Capítulo 3: El Guardián Lunar

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Leo Levitt

Me desperté muy temprano como de costumbre y me coloqué mi armadura de Guardián. Hoy iba a ser un día muy especial y debía estar lo más presentable posible.

Me dirigí rápidamente al Gran Salón de Reuniones de las principales fuerzas Fénix de todo el Imperio.

Era una gran ventaja vivir en el enorme Palacio Real de los reyes de todo el Imperio de Mifnix, eso me permitía tener a todas horas el mejor entrenamiento de élite que le podrían generar a un Guardián destinado a una misión importante.

Talvez se pregunten ¿y cuál es esa dichosa misión?

Proteger y asegurarme del retorno de la heredera del Imperio.

Simple.

Los reyes de este mundo me habían elegido por entre muchos otros Fénix de diferentes razas para esto y tener el peso de su confianza sobre mis hombros emocionaba y... Aterraba

Su hija, la princesa, necesitaba de protección antes de traerla acá, y ahí es donde entraba yo.

Todos sabían que ella había pasado muchísimos años alejada de su mundo de origen y de los conocimientos que poseemos, esto es así por su mero bienestar.

¿Y cómo rayos es eso? Ni idea. Sus padres cuentan que entre más sepa en más peligro se pone. La sangre Fénix es muy atrayente y ella no está preparada para enfrentar ese tipo de peligros. Por eso debemos revelarle los secretos poco tiempo antes de su partida de la Tierra.

Y yo no estaba para nada nervioso con todo esto.

Pff. Claro que no.

¡Seguridad, Leo! Tenía que pensar cosas positivas y no desanimarme con toda la presión que esto conllevaba.

«Protección» Eso era lo que le tenía que proporcionar a la princesa. Protección y seguridad, lo que ella después daría a su reino. A su gente.

Sacudí mi cabeza tratando de apartar todos los pensamientos que me confundían. Bajé las inmensas escaleras en forma de caracol apreciando la vista a través de los ventanales de cristal que dejaban ver los edificios y hogares de todo el pueblo.

Este Palacio estaba ubicado en el centro del Imperio, el punto de unión de todas las razas de Fénix que deseaban vivir juntas. El resto de reinos se esparcían por todo nuestro mundo regidos por sus propios monarcas pero bajo la influencia de los Fuego y los Lunares.

Me apresuré a seguir bajando las escaleras, luego recorrí un largo pasillo con paredes blancas y piso de mármol gris.

Cuando ya estuve cerca los vi: los Fénix a quienes les caía mal.

Ellos me consideraban "arrogante" por destacar más en los diferentes ámbitos en que nos probaban a todos.

Y sí, quizás era un poco arrogante y presumido a veces...

La Princesa Fénix |Aeternis #1|Where stories live. Discover now