2 2

501 63 3
                                    

—Ya me cansé. —Lloriqueé tratando de seguirle el paso a Roier.

—Ya ahorita nos vamos.

—Pero seguimos alejándonos de la casita.

—No, aguanta, ahorita encontramos esa madre.

—Al menos dame comida, me comí mis últimas tostadas hace dos mil bloques atrás.

—Ay ya, que quejumbrosa. —Me dijo pasándome un par de tostadas en una bolsita.

—¿Qué? ¿Y el aguacate? —Exclamé sorprendida. —Dirás que me voy a llenar con puro pan y ya.

—Ya se acabó, necesitamos más aguacate, o podemos encontrar algo más para ponerle.

Me puse a llorar, obvio fingido, mientras seguíamos caminando sin rumbo.

—Ya no sea chillona, aguantese cómo los grandes.

—Quiero a mi mamá. —Lloriqueé, pero en ese momento la imagen de una mujer pelirroja llegó a mi mente. —Uh.

—¿Qué pasó?

—N-Nada, es que me acordé de algo, creo que olvidaste apagar la estufa.

—¡No me digas eso! —Exclamó. —¡Chingale, chingaleeeee!

—Oye.

—¡Cállate y chingale, se nos va a quejar la casa!

—Roier.

—¡No te quedes allá atrás!

—¡ROIER!

—¡No me grites porque lloro! ¿Que paso?

—Estas pisando algo.

—¿Qu...? —Roier me miró y sus ojos estaban brillando de la emoción. —¡Tomatillo! ¡Te dije pendeja! ¡Te dije que lo encontraríamos!

Roier por la emoción me abrazó, incluso me levanto del suelo y me dio vueltas, reí divertida y luego me dejó en el suelo.

Se dispuso a tomar la planta para después ponerla en mi mochila con cuidado.

—Ahora si vamos a la casa.

°°°

—¿Pero como lo conseguiste? —Cuestionó sorprendido Roier.

—¡Hola familia bonita! —Exclamé entrando.

—Fue re fácil, amigo, encontré todo en menos del tiempo que me dijiste. —Le decía Spreen. —Así que ya sabes, dame lo que me pertenece ahora.

—Nah que, tu estás pero si bien mal, es más, Roxy, ¿Verdad que nos tardamos un chingo para encontrar el tomatillo? —Preguntó y yo asentí sin saber muy bien que sucedía. —No puede ser posible que hayas encontrado todo en seis o cinco minutos.

—Che, nomás paga y sha, no te cuesta nada.

—¿No me cuesta? Eres un pendejo la neta.

Ah caray, esto se ve muy intenso.

—¿Sabes que? Llamemos a un abogado, porque neta no te creo ni verga, Spreen, ni verga.

Ambos salieron de la casa y yo los seguí, pero sin saber muy bien que hacer.

—¡Hey, Quackity! —Exclamó Roier. —¡Quackity, ven!

H Y P E   B O Y   Where stories live. Discover now