16 - Aceptar el futuro

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Sanem

El pequeño Nihat por fin se había dormido y para mí era la hora de mi ritual paseo al atardecer por el muelle.
Podía salir tranquilamente, había visto a través de la ventana a Can coger el coche de Yusuf y marcharse.

Con las manos en los bolsillos y el corazón encogido, me dirigí al pequeño muelle a la luz del sol moribundo, como había hecho cada noche desde que me mudé a este rincón del paraíso. Hoy mi mente se esforzaba por encontrar la paz, ni siquiera el aire fresco y la maravillosa serenidad de este lugar podían calmar mi mente agitada.

Había sido dura con él, no podía olvidarlo, ya no era la dulce e ingenua Sanem que, confiada y abierta al mundo entero, había puesto su corazón en manos del hombre que creía que lo cuidaría el resto de su vida.
Aquel Sanem ya no existía, sólo quedaba la cáscara de la que había aprendido a desconfiar y que sólo abría su alma a aquel cachorro que dormía desprevenido en la cuna de su casa.

Ahora sólo estaban ellos dos, o más bien no, Yusuf, Denise y Mirhiban habían pasado a formar parte de esta segunda vida como si una mano providencial los hubiera colocado cerca de un Sanem perdido.

Yusuf había estado a su lado incondicionalmente, procurando que tuviera todo lo que necesitaba, durante los meses de su embarazo, anticipándose a todos sus deseos y anhelos, se había enamorado perdidamente de la pequeña Nihat y por él, estaba segura, habría dado su vida.
¿Por qué había acogido a Can tan fácilmente? Era un anciano solitario y gruñón, Sanem se había dado cuenta de la singularidad de su relación con ella, no era fácil para él confiar en los demás, pero parecía haber recibido a Can con los brazos abiertos.

Denise y Mirhiban eran dos mujeres excepcionales, las había conocido en la biblioteca de un barrio cercano para descubrir que Mirihiban vivía en la casa de campo contigua a la suya, al otro lado de Yusuf, y Denise no muy lejos.
Se había creado un sentimiento único entre ellos de inmediato y, una vez descubierta su condición, la habían ayudado en todo lo posible.
Los dos habían estado en la habitación con ella cuando la comadrona, tras el último y poderoso empujón, había dado a luz a la pequeña Nihat, y desde entonces habían sido sus ángeles de la guarda,

Denise la ayudó en todo lo que pudo con el bebé para que pudiera descansar y trabajar en su nuevo libro mientras Mirihban las mimaba descaradamente a ambas con un millón de pequeñas atenciones, ¡lo echaba tanto de menos!
Se había ido con una amiga suya de viaje a Cuba y volvería el viernes siguiente.

Gracias a estas maravillosas personas Sanem había conseguido superar el momento más duro de su vida, por primera vez se había encontrado viviendo sola, lejos de su familia, de su barrio, de sus amigos de la agencia.
Había cortado todo contacto con todos, diciendo que se había ido de Estambul y que estaba tan ocupada con el trabajo que sólo tenía tiempo para alguna que otra llamada evasiva. ¡Cómo echaba de menos a todo el mundo!

Suspirando, sus pensamientos volvieron a Can, a sus sentimientos contradictorios hacia él que estaban ahí y la partían en dos.
Por un lado ese amor incondicional que no había muerto ni siquiera después del golpe feroz que su marcha había supuesto para su corazón, por otro lado la decepción y el resentimiento por su abandono.
¿Cómo pudo darle la espalda de esa manera, después de que ella se había entregado a él con la extrema confianza de haber encontrado al hombre que la protegería en las tormentas por el resto de su vida?
¿Cómo iba a abrirle de nuevo su corazón si estaba segura de que en algún momento él sentiría la necesidad de alejarse de nuevo?

Todavía suspirando, lanzó una última mirada al cielo de mil colores que el atardecer había regalado a la eterna Estambul.

¿Qué le depara el mañana? No podía saberlo, sólo podía esperar a experimentarlo.

Un amor que renace de las cenizasWhere stories live. Discover now