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Narra Amelia

Luisita había tenido el detalle de venir a recogerme en coche e íbamos las dos camino del instituto cantando canciones de la radio. Paramos en un semáforo y Luisita se acercó para besarme, al principio era un beso dulce pero se convirtió en algo más pasional, nuestras lenguas batallaban por tener el control, pero de repente empezaron a pitarnos, y salimos de nuestra burbuja, el semáforo ya estaba en verde y Luisita partió de nuevo.

- Necesitaba besarte ahora porque no sé si tendremos alguna oportunidad hasta esta noche — me dijo ella.

- Me parece correcto, tienes que cumplir con tus necesidades — le dije yo juguetona.

- ¿Acaso tú no las tienes? — me preguntó Luisita.

- Más de lo que te imaginas... — le contesté.

Llegamos al instituto, y junto con Lourdes y Pablo, empezamos a organizar todo, comprobar que estaban todos los alumnos, colocar el equipaje y todo lo necesario en el maletero, asegurarnos de llevar toda la comida y los juegos necesarios. Ya estaban todos los chicos subidos en el autobús, normalmente dos de los profesores se ponían delante y dos detrás, yo me senté en el asiento de atrás y esperaba que Luisita viniera conmigo, pero para mi sorpresa la que vino fue Lourdes. Nos pusimos en camino, los chicos iban cantando y cada uno en sus cosas y podía ver como Luisita y Pablo escuchaban música y charlaban animadamente.

- Hola Amelia — me dijo Lourdes con una cara pícara — creo que es hora de que hablemos tú y yo seriamente.

- ¿De qué quieres hablar Lourdes? — le pregunté yo.

- No te hagas la tonta conmigo, sabes de sobra de qué — me dijo ella.

- ¿Qué quieres saber? — le contesté yo.

- Quiero saber a qué estás jugando Amelia, estás casada y estás teniendo "algo" con Luisita y quiero saber quién de los dos va a salir perjudicado o qué pretendes con todo esto, soy tu amiga y me preocupo — me dijo ella.

- Lourdes sinceramente no lo sé, con Hugo hace mucho que nuestro matrimonio es solo de cara a la galería, y Luisita es la ilusión, la alegría y las ganas de vivir que necesitaba... - le dije yo sincerándome.

- Yo solo digo que alguien va a salir mal parado y creo que deberías pensar las cosas e intentar hacerlo bien. A Luisita le gustas desde el primer día y no creo que se merezca tener que esconderse o que juegues con ella... - me avisó Lourdes.

- Esa no es mi intención Lourdes, Luisita me gusta mucho y me importa de verdad... - le dije sonrojándome un poco.

- En ese caso, creo que Hugo tampoco se merece que le seas infiel. Si no lo quieres o no quieres estar con él, deberías dejar las cosas claras... - me aconsejó ella.

- Lo sé, Lou, pero no es todo tan fácil... sabes todo lo que él ha hecho por mí y no puedo dejarle. Sé que no se merece esto, pero cuando estoy con Luisita, no puedo controlarlo y cada vez va a más... No sé qué hacer... — le dije mientras la miraba a los ojos y se me escapaba alguna lágrima que me limpié rápidamente.

- Eyyyy no pasa nada, solo quería que pensaras bien las cosas para evitar males mayores y también quería asegurarme de que no estabas jugando con Luisita. He cogido cariño a esa enana, pero para mí lo más importante es que estés bien, y que sepas, que a pesar de todo, cuentas con mi apoyo y puedes hablar conmigo siempre que lo necesites. Yo no te voy a juzgar— me dijo Lourdes.

- Muchas gracias cariño — le dije mientras le daba un abrazo.

- Bueno ahora me voy y te mando a tu chica —me contestó Lourdes guiñándome un ojo y yéndose para adelante.

No pasaron ni dos minutos y ya tenía a Luisita sentada a mi lado con una sonrisa en su cara y puedo jurar que esa sonrisa me estaba derritiendo. No quería que nunca la perdiera y mucho menos por mi culpa.

- Hola preciosa — me saludó.

- Hola, ¿qué? ¿estabas divirtiéndote con Pablo? — le pregunté haciéndome la celosa.

- La verdad es que sí — me dijo ella jugando conmigo.

- Pues puedes volver con él si es lo que quieres — le contesté yo.

- No, porque contigo me puedo divertir muchísimo más, ¿alguna vez lo has hecho en un autobús? — me preguntó ella con cara divertida.

- No, ¿tú sí? — le devolví la pregunta.

- Se puede decir que sí... — me dijo ella — pero no te pongas nerviosa que no pretendo hacer nada contigo cuando tenemos a treinta alumnos a nuestro alrededor, pero en otra ocasión, quién sabe...

- ¿Así que te gusta el sexo en público? — le pregunté yo.

- No especialmente, pero en algunas ocasiones, da bastante morbo — me contestó ella — ¿o acaso tú eres una santa?

- Bueno si te soy sincera mi vida sexual hace años que dejo de ser emocionante, por no decir que es básicamente inexistente — le dije yo un poco triste y avergonzada.

- Eyyy no pasa nada, ahora que he llegado yo, eso va a cambiar — me dijo ella provocándome — es una pena que una diosa como tú y tan joven esté así...

- ¿Me sacaras provecho tú? — le pregunté con una cara picara.

- Si me dejas, no te puedes imaginar cuanto — me dijo mientras me miraba de arriba abajo y yo estaba empezando a calentarme solo de imaginármelo.

- Dios Luisita no me mires así aquí porque contigo soy incapaz de controlarme — le avisé.

- Anda, ven aquí y vamos a escuchar algo de música — me dijo ella con una cara tierna — sé que tenemos una conversación pendiente y sé que me gusta provocarte y hablar del tema, pero quiero que sepas que para mí esto es mucho más que algo simplemente sexual... Me gustas mucho, Amelia.

- Tú a mí también me gustas mucho, Luisita — le dije mirándole a los ojos.

El resto del camino fue tranquilo, fuimos escuchando música y de vez en cuando rozábamos nuestras manos o nos mirábamos sin decir nada. No eran necesarias las palabras porque nuestros ojos hablaban más que nuestras bocas. Cuando llegamos, nos dirigimos a nuestra zona y empezamos a montar el campamento, la verdad es que con la ayuda de todos tampoco tardamos mucho. En una de las esquinas montamos todas las tiendas de campaña, las primeras, eran la nuestra y la de Lourdes y Pablo y luego estaban la de los alumnos, que eran como quince, ya que todas eran para dos personas. Nos dirigimos cada uno a nuestra tienda para dejar nuestras cosas y cambiarnos ya que daríamos una vuelta por toda la zona.

- Bienvenida a nuestro nidito de amor — dijo Luisita mientras abría la cremallera de la tienda.

- Es muy acogedor. Para ser el primero que tenemos, no está mal — bromeé yo con ella mientras las dos entrábamos dentro y cerrábamos la cremallera a nuestro paso.

PROFESORAS || LuimeliaWhere stories live. Discover now