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Narra Amelia

Ahora iba a tener una cita con Luisita. Realmente, era la primera cita oficial por así decirlo y quería agradecerle todo lo que había hecho por mí, desde apoyarme, hasta acogerme en su casa. Sin embargo, también quería hablar del tema con ella, en cierto modo había invadido su espacio y quería saber su opinión, pero tenía que buscar otro sitio donde vivir. Además, creía que ya es hora de que las dos habláramos sobre nuestra situación y lo que sentíamos y pusieramos las cartas sobre la mesa. Acabé de arreglarme, quería estar guapa para Luisita. Me puse un vestido negro, me maquillé un poco y me pinté los labios rojos. Bajé al salón y Luisita ya estaba allí esperándome y estaba preciosa, llevaba un traje blanco, el pelo suelto y tacones negros.

- Estás preciosa, Luisita — le dije en serio.

- Mira quién fue hablar — me dijo ella mirándome de arriba a abajo.

- Venga vámonos — le dije — mientras le daba la mano para que me siguiera.

- ¿Vamos andando? — me preguntó.

- Sí, dónde quiero llevarte está a diez minutos andando — le dije yo.

Fuimos caminando por todo el paseo marítimo y llegamos a dónde quería ir. Era un pequeño restaurante de comida mexicana, no era nada extremadamente lujoso, pero creía que a Luisita le gustaría.

- Llegamos — le dije mientras le abría la puerta.

Entramos al local y hablé con el camarero, había reservado una mesa en la terraza que daba al mar. La imagen era muy bonita, las mesas estaban iluminadas con velas y estábamos bajo la luz de la luna.

- Así que un restaurante mexicano... - me dijo Luisita.

- Sí, me encanta la comida mexicana— le dije yo.

Pedimos muchas cosas y todo estaba delicioso, podía ver la cara de placer que Luisita ponía al comer. Terminamos y pedimos algo de postre.

- Dios Amelia, voy a explotar. Todo estaba delicioso ya necesitaba este tipo de comida, en este último tiempo he comido fatal — me dijo ella.

Cuando terminamos con el postre y pagué la cuenta, propuse a Luisita dar un paseo por la playa. Nos quitamos los zapatos y empezamos a caminar por la orilla.

- Luisita, yo quería agradecerte todo lo que has hecho por mí. Desde que apareciste en mi vida, me trajiste alegría, ilusión, ganas de vivir que es algo que tenía perdido. Empecé a apreciar los pequeños detalles y momentos que me regalabas y que al final son los que te hacen ser feliz. Sé que en cierto modo todo empezó como un juego, pero quiero que sepas que por mi parte, me encantas Luisita y bueno creo que, que — dije nerviosa — te quiero un poco... y no me imagino ya mi vida sin ti, no te quiero fuera de mi vida.

- Yo tampoco te quiero fuera de la mía, Amelia. Desde el día uno me gustaste ya lo sabes y con lo que voy conociendo cada vez más de ti, me gustas mucho más. Realmente, nunca pretendí que esto pasara, pero ya no puedo negarlo más y creo que me estoy enamorando de ti Amelia. Eres tan perfecta que quién no lo haría... - me contestó Luisita y mi corazón dio un salto de emoción.

- Luisita, también quería agradecerte por ayudarme con lo de Hugo y acogerme en tu casa. De verdad, que significa mucho para mí y yo no quiero ser un estorbo, esta semana mismo me pongo a buscar un sitio para vivir — le dije yo sinceramente.

- Amelia no eres para nada un estorbo y me encanta tenerte en mi casa. No tienes que buscar ningún sitio para vivir, no lo vamos a tomar como un gran compromiso porque es muy pronto aún para eso, pero podemos tomarlo con calma y te puedes quedar mientras se resuelve todo lo del divorcio y luego ya veremos — me contestó Luisita.

- Está bien, muchas gracias — le dije mientras abría los brazos para que viniera a mí.

Nos abrazamos con un gran sentimiento, me encantaba el olor del pelo de Luisita. Noté como sus manos estaban empezando a tocar mi espalda. Me acerqué a su boca y la besé. Estábamos en una zona bastante solitaria. De repente, noté como las manos de Luisita empezaban a subir por mis muslos y estaba subiendo mi vestido. La paré.

- Luisita, ¿qué haces? — le pregunté nerviosa.

- Se me ha ocurrido una cosa — me contestó ella - ¿confías en mí?

- Claro que confió en ti, pero estamos en la playa... - le dije yo.

- Shhhh, solo déjate llevar — me dijo ella en un susurro.

Luisita empezó a subir mi vestido con lentitud hasta que me dejó solo en mi ropa interior que era negra y de encaje y sus ojos empezaban a recorrer todo mi cuerpo.

- Luisita, no creo que sea una buena idea... podrían vernos... - le dije yo.

Ella simplemente me ignoró y empezó a quitarse su propio vestido, quedando en la misma situación que yo. No podía despegar mis ojos de su cuerpo que solo estaba iluminado por la luz de la luna. Luisita empezó a quitarse su ropa interior y yo no me podía creer lo que estaba haciendo.

- Luisita, ¿estás loca? — le pregunté.

- Sí, por ti. Te dije que te iba ayudar a cumplir tu lista de deseos, ya hemos hecho uno y ahora vamos a por otro — me dijo ella, mientras salía corriendo completamente desnuda hacia el mar — venga desnúdate y ven conmigo.

No era muy tarde y aunque estábamos en una zona un poco alejada, todavía podía venir alguien y vernos, pero realmente ya me daba igual. No podía quitar mis ojos de la hermosa morena que jugaba con las olas completamente desnuda. Como había pasado en otras ocasiones, Luisita me volvía atrevida, me hacía olvidarme de mi parte racional para seguir mis instintos. Me desnudé rápidamente y corrí hacia el mar donde ella me esperaba. La empujé y las dos caímos al agua. Estuvimos un buen rato jugando con las olas, nos besamos, disfrutamos del contacto de nuestros cuerpos desnudos con el agua y con el de la otra. La sensación de libertad que sentía en estos momentos hacia tanto que no la vivía. Luisita me hacía sentir tan bien, tan viva.

- Ya podemos tachar el bañarnos desnudas en el mar y ahora vamos a tachar otro — me dijo mientras me cogía para besarme debajo del agua

- Te quiero — le dije cuando salimos a la superficie mirándole a los ojos — Gracias...

- Yo también te quiero mucho Amelia. ¿y gracias por qué? — me preguntó ella.

- Gracias por hacerme vivir de nuevo — le dije yo.





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