-Señorita-me dijo Philip tendiéndome la mano. Se la di entre risas. Se había bajado por el lado de mi padre, prácticamente bajando a mi padre a patadas, por tal de ayudarme a salir.

-Otro empujón y haces de corta césped yerno querido-le había dicho mi padre.

Caminamos en silencio hacia la casa. Lo agradecí porque necesitaba concentrarme en aquella bella imagen. Había plantas perfectamente cuidadas por todos lados, en algunos lugares te encontrabas con las sonrisas amables y las miradas agradables de los pequeños gnomos de cerámica, que decoraban el jardín desordenadamente. Resultaban muy graciosos.
La casa era realmente amplia, de grandes ventanales con marcos cuadriculados, paredes de piedra desde el nacimiento del suelo hasta poco antes de la mitad y el resto de madera caoba. Enredaderas las decoraban deliberadamente por ratos, incluso llegaban a ocultar algunas de las tantas ventanas, de las cuales en aquellos momentos salía luz. Era lógico, la noche comenzaba a hacerse pesada.

-Chicas esto es precioso-dije mirando en todas direcciones.

-Pues todo lo ha decorado esta niña tan guapa-dijo Francesca echándole el brazo por encima del hombro a su hermana, que al llevar tacones por un momento perdió el equilibrio.

-Cómo que lo has decorado tú?

-Sí, estudio arquitectura y diseño-dijo ella echando a su hermana a un lado de un solo empujón.

-Philip... Ya sabemos a quien acudir para que nos decore la casa-bromeé antes de engancharme al brazo de mi peque, que en cuanto lo dejé entrelazó sus dedos con los míos.

-Bueno, pues ahora tienes que decirme qué tal la decoración de dentro-dijo Alex, antes de insertar la llave en la cerradura y tras girarla, empujar la puerta.

Todo era igual de bonito que en el exterior, paredes y suelos de madera, pero de un color mucho más claro en dos tonalidades y tipos, cerezo y roble oscuro. Alfombras oscuras y elegantes cubrían parte de los suelos, plantas decorativas se repartían por cada esquina... Todo era realmente precioso.

-Gordo-susurré en un tono medianamente alto con la intención de que todos me escucharan. Philip me miró con una leve y cálida sonrisa.

-Dime-estrechó mis dedos entre los suyos.

-Creó que te dejo por Alex-la chica se echó a reír con ganas.

-Meg lo siento, pero si tú lo dejas por mí, yo te dejo por él, así que mejor consérvalo-bromeó.

-No he dicho nada-bromeé ahora yo simulando voz de niña mientras tiraba de mi pequeñajo, que se reía mientras era arrastrado.

-Venid por aquí-las hermanas nos guiaron a través de los largos pasillos.

De detrás de una gran puerta corredera, se escuchaban vivas risotadas.

-Y aquí esta el viejo de nuestro padre-dijeron ambas al unísono, antes de que una de ellas corriera las puertas dejando a la vista lo que parecía una amplia sala de estar. Las risotadas fueron a peor y créeme cuando digo que aquella era una risa maliciosamente contagiosa, de las que hacen que te duela el vientre.

-Papá!-ambas llamaron la atención de su padre a gritos.

-Ah! Ya están aquí!-dijo Luis poniéndose en pie-Lo siento es que estaba viendo una película de Jim Carrey, sé que es un payaso, pero tiene gracia-todos reímos con su disculpa.

Una vez los presentamos, mi padre y Luis conectaron de inmediato.

Nos sentamos todos a la mesa.

-Y bueno chicos, cuándo es la boda, porque...-interrumpí a Alex sin dejarla terminar.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Onde histórias criam vida. Descubra agora