En el reflejo del espejo

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Era de noche, pero Deian no podía conciliar el sueño ni siquiera durante unos pocos minutos. Estaba esperando que todos se durmiesen para poder escaparse y encontrar a Benny. El escarbato había desaparecido. No hacía ni dos horas que Deian lo había dejado en el cobertizo para ir a buscarle su comida, pero, cuando volvió, el lugar estaba totalmente vacío. Su primera reacción fue ir a buscarlo, pero Penélope Clearwater le regañó, explicándole que el toque de queda estaba próximo y debía volver a la sala común. Así que, allí estaba él, esperando a que todos se durmiesen para poder fugarse.

Cuando creyó que ya había esperado suficiente, se puso los zapatos, cogió la varita y bajó por la torre. Observó el cobertizo, por si Benny había vuelto, pero no fue el caso. A Deian le empezaba a preocupar que no supiese cómo volver y estuviese dando vueltas por el castillo, en cuyo caso, tardaría mucho en encontrarlo. Cuando volviese al castillo tras navidad debía recordar sacar un libro sobre escarbatos de la biblioteca y leerlo al completo.

Mientras bajaba por los escalones y observaba todas las aulas, tiritaba de frío. Debía haberse llevado un abrigo. Fue piso por piso, aula por aula, buscando al escarbato. Cada vez estaba más asustado y, si cabe, enfadado.

Abrió la puerta de un aula en la que no había estado antes, era un aula espaciosa y grande, además, por el polvo y las telarañas que colgaban e impregnaban la estancia, era obvio que llevaba mucho en desuso.

­—Benny —Susurró —Benny, ¿Estás aquí?

Caminó hasta que se encontró una alargada figura frente a él, observando un gran espejo, manchado por los bordes y con una inscripción grabada en su superficie.

Por un momento, Deian vaciló, pero se acercó un poco más y entonces la persona que se observaba al espejo se dio la vuelta, mirando al muchacho cálidamente bajo unas gafas de media luna y con su mano acariciando al escarbato.

—Buenas noches, Deian —Saludó Dumbledore, mientras rascaba el cuello de Benny —He de decir que me sorprende tanto tu presencia como la de esta preciosa criatura en el castillo ¿No deberías estar en la cama, muchacho?

Deian tartamudeó varias veces.

—U-uh... verá, profesor. Ese escarbato es mío, yo lo traje al castillo y se escapó, por lo que lo he estado buscando.

Dumbledore asintió y le entregó el animalillo a Deian, que lo agazapó con cariño.

—No deberías haberlo traído, Deian. Deberé hablar con Hagrid al respecto.

—¿Cómo sabe que...? —Pero, antes de terminar la pregunta, se dio cuenta de que era una muy estúpida. Cerró la boca y se limitó a decir: —Lo siento, señor.

—Es un animal muy cariñoso, aunque me ha quitado varios botones de mi túnica. Deberás adiestrarlo mejor si quieres mantenerlo en Hogwarts sin que nadie se entere.

—¿Q-quiere decir eso que no me lo va a quitar, director?

Dumbledore rió suavemente.

—No eres el primero que mete animales mágicos en el castillo. Mientras no te pillen no habrá problemas. Vamos, te acompañaré de vuelta a la torre de Ravenclaw. No sería nada divertido que el señor Filch te encontrase deambulando por los pasillos a tan altas horas.

Deian asintió. Dumbledore caminó hacia él, apartándose de frente del objeto, y entonces vio su propio reflejo en el espejo, pero no era exactamente como él era en ese momento. Se le veía mayor, un poco más seguro de lo que él era. Llevaba una túnica y una varita a la vista, era un gran mago, un poderoso mago y a su lado estaba su familia, sonriéndole con orgullo y también... ¿Cómo era posible aquello?

Cazando el amorWhere stories live. Discover now