Capítulo 42.

64 5 7
                                    

Maratón 1/2. 

''𝑬𝒏𝒕𝒓𝒆𝒏𝒂𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐𝒔.''


Hay diferentes tipos de dolores –aunque desconozco el nombre de la mayoría porque nunca puse atención en las clases que hablaban de ellos—, pero el dolor que estaba sintiendo al tener que volver a separarme de mamá y papá, me superaba. Me superaba por mucho.

El dolor más grande que había pasado en mi vida era perder a Levy en un abrir y cerrar de ojos, pero sabía que un dolor que jamás podría superar sería verla muerta.

Creo que el ver a los ojos a papá y decirle que estaría bien, que Adriel estaría bien, que yo estaría bien, fue el segundo dolor más grande que he sentido. Incluso más que la vez que me torcí el tobillo en un entrenamiento y tuve que ir a urgencias para que lo colocaran en su lugar.

Mis padres eran una gran debilidad para mí. No creía ser la única chica que tenía una debilidad por sus padres, pero solo podía hablar por mí. De ambos, mi debilidad más grande era mamá. Ella sabía cuando mentía con el simple hecho de mirarme, parecía conocer todos mis pecados sin tener que contarle alguno. Siempre sabía que me pasaba y me insistía cada vez que no quería contarle por qué mi día fue malo. A veces me causaba mucha molestia aquello y, cuando lo notaba, solo me decía "de acuerdo'' y me dejaba sola después de muchísimos intentos.

Papá, por otro lado, me entendía un poco más al momento de pedir privacidad. Si me veía llegar molesta de la escuela, tomaba su distancia y solo me llamaba para cosas importantes como la cena, preguntas sobre mis hermanos, preguntas sobre si Adriel se metió en un nuevo problema y él tenía que ir a sobornar a otro maestro...lo normal.

No me podía quejar de los papás que Dios me mandó, y tampoco es que quisiera. Ambos hacían lo que podían por mis hermanos y por mí. No podía negar que tuvieron una debilidad por Levy desde el día que llegaron a casa con ella. Puede que fuera lo normal, era la novedad en la casa, era la bebé, la pequeña. Me había quitado el puesto en la familia, pero no me quejaba, yo también amaba a mi hermana. Gracias a ella estaba metida en lo que estaba metida. No, gracias a las personas que se la llevaron estoy metida en esto. Gracias a ellos mi hermano mayor estaba estacionando el auto de nuestro jefe en el cuartel, gracias a ellos mi vida y la vida de personas, ahora importantes para mí, corrían peligro.

—Sé que es duro, pero teníamos que hacerlo. —Adriel comenzó a hablar después de apagar el auto. —Para mí también lo fue, pero es mejor que nos duela a nosotros el esconderles las cosas, ellos solo se preocuparían más si supieran en donde estamos metidos. —Me tomó de la barbilla para que lo mirara. —Entiendes eso, ¿verdad, Ava? —Asentí y me solté de su agarre de mala gana.

—No soy estúpida, tampoco quiero que mamá se ponga peor de lo que ya está. —Me quité el cinturón y bajé del auto. Detrás de mí pude escuchar como Adriel hacía lo mismo.

Ya en el ascensor Adriel prosiguió. —Papá me dijo que está peor...—Vaciló, esperando a que lo mirara. Y eso hice. —Me refiero a mamá. —Se cruzó de brazos. —Me dijo que habían ido a diferentes doctores, pero que ninguno tenía un diagnóstico concreto. —Suspiró pesadamente y se pasó la mano por la cara. Podía sentir su frustración porque yo me sentía igual, solo que no quería demostrárselo.

—Debe de ser porque lo que tiene es algo pequeño, quizá...

— ¿Eres idiota o qué mierda tienes en la cabeza, Ava? —Adriel me interrumpió, mirándome con los ojos llenos de coraje. —Lo que mamá tiene no es algo pequeño, tiene años con los malditos dolores y ningún estúpido doctor puede hacer nada, ninguno le da un buen tratamiento para que mejore. —Las puertas se abrieron y Adriel no dudo en salir del ascensor.

Liberandum ©Where stories live. Discover now