La casa de los Diggory

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Todos en el gran comedor se quedaron de piedra cuando Harry recibió una Saeta de Fuego, la escoba más rápida del momento, incluso Malfoy y los suyos se quedaron con cara de Póker. Al principio le confiscaron la escoba, para asegurarse de que no era un instrumento de Sirius Black para matar a Harry, pero lo cierto era que sí venía de parte de Sirius, porque con la escoba llegó una pluma de hipogrifo, y cuando se cercioraron de que era segura, se la devolvieron a su propietario.

Durante todo ese tiempo, Deian centró sus cinco sentidos en estudiar para los exámenes finales. Se pasaba la tarde con la cara pegada a los libros, repasando hechizos y dando tutorías dobles con Lucrecia, que ya estaba un poco harta de Deian, y amenazaba con matarlo como se atreviese a pedirle hacer otro repaso general mientras desayunaba, como ya había hecho varias veces.

Los exámenes le salieron bastante bien, llegada la hora de la verdad, aunque dudó un poco en Defensa contra las Artes Oscuras, principalmente porque el profesor Lupin le daba mucha pena. El profesor Snape le había delatado como un hombre lobo y el ministerio había ordenado su expulsión del castillo. No era extraño, porque Snape parecía seguro de que Harry había ayudado a Sirius a escapar del despacho de Flitwick, pero nadie le dio la mayor importancia, principalmente porque todos creían que Harry estaba en la enfermería, junto a Ron y Hermione.

El último día en Hogwarts llegó con un cielo totalmente despejado. Deian había preparado su equipaje, había metido a Morgana en su jaula y a Benny en su maleta. Fue hacia las carrozas y de ahí al andén. Se sentó en un compartimento junto a Lucrecia, que estaba leyendo sobre la magia de curación. Realmente a Deian le hacía gracia que la gran meta de su amiga fuese ser sanadora, con esa cara de malas pulgas solo con mirar a un paciente ya provocaría que entrase en un profundo coma.

Deian reposó la cabeza en la pared, con un suspiro.

—¿Se puede? —Preguntó Cedric, tocando el marco de la puerta corredera del compartimento.

—Vas a entrar diga lo que te diga —Murmuró Lucrecia, mientras pasaba la página —Así que no. —Cedric entró de todas formas. —Lo que yo decía. Si me disculpáis debo ir a hablar con el memo de mi hermano, y si no me disculpáis me da igual. Adiós, sed buenos.

Cedric se rió, mientras se mordía el labio.

—Esa chica nunca cambiará —Dijo —Bueno, Dei. No te encontré esta mañana y tenía algo importante que decirte. No sé si lo sabes, pero este año se va a celebrar la Copa Mundial de Quidditch y mi padre ha conseguido hacerse con un par de entras y una más, para ti. Quiere que te invite a pasar parte del verano con nosotros, ir al mundial y volver a Hogwarts. Está deseando conocerte.

—¿Le has hablado a tu padre d-de mí?

—Claro, Dei. Venga ¿te apuntas?

Tuvo dudas por un momento, no sabía cómo convencería a su madre y su escopeta, pero a su padre sí, bastaría con hacerle la pelota una semana entera y luego aceptaría.

—Por supuesto, me apunto, Ced.

—¡Genial! Me alegra. Una cosa ¿Tienes chimenea en tu casa?

—Eh... sí ¿Por qué?

—Por nada, no te preocupes. Pasaré a buscarte el 20 de agosto. Tengo que irme, Ana está echando sapos por la nariz por algo que ha comido y quieren que esté allí para verlo. Nos vemos.

En cuanto Cedric salió por la puerta entraron Lucrecia y Hermione, que se sentaron frente a Deian, con sendas sonrisas en sus jactanciosas caras.

—Así que tú y Cedric...

—Solos, en el Mundial de Quidditch.

—Dais miedo cuando unís las frases así.

—Pero, amigo mío, es tu oportunidad —Exclamó Lucrecia —Puedes ligar con Cedric en los mundiales.

Cazando el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora