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Narra Amelia

No me podía creer lo que acababa de hacer. Había besado a Luisita en el aula de música donde cualquiera nos podía haber descubierto. Aún tenía que procesar todo lo que había pasado porque ni yo misma lo sabía bien. Era consciente de que Luisita me iba a besar en el piano y me he asustado y he huido, pero no podía dejar las cosas así. Necesitaba resolver estas dudas que tenía en mi cabeza desde hacía algún tiempo y vaya si las he resuelto. Si antes dudaba de si me gustaba Luisita, ahora no tengo duda alguna.

Hacía tanto que no sentía eso con un beso, vamos creo que nunca en mi vida había sentido algo parecido, ni siquiera en los primeros años con Hugo. Había sido tan dulce, pero a la vez tan excitante, que si Luisita no hubiera traído la cordura al aula, yo no sabía si me hubiera podido controlar. Echaba tanto en falta esa emoción, esa ilusión, incluso esas ganas de querer más de una persona. Con Luisita era todo tan natural, el hecho de jugar en la playa como si fuéramos niñas o cocinar juntas era algo que nunca he tenido en mi relación o al menos no desde hacía mucho tiempo. Son cosas tan cotidianas, pero que se podían volver tan especiales. Cuando simplemente vivía para el trabajo y mis libros, me era fácil aislarme y en cierto modo dejar de lado esa parte de mi vida, pero ahora que había vuelto a sentir todas esas emociones, no sabía si estaba preparada para volver a perderlas.

No quería perderlas, quería besar a alguien y sentir mariposas en el estómago, desear y sentirme deseada, que el hacer cualquier cosa sea especial simplemente porque lo estabas haciendo con la persona adecuada. Estaba casada, estaba muy casada de hacer las cosas porque es lo correcto, no por amor, pero al final, ¿de que me sirvió hacer lo correcto? Si ninguno de los dos somos felices.

Me sacrificaría si supiera que Hugo es feliz. Él se lo merecía después de todo, pero sabía que no lo era. Yo ya estaba cansada de hacer lo correcto y no lo iba a hacer más, aunque luego tuviera que asumir las consecuencias de mis actos.

Me fui a casa aún un poco aturdida por todo lo que había pasado. No podía sacarme a Luisita de la cabeza, ¿qué es lo que pensaría ella de todo esto? ¿Qué es lo que habrá sentido con el beso? Yo no sé si para Luisita todo esto es un juego o no, pero si es un juego, yo también quiero jugar. Aunque sea con fuego. Sé que puedo acabar quemada, pero eso ya no me importa. Por una vez, quiero seguir mis impulsos y mis sentimientos. Quiero sentirme viva.

No tardé mucho en llegar a casa. Cuando entré a la cocina vi como Hugo estaba en el sofá con una cerveza en la mano y unas cuantas latas vacías en la mesa. Le saludé, pero me puse a hacer la cena Realmente no me apetecía estar con él. Cenamos los dos en silencio, solo con el ruido de la televisión que hacia la situación menos incomoda. Cuando terminamos con la cena y recogí, yo me fui a acostar directamente mientras que él se quedaba en el sofá. Una vez en la cama, no podía dejar de repasar en mi cabeza toda la tarde con Luisita, desde cuando cantamos la canción, hasta el contacto de sus manos con las mías en el piano, y por supuesto el beso, ese beso que me había vuelto loca. Decidí mandarle un mensaje.

- "Mañana vas a estar cansada porque ahora la que no para de dar vueltas en mi cabeza eres tú" —le envié.

Al rato noté como mi móvil vibraba, era un mensaje de Luisita así que lo abrí rápidamente.

- "Ledesma, ¿me robas mis piropos? Creo que tú también lo estarás, no puedo parar de revivir en mi cabeza una y otra vez lo que ha pasado ¿te arrepientes?" — me preguntó.

- En absoluto, como te he dicho me he quedado con ganas de mucho más — le escribí yo rápidamente.

- ¿Ah sí? Qué casualidad porque yo también, ¿Por qué tienes que besar bien? ¿Hay algo que no hagas bien? — me contestó ella en un segundo.

- Solo un par de cosas así que se me vengan a la cabeza ahora mismo — bromeé con ella.

- Vaya ego Ledesma — me envió Luisita.

- ¿Qué estás haciendo ahora mismo? Me gustaría estar ahí contigo — le dije yo

- Estoy ya en la cama, leyendo un libro antes de dormir ¿y tú? — me contesto ella.

- También en la cama, la pena es que no sea la misma. Te imagino con tu pijama leyendo con cara de concentración — le dije yo.

- Imaginas mal — me escribió ella.

- ¿Ah sí? ¿Por qué? — le pregunté.

- Sí, porque suelo dormir desnuda — me contestó ella y ese pensamiento hizo que me diera un vuelco el estómago.

Me podía imaginar a Luisita desnuda tapada con las sabanas leyendo y me parecía la imagen más sexy del mundo.

- ¿Ahora mismo estás desnuda? — le pregunté.

- Sí, me gusta la sensación de libertad que da el dormir desnuda y cuando duermes con alguien me encanta el contacto directo piel con piel así que suelo dormir así — me contestó ella.

- Eres una maldita, ahora no puedo dejar de imaginarte así — le escribí yo.

- A mí no hace falta que me digas nada porque ya te he imaginado desnuda unas cuantas veces. De hecho, hoy en el aula de música te he imaginado mucho más allá que desnuda — me respondió ella. Luisita definitivamente me quería matar.

- ¿Estás provocándome Gómez? — le pregunté.

- ¿Lo estoy consiguiendo? — me devolvió ella.

- Puede... aunque me gusta más las cosas en persona no soy muy de sexting — bromeé con ella.

- ¡Qué pena! porque estaba pensando en mandarte una fotito desde mi cama, pero tendrás que esperar para verlo en persona ya que no te gusta... — me contestó Luisita, definitivamente iba a hacer que me volviera loca.

- ¡Oh dios Luisita! No puedes jugar así, ahora me la mandas... - le pedí yo.

- No, Amelia tú misma lo has dicho... si ahora quieres que te la mande, me tendrás que mandar tú una primero... — me respondió ella. Nunca antes había hecho algo como esto, pero me lo estaba planteando. Luisita sacaba mi parte más atrevida.

Me quité el pijama y cogí el móvil. No estaba segura de lo que estaba haciendo, simplemente me estaba dejando llevar. Me hice un selfie desde arriba, tenía ropa interior negra de encaje, era mi favorita y la que solía llevar. La foto era sugerente, pero tampoco enseñaba nada nuevo que Luisita no hubiera visto ya en la playa, así que decidí enviársela. Al segundo, recibí una respuesta.

- Ah Amelia, no creía que me la mandarías. ¿Me quieres matar no? Me encanta tu ropa interior, aunque me gustaría más quitártela... - me respondió ella.

- ¿Ah si? Ahora es mi turno de ver... - le pedí yo.

No tardó ni un minuto y recibí la foto de Luisita. La abrí y no podía creerme lo que me había mandado. Era una foto hecha desde un espejo colocado a los pies de su cama, Luisita estaba tumbada boca abajo completamente desnuda. Se podía ver toda su espalda y su perfecto trasero sin ningún tipo de ropa. La foto no podía ser más sexy y no podía parar de imaginarme lo que haría si estuviera allí con ella.

- Dios mío Luisita, ¿cómo puedes ser tan perfecta y tan sexy? No te imaginas las ganas que tengo ahora mismo de estar ahí contigo — le escribí finalmente.

- Me encantaría que estuvieras aquí, pero como no puede ser... me voy a dormir. Hasta mañana preciosa, que tengas dulces sueños conmigo, o no tan dulces — me contestó ella.

- Buenas noches, Luisita, que descanses, ojalá los tuviera y mañana te los cuento — le respondí.

PROFESORAS || LuimeliaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt