Dentro del círculo del cielo no había adivinado esto

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No tenía ningún tipo de plan en la cabeza y eso me angustiaba. Ahora era diferente a cuando había empezado esta pequeña aventura. No sé muy bien cómo explicarlo, pero era como si mi miedo se hubiera guardado en alguna parte. En comparación con el fiasco de ayer... bueno, supongo que no puede haber comparación. No diré que no sentí miedo, pero creo que me sentí mejor preparada para afrontar lo que pudiera venir. No me esforcé en esconderme mientras me dirigía a la casa de Cleístenes, en el sector oriental de Atenas, la zona rica, por así decirlo. El tamaño de su finca me había sorprendido cuando Lauren y yo asistimos a una fiesta en nuestro honor al llegar a la ciudad. No parecía el tipo de hombre que se entrega a las trampas de la riqueza. Creo que por eso me cayó bien al instante. Parecía genuino y con los pies en la tierra, muy diferente a su esposa. ¡Qué pareja tan improbable! Lenora era tan superficial y densa como se podía ver. Su insensibilidad me sorprendió incluso a mí, y he conocido a muchas mujeres así durante mi vida como esclava.

Como ya he dicho, no me esforcé por esconderme, es decir, no me escabullí por los callejones, pero sí intenté pasar lo más desapercibida posible. Si me surgían problemas, siempre podía revelar mi identidad, pero en ese momento me acordé de los doscientos soldados que esperaban en ese teatro.

No tenía ni idea de cómo acercarme a la residencia, sin avisar y sin escolta como estaba. Estuve tentado de cruzar los jardines y entrar por las habitaciones de los esclavos. Decidí que trataría esta gran finca como si fuera una casa en un pequeño pueblo. Ciertamente, no había nada impropio en acercarse y preguntar si la Señora a de la casa podía recibirme. Si todo lo demás fallaba, les diría quién era yo. Sonreí al pensar en el ajetreo que habría entonces.

-Hola-, dije al joven que barría el pórtico con un rollo de ramas de hinojo silvestre. Parecía ser unos cuantos veranos más joven que yo y de complexión delgada, lo que podría explicar que fuera un sirviente de la casa. Me miró de arriba abajo antes de decidir que mi aspecto no justificaba que se detuviera en su tarea.

-No damos comidas gratis. Pruebe su suerte en el ágora-.

Arqueé una ceja, no por el hecho de que el joven me dirigiera al centro comercial de la ciudad, sino por su actitud. Estaba muy claro que trabajaba para Lenora.

-Me gustaría una audiencia con la Señora a de la finca-.

-Yo también lo haría, pero como puedes ver, eso no va a suceder-.

Su actitud simplista y mi propia necesidad de rapidez pusieron a prueba mi paciencia. -Por favor, dígale a la Señora a que la Reina del Imperio Griego está en su puerta-.

Se rió ante eso. -Y también soy la Señora Conquistadora-. Se rió un poco más.

Fue en ese momento cuando algunos de los otros sirvientes del patio hicieron una pausa en sus tareas para escuchar nuestra extraña conversación. Una joven se acercó al hombre con el que yo había estado tratando y, tras mirarme continuamente, le dio un tirón de la manga. Su extraño comportamiento continuó hasta que el joven, exasperado, se dirigió a ella con enfado.

-¿Qué?-, preguntó.

La chica tiró de su manga hasta que él se agachó para recibirla. Le susurró al oído. Adiviné lo que le decía cuando vi que su rostro palidecía ligeramente. Sin siquiera disculparse, el hombre salió corriendo hacia el interior de la casa.

Latidos más tarde escuché una voz familiar. -¡No seas tonto, Fidias! ¿Por qué diablos la Reina del Imperio estaría en nuestro...?-

No sé quién de los dos estaba más sorprendido, si yo, que estaba de pie con evidente asombro, o Livia, la esposa de Miliciades, que parecía tan desconcertada como yo.

La Conquistadora (Camren)Where stories live. Discover now