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Finalmente habían despedido a las Vexxie's, llevándolas de vuelta a su mundo. Habían sido unos buenos días junto a ellas, pero seguramente les preocuparía su desaparición en sus mundos.

Y hablando de preocupación...

—Iré a buscar a Cucurucho. —Decía Quackity poniéndose su gran abrigo negro. —Vendré hasta tarde, si quieres ve con Jaiden y Baghera, o haz lo que quieras.

Con eso se puso unos guantes y salió de la pirámide.

Roxy no había mencionado nada, en realidad no quería hablar con él.

Porque él no era su Quackity.

Después de que las androides se fueran, Quackity desapareció por un par de días, y cuando volvió... ya no era él.

Incluso se había postulado para presidente, cosa que su Quackity había dicho que no haría.

Además, este nuevo Quackity era muy... extraño, hablaba muy formal, se comportaba como si fuera la divina caca bañada en oro.

Roxy bufó. No había hablado con nadie sobre sus sospechas, pero estaba segura que los demás también lo sospechaban.

Incluso sabía que no era su Quackity, porque este Quackity no la amaba. Roxy podía notarlo a simple vista.

A este Quackity le molestaba estar con ella, por eso siempre se iba con Cucurucho o fingía tener reuniones con los demás candidatos a la presidencia.

Ella sabía que no era verdad, ya que le había preguntado a Cellbit.

No sabía dónde estaba su Quackity, y quería tenerlo de vuelta, pero tampoco sabía en donde estaba, no sabía cómo traerlo de vuelta.

—Espero vuelvas pronto. —Murmuró mirando su foto de bodas, fue tomada por Roier, la mejor foto por el mejor fotógrafo.

¡Roxy! ¡Roxanne! ¡Roxyyyyyy!

Se levantó asustada, pero a la vez emocionada, quizás todos ya sabían de la desaparición de su esposo y lo habían encontrado. Pero a la vez no sabía que podría pasar.

Salió rápidamente de la casa y se encontró con Roier.

—¡Mira! —Exclamó. —¡Tengo un hijo!

Roier mostró a Richarlyson, quién sonreía siendo cargado por el de bandana.

—Tu, mendiga araña leprosa. —Gruñí. —¡Me asustaste! ¿Qué no Richarlyson era ya tu hijo? Digo, tu hijastro.

—Si, pero lo adopté, así que ya es mi hijo. —Dijo abrazando a Richarlyson.

—Sigue siendo adoptado.

—Bueno cabrona, nomás felicitame y ya, no te cuesta nada, pendeja.

—No pues... Parabéns Roier, dijeran los brasileños.

—¡Eso! —Exclamó Roier feliz, alzando a Richarlyson al aire para dar vueltas con él. —¿Y qué onda con tu obsesión por tener un huevo? ¿Ya no quieres un huevo?

—Eso no es para mí. —Murmuró incómoda.

—Pero puedes.... ah no, no puedes. —Murmuró dejando a Richarlyson en el suelo.

—¿No puedo qué?

—No, nada.

—Dime.

—Me.

—Roier.

—Roxy.

—¿No me vas a decir?

—Nah.

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