El niño que sobrevivió

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Su madre lo abrazó durante un largo minuto y luego se secó las lágrimas. Deian se mordía el labio, nervioso, porque no le gustaba que sus padres se despidiesen de esa forma delante de todo King's Cross, como si su hijo estuviese partiendo a la guerra, aunque comprendía que para ellos era duro pasar tanto tiempo sin verle.

Su padre, por su parte, le abrazó y besó su frente.

—¿Lo llevas todo? —Le preguntó, revisándolo de arriba abajo —¿La ropa de abrigo, los libros, la varita?

—Sí, papá —Le dijo, por enésima vez —Tranquilo, lo llevo todo.

—¿Y la cámara? ¿Tiene la cámara?

Su madre golpeó a su padre en el hombro, con gesto cansado.

—¡Jean, basta ya! Lo lleva todo. —Su madre, Hellen, le pellizcó la mejilla.

Deian suspiró y abrazó a sus padres.

—Nos vemos. Os quiero.

—Te quiero, mon cher —Respondió su padre —Adiós.

—Adiós, amor ¡Ten mucho cuidado!

Deian comenzó a mover su pesado carro, con sus baúles y materiales, hacia los andenes 9 y 10. Morgana ululaba repetidamente en su jaula, moviendo las alas. Deian pasó de caminar a correr y empujó el carro al muro entre los andenes, traspasándolo y llegando al andén del expreso de Hogwarts. Era la segunda vez que lo hacía, pero las molestias en el estómago tras cruzar el muro aún le importunaban, como el año pasado, cuando tuvo la sensación de que iba a comerse el muro de lleno.

Subió las maletas al tren y luego buscó a Cedric entre los compartimentos. Obviamente lo encontró en uno ya bastante a rebosar, con cuatro de sus amigos hablando a gritos. Deian se dispuso a buscar otro lugar, pero Cedric lo vio y salió a su encuentro. Obviamente lo abrazó y le revolvió el pelo.

—¡Dei, al fin! —Exclamó.

El Ravenclaw se enrojeció y sacó de su mochila el pequeño regalo que le había comprado a Cedric. Lo sacó, envuelto con un papel amarillo y un bonito lazo negro. Los colores de la casa Hufflepuff.

—Feliz cumpleaños, Cedric.

El chico sonrió y tomó el regalo.

—Muchas gracias. Oye ¿Qué te parece si lo abro mañana, cuando estemos los dos solos?

—Es tu regalo —Murmuró Deian, cabizbajo —Puedes hacer lo que quieras.

Cedric lo guardó en el interior de su mochila y le invitó a entrar. Deian le hizo caso, aunque con bastante recelo. Realmente no conocía a los amigos de Cedric, a veces pasaba el rato con ellos, pero tenía la sensación de que no les caía demasiado bien, sobre todo a Luke Morton, que estaba en la misma clase y compartía habitación con Cedric.

La mayor parte del viaje lo pasaron hablando y Deian leyendo sobre hechizos de transformaciones. Quería estar preparado para empezar el segundo curso y no quería decepcionar a la profesora Mcgonagall, a quien consideraba responsable de haberle introducido en el mundo mágico, donde él no era un rarito. Tampoco quería decepcionar al profesor Flitwick, el jefe de su casa. Esas dos eran sus asignaturas favoritas, impartidas por sus profesores favoritos. Luego estaba pociones, donde Deian se desenvolvía bastante bien, pero el profesor Snape a veces le daba bastante miedo.

A mitad de camino del castillo entró en el compartimento un agitado Hufflepuff, que respiraba como si hubiese corrido una maratón entera.

—¡Chicos, no os lo vais a creer! Acabo de escuchar a Roger Davies decir que Harry Potter está aquí ¡En el tren de Hogwarts!

Cazando el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora