Capítulo 40

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Amîr sigue ahí como absorto a mi exigencia con el ceño levemente fruncido. Sé cuánto le molesta que le pregunte sobre este tema de la situación de nosotros, pero él debe aprender a ser un poco empático conmigo y entender que esto no es fácil para mí.

–Liza, te ruego por lo que más quieras que no eches a perder este momento – pide con semblante vehemente.

–De qué momento me hablas? De este en el cual nos besamos porque si? – le digo indignada.

–No Digas eso – dice al tiempo en que se pone de pie – lo que pasa entre tú y yo no es... – detiene sus palabras con evidente exaltación o temor.

–No es... qué? – lo presiono a que continúe la frase, pero él echa la mirada hacia otro lado huyendo de mí – termina lo que ibas a decir, Amîr – repito volviendo mi voz más firme.

Amîr, con palpable frustración, se pasa la mano por su cabellera oscura, y vuelve a mirarme con una angustia bailando en sus ojos. De repente, dejo escapar una risa incrédula la cual llama su atención. Soy consciente de que me burlo de mí misma al por la suerte que tengo. Es una vergüenza mi vida sentimental, no tiene coherencia por ninguna parte.

Es un hecho evidente que lo quiero, que estoy enamorada, pero y qué de él entonces? Esta situación me causa tanta presión que me hacer perder mi horizonte.

–Es que yo te gusto acaso?... ¿es eso? – sin pensarlo mucho dejo salir las palabras que provocan en Amîr una expresión extremadamente inestable. Su mirada no es del todo estable y su inquietud es arrolladora.

–Qué estás diciendo? – su voz se vuelve tambaleante de repente.

–Escuchaste muy bien lo que te dije – le clavo una mirada exigente en respuesta – no sé qué mierda es que te traes conmigo, pero he llegado a pensar que te hago sentir alguna cosa que no eres capaz decirme – dicto, y por un momento creo que a Amîr se le va a caer la mandíbula cuando abre la boca debido al impacto que le ocasionaron mis palabras.

–Estás haciendo puras conjeturas absurdas, – comienza a decir sin dejar de mirarme ni por un segundo – veo que estás muy emocional, así que haré como que no me has dicho nada – dice con tonalidad dura, pero su expresión es demasiado frágil mientras retiene su mirada hacia a mí.

–No son conjeturas, Amîr. No puedo decir a ciencia cierta qué es lo que te motiva a estar así conmigo porque la verdad no me das a pensar otra cosas cuando me besas de esa forma. Sé que algo te pasa conmigo – digo en voz baja y tranquila, mientras insisto en mirarle a esos ojos que ahora me miran atormentados.

–Algo como qué a ver – inquire con voz un tantito desafiante, pero a la vez su expresión se ve vulnerable.

–No sé, tal vez deseo – respondo y lo siguiente que noto es como al chico en frente de mí pierde el valor de mirarme a la cara como si se sintiera acorralado.

–Esa no es una posibilidad, Liza, te estás equivocando conmigo. Tú eres una mujer, y sabes lo que me pasa con las mujeres – vuelve a mirarme declarando ese cruel recordatorio.

Odio hasta morir que me diga eso. Lo detesto de verdad porque me perfora el corazón. Sé que es una locura lo que se me está ocurriendo hacer en este instante, una tremenda barbaridad, sin embargo me convenzo de que necesito hacerlo para acercarme a una posible respuesta a todas mis dudas.

Es entonces cuando mis pies, movidos por la idea que tengo en mente, avanzan hasta posicionarse cara a cara frente a él, logrando que Amîr adopte una actitud de alerta, como si temiera que lo besara o algo parecido.

–Dime cómo justificas tus besos – le susurro con una especie de emoción que me hace querer traspasar a su interior para saber de una vez lo que ha evitado decirme. Estamos tan cerca que puedo sentir la tentación de besarlo. Siento un furor, una llama que presiento que lo ofusca a él también.

Mas de ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora