Capítulo 22.

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22.- Empty Heart Shaped Box - Benson Boone.

Imagina una vela, puedes escoger cualquier color, solo imaginemos que está encendida en un lugar bastante oscuro. ¿Puedes ver cómo funciona? Brilla, tanto que puede iluminar aquella habitación oscura, solo es necesaria una de ellas para que pueda iluminar todo el lugar, pero las velas no duran para siempre, ¿no? Se consumen poco a poco hasta que solo queda un pequeño trozo de cera en donde la mecha con la llama aún intenta sobrevivir. ¿Lo ves?

Cuando conocí a Lucky él era esa vela en medio de una habitación oscura, brillaba tanto que era imposible tropezarse dentro de ella, pero a medida que pasaron los días luego de la amarga noticia su luz empezó a menguar, la llama ya no brillaba como lo hacía antes, parecía a punto de ser apagada.

Los ojos azules de Lucky Jacobi ya no se encontraban brillantes. Ese brillo poco a poco se fue apagando y sucedió lo que la doctora While había predicho, llegó como un huracán.

Aunque los intensos dolores de cabeza aún permanecían, las náuseas y los vómitos parecían haber acompañado a Lucky cada día después de haber ido a aquella tienda de vestidos y, aunque todos insistimos que se quedara en casa Lucky hizo oídos sordos. Le suplicó a su tío para presentar todos los exámenes que tenía pendiente, nadie estuvo de acuerdo, pero después de tanto insistir lo hizo. Me reuní varias tardes en su casa para ayudarlo. A medida que pasaba el tiempo me di cuenta de que la falta de visión en su ojo izquierdo nunca desapareció y con esto llego la confusión, lo que una vez fue sencillo para Lucky se volvió toda una odisea.

La tarde del primero de julio fue horrible. Sentí como el aura de Lucky cada vez se oscurecía, todavía podía caminar, pero a duras penas, se cansaba con el simple hecho de caminar de su cama al baño y de regreso. Un problema de matemáticas, sobre el último examen que le faltaba presentar estaba siendo un dolor de cabeza para él y por más que intentaba explicarle Lucky no lograba comprenderlo.

—¡Mierda!—dijo cerrando el libro con fuerza y arrojándolo en el suelo para después dejar caerse en la cama ahogando su angustia con una almohada—. Soy un inútil.

—Sabes que no lo eres, Lucky. No digas esas cosas sobre ti, por favor—Tomé su mano, pero el de inmediato la apartó —. Sabes que no tienes que presentar este examen, ya hiciste lo humanamente posible para presentar los otros, aprobaste, te vas a graduar.

—No es suficiente.

—Es más que suficiente, no tienes que llevar las cosas más al límite, no está bien.

—Lo que no está bien es solo aprobar por ser el chico triste que tiene cáncer. Pobrecito Jacobi, vamos a aprobarlo, después de todo se va a morir, ¿cuál es el problema, verdad? —escupió esta vez arrojando la almohada contra su escritorio sobresaltándome al caerse algunas cosas por el contacto—. Estoy seguro de que el profesor de matemáticas ni siquiera espera que llegue a la graduación a tomar el maldito diploma. Ja, apuesto que nadie lo piensa. Bien, es mejor no estar ahí, ¿a quién le importa?

COLLIDE: La historia de una colisiónWhere stories live. Discover now