15. Misión impasible pt.6

47 7 2
                                    

Ramiro, ágil como una liebre, acechaba con disimulo entre los coches del aparcamiento al doble objeto de nuestra venganza, que con paso decidido se dirigía a un gran Nissan Terrano que había aparcado a unos metros.

—Me voy a hinchar de follar cuando se lo cuente a la Espa —se jactó Cabezudo con orgullo.

—No me digas que es fan de José María Aznar —preguntó Jose, intrigado.

—No especialmente, pero todo lo que le comento le causa el mismo efecto.

—Qué “cacho” guarra, ¿Eh? —dijo con una maliciosa sonrisa, dándole un codazo de complicidad a Cabezudo, mientras éste habría el coche.

Ramiro, intrépido como siempre, comenzó a avanzar agachado entre los automóviles, para enterarse mejor.

—La verdad es que nos lo montamos de puta madre —aseguró Cabezudo mientras se sentaba en el coche.

—Y tanto —dijo sacando un pequeño estuche plateado de la guantera —Ale, vamos a meternos unos tiritos.

Con mano diestra comenzó a distribuir el blanco polvillo en finas rayas.

—¡Ostia....! —exclamó el virtuoso informático cuando la primera raya llegó directamente a su procesador central. De haber aspirado más fuerte habría sorbido la tapicería del coche.

—Tenemos de todo, —continuó Cabezudo —tías, carro, un chalet en el brillante, y gracias a esto que hemos conseguido con nuestros ahorrillos, nos vamos a forrar —y tras decir eso sacó una bolsa de debajo del asiento con al menos medio kilo más de blanca materia.

Ramiro tuvo que contener una exclamación.

—Jo, cómo te pasas —le alabó Jose.

—Eso, cómo os pasáis —pensó Ramiro para sus adentros.

—Y además, a ver quién tiene huevos de jodernos —sentenció Cabezudo, y como de la nada, sacó una pistola.

—Tío, tío, tío... —fueron las elocuentes palabras de Jose.

—¿Te gusta? Es de mi padre. Las colecciona. Tiene tantas, que seguro que no se da cuenta de que falta una —continuó discurriendo mientras admiraba el brillo del negro metal.

—Al que me toque los cojones le pego un tiro que lo avío. Nadie juega conmigo. El gilipollas del Felio ese intentó quitarme la novia, y le hemos dado por culo pero bien, a él y a todos sus amigos —dijo reconociendo la autoría del crimen.

El asunto era grave, pensó Ramiro tras la ventana trasera del coche. En ese momento los pasajeros del vehículo abrieron las puertas.

—Venga tú, guarda eso y vamos “pal” mitin, que ya debe estar a punto de acabar el alcalde y tenemos que meter la sintonía.

Ramiro se apretó contra la rueda de repuesto del coche, implorando que no lo descubrieran.

Los dos maníacos encaminaron fatídicamente sus pasos hacia el pabellón polideportivo.

Historias que no contaría a mi madre. Volumen 1Where stories live. Discover now