Capítulo 29: Deseo compartido

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Senix

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Senix

Impotencia.

Una breve y fugaz deseo de huir atenazo mi interior.

Me odie por eso. No podía simplemente desear escapar protegiendome y dejar a mis amigos a la deriva. Era ilógico, ellos se sacrificarían por mi, ¿Porque no hacerlo yo por ellos? Además, podía con esto, yo podía. Mantendría todo este caos... Bajo control, o al menos trataría de contener lo que desde un principio lo generó.

Mi muñeca ardió y vi lo inevitable, me había distraído, eso era lógico. Una sombra dark se habían acercado tan sigilosamente mientras estaba en mi estupor tratando de entender donde estaban Diana y Diego. Sangre negra manchaba mi mano y se escurría hasta gotear al suelo resquebrajado. Era sangre de la sombra dark que ahora había sido traspasada por una espada plateada, una sonrisa se asomo por encima de esta. Leo, el había matado a la sombra y lo presumía con su mejor sonrisa de medio lado. La sangre me había manchado, pero sus garras solo lograron hacer un rasguño en mi piel. Mi fuego rodeo mi muñeca y regenero esa parte, evaporando la sangre negra de ese ser sin vida.

-Lo tenía controlado-dije en un suspiro. Leo me miró y en sus orbes tan azules e intensos se reflejo diversión.

-Si, lo sé. Al menos déjame serte un poco de ayuda, ¿No?

Le sonreí y de manera inesperada por mi parte baje mi vista hacia sus labios. Él lo noto y sonrió con suficiencia, ¿Podía llegar a ser más arrogante?

-Sí, ya me e dado cuenta el porqué de tu distracción. -estiro su mano, por instinto observe todos sus movimientos rápidos y a la ves serenos. Coloco un mechón de mi cabello encendido sin siquiera hacerle daño detrás de mi oreja.

-¿Te crees mi distracción? Okey, entonces no me distraigas -solté de golpe aún con una sonrisa en la cara.

-Siempre tan sutil.

Y atacamos.

Juntos.

Espalda contra espalda. El lanzando luz de una intensidad tan cegadora que reducía a cenizas a las sombras. La luz de Leo se cristalizaba de una manera tan hermosa, cautivante y a la vez letal.

Yo no me quede atrás. El fuego que emergía de mis manos empezaba a cobrar nueva consistencia de distintos colores y diversas reacciones. Todas poderosas.

Vi alrededor y Lumina y Jhon estaban en tierra, un tanto jadeantes, pero el segundo sonreía como un maniático mientras se sacudía el polvo de su ya impecable armadura. Las sombras se habían reducido a un número alarmante, Drika no estaría contenta con eso.

Ah, a propósito, Drika. Olvidé mencionar que se retorcía en el suelo con llamas blancas atando sus muñecas y esparciendose por todo su cuerpo, extrañamente no la quemaban. Pero seguro que le causaban una cruel molestia, incesante y dolorosa.

La Princesa Fénix |Aeternis #1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora