIERTAS Y RECUERDOS BORROSOS


TITULADOCICATRICES ABIERTAS Y RECUERDOS BORROSOS

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Narrador omnisciente

23 años atrás

Manhattan, New York.
5 de Marzo de 1997



Aprende a volar muy alto y también aprende a caerte.


Algunos podían llamarlo una maldición tener una vida como la de él. Pero otros, una bendición. Es ciertamente una vida solitaria pero él le encontraba una satisfacción en el mejor de los casos. No siempre fue así y él lo sabía.

La desesperación llegó a él viajando de forma tan veloz como el veneno de una serpiente mortal y la miseria que el veneno desencadenaba era mucho peor que la mordedura. Siempre dejaba secuelas si sobrevivías.

Estuvo cerca de la muerte y aunque escapó una vez, la muerte seguía rondando y recorriendo en busca de lo que hace años no había podido reclamar como suyo. Pudo tomar a Steve Carson y a Natasha Stan pero no al pequeño hijo de ambos. Y desde entonces muchos creían que la vida de Charles y el único heredero de la pareja Carson Stan es que era ambas cosas, maldición y bendición.

Y aunque todos aclamaban una vida perfecta y rodeada de lujos como la de él, pocos eran los que sabían la cruz que él había tenido que cargar desde cierta edad. Era joven cuando tuvo que entender no solo el que sus padres hubieran muerto sino también el hecho de que los vio morir y ahora él debía vivir con ello.

—¿Cómo te sientes, hijo?

—Bien.

Horas eran las que habían pasado desde que el accidente ocurrió y el pequeño Charles no se había movido de donde estaba que era encima de una camilla rodeado de una manta para que generara calor y no fuera a morir por una hipotermia. El clima estaba horrible, pero más fea era la situación en la que él se había encontrado hasta hace unas horas.

Sintió miedo. Y el miedo lo paralizó como si fuera un venado frente a un león.

—¿Quieres que...?

—Quiero irme. —solicitó el pelinegro interrumpiendo a su abuelo—. Quiero irme. Sácame de aquí.

—Pero aún no te revisan bien, hijo.

—Ya dije que estoy bien, sigo vivo, así que si estoy bien. —la frialdad con la que hablaba sorprendió a su abuelo, Maksim.

Era cierto, gracias a sus errores del pasado había logrado que su hijo se fuera lejos con la mujer que estaba casado y con ello llevándose a su nieto, el mayor de los tres. Se fueron a Londres y desde hacía mucho tiempo no veía a su nieto, no porque no quisiera, sino porque esa fue unas de las condiciones de Steve.

La esposa del Diablo: Infierno [ 1 ]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz