Capítulo 36

40 7 11
                                    

–Llegaron nuestros padres – me informa Nadim una vez inrrumpe en mi dormitorio.

–Voy en un momento – respondo en seguida, mientras me dirijo hacia mi armario para colocarme un turbante.

–Deberías ponerte un suriyah – me dice, refiriéndose a la túnica que utilizamos los árabes – sabes perfectamente que aquí esos códigos de vestimenta se respetan – me advierte y yo decido hacer caso a su sugerencia. Si mi madre me ve vestido como llegué, no dejará pasar por alto su molestia.

Tan pronto me visto con mi indumentaria arabe, salgo de mi habitación en compañía de mi hermano.

En estos momentos sólo puedo recordar aquel día que exploté frente a mis padres restregándoles en la cara mi homosexualidad. Al principio me sentí poderoso porque pensé que con esa noticia los bajaría de ese pedestal que siempre se han creido estar, no obstante, el único que se jodió con ello fui yo. Nunca conté con que se les ocurriera buscarme una candidata para casarme con ella en contra de mi voluntad, tampoco sospeché que un tiempo después mis padres se esforzarían para enviarme a California con el temor de que la noticia corriera por el emirato.

Discretamente, sonrío de satisfacción al reconocer que haberme mandado con mis tíos fue el mejor premio o regalo que mis padres pudieron haberme hecho y las razones del porqué están de más.

La voz de mi madre me extrae de mis pensamientos una vez la escucho cuando nos acercamos a la sala. Sentirla tan cerca me hace sentir inseguro. Desde que le dije que era gay nuestra relación se volvió mucho más difícil que antes. Es una completa pesadilla, y es por ello que estoy un tanto a la expectativa con mis padres porque no sé cómo me vayan a tratar hoy que estoy aquí. Aunque pensándolo mejor, no es que me importe mucho. Yo no vine aquí con la intención de recibir mimos de parte de ellos, claro que no! Sólo estoy aquí para marearlos al simular que dejaré que se lleven a cabo todos los planes absurdos que tienen conmigo.

Cuando por fin entro a la sala de estar, veo en un extremo del área a mis progenitores quienes están sumergidos en una conversación que deshacen tan pronto me ven.

–Madre, padre – digo una vez me presento ante ellos. Ambos se quedan observándome como si estuvieran cerciorándose de que realmente soy yo quien está frente a ellos.

Mi madre luce impecable como siempre. Llena de joyas y vistiendo con la tela más costosa. Una cosa que me llama la atención es la mirada que me da. Me observa de una forma tan despectiva que me hace sentir como si mi presencia no fuera grata. Para lo que me importa.

Mi padre conserva una mirada más genuina, pero aún así me dan ganas de dejar que todo se joda y coger un vuelo de regreso a San Francisco.

–Cómo estas? – habla mi padre de primero esforzándose en deshacer el hielo y el silencio que se ha interpuesto.

–Estoy bien – respondo con mucha calma. Veamos hasta donde puede llegar mi paciencia.

Seguido, otro incómodo silencio se anida en entre nosotros, y yo no sé si pueda resistir más este dramático momento.

–Has estado tomando tus medicamentos? – dice por fin mi madre, y si no fuera por la hostilidad que hay en sus palabras, cualquiera pensaría que ella se preocupa por mí. La pregunta que me hizo parece mas un reclamo, recordándome que siempre intenta llevar el control de todo.

–Si, siempre lo hago – digo, echando a un lado la insolencia que realmente quería responder. Me recuerdo a mí mismo con cierta insistencia que no vine a causar problemas.

–Bien – responde sin ninguna emoción, y por su expresión presiento que lo siguiente que va decir no me va a gustar en lo absoluto – como ya sabrás cual fue el motivo de tu viaje, me imagino que estás preparado para conocer a la joven con la que te vas a comprometer dentro de poco. Ella, junto a su familia vendrán esta noche a conocerte, así que está de más decirte que te abstengas a tus arrebatos – me advierte y pongo de todo mi esfuerzo para no refutar.

Mas de ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora