La amistad de una serpiente

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Las pintadas en la pared hicieron que Deian tuviese pesadillas durante toda la noche, y cuando se levantó de madrugada se vio incapaz de reconciliar el sueño, por lo que se dio una ducha, se lavó los dientes y comenzó a releer el monstruoso libro de los monstruos hasta que fueron las siete de la mañana y tuvo que vestirse y prepararse para ir a clase.

Por los pasillos todos hablaban de lo mismo, murmuraban sobre la cámara de los secretos y la leyenda de que Salazar Slytherin escondió en ella a... un monstruo. Los murmullos hacían que Deian se sintiese cada vez más aprensivo, más triste y preocupado. Especialmente los miembros de Slytherin hablaban del asunto con cierta alegría, como si se sintiesen totalmente seguros, ajenos al asunto por tener sangre limpia, pero claro, Deian no tenía sangre de mago, sino de muggle.

Cedric comenzó a actuar más protectoramente con él desde ese momento. Se sentaba a su lado todas las mañanas y echaba a los Slytherin que estuviesen cerca con una mala mirada, incluso intentó despachar a Lucrecia cuando se sentó a su lado a comer.

—El canijo este es mi amigo —Comentó —Si alguien intenta tocarle un pelo de su rubita cabeza, se encontrará con dos amigas mías. Trueno —dijo señalando el puño derecho —y rayo —comentó, levantando el otro.

—Lo siento, pero no creo que una Slytherin de verdad quiera ser amiga de Dei. Hasta el momento, todos han intentado hacerle daño.

—Yo no —Aseguró Lucrecia —Es uno de los pocos en este castillo que me cae bien, por tanto, está a salvo conmigo. Tranquilo, Diggory.

Cedric se cruzó de brazos, como si lo pensara. Realimente a Deian le agradaba que el chico se preocupase por estar tanto tiempo con él y que tuviese en cuenta que estuviese a salvo. Cada vez que Cedric hacía algo así o ¡Qué demonios! Cada vez que su amigo estaba cerca, se sentía más alegre y el corazón le golpeaba el pecho como un tambor, con un ritmo fuerte y constante, y el desayuno se le arremolinaba en el estómago. Cedric era tan guapo, su cabello castaño, sus mejillas rojas y su sonrisa amable y su mirada gentil. Deian nunca había experimentado esa sensación.

Durante el desayuno habló con ellos dos y con Luke que, sin embargo, se retiró al cabo de un rato. Cedric le dedicó una mala mirada y se ausentó durante un momento.

—¿Qué le ha pasado? —Preguntó él, circunspecto.

Lucrecia no respondió, pero se quedó pensativa un largo rato y entrecerró los ojos, con sospecha.

—No lo sé. Pero ahora tienes herbología y yo astronomía. Debo darme prisa para llegar a tiempo ¡Adiós!

Deian se despidió y cuando terminó de comer fue a herbología, luego tenía astronomía y luego historia de la magia.

Durante el recreo se pasó por la biblioteca y pidió a la señorita Pince un libro que hablase sobre leyendas de Hogwarts. Ella, con una mirada hastiada, le tendió un tomo: Misterios e historias fantásticas de fantasmas y magos del colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.

Él buscó la historia de la cámara secreta y la leyó varias veces. Al acabar la lectura, tenía una nueva imagen de cómo era Salazar Slytherin. Siempre había sabido que él no aceptaba a los nacidos de muggles pero al saber que escondió una bestia en el castillo le llevó a pensar que no solo no le gustaban, sino que los odiaba unilateralmente.

El chico suspiró y comenzó a pasar las páginas hasta que leyó sobre el viejo papel un título escrito con vieja tinta azul oscuro: La historia y tragedia de la casa de Ravenclaw.

El chico comenzó a leer. Esa parte del libro contaba la historia de Helena Ravenclaw, hija de Rowena, que dolida porque todo mago y bruja adoraba a su madre por su inteligencia, pasaban por alto siempre las de Helena, así que ella robó el tesoro de su casa, la diadema de su madre que potenciaba la inteligencia de su usuario, y huyó a Albania. Rowena, aquejada de pena y dolor por la pérdida de su hija, envió a un hombre que amaba a Helena a que la encontrara y él lo hizo, pero, cuando la hija de la fundadora lo rechazó, el barón la asesinó y luego se quitó la vida. Rowena murió de pena y dolor, a una edad que no le correspondía.

Cazando el amorWhere stories live. Discover now