IF IT HADN'T BEEN FOR LOVE

By Lady_Calabria

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La noche que Lucas conoció a Nolan, el joven prostituto con ojos de fiera enjaulada, hacía frío y nevaba. De... More

1. LUCAS y El chapero sangrante.
2. JOEL y La mirada baja.
3. NOLAN y un mal viaje
4. DIEGO y los ojos De Lapislázuli.
EXTRA: Marga y su cafetería.
5. LUCAS y el extraño día libre
6. JOEL y los hipócritas fariseos
7. NOLAN y el aire que desaparece
8. LUCAS y las despedidas
9. NOLAN y la tenue Luz.
EXTRA: La inspectora Aurelia Espinosa.
10. JOEL y el sexo.
11. LUCAS y La catarsis del solitario
12. NOLAN y el amor.
13. JOEL y la escalera oscura.
EXTRA: La terrible, horrible, primera cita.
14. LUCAS y el sándwich de lejía.
15. LUCAS y las conversaciones pendientes.
16. NOLAN y la puta gran fogata.
17. JOEL y el juego del espía.
18. NOLAN y el tic-tac en movimiento.
19. LUCAS y las sinceras alianzas.
20. NOLAN y atravesar una montaña a cabezazos.
21. Diego y la vuelta al ruedo.
22. LUCAS y el Viaje Al Pasado.
23. SOL y ser más raro que un perro verde.
24. AURELIA y el altar al mal gusto.
25. NOLAN y el canibalismo de las gallinas
EXTRA: Los peones del tablero I
26. JOEL y ser desorden.
EXTRA: Los Peones Del Tablero II
28. JOEL y volver a ser Goliat.
29. NOLAN y tener la sangre de hielo.
30. JOEL y lanzarse al vacío.
31. AURELIA y hacer jaque.
32. NOLAN y lo inefable.
33. SOL Y la melancolía de Camilo
34. JOEL y montar al diablo.
35. Yuri y escuchar al destino.
EXTRA: Demasiados lazos afectivos I
EXTRA: Demasiados lazos afectivos II
36. NOLAN y morder hasta desgarrar

27. NOLAN y dejar hilos de los que tirar.

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By Lady_Calabria


Le acababan de pegar la paliza de su vida y sospechaba que solo era el principio.

Se dejó caer hasta el suelo y no supo ponerse en pie, ni moverse. Joder, apenas sabía respirar.

En ese momento, notando lo mucho que le costaba inflar sus pulmones se quedó quieto apoyando la mejilla en el frío granito del suelo. Nolan ya no era Nolan, era Sergio; y lo único que quería ese niño frágil era un abrazo.

Cerró los ojos intentando recordar los abrazos de su madre, lo que fuera de ella, pero cuando los abrió vio frente a él a alguien mucho mejor que Myk'haylyna.

Se le nublaba la vista por segundos pero jadeó feliz a poco de romper a llorar.

Él estaba tumbado con la mejilla pegada al suelo, de la misma exacta manera que lo estaba Sergio, como la propia imagen de un reflejo.

—Eh, eh... Hola guapo —le dijo Lucas en apenas un tenue murmullo, le sonrió. Deseó escuchar en bucle su saludo tierno para siempre, vivir en ese segundo.

Se mordió el labio tan contento de verle que Nolan se obligó a tomar aire para decirle:

—H-hola... —susurró, le dolía cada músculo, cara respiración. Lucas acercó su mano y pasó sus dedos por su pelo. Intentó seguir la estela de ese contacto, pero su calor no se fue muy lejos y notó su caricia de nuevo. Se encontraba tan débil que apenas pudo mover un poco la cabeza— ¿Voy a desmayarme? ¿Por eso estás aquí?

—Sí, cariño —Le hablaba como si fuese su pequeño secreto, aunque no le daba tanta importancia como le hubiese dado el Lucas real—. Pensar en mí es tu forma de paliar el dolor. Soy un producto de tu imaginación.

—V-vale...

Se sintió mejor. Con los sentimientos a flor de piel, y el corazón lleno de chispas el dolor fue menos importante. El tranquilo cariño de Lucas era el mejor analgésico y no se le ocurría una mejor forma de engañarse a sí mismo para no sentirse solo que evocarle.

De su presencia serena brotaba calor, rayos de sol en un porvenir optimista. Él era una promesa; el agradable piar de los pájaros posados en un lugar bonito, el olor de las flores salvajes de un campo donde ningún tallo jamás hubiera sido arrancado, un viento fresco que portaba semillas para replantar sus campos yermos.

Con él se sentía bien en este mundo tan jodidamente enfermo.

Con la mejilla apoyada en el suelo imaginó un futuro idílico junto a él.

Y aunque él siempre había visto su futuro más bien tirando a muy negro, lo imaginó iluminado por la cálida luz de su mesita de noche. En fin, ¿Y para qué encender bombillas si ni la luz del alba podía compararse al brillo de sus ojos?

Allí tirado en el suelo, escupiendo sangre y jodido vivo veía en su alma la inmensidad del cielo de colores, tan puro, tan tranquilo, tan bonito; acompañado de tan dulces olores.

—¿Te quedarás conmigo? —le preguntó, sonaba como un crío suplicante. Lo era.

—Solo hasta que te duermas —Sonreía. Sus dedos le acariciaron la mejilla—. Cuando te sientas mejor no te haré falta, volverás a ser Nolan y desapareceré, ¿Te parece bien?

Cerró los ojos. Caer en la inconsciencia no estaba tan mal si caían juntos.

—S—sí, gracias.

El falso Lucas entrelazó su mano con la suya.

—Shh... Mi niño... Duerme...

**********************************************************************************************

¡YURI! ¡BAJA DE AHÍ! ¡DEJA EN PAZ A ESA ARDILLA O TE ATIZO CON ESTA PIEDRA! —gritaba Camila, siendo una niña de trece años en el jardín trasero del Orfanato. Sujetaba en su manita una piedra demasiado grande para alzarla pero todavía así, con los músculos tensos, la alzaba.

Serhii estaba sentado en la hierba viendo curioso como Yuri trepaba como un monito a un árbol alto de ramas robustas, ágilmente escalaba por ellas hasta llegar a lo más alto con su nuevo tirachinas de caza en la mano. El aluminio recién desembalado brillaba como un tesoro. Se rascó el apósito que sujetaba una gasa gruesa a su oreja izquierda.

Volviendo al orfanato tras una dura tarde, Camila, Viktor y Serhii esperaban en el coche negro estacionado; pero Yuri y Vanko cruzaban la calle de la mano del Padre Cristóbal para reunirse con ellos cuando un coche bomba había detonado frente a un puesto de soldados, Serhii ni siquiera sabía de qué bando. Él tenía guerras más importantes entre sus cuatro paredes.

Lo que sí sabía Serhii, incluso siendo niño, era que jamás olvidaría el impacto seco del trozo de metal de la carrocería golpeando la cara de Vanko, o la forma en la que Yuri cayó de rodillas gritando sujetándose la oreja. El sonido de la explosión había dañado su oído interno haciéndole sangrar.

No había perdido audición y eso parecía una buena señal. Solo lo parecía. No se había quedado sordo pero aunque Yuri todavía no lo sabía, su oído jamás se curaría bien como le habían prometido los monjes.

Aunque en ese momento, siendo un niño crédulo, pensaba que cuando el dolor acabase el molesto zumbido del tinnitus también se acabaría.

Estaba tan contento con su nuevo juguete que no le daba importancia. Después del accidente los monjes les habían dicho que podían pedir un regalo para quitarles el miedo. Todos aceptaron el soborno, recibir un regalo de su elección no era algo que sucediese a menudo.

Y por ese motivo, porque por fin Yuri tenía un arma de verdad y no una hecha a mano, estaba loco por probar su puntería en algo vivo.

—Cami, ¿Qué te apuestas a que puedo acertarle en el ojo a esa ardilla aunque se mueva, la gorda, la que está más lejos? —dijo él desde lo alto de su rama apuntando con maestría. Serhii le vio respirar hondo sacando el aire, casi parecía que el mundo a su alrededor se deformaba, el aire que le envolvía no le llevaba ni sonido, el tiempo se paraba.

—¡Me voy a enfadar! —Gritó Camila tocando el único punto débil de su amigo.

y esa burbuja que le envolvía se rompió. Yuri apartó los ojos de su presa y miró hacia abajo asustado.

—No, Cami. No. No te enfades conmigo.

Ella se cuadró y alzó la piedra más alto.

—Pues baja. Me enfado a la de UNO... DOS...

—¡Ya voy! ¡Ya voy!

Cuando Viktor llegó con una bolsa de plástico portando el resto de presentes Yuri estaba bajando rápido para no llegar tarde a la cuenta atrás aunque Camila ya no le mirase y hubiese soltado la piedra para reunirse con él.

—¿Qué has pedido tú, Cami? —preguntó Serhii. Curioso, intentando ver qué sacaba de la bolsa estirando el cuello.

—Música para regalársela a Yuri —respondió ella mostrando en su mano un viejo reproductor de mp3 de segunda mano. Yuri chilló y corrió hasta ellos.

—¿En serio? ¡wow! WOW —decía dando saltitos. Ella le dio el aparato sin darle importancia para que lo encendiera— ¿Pero y tú?

—Yo estoy bien, no necesito nada. Pensé que te haría ilusión... Como te gusta tanto escuchar música en la radio del Padre Pedro... ¿Te gusta o no?

—Me gusta, me encanta, wow, wow.

—¿Y tú, Vik? —preguntó ella sin mirarle porque estaba ayudando a Yuri a desenredar los auriculares para compartirlos.

—Esta chaqueta de cuero —dijo Viktor extendiendo los brazos. Serhii sonrió, estaba tan contento con su chaqueta de segunda mano que parecía más guapo— La vi cuando nos llevaron a...—No pudo decirlo en alto, tragó saliva— en una tienda y me gustó...

—Te va grande.

—Ya creceré.

—¿Y Vanko, como está? —preguntó Serhii extendiendo las manos para que le diese lo que había pedido.

—Todavía no ha despertado —Viktor parecía preocupado, pero suspiró y negando acabó sonriendo débilmente—. Cuando despierte pedirá lo que quiera. Despertará.

Serhii tomó un libro plastificado y lo abrió rápidamente, tirando el plástico a su lado. Sus hojas eran finas, de mala calidad. La letra era pequeña y le costó un mundo entender las palabras.

—Le tenemos que dar las gracias —dijo Yuri asintiendo, apretándose el oído para ignorar el dolor— Gracias a él tenemos todas estas cosas. Y además así os podré distinguir mejor. El guapo eres tú y el deforme es Vanko.

—¿Yuri? ¿Subnormal?—preguntó Camila arrebatándole el auricular para castigarle— ¿Eres tonto?¿Cómo le dices eso?

—¡Pues si es verdad! Ahora Vanko tendrá un culo en la cara.

—¿Pero qué culo? ¿Qué dices?

Viktor les dejó peleando sin darle ninguna importancia y se acercó a él.

—¿Y tú, Serhii? —Se echó sobre su cuerpo en la hierba. Serhii elevó el trasero para hacerle caer y rodó hasta acomodarse a su lado después de darle un beso en la mejilla— ¿Qué es eso? ¿Por qué has pedido un regalo tan tonto?

—No es tonto —musitó él negando nerviosamente abriendo el tomo por la mitad.

—Un poco sí —Insistió Viktor mirándole extrañado.

Serhii frunció el ceño, girándose hacia él.

—Es la primera vez que los monjes nos regalan algo, y encima nos dejan elegir algo del exterior. Tengo que aprovechar esto. ¿No veis que es una oportunidad? No voy a pedir una chorrada que no valga para nada

—¿Y esto para qué vale? —Viktor le pegó un manotazo a las páginas de mala calidad de la guía de teléfonos rusa, abierta por las líneas inscritas en la República de Sajá.

Yuri se había acercado ofendido por su comentario.

—¿Para nada? —Elevó su tirachinas de caza con mucho orgullo— No dirás lo mismo cuando explote un apocalipsis zombie y tengamos que alimentarnos a base de ardillas. ¡Y el regalo de Cami es MUY útil! ¿No oíste lo que dijo el padre Pedro? Dijo que la música es salud, amigo. Disfrutar y divertirse es salud. Estoy cuidando de mi cuerpo precioso.

—Pues menos mal, porque lo que es la cabeza... —le dijo Serhii desde el suelo.

—Puis minis mil porqui, bah —Se burló él antes de irse a bailar junto a su amiga.

—Pues por eso mismo —Insistió Viktor sin dejar ir el tema— tendrías que haber pedido algo chulo.

Pero Serhii no escuchaba, su dedo se paseaba por el listín telefónico mientras leía el nombre y apellido de los ciudadanos con línea de teléfono en Yakutsk, en la Siberia oriental. El golpe de su corazón latiendo desbocado casi podía escucharse.

—Esto es chulo —susurró distraído, pasó la página nerviosamente— No lo entiendes.

—Porque tú eres muy listo y yo soy tontito, ¿no?

—Es importante. No... ¿Dónde estás? ¿Dónde estás? Sobolev Yagosh, Yhav..

—¿Pero qué buscas?

—Sobolev, Yakov. Te he encontrado... —susurró, su corazón tronaba fuerte sobre su pecho. Miró a Viktor— Mi hermano.

—¿Qué? ¿En serio?

Miró su número hasta memorizarlo.

¿Había algo más "chulo" que conocer el número de teléfono de su hermanastro?

Poco era lo que sabía de él, pero tal vez le fuese de ayuda más adelante si era necesario.

Y lo fue. Años más tarde Nolan recordó ese número de teléfono tumbado en la cama de un hospital público con las muñecas abiertas y el alma completamente rota.

Sus amigos siempre le decían que era raro, pero Serhii vivía anteponiéndose a los problemas que le vinieran a buscar, dejando a su paso hilos de los que poder tirar.

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Nolan despertó de un sueño sin pesadillas, gracias al cielo.

Miró a su alrededor y al moverse sintió el punzante dolor de su costado.

Bueno, bueno; le habían jodido bien jodido. Se tocó la cara, tenía el labio algo hinchado pero nada alarmante. El puñetero policía le había golpeado bien certero en el torso para no dejar marcas exageradamente visibles.

Sonrió. Estaba roto y ni se notaba, vaya pedazo de cabrón habilidoso estaba hecho Shaggy, Fernando o como se llamase. Esas cosas no se aprendían en la academia de policía esas eran más bien las enseñanzas de la calle.

La sonrisa se le congeló cuando notó una presencia en su celda, mirándole en silencio.

—No te muevas —Parecía venir en son de paz—. Te he dicho que no te muevas, ¿no me oyes? Vas a hacerte daño.

—Ey, ¿Qué tal? Inspectora.

Estaba tumbado en el camastro duro, alguien debía haberle encontrado tirado en el suelo y le había dejado sobre él. Dudaba que fuese Aurelia, aunque esa mujer parecía estar en buena forma física Nolan era demasiado alto para que su constitución le pudiera alzar a peso muerto. En fin, ¿Qué importaba?

Se irguió para sentarse despacio, con la esperanza de que haciéndolo con movimientos lentos no doliese tanto. No sirvió de mucho porque igualmente dolió. Ella hizo el ademán de agarrarle para evitarlo, aunque finalmente se mantuvo firme con los brazos cruzados de nuevo sobre su pecho. Tacheté también le miraba a veces así, le evaluaba.

—¿A qué se debe la visita? ¿Han analizado la sangre de los otros chicos muertos ya?

—Están en ello. Los de patología no son magos —Le señaló con un movimiento de cabeza—¿Quién ha sido? —No parecía preguntar solo por curiosidad. Nolan soltó una carcajada desagradable, le dolió la caja torácica. Algo estaba roto por ahí dentro, seguro. Si se meneaba sonaría como una maraca.

—¿Y qué importa eso, Aurelia? ¿Puedo llamarte ya Aurelia o necesitamos conocernos más a fondo? No suelo hacer esto, pero por usted estoy dispuesto a conocerla tan hondo como usted me pida.

—¿Acaso he dejado de ser inspectora? No te voy a pedir una mierda.—Ella negó lentamente. Nolan rio. Se la quedó mirando suspirando frente a él— Joder, vaya una mala cara llevas. ¿Te duele mucho?

Nolan negó. Lo último que quería era asentir y que alguien decidiese darle algún analgésico fuerte para aliviarle el dolor. Era bien consciente de que por sutil que fuese la pastilla... como empezase ya no podría parar. Una pastilla llevaría a otra y acabaría deseando anestesiarse entero por dentro. No. Prefería el dolor; por lo menos era seguro, por lo menos podía controlarlo con la mente fría. Ser capaz de controlarse le infundía la sensación de que entonces sería capaz de controlar cualquier cosa.

—¿Cuánto tiempo he estado inconsciente? ¿Han pasado ya cuarenta y ocho horas?

Ella negó con la cabeza. Estaban alargando su estancia allí tanto como podían con la excusa de realizar los trámites antes de que el juez formalizase su acusación y dictase su traslado a un centro de menores para dejarle a cargo de la fiscalía o, opción que ya descartaba de antemano, dejarle en libertad provisional a la espera del juicio. No, ni de coña dejarían en la calle al asesino confeso de un cargo público. Le llevarían al reformatorio juvenil, y él se moría de ganas de llegar.

—Todos han aceptado tu versión de los hechos —Nolan no reaccionó, alzó la mirada y luego intentó respirar hondo para localizar de donde venía ese punzante dolor en su dorsal—. Lo sabías, claro. Se me olvidaba. Tú lo sabes todo —Se le escapó una risa por el retintín burlón de su voz—. El fiscal te pide que colabores lo antes posible en la reconstrucción en el escenario para darle carpetazo a esto lo antes posible.

Lo antes posible. En adultos ese proceso podía durar bastante tiempo, pero el plazo máximo en la Ley del Menor solo admitía un máximo de nueve meses para la reclusión preventiva de los investigados antes de recibir una sentencia firme.

—Estoy a vuestra disposición. No tengo la agenda muy ocupada, vaya. Recuperarme de una paliza a las tres y media, tal vez mear sangre a las cuatro menos diez... Poco más.

—Me alegro de que te lo tomes con humor.

Nolan recorrió a la mujer con esmero y detalle. Sus Jeans estaban arrugados en las zonas que quedaban más holgadas, como en los tobillos. Joel no hubiese dejado que una prenda tan bonita se arrugase, vivir en la pulcra dictadura obsesivo compulsiva de Sol había inculcado en Joel (que jamás había limpiado antes de quedarse a vivir en ese apartamento) unas rutinas bien arraigadas. El descuidado estado de su ropa le dijo que Joel ya se había largado de su casa definitivamente.

—¿Qué remedio? Estoy acostumbrado...—susurró pensativo. Ella intentó afrontar su mirada, pero acabó removiéndose.

¿Tan desagradable resultaba mirarle? Siempre había creído que su locura hacía daño a la vista, pero empezaba a pensar que si todos apartaban la mirada incómodos era porque él, su dolor, actuaba como un espejo de lo más monstruoso y atroz de la sociedad. Nolan era una exposición viviente de todo lo que le habían hecho. Al mirarle no veían su cara, sino esas cosas que todos preferían ignorar. Nadie quiere ver su propia fealdad.

—¿Quién te ha pegado?

—¿Quieres saber quién o quieres saber porqué?

—Sus mierdas me tienen sin cuidado.

—No debería —Se toqueteó el costado antes de soltar en un suspiro elevando las comisura de sus labios con cierta deferencia—: y no es cierto. Sufres por sus delitos.

—Sea como sea estás bajo mi amparo y bajo la del comisario, eres nuestra responsabilidad mientras permanezcas en esta comisaría y no puedo dejar que un subordinado mío vaya pegándole palizas mis detenidos.

Nolan torció la cabeza. Tan férrea era la fe de la inspectora Aurelia en lo correcto como lo era la de Joel en Cristo, o... en Nolan, que a veces para Joel eran lo mismo. Incluso odiándolo por ser un manipulador y un homicida, como era evidente que ella le odiaba, la buena inspectora intentaría hacer cumplir las normas, bien a sabiendas de que las leyes estaban siendo herramientas favorables para él.

Todavía así, le gustaba retarle y por ello le dijo guiñándole un ojo.

—Claro, ¿Qué diría la prensa si la palmo entre estas paredes? Un jaleo —Ella no dijo nada, tampoco se movió—. Fueron sus compañeros. Y usted ya sabe quien. Es tan sencillo como revisar las grabaciones de la cámara de seguridad para ver quién entró aquí conmigo. Estoy seguro de que también sabes por qué, he estropeado sus negocios —Chasqueó la lengua—. No ha venido a preguntarme esto, Inspectora. Tampoco es esta conversación una encerrona para hacerme el lío en el juicio, ¿verdad? Nah, no sería válido en ningún procedimiento porque no está mi abogado delante. De hecho, se está saltando las normas hablando conmigo. ¿Sabe su superior que está aquí? Nah.

Solo habría una cosa, pensó Nolan, que impulsase a Aurelia a saltarse las normas tan descaradamente: la justicia... o Adrián.

Porque Aurelia antes que persona era policía, y antes que policía, madre. O eso esperaba él.

Ella soltó una risita.

—¿Qué os meterían a los niños de la generación Z en los yogures para que os penséis más listos que nadie? Pues sí, he venido a hablar contigo en privado. Es ilegal, lo sé. Pero... mira, esto es un desmadre. Visto lo visto no nos escandalizaremos por añadir una raya al tigre, ¿No? Todo este procedimiento es un show de lo más surrealista, teatro.

—¿Y quién es el guionista?

—¿Tú? ¿Eres también el director y el protagonista, como esos gilipollas narcisistas de Broadway? —Sus ojos se entrecerraron— ¿O tienes más actores?

Aunque a ella solo le importaba uno. Nolan sonrió, ¿De verdad había venido hasta su celda para preguntarle a la cara sobre Joel? ¡Cómo le gustaba esa mujer!

—No entiendo de qué me hablas, estoy solo aquí —Nolan bajó su mirada hacia el reloj de la inspectora para saber qué hora era. Ella se lo mostró con cortesía—. ¡Qué tarde! Con razón tengo hambre. ¿Aquí se come?

—"Vamos" dijiste.

Le ignoró.

—¿No hay servicios de habitaciones o algo así? Me conformo con un bocadillo.

—"Vamos a usar contra vosotros vuestras propias trampas". Fue lo que dijiste —Vocalizó muy lentamente para decir controlando sus emociones—: Tú no estás solo.

—¿Hay alguna forma de poneros mala nota en Tripadvisor? Me tenéis desnutrido.

—Tú tienes a alguien ayudándote desde fuera.

—Gramática —Nolan elevó la cara desafiante, luego se encogió de hombros— ¿Se dice así? ¿No te han contado que soy un niñato analfabeto? Sí, sí. Y un poco tontito también. Ni leer bien sé —Nolan dibujó su mejor máscara de tranquilidad, le sonrió cuando ella soltó un resoplido divertido por la respuesta—. El español es muy difícil. A veces me confundo. En ruso no tenemos artículos, ni conjugaciones, tenemos declinaciones... Solo llevo en este país tres años, es normal equivocarme un poco ¿No? ¿Se me permite?

—Tú no pareces tontito, y tú hablas mejor español que mi abuela. No. No te creo. Tienes a alguien fuera, ¿Por qué me da que esta vez es cierto eso de que Dios está en todas partes incluso donde nunca debió haber entrado?

Nolan le miró a los ojos.

—Inspectora, me duele la cabeza porque me han reventado vivo. Si esta conversación es privada...¿Por qué no deja usted de usar jueguitos de palabras de mierda para preguntar lo que sea que quieras preguntar sin tapujos? No pareces mujer de rodeos y pelos en la lengua. Casi parece que intentas sonsacarme sin soltar mierda sobre ti misma, y ese truco me lo sé bien—Nolan le sonrió y ella apretó la mandíbula por la rabia de ser descubierta—. Esta conversación no es privada —Se estiró tanto como el dolor le permitió para acercarse y susurrarle con desmedida camadería—. Está siendo grabada. ¿A que sí, pillina?

Aurelia sacó de su bolsillo su teléfono móvil con la grabadora encendida y soltó una risita. Entrecerró los ojos admirada curvando sus labios.

—Eres un hijo de puta muy listo, ¿no?

—Y usted me gusta. Es inteligente, y una buena policía.

—Ojalá no lo fuera —gruñó ella dejando de actuar, su frustración fue evidente—. Ojalá nunca hubiese puesto un pie en esta ciudad de mierda. Ojalá pudiera creer en las casualidades. Pero no creo. Sé que tú tienes algo que ver en lo que ocurre en mi casa, ¿Qué digo? También en las calles —Se acercó a él y Nolan elevó el mentón para seguir mirándole a la cara sin tener que moverse. Joder, ¡cómo le dolía moverse!—. Mi hijo se va —Fingió sorpresa—. Ha peleado con su amigo Joel, dice. Dice que le ha echado de casa porque se estaba viendo con otro chico, o no sé qué patraña me ha contado. Cuando llegué él ya se había marchado, y me encontré a mi hijo haciendo la maleta porque quería largarse de esta puta ciudad de los cojones. Está harto de este sitio y está harto de mí. ¿Me explicas por qué mi hijo quiere irse con su padre a Mérida de un día para otro?

—¿Y yo qué sé? ¿Tiene usted hijos? Primera noticia.

Lo cierto era... que Nolan sí lo sabía.

Adrián había sido muy útil, un buen puente para entrar en casa de Aurelia y empaparse de tanta información como pudiera pero... Adrián era un peligro, sabía cosas.

Cosas que les ponían a todos en riesgo porque el compañero de instituto de su pajarito y él se habían conocido.

Fue tan breve el encuentro, en una cafetería, que casi parecía no haber pasado. Pero pasó. Joel y él se encontraron casualmente antes de que fueran presentados, aunque no llegó a decir su nombre... le vio la cara.

Era un hilo suelto del que tirar si no era tejido a tiempo, nada evitaría que al ver las imágenes de su detención se girase hacia su madre y dijese "Joel conoce a ese chico"; del mismo modo que diría "Y a ese abogado también" en cuanto apareciera Diego. No podía permitirse un testigo, ni que eso sucediera antes de que la rueda burocrática del tribunal comenzase a rodar. Ese pequeño plazo de tiempo en el que ella había estado perdida, antes de comprenderlo, había sido increíblemente valioso para ellos.

Adrián debía desaparecer.

Eso, o estar de su lado y marcharse voluntariamente. Solo dos opciones tenía y Joel se debía haber esforzado a fondo para que fuese la segunda, por lo que Aurelia le contaba.

"Lo siento, Inspectora". Nolan no estaba dispuesto a perder esa partida aunque hiciera falta sacrificar algunos peones. No serían los únicos, por doloroso que fuese.

—Pues yo creo que tiene mucho que ver contigo, y con Joel. No me insultes tratándome como una imbécil, yo no soy Cañete. Esto no tiene nada que ver con la investigación, ni con mi trabajo. Esto es personal —Nolan miró esos ojos que llameaban—. Me fie de él. Realmente me... me dejé engañar, ¿Verdad? Tú tienes algo que ver, sé que sí. Parece una locura pero... mi instinto me dice que sí.

—Sigo sin saber de qué habla.

Ella negó angustiada.

—De Joel —Sus ojos se convulsionaron buscando la verdad en los suyos—. Dime que no estoy loca. Dime que es verdad y que mi instinto no me engaña —Nolan negó fingiendo estar perplejo—. Sabes que no os denunciaré. ¿Para qué? No puedo demostrar que él entró en mi casa con intención de espiarme. Os lo habéis montado muy bien, todos sus actos ha sido tan... meditados, tan... ambiguos. En cuanto tú te entregaste él se marchó. ¿Cómo habéis conseguido que mi hijo le cubriese la huida mintiéndome? —"Joel puede ser muy persuasivo" pensó. Ella parecía realmente horrorizada de que hubiesen sido capaces de tales hazañas. Frunció el ceño y levantó la mirada fiera antes de decir, tozuda, orgullosa—: Pero siempre se comete errores, SIEMPRE. Puede que no pueda demostrar que metiste a ese chaval en mi casa para avisarte de cuando debías entregarte. Pero más os vale haber hecho los deberes con Crandford porque como hayáis cometido un simple error... iré a por vosotros. Me habéis usado, y me da igual: pero habéis usado a mi hijo y eso no lo voy a perdonar. Como encuentre una sola prueba, un solo indicio que desmonte tu confesión... o que implique a Joel...

Ella esperó a recibir cualquier reacción de él, pero Nolan solo pestañeó impasible sin dar muestras de nada. Sin embargo, en el rostro de Aurelia sí había escritas muchas cosas que leer. Decepción, rabia, preocupación, una encrucijada moral de lo más dolorosa.

Nolan quiso meter el dedo en la llaga mirándole a la cara.

—Estoy muy seguro de que cumplirá con su deber, inspectora. Yo he cumplido con el mío, ¿no? He matado a un hombre y me he entregado... ¿Soy ya un buen ciudadano?—Intentó esconder su sonrisa disfrutando de su mueca—. En mi confesión queda claro que lo hice yo solo. No intento librarme de ello, voy a pagar; gracias a eso se sabrá la verdad de lo que ocurre aquí. ¿De verdad quiere desmontar esto y que vuelvan a ocultarlo todo? Yo creo que no. Usted y yo queremos lo mismo, que se sepa la verdad; justicia.

—¿Eso fue lo que hiciste, justicia? ¿Aplastar una cabeza es justo?

—No. Ni siquiera fue venganza. Fue estúpido. Fue rabia ciega, dolor, y miedo, tenía muchísimo miedo —Nolan no había sido tan sincero en su vida—. Al fin y al cabo... la ira es solo miedo mal gestionado, eso me dice mi psicólogo. ¿Alguna vez ha pasado usted mucho miedo, del que te transforma en... otra cosa?

La mujer retrocedió.

—Supongo que no.

—De pequeño yo pasé mucho, mucho miedo —Sus ojos de madre prácticamente parecían un abrazo, eso le incitó a seguir hablando—. Tanto que dejé de sentirlo. El miedo es un mecanismo de supervivencia y a mí me daba igual vivir. Me rendí. Pero cuando vi a mi amigo morir, volví a sentirlo todo, todo, ya... no pude controlar, no pude hacer murallas, no... porque sentí que era culpa mía. ¿Hay algo más doloroso que ver morir a alguien que amas? Sypingo que verlo una y otra vez... y seguir aquí —Frunció el ceño y respiró con fuerza para controlar la rabia que le consumía por segundos—. Durante años pensé que algo así me pasaría a mí, me lo estaba buscando. Pero se lo hicieron a Sky, que nunca le hizo daño a nadie, que era tan bueno... —Una lágrima cayó repentina sobre su mano—. Sky quería vivir. Era gracioso, era muy amable. Muy buena persona... —Tragó saliva— Quería dejar la calle pero tenía muchas deudas. Usted tiene un hijo, ¿no? Bien, imagina que a tu hijo le cogen y le dicen que si no se come esa polla que tiene delante le matan. Y él lo hace porque tiene miedo... e incluso así... le asesinan porque su vida nunca llegó a valer una puta mierda para nadie. ¿Qué haría usted? ¿Hasta dónde sería capaz de llegar para protegerle, para vengarle, o para intentar... que no vuelva a pasar? ¿Cree usted que sería capaz de matar?

Aurelia lo meditó un momento. Parecía entristecida, empatizaba con él, pero a pesar de ese respeto mutuo que mantenían, ella elevó el mentón y dijo más como una advertencia que como una simple respuesta:

—¿Por mi hijo? Sí, sería capaz de matar.

Nolan sonrió.

—¿Y morir?

—No preveo un destino tan derrotista —respondió ella devolviéndola la sonrisa—. Pero sí, supongo que sí.

—Esa es la diferencia entre usted y yo. Que yo no lo supongo. Que yo estoy dispuesto a darlo todo... Por eso estoy aquí. Por eso, señora mía, yo soy más peligroso que usted.

—¿Eso piensas?

—Eso es. Me da igual cuántas costillas me rompáis, me da igual cuántos uniformes vengan a pegarme. Esto ha empezado y ya no lo controlo yo, no puede pararse.

—Entiendo tu punto de vista de "Soy rebelde porque el mundo me hizo así, porque nadie me ha tratado con amor" pero eso no te valida para cometer los delitos que te salga de la polla, ¿comprendes?

—¿Acaso no es delito inventarse una pelea entre yonkis, Aurelia? —Interrumpió Nolan escupiendo su dolor tan bruscamente que le abofeteó en la cara a la mujer— ¿Una sobredosis sin importancia porque era un puto drogadicto? ¿Estabas tú presente cuando decidieron que su muerte no importaba? —Ella quería parecer dura, pero sus cejas se curvaron hacia arriba con culpa y lástima. Nolan apretó el camastro fuerte, se puso en pie con esfuerzo. Ignorando el dolor de su costado. Aurelia no llegó a retroceder pero sí vaciló el cuerpo hacia atrás para poner distancia. Nolan se acercó igualmente—. Justicia, y usted lo sabe, es exponer la verdad. Y la verdad es que Sky fue asesinado. No era drogadicto, no era violento. No se merece que ensucien su nombre con mentiras para encubrir a un enfermo asesino sádico. Y tú callando les has ayudado. Eres tan culpable de esto como lo soy yo. Así, inspectora —fue su momento para usar un retintín burlón pronunciando esa palabra—que si no has venido a darme un cigarro o a ayudarme a desenmascarar a esta panda de hijos de perra... Ya te puedes ir largando de mi celda.

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Hacía un bonito día fuera. Nolan lo vio estirando el cuello por encima de la cabeza de los Guardias Civiles que tiraban de él para introducirle en el furgón que le llevaría ante su primera vista en el juzgado de menores para que el juez le acusase formalmente de los cargos. Era un formalismo burocrático pero el salir de su celda provisional se le hizo agradable. La brisa le dio en la cara e intentó caminar despacito, no solo por el dolor, también para seguir notando el viento en la piel.

Aunque los periodistas eran molestos. Zumban a su alrededor allá donde fuese. Las cámaras le perseguían y oyó preguntas. Nolan se giró hacia ellos y contestó algunas elevando la voz mientras era obligado a acelerar el paso. Uno de los guardias civiles le apretó el costado para castigarle y él se dejó arrastrar hasta el vehículo en silencio.

Poco duró su pequeña excursión al aire libre.

Para su sorpresa, cuando llegaron al juzgado también había periodistas, entraron a través del parking subterráneo. Le sentaron en una pequeña sala para esperar; y a los pocos minutos Diego entró en la sala con cara de haber dormido poco y mal, balanceando levemente un maletín y arrastrando unas ojeras marcadas.

—Los periodistas de ahí fuera te adoran, si ellos supieran que eres un gilipollas arrogante... —le dijo como saludo. Nolan sonrió.

—Lo saben. Por eso les gusto.

Los periodistas adorarían a cualquiera que les permitiera elevar su audiencia. Aunque no sonó arrogante, sino suplicante cuando dijo, intentando elevar las manos juntas esposadas:

—Dime que tú sí me has traído un cigarro, porfi.

Diego no fumaba, lo sabía, pero por preguntarlo no perdía nada, ¿No?

De esperanza vive el hombre, y de limosnear cigarros iba fumando él desde que entró allí.

Desde luego, "quien no llora no mama" porque para su sorpresa el abogado sacó un paquete del bolsillo de su traje.

—Esto es un regalo de Vanko —le informó pasándole el tabaco camuflado entre las hojas del informe de su declaración ante el juez.

—Quiero a ese chico.

—Aquí no se puede fumar, que no te vean —le dijo Diego mirando hacia la puerta cerrada.

—Dos o tres caladas sí me da tiempo a dar antes de que me pillen, jé —Susurró Nolan muy contento sacando el cigarro y escondiéndose el paquete en algún punto entre su ropa interior para que no se lo quitasen los policías—. Si viene alguien te echo la culpa a ti.

Intentó agacharse para que el mechero que Diego le pasó tocase el cigarro a pesar de estar esposado y el movimiento lento y quejumbroso que hizo para ello le dijo al mayor que debía dolerle mucho el torso porque casi al instante preguntó:

—¿Cómo estás?

Pero Nolan llevaba tanto sin poder fumar que soltó un gemidito del gustazo cuando consiguió prenderlo.

—Me muero por un porro —Sonrióo, curvó los labios hacia un lado para sacar el humo con un poco de disimulo.

—Lo de la costilla rota... ya tal ¿no?

Nolan rio y se encogió un poco. Diego suspiró preocupado.

—Bah, secundario. Mientras no me perfore un pulmón todo okey... porque si no... a ver cómo fumo.

—No tiene gracia —dijo Diego aunque acabó riendo entre dientes y suspiró—. No te aguanto.

—¿Y qué te digo, Diego? —Torció el gesto resignado, por primera vez estaba siendo franco— ¿Te digo que me estoy muriendo de dolor? No, dime, ¿De qué serviría? ¿O te digo que aunque Piti está de nuestro lado y los calma... cuando él terminó su turno por mi celda pasaron todos los policías a los que les he jodido los negocios haciendo que Nacho se vaya de la ciudad, que ya te digo que son unos cuantos?

Diego se removió incómodo, tragó saliva.

—¿Qué te han hecho? —Nolan negó y volvió a pegar una larga calada con los ojos cerrados. De nada serviría decirlo en voz alta— ¿No te dan analgésicos?

—No. Que va, tampoco me dan masajes, fíjate —Su risa socarrona le hizo caer en la cuenta de lo estúpido de su pregunta porque chasqueó la lengua. Un becario pasó cerca de la puerta y él apuró unas últimas caladas antes de que alguien se diese cuenta—. Forma parte de nuestro rollo, ya sabes; Ellos aceptan la confesión y yo dejo que me jodan vivo. De todas formas no me los tomaría.

—Pero... ¿Por?

—Porque me da miedo. Estos hijos de puta son capaces de cambiarme los ibuprofenos por fentalino, ¿sabes? Cositas de ser un puto yonki —Bajó la mirada avergonzado.

—Nolan, ¿Por qué no les dices donde está el dinero y ya?

—No puedo hacer eso —Para venir a decirle tonterías más valdría que se fuera a su casa a acostarse—. Le prometí a mi hermano que si me ayudaba en esto un porcentaje del dinero escondido sería suyo cuando todo acabase, les estoy comprando con él. Si se lo doy a estos imbéciles Yakov me dejará solo, y entonces cualquiera me matará. Y si se lo entrego a Yakov ya... pues lo mismo. No, el dinero está bien donde está —Diego fruncía el ceño, natural, el pobre abogado no tenía ni idea de ese trato. Bueno, es que en realidad Diego no tenía ni idea de nada—. Nah, ¡Pero alegra la cara! Todo está saliendo como tiene que salir, tú relaja y déjate llevar que una costilla rota no es para tanto, ¿y lo bien que lo estamos pasando?

—¿Podrías hablar en serio durante un solo segundo?

—¿No me crees? Yo me lo estoy pasando de vicio. Oye, ¿Y cómo sabes tú que tengo una costilla rota? Creía que eso no lo habían puesto en el informe médico.

—Porque Esteban le dijo a Lucas que...

Aunque no podía hacer movimientos bruscos Nolan se giró extrañado.

—¿Esteban? —Notó en su voz la duda, No quería sonar así. Pero su rostro... joder, su cara era una mezcla de muchas cosas y eso sí que no supo controlarlo. Tragó saliva nervioso, repentinamente frágil como los dientes de león luchando contra las brisas fuertes— ¿Han quedado más veces?

—Pues... sí...

Intentó fingir seguridad. Tomó entre sus manos los papeles. Dobló la cabeza carraspeando un poco, fingiendo leerlos aunque él no supiera leer, antes de preguntar como si no le importase:

—Ah, ¿Sabes si... muchas veces?

Diego sonrió ampliamente, de oreja a oreja, abriendo la boca sorprendido.

—¿Estás celoso?

Nolan negó bajando las comisuras de la boca en una mueca de desdén.

—No. Solo me... me parece raro. Esteban le trataba mal y... por qué iba él a... querer...

Calló dejando de hablar en un murmulló. Bajó la cabeza.

No estaba celoso, estaba atemorizado. Repetía en bucle cada una de las venenosas palabras que Alberto, su cuñado, le había dedicado el día anterior. No había sido la mejor forma de conocerse, eso seguro.

Le había llamado cosas que dolían porque eran ciertas, había dicho lo que él sabía. Que él era un despojo inculto que no se merecía a Lucas a su lado, basura sucia, porque después de estar con un doctor... ¿Por qué iba a conformarse con pasar su vida con un chapero que no sabía ni leer? ¿Qué sabía hacer él: follar, manipular, timar, robar, matar?

Nolan se decía que eso eran tonterías, que se querían y eso era suficiente para alcanzar su utopía. Se mantuvo frío y firme, escuchó inamovible y cuando tuvo la oportunidad de hablar fue sarcástico de la forma más hiriente que supo. Pero la herida la llevaba dentro. Tras él frío que le hacía de coraza... la duda.

Diego soltó una carcajada.

—Tienes miedo. Espera, tienes miedo. Te he visto mantener la calma bajo presión pero entras en pánico si tu novio queda con su ex.

Nolan bajó los papeles bruscamente, suspiró.

—Me caes fatal, Diego ¿Lo sabes? —le dijo perforándole con los ojos. Diego soltó otra fuerte carcajada.

—Ídem, niñato.

Nolan movió la cabeza.

—No es pánico, tampoco son celos... solo me sorprende. Esteban le trataba fatal, ¿Ahora quiere ser su amigo? No lo entien...

Calló interrumpido por un becario jovencísimo que llamaba a la puerta con los nudillos para luego abrirla y decirles que la vista con el juez Pelayo se debía retrasar unos minutos porque todavía no había llegado. Ellos, que estaban charlando como en el salón de casa, asintieron sin importarles mucho esperar.

Diego se giró hacia Nolan negando cuando volvieron a quedarse solos.

—Estás raro. Tú no eres así de... humano. Alberto te dijo algo que se te ha quedado clavado, ¿A que sí?

—Bueno... tiene razón en lo que me dijo. Me molesta porque sé que es verdad. Yo solo soy un chapero analfabeto —Diego soltó una nueva carcajada y Nolan se giró hacia él abriendo los ojos exasperado— ¡Esteban es un doctor! Ha estudiado mucho, y yo... ¡yo ni siquiera sé qué cojones pone aquí! —Zarandeó los papeles en los que, a grandes rasgos, se describía su futuro— ¿Qué pone aquí, coño?

—Pone que aceptas la acusación de los cargos que has confesado, y que accedes a hacer una reconstrucción de los hechos antes de ser trasladado a un centro de menores de alta seguridad en espera del juicio —le explicó. Nolan recorría las letras occidentales despacio, intentando comprender. Poco a poco consiguió descifrar una oración o dos. Asintió, suave y humilde como un niño. Oyó a Diego suspirar, su voz sonó con cierto cariño cuando soltó—: Joder, de verdad que no quiero decir esto porque me sigues pareciendo un impresentable mamonazo — Alargó el brazo y le señaló un párrafo cualquiera—. Nolan, pero aquí, en letra pequeña, pone que eres la persona más inteligente que conozco. Que sin saber leer nos tienes contratados a todos porque eres el dueño en la sombra de esta ciudad. Que ahora tienes dinero para enterrarnos. Que tienes en jaque a todo quisqui... y que Lucas te ama. Solo ha quedado con él para saber si lo que yo le decía de ti era verdad. Tonto del bote. Si está loco por ti...

—Pero puede dejar de estarlo si al final me tienen mucho tiempo incomunicado. El tiempo es olvido, dicen ¿no? Supongo que sí tengo miedo —susurró Nolan haciendo la misma exacta mueca de cuando hablaba del dolor de sus huesos rotos. Clavó la mirada en la mesa tímidamente para poner en orden sus pensamientos—. Si me olvida quiero que esté con quien quiera, quiero que sea feliz y me da igual con quien. Pero alguien bueno, coño, no con un imbécil que le hará daño llamándole gordo, inútil y yo qué sé cuántas gilipolleces más.

—Un poco gordito sí está —Diego le sonrió para aligerar el ambiente, y Nolan se encogió de hombros mordiéndose el labio.

—A mí me gusta...

Vio como el rostro de Diego se contraía extrañado. Bajaba la mirada dándole vueltas a algo.

—¿De verdad te daría igual si... te deja y acaba con otro?

Esa pregunta, parecía llevar en su interior una larga lista de pensamientos que poco tenían que ver con él o con Lucas.

Nolan soltó una risita amarga y negó.

—¿Cómo me va a dar igual? Dolería muchísimo. Yo estaría jodido pero... se me pasaría, ¿vale? De mal de amores no se muere nadie. Si es lo que él quiere, si siente que está mejor con otro pues... me alegraría por él. Diego, es que al final yo lo único que quiero es que él esté bien.

Diego dio un bote en su silla y alzó una mano.

—Pues mira si le tienes loco que Lucas me dio una cosa para ti. Para que no digas más tonterías. Se me olvidaba, joder.

Buscó entre los compartimentos de su maletín.

—¿El qué?

—Lucas ha insistido mucho en que te la entregase a solas, aunque no entiendo qué tiene de especial. Ni siquiera tiene nada escrito salvo un número.

—¿Qué es? Dame, dame. DAME.

—Intentaré hacértelo llegar tan pronto como pueda cuando te internen. De momento solo puedo enseñártelo, ¿Vale?

Él extendió las manos pidiéndole ansioso lo que fuese que Lucas le quería hacer llegar. Le entregó una postal de textura granulosa y cuando sus ojos de colores se toparon con el dibujo del reverso se abrieron ilusionados, dulces, cariñosos, y muy felices. Su sonrisa nació del más profundo amor. Sus comisuras se elevaron con asombro.

Hasta le temblaron un poco las manos cuando la alzó para mirarla, aunque lo apartó porque la ilustración no era realmente lo importante, era su significado.

—¿Qué tiene de especial? No lo entiendo...

El pobre Diego buscaba algo que le dijese qué significaban esas flores, para él solo parecía un dibujo de unas gardenias cualquiera medio tapadas por un setenta escrito encima con rotulador negro.

—Setenta gardenias...—Nolan estaba avergonzado de exponer al aire sus sentimientos, pero no pudo evitar que sus mejillas tomasen algo de color— C-cuando conocí a Lucas le dije cuanto cobraba por una mamada. Él me preguntó si era en euros, y yo le dije "No, en gardenias" —Su enorme sonrisa se ensanchó mirando de nuevo el dibujo. No era una historia digna de trilogías románticas pero joder, tener ese setenta escrito a rotulador sobre esas flores le llegó hondo.

Diego suspiró. Alzó una ceja.

—Ah, Bonita forma de pedir una mamada.

Nolan dobló la cabeza rodando los ojos, volviendo completamente a su actitud habitual.

—No es solo eso lo que me pide.

—Lo sé.

Le decía que le daba igual lo que Alberto hubiera dicho. Que le aceptaba y le quería así como era. Que si solo era un chapero, él estaba dispuesto pagar las flores que hiciera falta.

Cuando Nolan levantó la mirada ya no era el niño quebradizo que había sido unos momentos atrás. Sus ojos de fiera parecían cargados de energía y sonreía.

—Si es que Alberto no lo sabe, pero esta lengua que yo tengo no la tiene Esteban, ¿Tú me has visto, nene? —le dijo bromeando, siendo él de nuevo—. Hablando de lenguas mágicas, ¿Cómo está Joel?

Diego apretó el asa del maletín entre sus manos. Gracias al cielo unos nuevos golpes en la puerta le interrumpieron para avisar de que el juez ya había llegado, que en diez minutos los encargados de seguridad irían a buscarles. Diego, asintió e intentó ignorar la forma en la que Nolan se giró hacia él frunciendo el ceño, notando su momento de vacilación.

—Deberíamos prep...

—Diego, ¿Cómo está Joel? —Insistió muy serio, demasiado serio para no se sintiera amenazado. No, el niño vulnerable había desaparecido, y el hombre que le miraba parecía capaz de matarle incluso estando esposado— Me dijiste que Joel dormiría en tu casa. Es peligroso para todos, pero me pareció una buena idea porque pensé que tú cuidarías de él. ¿Ha dormido o no Joel en tu puta casa?

Su voz sonó fría pero por dentro bullía. Tiró violentamente de las cadenas que le impedían elevar los brazos y sus puños hicieron mucho ruido contra la mesa.

Diego negó. Parecía realmente frustrado.

—Vino ayer, me trajo una mochila con... —Nolan asintió, ya sabía el contenido de la mochila. Joder, lo había planeado él. No, lo que le interesaba era el bienestar de su amigo, porque si su pajarito no estaba durmiendo en un lugar seguro iba a coger a su abogado barbudo y le iba a estampar la cabeza contra la mesa. Ganas no le faltaron cuando dijo—: Me dijo que buscaría otro sitio, ¡Yo le dije que podía quedarse conmigo!

Mierda, ¡Qué desgracia ser tan grande y tan simple! Era evidente que Diego no lo había pasando bien esa noche, sus ojeras y su rostro lo decían a gritos, y todavía así seguía tropezando una y otra vez con la misma piedra. Se giró hacia él apretando la mandíbula para decirle como a un niño con deficiencia mental:

—Diego, Joel ya sabe que puede quedarse contigo —De verdad que lo dijo intentando sonar amable a pesar de lo irritante de la situación, le salió regular porque todavía así Diego se removió asustado y se apartó un poco de él—. Ahora mismo Joel puede hacer cualquier puta cosa que se le antoje. No necesita que le digas que puede, necesita que le digas que quieres. ¿Lo entiendes? Necesita que le quieran allí.

—Él ya sabe que...

¿En serio le tocaba a él hacerle de celestina a su puñetero abogado a tres minutos de ver al tribunal?

—No, no lo sabe. Tienes que hablar con él. Pero claro, es que ni tú sabes si quieres o no quieres, tío, así que no me jodas, ¿Cómo lo va a saber él? ¡Él ni entiende sus sentimientos! ¡Ni nota tenerlos! No puedes hacerle responsable de que entienda también los tuyos solo porque eres más simple que un ladrillo. Joel se siente mal, se siente solo. Porque, joder, ESTÁ solo. Necesita un amigo, no un polvo. SÉ su puto amigo, llámale y asegúrate de que está bien.

La puerta se abrió, venían a buscarle.

—¿Nos centramos en el juicio? —preguntó Diego fríamente, su enorme ego agonizaba herido por las verdades que a veces parecían puñales.

—¿Preparado para la función?

**********************************************************************************************

Caminaba por el pasillo de los juzgados notando el peso de las esposas metálicas en sus muñecas, aunque el peso que le ralentizaba el paso era la enorme carga que arrastraba.

Tal vez lo que dolía tanto no era su costilla y era su pasado, apuñalándole la mente y el pecho de nuevo; tal vez eso, al mismo tiempo le infundiese valor, quizás solo era resignación. De lo que estaba seguro era de que no sentía tristeza, ni miedo.

Avanzaba despacio a voluntad, no tenía ninguna prisa en llegar, pero siendo escoltado por dos agentes de policía que tiraban insistentemente de él no importaba que pusiera todo su empeño en arrastrar los pies para deslizar sus zapatos lentamente por el suelo brillante e impoluto de granito.

Cerró los ojos respirando hondo cuando, a base de empujones para esquivar las cámaras de los periodistas, le condujeron a su destino sin importar su pasiva resistencia.

Olfateó, e intentó retener el aire, el tenue olor del fiscal le resultó agradable. Era elegante, un buen perfume.

Quizá fuese de locos preocuparse de eso, del olor de ese desconocido, en lugar de pensar en la avalancha de sucesos que le arroyaría en cuanto entrase en la sala el juez.

Pero sí, lo agradable de ese olor era lo único que llenaba su pensamiento, porque si algo podía darse por seguro era precisamente eso; que Nolan se había vuelto completamente loco.

Y esa locura le infundía una serenidad casi de mártir. Hubiese extendido los brazos para arrojarse al fuego de la inquisición. Se sentía tranquilo y complacido. Caminaba como un Jesucristo hacia su cruz, como un monje budista elevando el bidón de gasolina antes de quemarse a lo bonzo bajo la anonadada mirada del mundo. Porque en ese momento Nolan era un hombre sujetando bolsas de la compra frente a un tanque chino, era Oskar Schindler contratando judíos para sus fábricas, era Martin Luther King siendo asesinado.

El delirio de grandeza no era su defecto más común, pero la situación lo merecía. Todavía nadie lo sabía pero... llegaría.

Sentía en su alma, y eso era lo más importante, que todo estaba como debía estar.

Porque la locura y el sentido común nunca caminan cogidas de la mano, y por eso Nolan había escupido en la cara a la cordura.

Cuando su abogado se reunió con ellos en la mesa de esos hombres tan importantes, la puerta se quedó torneada y los flashes de las cámaras iluminaron el pasillo como si se tratase de una discoteca.

Deseaba, sentía, que lo era; y él era el Dj invitado.

Miró al Juez Pelayo. El buen honorable Juez bailaría para él.

Caminaba tan despacio como lo hacía Nolan, algo debía doler también en su tórax y su mano derecha estaba vendada. En su cara Pelayo lucía un corte recto que no parecía en absoluto accidental, desde su ceja hasta su mejilla. Cuando sus colegas le preguntaron qué le había sucedido él rehuyó de contestar con un mustio "Tuve un accidente". Le hubiese gustado ver qué había hecho Joel con él, algo se imaginaba pero...

Respiró hondo para que nadie notase su jadeo de placer saboreando la venganza, tan dulce como la puta miel. Sus ojos de anciano, que tantas veces le habían desnudado antes de que lo hicieran también sus dedos, le miraron como si le viese por primera vez. Serhii le aguantó la mirada, desde la silla quebradiza en la que le dejaron estar. Pelayo ni siquiera era capaz de sentir rabia entre el miedo, lo vio escrito en sus pupilas. Le miraba aterrado; preguntándose, tal y como había hecho Aurelia, cómo había sido capaz. Ojalá, lo juraba, ojalá hubiese visto qué le había hecho Joel. Es más, ojalá Joel pudiera estar allí a su lado para disfrutar también de como estaban dejando que le manejasen para proteger unos secretos que, de todas formas, ellos iban a exponer y publicar cuando todo acabase.

"Tú orgullo se sentirá violado, pero eso solo es el principio" pensó.

Porque a Sky también le habían violado y todavía así le habían matado, de nada había valido suminión. Y a ellos tampoco les valdría. No.

Su única reacción fue morderse los labios con deleite, sonreírle y saludarle con un beso al aire. Y ese hombre tan pomposo, tan cruel y vanidoso tembló. Se estremeció visiblemente ante el huérfano sometido que había decidido inmolarse arrastrándolo todo con él. Por primera vez, el humillado era el viejo... por primera vez, quien estaba en pie era él.

Serhii no se volvería a arrodillar, no volvería a sacar la lengua para que él se corriese en su cara, si abría la boca... sería para morder, o para describir con lujo de detalles las atrocidades que le gustaba hacer; que bien mirado, eran lo mismo.

"¿Bailamos, juez?"

Bum, bum, bum.

Y él, sentándose frente al juez y los magistrados con semblante formal, bailaba triunfante en su interior el ritmo de esa canción mientras decían con voz aburrida los cargos de los que estaba siendo acusado en total.

Chiquibum, Chiquibum, chiquibum.

El fiscal expuso los motivos por los que las pruebas, y su propio testimonio, le apuntaban como único autor del delito mientras él imaginaba que movía las manos y los pies al ritmo de esa música bailando en su rave imaginaria.

"Allá vamos"

Nolan dejó de escuchar y miró de reojo a su abogado que intentaba controlar su respiración apretando los puños con fuerza bajo la mesa cuando el juez dictaminó su traslado a un centro de menores de alta seguridad en régimen cerrado mientras la investigación trascurría hasta nueva fecha de juicio.

Chiquibum, chiquibum, decía su canción.

Cuando llegó el momento de marchar los policías volvieron a custodiarle hasta la salida. Se encontró con Aurelia, cruzada de brazos en el pasillo, esperando con mirada severa.

Ella no se acercó, simplemente le enseñó su teléfono móvil sin decir palabra desde donde estaba.

Nolan vio en la pantalla un fotograma congelado del vídeo de Crandford asesinando a Sky, le golpeaba en la cara.

Recordaba bien esa parte, y en ese momento... el resto del mundo tampoco olvidaría. Porque Joel lo habría filtrado por Internet, divulgándolo anónimamente a tantos periódicos y cadenas de televisión como pudiera, y pronto todos esos programas que habían carcomido la memoria de Sky con mentiras sobre su muerte no podrían hacer otra cosa que retractarse. Pedir perdón.

Intentarían desviar el foco de sus mentiras hacia otro culpable, el asesino. Convertirían a Sky en víctima de nuevo... y feroces defenderían su inocencia para mitigar su culpa frente a su audiencia. ¿Y qué mejor forma de intentar limpiar su imagen pública que apoyando al asesino de su asesino?

Convertirían a Nolan, no en justiciero, no solo víctima; en santo.

Aurelia dejó que los policías le arrastrasen hasta el exterior.

Le sacaron cruzando las puertas de la sala de los juzgados con la polla más dura que el suelo y la cabeza rozando el cielo, sobre el barullo de la gente charlando y el sonido de flashes y periodistas preguntando desde lejos él solo podía escuchar el sonido de su propio corazón, lo sentía resonando en su sien con cada latido como el beat de una canción techno en un subwoofer. Su canción no dejó de sonar cuando la prensa se le echó encima.

Bum, bum, bum, bum.

"¿Tienes algo que ver con el vídeo que circula por las redes?" "¿Qué relación había entre Vincent y tú?"

—¿Qué tienen de ciertas las acusaciones? —preguntó una periodista que estiraba el brazo hasta él.

—Soy culpable —Se giró hacia las cámaras—. y me arrepiento porque por lo que hice Crandford jamás podrá ser juzgado por matar a mi amigo Sky y a todos esos otros chicos.

Decir que los periodistas se exaltaron al oír eso sería poco. Los policías se adelantaron un poco para contenerlos tras el cordón de seguridad.

—¿Qué chicos? Perdona, ¿Qué chicos?

Pero no dejaron que Nolan volviera a contestar y le metieron rápidamente hacia el vehículo.

Fue Diego quien elevando las manos para inspirar calma se acercó a ellos para contestar sus preguntas.

************************************************

El viaje hasta el reformatorio Era de Requena se le hizo largo y tedioso, aunque en su cabeza todavía sonase su canción techno.

Apenas pudo escucharla, eso sí. Porque el recorrido estuvo amenizado por el parloteo incesante de un chaval de diecisiete años que no había dejado de llorar en la hora y media de camino. Lloraba a moco tendido, hasta gritó cuando pasaron la señal que avisaba que habían dejado la línea de la comarca. En el furgón eran tres los nuevos internos y dos funcionarios que les vigilaban.

Cuando estaban llegando el llorica y el otro chaval se habían hecho amigos. Le confesó que le habían condenado a dos meses de internamiento en régimen semicerrado.

En fin, la muchachada estaba fatal.

Nolan soltó una carcajada desagradable y ambos chicos se giraron hacia él, sentado en silencio al final del vehículo, con cara de pocos amigos.

"Yo, haciendo amigos nada más llegar".

—Hola —saludó sonriendo de oreja a oreja. Ellos se giraron mirando de soslayo al funcionario sentado junto al conductor.

El recinto vallado y fuertemente protegido rondaba los ocho mil metros cuadrados. Pasaron varios controles de acceso hasta llegar al edificio. Como era pronto, tan temprano que no había amanecido todavía Nolan no pudo ver bien la arquitectura de la fachada. Era fea, sobria, lisa, más funcional que estética. Le recordó a su orfanato.

—Oye, eh, oye —Nolan se estiró para hablar con el funcionario que les conducía desde el furgón hasta la entrada lateral del edificio, donde les esperaba un guarda de seguridad exhibiendo rostro de no gustarle madrugar, o de haber pasado la noche en vela, todo era posible. El hombre, que vestía el uniforme de una empresa subcontratada, se giró hacia él aunque el funcionario le ignorase con toda la intención. Así que fue a él a quién le habló para decir arrugando la nariz—: ¿Vamos a tardar mucho? Es que me meo vivo.

—Pues... Tenemos que cumplir el protocolo, tardaremos un poco.

Nolan apretó los labios intentando controlar su vejiga. Uno de los chicos, el que no lloraba, se giró hacia él para decirle.

—¿Es tu primera vez aquí?

—Oh, no. Vengo mucho —Ironizó él cruzándose de brazos observando a su alrededor a los presentes. El reloj en la garita del guarda de seguridad marcaba las seis de la mañana. Los funcionarios entregaron unos informes y firmaron unos papeles charlando con los empleados. No le hizo falta atender mucho para aprenderse sus nombres.

—No te preocupes, no es mal sitio. A mí me han metido ya tres veces. La comida es buena. Tiene sus movidas pero se duerme bien.

—¿Me ves preocupado? —Su voz sonó distraída elevando el cuello para ver qué firmaba quién. Quien sujetaba el bolígrafo, quién recogía los papeles.

Un hombre de uniforme gris se acercó a ellos con sonrisa amable, era panzón y andaba raro, cojeaba un poco, las llaves de su bolsillo hacían ruido con ese oscilante movimiento. Una deslucida barba castaña adornaba su cara.

—Hola chicos, me llamo... ¿Qué? ¿Adil? ¿Otra vez quí?

—Ya ve —respondió el chico siguiendo al hombre hasta la puerta correcta sin necesidad de que él le señalase cual era, como si estuviese en su casa. El chico que lloraba se quedó rezagado, seguía sollozando.

—Bueno, chicos, Soy Ramón, el encargado de la seguridad de este centro de medidas judiciales para menores. Tú debes ser Serhii —Dios, Nolan se alegró mucho de que alguien supiese decir su nombre bien a la primera—. Si os han mandado aquí no debéis ser ningunos angelitos inocentes, así que debemos cumplir el protocolo, ¿De acuerdo? No es nada personal, entrad cada uno en una sala y desnudaros para hacer un reconocimiento antes de entrar en las instalaciones. Dejaréis vuestra ropa sobre una bandeja y os la devolveremos cuando termine vuestra estancia aquí.

"Reconocimiento completo" era una bonita forma de decir que iban asegurarse de que no escondían droga o armas en ningún rincón o orificio del cuerpo. Nolan lo encontró razonable.

Entró en un pequeño cubículo de cemento sin mobiliario ni ventanas, suponía que era así para darles intimidad, aunque a él desnudarse en un lugar tan pequeño le activaba todas las alarmas. Se quitó lentamente la sudadera que le habían dado en comisaría.

La puerta se abrió y oyó como rápidamente se cerraba. Se giró hacia el encargado de tan honorable labor y le sonrió.

Se cruzó de brazos contra el pecho y dobló la cabeza contento de ver una cara amiga.

El trabajador de la empresa de seguridad se acercó devolviéndole la sonrisa tímidamente. También él llevaba un uniforme gris como el de su jefe, con el escudo de la empresa y una chapita plastificada con su nombre colgando del bolsillo de su camisa. En sus manos llevaba una bandeja de plástico para que dejase su ropa y sus pertenencias, y unos guantes de plástico para jugar a encontrar el tesoro en su ojete. Al menos llevaba lubricante, lo que era de agradecer. Al pobre toda esa situación parecía incomodarle mucho, le pedía perdón con una divertida mueca de su cara.

Parecía nervioso, incluso tenía algo de miedo. Aquella vez cuando se conocieron en casa de Lucas también pareció tenérselo.

—Gr-racias por conseguirme este trabajo... —Casi temblaba.

Por que sí, desde niño había aprendido a dejar hilos de los que tirar, y era el momento de usar ese. 

—Hola, Juanito. No sabes como me alegro de verte.

*

*

*


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