6. Cita a tientas. Pt. 3

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Nota del autor:

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Ese mediodía llegué a mi casa, almorcé y me metí en «el sobre». Necesitaba una cura de siesta para eliminar mis prominentes ojeras estudiantiles y reponer fuerzas para lo que parecía iba a ser una agitada noche (nunca creí que mis pensamientos se cumplirían tan al pie de la letra). Esa tarde tuve otra vez “el sueño”. Estaba en ese punto de la siesta en el que el cuerpo te arde y la babilla te cae por las comisuras de los labios, pero tu estado de catatonia profunda te impide reaccionar; ese punto en el que eres uno con el colchón y tus moléculas se fusionan con las fundas de la cama. Sin saber cómo me hallé otra vez en mitad de esa fantasía recurrente, rayana en el surrealismo, que llevaba semanas atormentándome.

De repente me encontré en el coche de mi hermana, conduciendo por la autovía ataviado con una peluca de “Chiquito de la calzada” a 220 kilómetros por hora. El viento me daba en el rostro y una tremenda sensación de libertad invadía mi cuerpo. Los motores y sirenas de la Benemérita rugían a mis espaldas al ritmo de los acordes de la sinfonía de “El Show de Benny Hill” que sonaban ensordecedoramente llevándome por unos instantes a rozar la gloria, el nirvana... e incrementando la sensación de ridículo de los guardias civiles. Cuando sonaban las ráfagas de las ametralladoras me desperté empapado en un frío sudor.

—¡¡Jaaaaaaarrrrrr!!— exclamé aun envuelto en las brumas del sueño. ¿Qué significaba ese sueño? ¿Acaso el que yo circulara por la autovía y la sensación de liberación me indicaban lo que iba a experimentar esta noche? ¿Acaso la guardia civil representaba mi sentimiento de culpa subconsciente por realizar el acto, o la pérdida de la inocencia? Y lo más enigmático, ¿qué coño pintaba la peluca de «Chiquito»?

¿Acaso el sueño me indicaba que todo acabaría en desastre, como los escarceos amorosos del insigne Benny? ¿Acabaría Espasmos persiguiéndome en salto de cama por un jardín, abofeteándome, seguida de veinte personas más a cámara rápida? ¿Le habría echado droga mi madre al potaje?

Me quedé mirando paralizado a mis manos. Mis dedos pulgares se hallaban unidos a mis dedos índices contribuyendo con el resto de mis brazos a una postura completamente ridícula por todos harto conocida. Debía ir al psiquiatra.

Y la noche me alcanzó acicalándome. Tras ducharme había pasado una hora decidiendo qué parte de arriba ponerme, y me veía mal con todas. Finalmente recurrí a lo fácil, y me puse la camisa blanca de bodas, bautizos y comuniones. Después vino la polémica de si me ponía o no colgante, y cuantos botones me dejaría sin desabrochar, dos al estilo insinuante o tres al estilo Bordón 4.

Mi capacidad de decisión estaba siendo forzada a velocidad de vértigo, pero el problema se zanjó cuando miré el reloj y vi que eran las nueve y veinte de la tarde. ¡Y había quedado a las nueve y media! Como perdiera el último autobús antes de las nueve y media la había cagado. Por suerte llegué justo cuando éste pasaba por la parada, y lo alcancé con un corto sprint al estilo Forest (Gump).

Resoplando como estaba por el esfuerzo, apenas reparé en el corto trayecto, y había llegado a mi destino antes de haber recobrado el resuello. Me bajé en la parada del hotel Meliá y me asaltó una terrible duda: ¿Me dejaba el pelo suelto, me hacía un «kiki» o seguía con la coleta? ¡Oh! Terrible elección, pero no tenía tiempo que perder, así que me dejé la holgada coleta que me había hecho con mi decrépita y cedida gomilla de la suerte.

Había quedado con «Espa» (¡la verdad es que el nombre tiene huevos!) en Velouria, un pequeño antro hippy— raro— alternativo que últimamente se había puesto muy de moda, pero que se llenaba a partir de las once, así que con suerte podríamos sentarnos y estar tranquilos aunque no sabía si encajaría bien con esta tía, que según me había contado Ramiro era fan de los take go, o take each o algo de eso, ya sabéis, un grupo de macizos de esos que se forran con las niñatas quinceañeras y al año se separan declarándose homosexuales convencidos o Bractopodonecrofílicos (¡Toma ya! Qué bien me ha “quedao”).

Historias que no contaría a mi madre. Volumen 1Where stories live. Discover now