Silvanus Kettleburn y Superman

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Benny se movía con alegría en sus manos, mientras Deian esperaba en el interior del aula de Cuidado de Criaturas Mágicas, donde aún no había llegado nadie, ni siquiera el profesor Silvanus Kettleburn. Estaba bastante eufórico por empezar, porque era la primera asignatura que había querido estudiar desde que llegó a Hogwarts. El aula era tal como él había imaginado, del techo colgaba el esqueleto de un grifo, las paredes estaban llenas de dibujos de animales y sobre las mesas a los laterales había un sinfín de maquetas sobre distintos animales, como quimeras, escarbatos, caracoles venenosos y demás. Cuando la puerta del aula se abrió, Benny corrió a esconderse en la mochila, de donde no saldría pues estaba llena de oro de leprechaun que Cedric había colocado allí para mantener al travieso animalillo quieto durante las clases de sus amigos.

Deian comenzó a fijarse en los alumnos que entraban, que no eran muchos, tal vez unos quince o diecisiete, pero estaba claro que algunos habían elegido esa asignatura con la esperanza de no trabajar mucho, sus caras eran un testimonio de sus intenciones.

El profesor Kettleburn entró a la sala poco después, arrastrando los pies o bueno... el pie. El anciano tenía un pie de metal y solo uno de carne y hueso, no tenía mano derecha pero sí tres dedos de la izquierda. Gracias a Merlín, conservaba ambos ojos, pero le faltaba la punta de la nariz. Su mirada era amable, pero claramente lucía como una persona achacosa y cansada de su vida actual, para Deian era como un roble que se había doblado tras intentar aguantar impávido demasiadas tormentas. Vestía una remendada y parda túnica, larga y con dobladillo en el cuello, al igual que un sombrero picudo ennegrecido, como si el fuego lo hubiese consumido en parte.

—Bienvenidos, alumnos, a vuestro primer año de Cuidado de Criaturas Mágicas —Saludó el profesor. Su voz era ronca y carrasposa —Bien, este año nos centraremos en el cuidado y el estudio de cuatro criaturas mágicas: Hipogrifos, gusarajos, caracoles venenosos y centauros. Espero que todos acabéis el curso con el mismo número de dedos que tenéis actualmente, aunque es muy improbable — Silvanus Kettleburn agitó la varita con un ademán cansado y un tocho de hojas de pergamino que estaba en su mesa voló hacia las mesas de cada uno de los alumnos —Hoy, como es la primera clase, haremos algo no peli... quiero decir, tranquilo. Haremos algo tranquilo. Abrid vuestro libro por la página 24 y haced una pequeña redacción sobre los hipogrifos, que nos servirá para cuando hagamos la clase práctica. —El profesor se dio la vuelta, dispuesto a sentarse, pero se detuvo, y entonces alzó un dedo, como si fuese a decir algo, pero en ese momento se escuchó un chillido, Austin Willber estaba tirado en el suelo, con su libro mordiéndole todo el brazo. —Porras, sabía que se me olvidaba algo ¡Finite! —El libro dejó de morder a Austin, pero el pobre no paraba de quejarse y lloriquear —Bueno, haced la redacción mientras llevo a Willber a la enfermería ¡Acariciad el lomo del libro antes de abrirlo u os morderán! Como ya habéis visto.

Deian se puso manos a la obra. Muchos terminaron la redacción en menos de media hora, pero él intentó hacerla lo más completa posible. Comenzó describiendo la historia del hipogrifo, luego pasando a sus características y nombrando los aspectos más conocidos en el mundo mágico. Había sido una suerte haber leído tanto de los animales fantásticos y ayudar a Hagrid.

Cuando Silvanus Kettleburn volvió, tranquilizando a todos al informar de que no tendrían que amputar la mano a Austin, pidió que le dejasen las redacciones, todos fueron entregándolas una por una, y cuando vio la de Deian lanzó un languidecido suspiro de agonía y lo miró con rostro cansado.

—Has elegido esta asignatura porque te gusta ¿verdad?

—¡Sí, señor! —Asintió, con mucha energía, lo que al parecer hizo que el profesor se deprimiese más.

—Los motivados siempre acarrean problemas. Bueno, muchacho, gracias. Adiós.

Deian se dirigió hacia la puerta, con la impresión de que su primera clase no había sido para nada como él esperaba, pero bueno, era solo la primera.

Cazando el amorWhere stories live. Discover now