Epilogo: Te extrañe.

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Recomiendo leer esto con la canción del multimedia.

Se levantó unos minutos después de despertar, sus piernas no eran las mismas de antes y su respiración era pesada. Sus articulaciones sonaron cuando se levantó, ya no tenía diecisiete, ni veinte, ni cuarenta. Ya era un anciano de ochenta años.

Tomo su bastón y respiro lo mejor que pudo, y miro el lado derecho de la cama, el de su esposa y lo acaricio como todas las mañanas.

Se preparo un té, hace muchos años había dejado el café. Observo su casa, caminando hacia su acostumbrado sillón, habían comprado esa casa cuando Rose se había embarazado, cuando tenían veintiséis años, con cinco años de casados, y aunque eso sonara rápido no era mucho comparado con Ryan y Alii, que se habían casado comprado un departamento casi a los veinte y ni una semana después se habían casado, y luego Alice se embarazo a los veinticinco. Sonrió al pensar en todos esos momentos,  reconociendo que se habría tardado más en casarse con Rose de no haber sido por ellos, recordando cuando le pidió matrimonio a su esposa en la boda de su mejor amigo, y soltó una pequeña risa pensando en que cuando Alii tenía ocho meses su esposa se embarazo. Él y su ángel habían estado muy parejos.

Soltó un quejido al pensar en Ryan, él si había tenido una buena vida, pensó tomando de su taza ya en el sillón, observando la pared de fotos que tenía enfrente, un mural de su vida, de sus vidas. Ryan y Alice habían sido muy felices, ella había superado su enfermedad, la había dicho “te amo” cerca de un año y medio luego de empezar el tratamiento, pero lo había logrado. Una vez salieron de la universidad su ángel había sido contratado por la misma empresa que Alice, claro que dedicaba bastante tiempo a su arte, y luego vino la familia y los hijos, primero vino Alicia, una linda bebita de ojos grandes color azul verdoso con toques de amarillo, y luego llegaron los mellizos, Clarisse y Daniel, al último su mejor amigo le puso Daniel Kristoff, una completa ternura.  Clarisse era castaña clara y de ojos verdes pero Daniel…él era igual a su padre, excepto por sus ojos azules. Su mejor amigo tuvo lo que siempre quiso, una esposa que era el amor de su vida, tres hijos y una vida exitosa, y claro, nietos, tenía cinco nietos. Una vida maravillosa.

Pero él y Rose no se habían quedado atrás; casados ya cincuenta y cuatro años, casi bodas de oro, pensó con nostalgia mientras seguía con su té que se había enfriado conforme se sumía en sus pensamientos, él había sido contratado por la misma empresa que Ry y Alii, pero Rose no, aunque un tiempo después movieron hilos y terminaron todos trabajando juntos. Todo había ido de maravilla, ella se embarazo de su primer hijo, Nikolas Ryan, y luego llego el segundo bebe, Anastasia. El primero un guapo chico alto de cabello rizado y ojos cafés, y ella una esbelta chica, alta de cabello castaño y ojos verdes. Tenían cuatro nietos, y estaba feliz con su vida, con todo lo que había pasado.

Excepto por su esposa.

El timbre sonó, sacándolo de sus pensamientos. Dejo la taza de té en la mesita continua a su sillón, tomo su bastón, yendo a abrir pero la puerta se abrió antes de que pudiera llegar—Se me olvida que sigo teniendo llave—sonrió su hijo, que ya era todo un hombre, que lo orgullecía. —Hola, papá.

—Hola, Nikó—su padre lo abrazo—gracias por venir y acompañar a este vejestorio—bromeo yendo por su abrigo.

—Siempre has sido una molestia, pero ya que—siguió Nikó, jugando con las llaves.

—Listo—dijo cuando ya se había puesto el abrigo, bufanda y sombrero—Vamos a ver a Ry y Alii.

—Y a mama—susurro su hijo.

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Habían pasado trece años, recordó en enfrente de la lápida, trece años, dos meses y diez días desde que el cáncer le había quitado a su esposa.

¿Crees que me conoces? (Editando)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon