27

2.6K 224 31
                                    

Narra Luisita

Estaba esperando a Amelia después de su llamada y no paraba de dar vueltas por toda la casa, no podía negar que estaba nerviosa. Yo no había hecho nada malo, pero no sé qué le habría dicho la loca de Natalia y tenía miedo de que Amelia pudiera creérselo. Solo deseaba que llegara pronto y poder aclararle las cosas. La puerta sonó y me apresuré a abrir. Me encontré con una imagen que me conmocionó entera, Amelia se veía tan frágil, tan triste con sus ojos rojos de haber llorado y yo me sentía fatal porque en cierto modo era mi culpa. Ella entró y se tiró directamente a mis brazos. Sentí como su agarre en mi cuerpo se hacía más fuerte.

- Luisita, yo no quiero perderte... - me dijo ella entre sollozos.

- Eyyy, no me vas a perder — le contesté mientras le subía el mentón para que me mirara a los ojos.

- Lo siento por irme, debería haberme quedado y escucharte, pero me invadió una rabia que necesitaba alejarme de la situación — me dijo ella.

- ¿Qué te dijo Natalia? — le pregunté con curiosidad y temor.

- Que era tu novia, la que habías dejado en Madrid — me contestó Amelia.

- Puta loca — exclamé yo.

- ¿No es tu novia verdad? — me preguntó con un poco de inseguridad en su voz.

- Claro que no. Es mi ex, te acuerdas de que la última vez no quise hablar del tema. Es por esto, nuestra relación fue caótica, intentamos que funcionara varias veces, pero yo ya no podía más. Un día corté por lo sano, hará unos seis meses, pero ella no lo entendía y me hizo pasar unos meses horribles. Me perseguía, me buscaba, espantaba a todas las chicas con las que hablaba, se colaba en mi casa... Por eso, entre otras cosas, decidí alejarme de Madrid y venir aquí. Ella tiene una obsesión conmigo, ni siquiera es amor. - le respondí yo.

- A mí no me va a espantar y si quiere guerra la va a tener — dijo Amelia, dejándome totalmente en shock.

- Wow — exclamé yo.

- Luisita, sé que quizás es pronto, pero yo estoy segura de lo que quiero y me gustaría poner nombre a esto que tenemos, sé que no es la forma más romántica y cómo me hubiera gustado pedírtelo, pero ¿quieres ser mi novia? — me preguntó Amelia.

- Claro que quiero — contesté yo emocionada mientras me tiraba a sus brazos y la besaba.

- Ahora eres mía y no voy a dejar que nadie moleste a mi chica — me susurró ella dándome un golpecito en la nariz.

- ¿Sabes Ledesma que te pones muy sexy cuando eres tan sobreprotectora? - le dije mientras me acercaba a dejar un beso húmedo en su cuello.

- ¿Ah sí? — me preguntó ella.

- No te imaginas cuánto — le contesté mientras seguía besando esa parte de su cuerpo y ella suspiraba.

Acabamos haciendo el amor gran parte de la mañana. Yo ya no tenía ninguna duda de que estaba completamente enamorada de ella, pero tenía miedo de decírselo y asustarla. Lo que Amelia me hacía sentir no lo había sentido nunca y la necesidad que tenía de ella, a veces, me aterraba. Sin embargo, ahora ya es mi novia y eso es un gran paso, ¿quién podría haberlo dicho hace unas semanas cuando la vi por primera vez en esa sala de profesores? ¿Y más, cuando me enteré de que estaba casada? Pero aquí estamos hoy, y a veces lo poco probable, sucede.

- Amelia eres increíble — le dije mientras le acariciaba su espalda desnuda.

- ¿Sabes lo que es increíble? — me preguntó ella coqueta.

- ¿El qué? — le contesté yo.

- Tú y yo juntas, que seas mi novia. No todo el mundo puede decir que tiene a la profesora más sexy como novia — me dijo ella.

- No, todo el mundo no, porque eso solo lo puedo decir yo, mi diosa griega — le contesté mientras le dejaba un suave beso en sus labios y ella sonrió en el beso.

- Creo que deberíamos vestirnos y aprovechar el día — me sugirió Amelia.

- Que mejor manera de aprovecharlo que aquí desnudas

- ¿Es que nunca te cansas? — me preguntó Amelia con una sonrisa pícara.

- De ti nunca, pero llevas razón deberíamos salir de aquí con el día tan bueno que hace. Aunque nadie dice que no podamos desnudarnos también fuera de aquí... — dije yo y ella estalló en carcajadas.

- Estás loca, a veces me asustas... - dijo entre risas.

- No te hagas la inocente Ledesma, que te encanta — le rebatí yo.

- Tú me encantas, Luisita, y no te puedes imaginar cuánto — me contestó Amelia con una cara adorable.

- Si es tan solo una parte de lo que tú produces en mí, me lo puedo imaginar, créeme — le respondí yo — y ahora a la ducha...

- Juntas que hay que ahorrar agua — me dijo ella agarrándome y llevándome hasta el baño.

Nos duchamos y nos arreglamos en menos tiempo de lo que esperaba, aún no habíamos decidido qué hacer.

- Amelia, ¿qué te apetece que hagamos? — le pregunté.

- No sé, lo que tú quieras... - me contestó ella.

- Hace poco que estoy aquí y aún me falta mucho por conocer... Enséñame tus sitios favoritos de Tenerife — le pedí yo.

- Está bien, pero me tienes que dejar conducir — me dijo ella.

- Eso está hecho — le devolví tirándole las llaves del coche.

Amelia me llevó a una especie de colina a las afueras de la ciudad en la que estábamos donde las vistas eran espectaculares. Era un lugar increíble y estaba bastante solitario, no era un sitio conocido turísticamente. Después de eso, me llevó a comer algo a un pequeño sitio de hamburguesas, que parecía un sitio viejo y desordenado, pero puedo jurar que han sido las mejores hamburguesas que he comido en toda mi vida.

- Ahora te voy a llevar a mi lugar favorito de todo Tenerife, aunque no es muy popular para el público en general... - me dijo ella.

No tardamos nada en llegar y pude leer el cartel de la entrada, biblioteca pública.

- Biblioteca. Porque no me sorprende, mi pequeña nerd — le dije yo con una sonrisa.

- Sí, pero ahora verás... - me dijo ella.

Entramos y la biblioteca era enorme, tenía cualquier libro que pudieras imaginar, ya con eso me encantaba. Amelia cogió mi mano y me llevó por unas escaleras que había al fondo y llegamos a la azotea, en ella había sillones y se veía de fondo el mar, era increíble. Estaba decorada exquisitamente y justo vimos el anochecer, el aura era mágica.

- Amelia, me encanta. Supongo que has pasado mucho tiempo aquí... - le dije.

- No te imaginas cuanto, siempre venía aquí para escapar de todo — me contestó ella.

PROFESORAS || LuimeliaWhere stories live. Discover now