En las profundidades del Lago Negro

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Cedric tenía los ojos cansados, no había dormido en toda la noche porque la cabeza no paraba de darle vueltas. Pensaba en Deian, en lo que dijo y, sobretodo, en lo que el pobre tuvo que pasar. Durante años Cedric había sido su mejor amigo, casi como un hermano, dispuesto a hacer todo lo que fuese necesario para protegerlo, pero si se hubiese enterado antes de sus sentimientos...

—¿Cedric? —Inquirió Ludo Bagman, que estaba hablando con Fleur y Viktor. —Debéis prepararos ya.

Ellos asintieron y se fueron aparte para cambiarse y ponerse los bañadores. En su pie, Cedric tenía atadas varias cintas de cuero, donde llevaba su varita y también una navaja, por si le hiciese falta, ambas bien seguras y ceñidas. Su bañador era negro y amarillo, al igual que su camisa. Cuando salieron de la tienda presenciaron un gran número de gradas en la orilla, con todos los alumnos de los tres institutos enarbolando banderas y gritando los nombres de sus favoritos. Cedric observó los alrededores, buscando con la mirada a Cho o a Deian, pero no los vio a ninguno. También se fijó por si veía a Harry, pero su compañero campeón no aparecía por ningún lado.

Los tres campeones compartieron la misma pregunta con la mirada y se fueron acercando al agua. Estaba helada a más no poder; un escalofrío recorrió a Cedric desde el talón hasta el cuello, corriéndole la espalda como un latigazo helado. Miró el agua oscura y apretó los puños para reivindicarse en su decisión. Había ensayado el hechizo casco-burbuja muchas veces en esas semanas y en ese momento no podía pensar en nada más. Lo principal era la copa, lo demás debía esperar.

Harry llegó, bajando corriendo la ladera del castillo.

—¿Todo bien, Harry? —Le preguntó Bagman —¿Tienes un plan?

—Sí —Respondió Harry, yendo a cambiarse. Cuando volvió, se colocó a la derecha de Cedric.

Los tres directores, Bagman y Percy Weasley, que sustituía al señor Crouch, por baja de enfermedad otra vez, se alejaron.

—Bien, todos los campeones están listos para la segunda prueba, que comenzará cuando suene el silbato. Diponen exactamente de una hora para recuperar lo que se les ha quitado. Así que, cuando cuente tres: Uno, dos... ¡Tres! —El silbato pitó y los cuatro comenzaron a adentrarse en el lago, hasta que no hicieron pie y se zambulleron.

El agua estaba tan fría que la piel le quemaba como el fuego. Cedric ejecutó el hechizo, mientras de su boca salían burbujas y en una cuestión de segundos una esfera de aire envolvió su cabeza, y respiró tan bien como si estuviese en la superficie. No vio a Harry, estaba demasiado oscuro, pero Fleur y Viktor estaban próximos a él. La francesa también utilizaba un casco-burbuja, mientras que Krum había optado por transformarse de cuello para arriba en un feo tiburón.

Cedric comenzó a descender, adentrándose en las aguas y en el bosque de algas de debajo. Deseaba, por Merlín y Morgana, no encontrarse con el calamar gigante. Le sería muy difícil tener que zafarse de él. De vez en cuando observaba a los lados, viendo a Fleur y Viktor, aunque cada vez más difuminados en el ambiente.

Siguió nadando y descendiendo y entonces sintió como algo se le pegaba a la pierna. Era un grindylow, y le estaba enseñando los dientes, dispuesto a morderle. Cedric cogió de inmediato su varita y apuntó a la criatura con ella.

—¡Relaxio! —Conjuró, aunque de su varita no salieron chispas, sino una corriente tan ardiente que hizo que la criatura lo soltase.

Siguió nadando, cada vez más preocupado de que se le acabase el tiempo. Tres grindylows más se interpusieron en su camino, y él los espantó nuevamente con su hechizo, pudiendo seguir avanzando.

Tras el bosque de algas que estaba atravesando vio un poblado formado por casas de piedra sin labrar y con tejados de algas. Sus habitantes eran sirenas y tritones, de piel cetrina y de pelo oscuro verde, largo y revuelto, con enormes ojos amarillos. Sonrieron a Cedric, aunque ninguno parecía especialmente amistoso, pero le dejaron nadar entre sus casas, que cada vez eran más y más numerosas, así como la cantidad de pares de ojos que observaban con curiosidad al joven Hufflepuff y algunos comenzaron a acompañarlo en su nado. Llegó a lo que parecía una plaza submarina, con un amplio espacio libre y sin casas y de allí, flotando amarrados por cuerdas, había cuatro personas. De inmediato Cedric sintió una gran ira recorriéndole el cuerpo. No era algo valioso lo que le habían quitado, le habían quitado a alguien valioso. Ron Weasley flotaba a la derecha, y entre él, Hermione y una chica de cabello plateado que solo podía ser la hermana de Fleur, estaba Deian.

Cazando el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora