IF IT HADN'T BEEN FOR LOVE

Av Lady_Calabria

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La noche que Lucas conoció a Nolan, el joven prostituto con ojos de fiera enjaulada, hacía frío y nevaba. De... Mer

1. LUCAS y El chapero sangrante.
2. JOEL y La mirada baja.
3. NOLAN y un mal viaje
4. DIEGO y los ojos De Lapislázuli.
EXTRA: Marga y su cafetería.
5. LUCAS y el extraño día libre
6. JOEL y los hipócritas fariseos
7. NOLAN y el aire que desaparece
8. LUCAS y las despedidas
9. NOLAN y la tenue Luz.
EXTRA: La inspectora Aurelia Espinosa.
10. JOEL y el sexo.
11. LUCAS y La catarsis del solitario
12. NOLAN y el amor.
13. JOEL y la escalera oscura.
EXTRA: La terrible, horrible, primera cita.
14. LUCAS y el sándwich de lejía.
15. LUCAS y las conversaciones pendientes.
16. NOLAN y la puta gran fogata.
17. JOEL y el juego del espía.
18. NOLAN y el tic-tac en movimiento.
19. LUCAS y las sinceras alianzas.
20. NOLAN y atravesar una montaña a cabezazos.
21. Diego y la vuelta al ruedo.
22. LUCAS y el Viaje Al Pasado.
23. SOL y ser más raro que un perro verde.
24. AURELIA y el altar al mal gusto.
EXTRA: Los peones del tablero I
26. JOEL y ser desorden.
27. NOLAN y dejar hilos de los que tirar.
EXTRA: Los Peones Del Tablero II
28. JOEL y volver a ser Goliat.
29. NOLAN y tener la sangre de hielo.
30. JOEL y lanzarse al vacío.
31. AURELIA y hacer jaque.
32. NOLAN y lo inefable.
33. SOL Y la melancolía de Camilo
34. JOEL y montar al diablo.
35. Yuri y escuchar al destino.
EXTRA: Demasiados lazos afectivos I
EXTRA: Demasiados lazos afectivos II
36. NOLAN y morder hasta desgarrar

25. NOLAN y el canibalismo de las gallinas

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—¿Esa es la pregunta? ¿ESA? —Preguntaba Aurelia al comisario en el pasillo. Nolan soltó una carcajada desde el interior de la pequeña sala de interrogatorios.

"Por supuesto, ¿Qué otra cosa iba a preguntar Cañete?"

El señor Morsa Bigotuda debía estar haciendo funcionar esa cabeza oxidada preguntándose miles de dudas en tropel ¿Estaría encontrando respuestas?

Elucubrar, le encantaba esa palabra; y eso justo era lo que estaba haciendo José María Cañete mirándole fijamente a través del cristal.

Por ejemplo, seguro que barajaba la posibilidad de que se hubiese entregado por matar a Crandford para ponerse a salvo de las represalias de Nacho. Luego lo descartaría. En esa comisaría estaba rodeado de lobos, y ni de broma estaría a salvo ahí dentro.

Posiblemente su siguiente duda entonces sería, "¿Y por qué no se encarga Nacho de protegerle?" lo que le llevaría a pensar "Algo le ha pasado a Nacho", se preguntaría QUÉ.

y la pregunta del millón, la que todos se acabarían haciendo al final sería... "¿Si a Nacho le ha pasado algo, dónde está su dinero?".

Estiró el cuello para cotillear la conversación de la inspectora.

Por el cristal de la puerta podía ver su figura, sus piernas enfundadas en unos vaqueros que apretaban un culo duro, redondo y turgente que con la distorsión del patrón biselado del cristal parecía más grande, como sus pechos o los rizos oscuros de su cabello.

No se la había imaginado así, eso desde luego.

A Nolan no le gustaban las mujeres de una manera sexual, por dinero sí había estado con algunas porque, bueno, Nolan siempre había comido de todo aunque no le agradase el sabor; pero no, el tipo de atracción que sintió por ella no era tan simple y común como el deseo, era más profundo y complicado; Nolan notó en ella rabia, inteligencia y fuerza de voluntad. Sintió admiración.

"Me lo pondrá difícil que te cagas".

Soltó una risilla amarga, que casi llevaba el sabor metálico de su propia sangre. Volvió a escupir en el suelo para no tragársela. Siempre le acababan pegando, siempre. Su cara era el punching ball de la ciudad. Si echaba la cabeza hacia atrás la sangre se le metía en el conducto de las fosas nasales y le costaba respirar. Se inclinó hacia delante.

Recorrió con la lengua, como hacía ya por costumbre, el interior de su dentadura para asegurarse de que no había perdido alguna pieza.

—¡INSPECTORA! —Gritó. Ellos seguía discutiendo sobre el proceder de su detención— ¡INSPECTORA! ¿ME PUEDE TRAER UN CUBO PARA LA SANGRE?

Ella entró al instante. Con los brazos cruzados suspiró juzgando su estado. Puso ambas manos en su cara para que abriese la boca y ver de dónde venía la hemorragia. Sus manos de madre le incomodaron y le quemaron la piel al mismo tiempo.

—Te la han pegado bien —susurró ella inclinándose para ver el corte que tenía en el interior de la mejilla. Se había mordido cuando el agente Vázquez, el grandullón al que Nacho tenía comprado a base coca y anfetaminas, le había reventado la cara para que se callase delante de los periodistas.

Ni queriendo le hubiese salido tan bien. Esa imagen de violencia policial se tasaba al precio del rodio para sus planes.

Nolan había esperado a que los periodistas peregrinasen hasta la comisaría para hacer preguntas repetitivas sobre la desaparición de Crandford. ¿Cómo podían saber ellos que estarían allí los periodistas con sus cámaras? Bueno...

Puede que esa eficiente y preocupada secretaria hubiese recibido una visita de Joel poco después de interponer una denuncia de desaparición, y puede que hubiese vuelto de la charla con su católico favorito con una sonrisa, sujetando una pesada bolsa de dinero. Puede que al llegar a su casa se hubiese descalzado agradecida pensando que Crandford en realidad era un gilipollas y que con esa recompensa podía, no solo dar carpetazo a la hipoteca de su casa sino pagarle la universidad a sus hijos, o incluso irse de crucero.

Pudiera ser que los muchos chivatazos que había recibido la prensa fuesen obra suya. 

Necesitaba público para que no pudieran esconderle. El peligro de acabar con un tiro en la sien para hacerle callar era importante. Por eso esperó a su público y cuando llegó el momento justo, se había entregado a la justicia frente a ellos; cual actor a la platea.

No había sido fácil. Pero lo hizo.

Fue como extender los brazos y tirarse al mar. A partir de ese momento, y por pura voluntad, su futuro ya no era suyo, si es que alguna vez lo había sido. 

Explicó los motivos por los que estaba allí temblando, arrastrando las palabras como cuando se drogaba, llorando. Esas lágrimas parecían muy reales porque lo eran, aunque el motivo de estar llorando hasta casi faltarle el aire no era sentirse culpable, ni era por estar renunciando a su libertad... ¿Para qué quería él ser libre si siempre era preso de lo que llevaba en la cabeza? Poco le importaba qué le sucediese mientras fuese consecuencia de su libre albedrío.

El motivo de llorar quebrándose en trocitos en cada paso estaba metido en un coche a dos calles de allí, tenía los ojos grandes y hoyuelos cuando sonreía, y el corazón puro lleno de bondad; y podría haber jurado que también estaría llorando en ese instante.

Le había dejado tras despedirse con el beso más importante de su vida. Gracias a dios había llegado a tiempo.

Tres cuartas partes de su alma se habían quedado junto a él, abrazándole en el interior del coche.

"Te quiero" fue lo último que Lucas le dijo.

Y él también le quería; pero tenía que hacer lo que estaba haciendo. Tenía que acabarlo para poder seguir viviendo.

—Aurelia —musitó elevando la cara hacia ella.

—Tú a mí me llamas inspectora —Cortó ella fría como las brisas de su tierra natal.

Asintió.

En ese momento en el que debería sentirse poderoso, en el que estaba tan cerca de conseguir rozar el cenit de su ansiada venganza, en el que tenía dinero y subordinados, títeres que controlar, pajaritos que lanzar a volar...y... se sentía tan vulnerable. Tan pequeño.

Nolan asintió de nuevo, e intentó respirar aunque la sangre se le escurriese hacia la garganta y le ahogase, respiró hondo intentando controlar la humedad de sus ojos y su respiración irregular. No funcionó.

Cuando Aurelia levantó la mirada él estaba allí con los hombros hundidos con una lágrima resbalando por su rostro.

Ella le tendió un pañuelo, le miraba con cierta compasión, aunque no quisiera admitirlo.

—Inspectora —le dijo, tan frágil. ¡Dios! Él solo intentaba parecer fuerte todo el tiempo pero era tan, tan frágil—. Inspectora.

—Dime.

—Están pasando cosas muy malas en esta ciudad —Su labios se curvaron en un puchero infantil, rompiéndose por completo. Se venía abajo en el momento menos indicado.

—Lo sé, cielo.

—He matado a un hombre.

—Eso deberás explicarlo por escrito y repetirlo frente a un juez.

—Quería matarme, intentó matarme. Mató a muchas personas. Mató a mi amigo.

—¿Cómo? —Ella prestó sus cinco sentidos a sus frases inconexas, sorprendida.

—Lo tiró al río, como una cosa —Intentó tomar aire, meneó la cabeza como si así los sollozos no le robasen el aire—. Él no se merecía acabar así. Inspectora, estoy renunciando a todo lo que amo por pararlo. Pero no debería ser necesario, no debería haber pasado...

Ella movió la cabeza como negando para sí misma, quizás decidiendo que lo que decía solo era un truco para librarse.

No había misericordia en su rostro, pero sí notó lástima en lo más profundo, una parte que deseaba disimular cuando añadió en tono severo:

—Has destrozado una cabeza humana como si fuese un melón. Lo único que podías hacer era entregarte o esperar que te encontrásemos porque has matado, y no hay excusas para eso.

—¡Yo no quería! ¡No sabía lo que hacía! ¡Yo... perdí el control!

Ella se agachó en cuclillas frente a él para tenderle otro pañuelo de papel.

—No me das ninguna lástima, cariño. Si fue involuntario es todavía peor... Eres un peligro para la sociedad —le dijo. Nolan escuchó esas palabras y asintió lentamente bajando la mirada.

—La sociedad —Masticó el concepto con rencor.

—No te entiendo... Mira, Si eres menor de edad tienes que avisarme. Porque hasta que venga tu abogado y servicios sociales no puedo hablar más contigo.

—Tengo diecisiete.

—Vale, cielo. Tienes derecho a una llamada ¿Quieres que avisemos a alguien? ¿Novia? ¿Amigos? ¿Me puedes dar el número de tus padres?

Nolan sorbió para tragar la sangre y los mocos de la congestión. Negó lentamente con la cabeza cerrando los ojos.

Si él pudiera llamar a sus padres no estaría allí.

Ojalá pudiera llamarles. Entonces significaría que estaban vivos y que...él tenía una casa, una familia, que le querían.

Cuando cerraba los ojos, apretando fuerte los párpados, como los tenía en ese momento, intentaba recordar a su mamá. Ya no podía. Se esforzaba en darle a esa sombra humanoide de sus recuerdos cara, ojos y labios, algún olor... o voz... pero solo recordaba su pelo negro.

Ojalá ella pudiera abrazarle en ese momento, mientras lloraba. Ojalá pudiera imaginárselo tirando de recuerdos para engañarse a sí mismo, pero Nolan tampoco recordaba los abrazos de su madre.

—Quiero que llamen a mi abogado.

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Nolan permaneció callado con las manos esposadas entrelazadas sobre la mesa fría metálica de la sala de interrogatorios el resto de la mañana. Cerrar el pico fue sencillo.

Aunque había pedido que llamasen a Diego, lo estaban atrasando tanto como podían para ponerle nervioso. Ya se lo había advertido su caro abogado aquel día que parecía lejano pero no lo era en la casa de la sierra.

Intentarán demostrar su superioridad desde el primer momento. Seguramente te dejen solo en una habitación un buen rato para incomodarte.

Bien, le parecía bien estar solo. Hacía falta mucho más que eso para ponerle incómodo.

Después de llorar se había desahogado lo suficiente para seguir adelante pensando fríamente. De vez en cuando sentaba bien venirse abajo, soltarlo todo y volver a construir sus murallas de hielo. Lucas se lo había enseñado. Siempre le decía que debía expresar su dolor, que llorase si estaba mal, que guardarlo dentro le haría daño. Tenía razón, cuando dejó de llorar pensando en lo mucho que le echaría de menos se sintió mucho mejor.

En fin, "Alea iacta est" pensó. La suerte está echada, que era algo que dijo un romano importante o algo así. Julio César, suponía; era le único romano que conocía.

No debería estar allí (en una sala de interrogatorio) intentando hacer memoria para ver si sabía el nombre de algún otro pez gordo romano, pero Nolan se aburría, quería alejar a Lucas que iluminaba omnipresente sus pensamientos y... en la tranquila forma de abordar lo que le sucedía estaba el quid de su locura; bueno... que se le había ido la olla.

En fin, que aunque sabía hablar latín no conocía ni un romano, Y a Julio César de milagro gracias a los cómics de Astérix y Obélix.

Hablando de dúos inseparables; Nolan recibió visita interrumpiendo su intento de recordar.

Cuando dos oficiales entraron aprovechando un descuido de Aurelia no tenía todavía su ficha policial hecha y se lo hicieron saber entre carcajadas de voces cascadas por el tabaco, el whisky y las correrías a lo Café Quijano. Siendo así a pesar de haber entregado su célula de identidad, (recién traída de tierras lejanas).

Nolan miró a uno y a otro tranquilamente, esperando que alguno hablase para decir lo que querían decir, pero solo estaban allí fumando delante suya mirándole con suspicacia.

—¿Me dejáis un cigarro? —dijo él. Ellos negaron casi al mismo tiempo.

—Aquí no se puede fumar —respondió el más moreno soltando el humo, El Piti. Posiblemente lo único que no sabía de él era el porqué del mote, pero del resto bien le había informado Aurelia mediante Joel.

Nolan rio por lo bajo. Joel de su vida personal y los papeles de Nacho de la financiera en dinero negro.

Se sentía unido a todas esas caras nuevas como si fuesen parientes lejanos de los que uno escucha historias todas las navidades, como pasaba en las películas y en la vida de la gente normal.

Y por eso, porque en ese momento Nolan conocía más de la ciudad que la ciudad misma, sabía por qué estaban allí, sabía por qué estaban nerviosos y sabía que no iban a darle ningún cigarro.

—¿Qué está pasando, Nolan? —Quien hablaba era el otro, a Nolan le recordó tanto a Shaggy de Scooby-Doo, con esa ridícula perilla despeluchada, que aunque conocía su nombre de sobra en su mente fue automáticamente bautizado.

—¿A qué te refieres? Han pasado la hostia de cosas este fin de semana. Esto es un no parar.

—¿Dónde está Nacho?

—No lo sé, ¿por qué debería saberlo?

—Eres su puto perro, ¿Cómo no vas a saberlo?

—Había muchas cosas que yo no sabía, y que ahora sé. Supongo que todavía me queda mucho por conocer —dijo mirándole tan fijamente que él contrajo la frente incómodo y se echó un poco hacia atrás. Suspiró—. Se ha ido de la ciudad. No sé dónde. Estoy tan sorprendido como vosotros.

Ellos compartieron una mirada.

—¿Se ha ido o... "Se ha ido"? —Shaggy hacía comillas en el aire. Nolan no respondió.

—¿Y quién cojones va a darnos lo nuestro si Iker está muerto y él "se ha ido"? —preguntó Piti, su enjuto rostro morenillo entraba en pánico por segundos.

Shaggy negó lentamente y se sentó en la mesa para mirarle desde arriba.

—No. No es verdad. Nada ha cambiado. Siguen produciendo droga, siguen habiendo peleas, apuestas... —Volvió a negar para darle énfasis— No, todo sigue igual. Nacho no se ha ido a ningún sitio.

Piti le miró sorprendido, como si quisiera decirle a su amigo "¿Nada ha cambiado? ¡SI LA CIUDAD SE HA VUELTO LOCA?" pero luego, tarde, muy tarde, comprendiera que si le decía eso era para intentar engañarle y hacerle hablar. Era tan tonto como su apodo.

—Si no se ha ido está bien escondido, yo no le encuentro —dijo Nolan, arrugó la nariz rota con semblante perplejo.

—¿Si Nacho no está quién mueve lo hilos ahora? —preguntó Shaggy, que quería jugar a ser detective de misterios como en los dibujos animados. Entrecerraba los ojos apartándose de la mesa; creyendo, suponía, que bajo la máscara de frialdad de Nolan no había un monstruo real sino una persona. Bueno, se equivocaba— ¿Tú?

Nolan soltó una carcajada.

—¿Yo? ¿Y estoy aquí? ¿Por qué iba a estar aquí si fuese yo? —Nolan se encogió de hombros— Digamos que si algo he aprendido siendo perro... es que uno no debe morder la mano que le alimenta —respondió aunque él hubiera mordido, masticado y tragado—. Intento no hacer muchas preguntas, deberíais hacer lo mismo —Tomó aire cansado—. Estoy casi seguro de que vuestro dinero llegará el día de siempre, la misma cantidad de siempre. ¿De verdad queréis indagar en qué cojones está pasando y arriesgaros a que deje de llegar? No parecéis tan tontos... bueno, Tú no pareces tan tonto —Corrigió mirando a Shaggy y Piti masculló un insulto que no oyó bien.

Ellos lo meditaron unos segundos pero no parecían convencidos.

—Si Nacho no está, a ti ya no te protege nadie —dijo él en un gruñido amenazador—. Sin ficha policial ni DNI español... no existes, ¿y si te pierdes?

—Me han grabado un huevo de cámaras entrando aquí, y deben estar preguntando por esta cara bonita que tengo.

—Eso es verdad —dijo Piti mirando asustado de reojo a su compañero. ESE gesto le dijo "Hola, soy el corderito más débil del rebaño". Piti era el subordinado seguidor de Shaggy, como Joel lo era suyo, y Diego lo era de Joel. Algunas personas se sentían más cómodas siendo el segundo al mando, obedeciendo sin tomar grandes decisiones dentro de una coalición.

—Podemos retenerte aquí venticuatro horas muy incómodas —Siguió hablando Shaggy sin darse cuenta de que Nolan estaba sonriendo mirando a su amigo— ¿Y si en ese tiempo el papelito que prueba que eres menor se pierde? ¿Y si hago que en tu ficha policial pongan que tienes dieciocho?¿Y si te comes veinte años en una prisión común con rabos que agradecerán que metamos a un chapero guapo como tú?

—Amenazarme con violarme a mí... —Movía la cabeza condescendiente. Suspiró— En fin, ¿Dónde está mi abogado?

—¿Qué abogado? No sabemos nada de ningún abogado, ¿Cómo puedes TÚ permitirte un abogado tan bueno y tan caro? ¿De dónde has sacado el dinero?

—Digamos que tengo mis ahorros.

—Ya, claro. Será eso...

Nolan puso los ojos en blanco levantando la voz para que también se le oyese desde el exterior.

—Soy menor de edad, no podéis hablar conmigo sin mi abogado delante y deberías también llamar a servicios sociales. ¡Me habéis pegado!¡No me habéis informado de mis derechos! ¡Esta detención es ilegal! —Gritó bien fuerte hasta que Aurelia entró alarmada por sus voces con un café humeando en su mano.

—¿Pero se puede saber qué hacéis vosotros dos aquí? ¡Nadie puede hablar con él hasta que llegue su abogado! ¿Queréis darle material para que declaren nula esta detención o qué?

—No le han llamado —dijo Nolan fingiendo una preocupación digna de conseguir un premio de la academia de actores, se removía nervioso, asustado. Notó que unas lágrimas caían por su mejilla— Me han amenazado.

—Eso no es verdad —dijo el que se parecía a Shaggy moviendo la mano.

Aurelia le miró y arrugó la nariz disgustada. Su corazón de madre creyó instintivamente al adolescente asustado antes que a sus compañeros corruptos.

—¿Y qué hacéis fumando aquí? Fuera, por favor ¡QUE OS MARCHÉIS!

Ellos salieron por la puerta y antes de marcharse ambos pudieron escuchar como decían "puta malfollada". Le dolió, Nolan lo vio, observó con malsana curiosidad ese rayo quejumbroso que le cruzó el rostro sintiéndose menospreciada, sus cejas se alzaron curvándose durante una fracción de segundo.

Apretó los labios, pero suspirando lo dejó pasar.

—Siento el comportamiento de mis compañeros. Yo misma llamaré a tu abogado —Se dio la vuelta para salir de allí pero Nolan se mordió el labio disfrutando de un culpable impulso. Se estiró para decirle.

—Yo siento que te llamen malfollada, es una grosería —le dijo. Era sincero.

Ella se giró y alzó una ceja, dudando de que eso fuese cierto.

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—Mi cliente agradecería que no se le volviera a poner la mano encima —dijo Diego con el tono de voz más frío que le hubiese escuchado, allí todos le llamaban Señor Díaz como si fuese una gran celebridad. Desde que había llegado Nolan no había vuelto a abrir la boca, él se ocupaba de todo—. Pasaremos por alto las muchas irregularidades que presenta este procedimiento, si se nos permite la posibilidad de pactar hoy mismo la regularización de su presencia en el país; según a lo dispuesto en el párrafo cuarto del artículo 15 del Reglamento de ejecución de la Ley 5/1984, reguladora del Derecho de Asilo y la condición de Refugiado.

Aurelia soltó una risita.

—Odio la jerga de abogado, es súper larga, ¿Tú no? —Comentó ella. Nolan, siendo tan buen actor y mentiroso, supo apreciar su intento de parecer agradable y cercana. Luego se giró hacia el abogado con mala cara—. Te la denegarán, su país no está en guerra ahora, es un conflicto armado. Tú mejor que nadie sabes el vacío legal que supone eso. Además, le ha abierto la cabeza a un señor. Una lástima.

—Bueno, pero mientras se lo leen, lo discuten y deciden...

—Ganáis tiempo para solicitar protección subsidiaria por otras vías —Completó Aurelia asintiendo. Aunque algo en su manera de fruncir el ceño decía que no estaba nada segura de que esa fuese su intención.

Diego tomó aire para seguir exponiendo sus exigencias:

—También estamos dispuestos a no interponer una demanda por agresión si se considera probado el atenuante de confesión del artículo 21.4 ante el juzgado —Aurelia elevó las cejas y Diego, con voz firme, añadió—: Mi cliente se ha entregado dentro del requisito temporal, antes de saber que la investigación se dirigía hacia él, de hecho, antes de que la noticia saltase a la prensa —Le señaló con su manaza impoluta antes de colocarse bien un jersey de cuello cisne que intentaba ocultar los chupetones que el mismo pajarito culpable de haberles avisado en el momento oportuno le había hecho—, y está en evidente disposición de colaborar con la policía.

Nolan sonrió cuando dijo:

—Estoy aquí para ser sincero. Vengo de buena fe para que se haga justicia. Porque lo que tenéis aquí liado es un sindiós.

Casi se relamió del puro gusto observando el rostro inteligente de Aurelia procesando la información. Castillo parecía nervioso, no se había visto en una situación tan tensa en su vida. En San Antonio, donde nadie nunca pagaba nada... pocos interrogatorios había presenciado.

Hasta la cámara que filmaba la declaración y la grabadora de sonido que tenían a su lado eran máquinas bien anticuadas, como si no se hubiesen visto en la necesidad de renovar el material y la partida de presupuesto destinada a eso se hubiese gastado en otros menesteres; personales, suponía.

—Pretendes atenuar una sentencia a un menor. Claro —Aurelia golpeo el portafolios donde guardaban toda la información relevante contra la mesa para alinear las hojas de papel. Sonrió fría, altamente irónica cuando dijo—: ¿Y por qué no le metemos una horitas en el calabozo y luego lo soltamos con una palmadita en la espalda?

Nolan sonrió por el comentario, y Aurelia se le quedó mirando.

—Mi representado solo se limita a usar las herramientas que el código penal dispone para dictaminar el tiempo de condena, si el tribunal lo considera pertinente será él quien dicte la sentencia no usted, inspectora.

—Los abogados y vuestras trampas.

—Aurelia —Le advirtió Castillo suspirando—, creo que deberíamos hacer el trato.

—Castillo, cállate ¿No te das cuenta de lo que pretende?—le espetó Aurelia abriendo los ojos por la alarma.

—Si aceptamos se le rebajará la pena por debajo de cinco años. Si el juez decide deportarle meterán a este niño en un avión y lo soltarán en su país sin pisar una prisión —dijo Castillo asintiendo como diciéndole "Sí, lo veo, lo sé". Pero no, ella no se refería a eso.

Nolan intentó no sonreír viendo como intentaban predecir las jugadas que todavía no habían pasado. Casi podía ver como pensaba "¿Entonces por qué quiere la nacionalidad si podría librarse por esa vía?".

Diego ignoró a Castillo, bien consciente que allí la Alfa era esa pantera que negaba pensativa. El letrado añadió:

—Le recuerdo, inspectora, que la vigencia del artículo 89 contempla la expulsión del país como un sustituto completamente válido a las penas privativas de libertad para extranjeros...

—Extranjeros mayores de edad —susurró ella pensativa. Mucho más inteligente que Castillo.

Diego siguió hablando simulando no escucharla deliberadamente.

—Condenados en sentencia firme a...

—Más de un año y menos de cinco. Lo sé, letrado. Gracias.

Nolan dejó de prestar atención a esa conversación tan importante y vital para mirar con curiosidad a su alrededor, la pequeña sala tenia dos barras de luces que parpadeaban un poco. tictictictictictic.

—La legislación es la que es, Aurelia ¿Qué podemos hacer los simples mortales contra el código penal? —La Voz de Diego cuando hablaba de sus detalles de abogado era tan atrayente que Nolan, con la boquita bien cerrada, alzaba las cejas escuchando mientras admiraba el tintineo de la luz— Mi cliente sigue sangrando, ¿llamamos ya a un doctor para hacer el parte de lesiones?

—De hecho —Dijo Nolan frunciendo el ceño incorporándose de nuevo a la escena teatral—, Me empieza a doler mucho la cabeza Diego. Me han pegado mucho. Me duele tanto... ¿y si le pides a algunos de los periodistas que han gravado como me reventaban la cara las imágenes?

—Es cierto, señor Shevchenko. Necesitamos esas grabaciones para la denuncia, en caso de que...

"Señor Shevchenko, me gusta".

—¡VALE! Mira Aurelia, lo que menos nos interesa es mover el fango que tenemos aquí —Exclamó Castillo golpeando la mesa—. Admitiremos ante el juez la colaboración por la confesión y dejamos el asunto tranquilo, ¿Vale?

Aurelia cerró los ojos lamentándose de lo manipulable de su compañero.

—¡Hecho! Me parece bien. Ya no me duele tanto —Nolan movía las manos y las esposas metálicas se le clavaban en las muñecas.

—En tal caso mi cliente se encuentra en plena disposición de colaborar en la investigación —Diego respiró hondo y les sonrió.

Nolan se giró para mirarle. El abogado disfrutaba y se le veía, su ego debía estar retozando.

Aurelia abrió su portafolios y sacó las fotografías impresas del escenario del crimen.

—Entonces, me podrás explicar qué pasó ese día para que hicieras... —Colocó frente a él la fotografía de un amasijo de carne pútrida que reconoció lo que fue la cabeza de Bernardo Crandford— Esto.

Diego parecía tenso, estremecido miró la foto y luego clavó sus ojos en Nolan repentinamente asustado; pero el abogado frío que había en él se controló a sí mismo para disimular esa reacción.

Nolan no sentía absolutamente nada mirando esa fotografía que arrancaría pesadillas en cualquiera, le hubiese gustado estremecerse o algo como las personas buenas... pero él no era una buena persona, solo deseaba que Diego no se lo contase luego a Lucas para alejarle de él. Aunque... ¿Quién podría reprochárselo?

"No pienses en Lucas, céntrate".

Nolan miró la foto, y miró a Castillo. El oficial tragó nerviosamente.

Luego fijó su ojos en el cristal polarizado unidireccional.

—Debe ser difícil mirar así a tu amigo, ¿Verdad?, Castillo — Nolan dibujó un puchero en su rostro— Parece que fue ayer cuando hacíamos esa fiesta, ¿eh? —Cerró los ojos recordando, aunque poco podía entrever entre sus recuerdos emborronados por tantas drogas— Oh, Dios, hecho de menos la morfina. También echo de menos tus manos y esa pollita tuya tan mona. De todos los que estaban en esa habitación tú eras el que la tenía más, más limpia.

Aurelia dibujó una mueca extraña intentando no mirar a su compañero.

—No d-digas más t-tonterías... —Consiguió decir en un patético intento de fingir que no sabía de lo que hablaba.

—Pero a mí lo que me gustaba era cuando estábamos tú y yo solos, Agustín —le dijo humedeciéndose los labios— ¿Te acuerdas? Esas tardes en un casa...

Y acto seguido Nolan ladró.

Castillo reaccionó como Nolan esperaba que hiciera, intentando apagar de inmediato la cámara para que no captase el buen puñado de parafilias extrañas que le solía pagar por satisfacer, entre las cuales se encontraba la de follar con un ser humano que fingiera ser un perrito fiel. El único tipo de fidelidad que Castillo podía comprar.

Pero Aurelia se lo impidió. Le agarró con sorprendente fuerza del antebrazo y le advirtió con penetrante frialdad que ni se atreviese moverse; y mucho menos a apagar la cámara.

—Creo que necesitas un café, Castillo. Ya sigo yo —Su voz estaba envenenada. Nolan le sonrió dejando de ladrar.

Debes asegurarte de que la grabación del interrogatorio sea tan jodidamente bochornosa para ellos que no la quieran mostrar para usarla en tu contra cuando empieces a soltar del hilo.

Tras una pausa intentó volver a parecer profesional. Mierda, de ella no tenía nada que pudiera provocarla lo suficiente sin delatar a Joel.

¿Se habría marchado ya su pajarito de su casa? Esperaba que sí. De todas formas debía protegerle.

—Bueno, entonces cuéntame qué pasó ese día —Insistió ella amablemente, no era verdadera amabilidad, por supuesto—. Cuéntame todo lo que recuerdes ¿Te despertaste pronto?

—No llegué a dormir. Yo no duermo mucho... —respondió manso, encogiéndose de hombros.

—¿Y eso?

—Tengo pesadillas, prefiero aguantar despierto.

—Pesadillas, ¿De qué tipo?

Se removió inquieto, incómodo.

—¿Tengo que contestar? —Miró a Diego, que asintió.

Intentarán hacerte daño para desestabilizarte, para tener el control. Finge, deja que crean que están ganando... pero no les dejes.

—Debes colaborar con la investigación.

Nada le apetecía menos que remover esos malos recuerdos.

—Suelo soñar con el daño que me hacían de pequeño. Cuando cierro los ojos sigue doliendo, aunque ahora ya nada me duela cuando estoy despierto.

—Mi cliente es una clara víctima de traumas debido a fuertes abusos continuados durante años —Añadió Diego con tonito condescendiente, aunque Nolan sabía que solo lo dijo para burlarse de él. Vaya cabrón.

—¿Es usted psicólogo también, abogado? —preguntó ella elevando las cejas para fingir sorpresa. Diego soltó una risotada. Se giró hacia Nolan—. Sigue, cielo.

"Es borde con él, pero amable conmigo. Quiere que me sienta agradecido".

—Por eso el jueves no dormí, me quedé viendo la tele.

—¿Algo interesante? —Le hablaba con el cariño de una madre, jugando la carta del huérfano con Mommy Issues. Menuda zorra perspicaz.

—Vi un documental sobre las gallinas. Lo ponían en el canal dos.

Aurelia apuntó algo en su libretita, su mano suave apretaba fuerte el bolígrafo.

—Vaya —murmuró.

—¿Sabéis que las gallinas enjauladas se vuelven caníbales? —Tanto Aurelia como Diego dibujaron muecas de asco en su cara— Sí, es la principal causa de muerte entre aves de corral. Se comen entre ellas.

—¿De veras?

—Sí, sí. Picotearse es su forma de establecer un orden social, pero... al principio, una de ellas empieza a picotear al resto menos suave, poquito a poco. La costumbre se intensifica, y esa gallina ya no pica como el resto; hace daño. Hace heridas en las que están por debajo de ella. Y al final prueba sangre. La sangre las vuelve locas ¿Sabíais eso? Cuando prueban la sangre no pueden parar.

—No —dijo Aurelia chasqueando la lengua fingiendo interés. Dios, le gustaba esa mujer— Estoy aprendiendo mucho hoy, sigue, cielo.

—Dicen que es por las proteínas de la sangre, les flipa. La gallina loca ya no picotea, muerde. Mata. Y se come a sus hermanas, a las que están por debajo en la jerarquia social.

—La jerarquía de las gallinas.

—Sí. Y esto me encanta —Se echó hacia delante para contarle— ¿Sabes lo que pasa entonces? Es genial. Entonces, el resto de gallinas picoteadas por ella empiezan a imitarla, porque si no comes te comen, y ellas también empiezan a picotear y a devorar la carne de las gallinas que están con ellas. Una se vuelve loca, y de pronto... todo el puto gallinero empieza a comerse entre sí para devorar al más débil. Y así somos un poco las personas, ¿verdad? ¿No funciona así?, Somos como esas gallinas asustadas, comiendo para que no nos coman.

—Extraña filosofía, pero supongo que sí. Entonces, ¿Qué pasó por la mañana del jueves quince? — Colocó unos folios que Nolan no leyó—. En este informe se confirma que eran tus huellas las encontradas en la cinta americana.

—A Berni le gustaba jugar a atarnos.

—También están presentes las de Bernardo —añadió Diego para darle paso a su cuartada.

—Sí, abogado. Se leer —le dijo Aurelia sin mirarle—.También era tu sangre la que estaba en el suelo de ese piso, ¿Por qué sangrabas tanto, cariño?

—Él me apuñaló en el costado.

—Entonces deberemos realizarte un examen médico para confirmar eso, lo entiendes ¿No?

—Sí. Lo entiendo. ¿Y las de la pared?

—¿Qué?

Nolan tomó aire acercándose para decirle.

—La sangre de las pared, la del cabecero de la cama... ¿Sabéis a quién, o más bien a quiénes, pertenecen ya?

—Están analizándola.

—Aurelia, inspectora, señora mía —le susurró más bajito todavía. Ella lanzó una mirada nerviosa a la grabadora, si susurraba así no captaría bien su voz—. Cotéjala con los chicos muertos.

Ella frunció el ceño. Sus miradas no podrían haber estado más atadas, ella le recorría los ojos buscando en ellos falsedad, o algo que le indicase sus intenciones, pero solo encontró su advertencia.

Nolan no se había sentido tan unido a unos ojos en su vida, ni siquiera a los de Lucas, ni siquiera con Joel. Le hablaba sin hablar. Dios, y ella comprendió.

—No murmures y dime qué hiciste el día jueves quince —le dijo ella completamente tensa.

Nolan hizo memoria. Soltándose de esa extraña unión.

Sobre las seis de la mañana de ese día empezaba a amanecer. Nolan dejó de ver la televisión, se deslizó descalzo y fue hasta la habitación de Lucas para despertarle para que no llegase tarde a trabajar, como hacía siempre que prefería permanecer en vela. Le gustaba meterse en la cama, gatear hasta él y acurrucarse a su lado despacio para fingir que había dormido junto a él; luego tocarle la cara con las yemas de los dedos para que se desvelase poco a poco, o tal vez darle un beso si es que no estaba babeando mientras roncaba.

Pero no iba a contarle eso. Sin embargo, Nolan abrió la boca y ya no paró de hablar, se lo contó todo manipulando la realidad según su conveniencia.

Obvió el nombre de Lucas por completo en su relato, y a Joel, y a Sol. Los dividió en diferentes personas imaginarias con diferentes nombres pero de apariencia parecida para que aunque Aurelia quisiera contrastar su relato le fuera imposible acusarles tan fácilmente sin pruebas o testigos.

Luego les habló de Nacho, y de los gustos raros de Crandford, de que solo se le ponía dura cuando venía a alguien sufrir dolor sin quejarse, como si lo que realmente le pusiera cachondo no fuese provocar daño sino la admiración de quien aguantaba estoico; y que si eso no pasaba... si gritaban, entonces se enfurecía.

—Yo no suelo quejarme, no me gusta parecer débil, me aguanto —les dijo sin poder aguantar un mohín infantil meditándolo—. Supongo que por eso prefería llamarme a mí. Yo creía que era por algún tipo de movida de sumisión, pero no. Ese día me llamó a través de Nacho y yo acepté, él pagaba mucho.

Repentinamente todos los presentes parecían estar obligándose a parecer menos incómodos de lo que estaban. El ambiente podría haberse cortado con cuchillo. Diego estaba pálido.

Pase lo que pase no admitas que fuiste a ese piso con la intención de hacerle daño. En la premeditación está el agravante de asesinato. Le mataste en un arrebato, tú plan inicial no existió jamás.

—¿Y por qué justo ese día temiste por tu vida? —preguntó ella repitiendo textualmente sus palabras dándole pie para que encauzase su defensa confiado, a ver si así cometía algún error. Maldita sea, se empezaba a divertir.

Aurelia no interrumpió a Nolan, dejándolo hablar de como Crandford , su cliente, le había descubierto comprendiendo como en una revelación repentina frente a esa estantería que esos objetos pertenecían a los demás chicos muertos.

—¿Los demás?

—Los otros once chicos que ha matado —respondió él obligándose a humedecer sus ojos frente a la cámara—. En esa estantería había nueve objetos...

—Ocho.

"El reloj Aurelia, el reloj".

—Es cierto, ocho —Nolan tomó aliento echándose un poco hacia delante, las esposas hicieron ruido— Y—yo... Yo... Ese jueves fui a hacerle un trabajito a Crandford, como otras veces. Pero ese día fue diferente. Cuando llegué. Vi que estaba raro. Muy raro. Me dijo que estábamos esperando a alguien, que nos dio plantón y por eso estaba muy enfadado.

Aurelia plantó frente a él la fotografía de las dos jeringuillas.

—¿Por eso había dos?

—Una para mí, y otra para alguien que no vino. No sé quién era porque Bernardo era muy reservado con sus jueguitos de sádico fetichista.

—¿Y qué pasó después?

—Después vi una cámara. Él no me había dicho nada de grabarlo en vídeo, eso no me gusta. Pero no le dije nada. Fui a desnudarme a la sala del fondo, pero...

—¿Pero?

—Vi la estantería, y vi la tele. Había tarjetas SD, yo solo quería saber qué era lo que quería hacer con la cámara. Y le di al play del reproductor. Y lo vi.

Estaba llorando de nuevo, eso le daba algo de veracidad a su relato.

"Me voy a deshidratar".

—¿Qué viste?

—Mi amigo. Sky. El chico que encontraron muerto en el río... Él le estaba matando. Le pegaba, le pegaba sin parar porque no se callaba, gritaba porque le dolía. Le daba tan fuerte que oía como sus huesos se...rompían y ... y... no... Yo... Lo entendí. Esas cosas eran cosas de amigos míos. El anillo de Jeque, la hebilla de cinturón de Héctor. Yo les conocía y... murieron. Y sus cosas estaban allí. Dios mío, Dios mío. Y me iba a pasar lo mismo a mí. Y.. Y... Crandford intentó agarrarme... me... Y en la televisión estaba mi amigo...

—Mi representado está muy alterado —dijo al instante Diego acercándole un vaso de agua.

—Le pegaba muy fuerte, y... y... y yo tenía miedo. Intenté irme...y me apuñaló. Lo siguiente que recuerdo es que sus sesos calientes me cubrían los dedos y yo le pegaba y le pegaba, y le pegaba.

—¿Cómo lo hiciste?

—No recuerdo como lo hice, sé que lo hice.

—Me estás diciendo que no estabas en tus plenas facultades mentales, tu abogado te ha aconsejado bien.

Todos oyeron un golpe fuerte en el cristal unidireccional, ni dos segundos tardó Cañete en salir de la habitación desde donde observaba a través del cristal el interrogatorio e irrumpía en esa habitación para detener la grabación de la cámara y la de la grabadora. La lucecita roja se apagó y Nolan pudo dejar de actuar.

Joder, ¿Cómo podía hacer Joel eso continuamente sin agobiarse? Nolan no llevaba tan bien lo de fingir ser vulnerable durante tanto tiempo, el lobo que llevaba dentro se sentía apretado en pieles de cordero.

Mientras él recuperaba su postura habitual agradecido de poder dejar de usar máscaras que no eran propias Cañete casi tiró de Aurelia hacia afuera.

—No podemos aceptar esa confesión —dijo Cañete tan alterado que le escuchaban aunque estuviesen en el pasillo—No. No podemos.

—Oye, Nolan ¿Estás bien? —le susurró Diego girándose hacia él. Nolan retiró un segundo la mirada extrañado de las sombras del pasillo para mirarle sin entender. Se agachó para limpiarse las lágrimas de las mejillas con sus manos inmovilizadas. Levantarlas no podía, pero sí agachar el torso hasta ellas.

—Se llama actuar, Diego.

—¿Estabas llorando de mentira? J—joder... —Le miraba a la cara asustado. Nolan decidió centrarse de nuevo en una conversación más provechosa— ¿Has pensado en dejar el crimen organizado y meterte a hacer teatro?

—Sí, ahora mismo me voy a Broadway. En eso estaba pensando —susurró Nolan haciendo ruido con las esposas que enrojecían la piel de sus muñecas para enseñárselas.

—¡Pero si es lo que ha pasado! —exclamaba Aurelia desde el pasillo.

—¿Y defender públicamente que Bernardo Crandford era un asesino en serie y por eso este imbécil lo mató?

—¿O más bien aceptar públicamente que tú ayudaste a ocultarlo? ¿Por qué lo ocultaste, Cañete? ¿No tendrás algo que contarme...?

—¿Qué cojones insinúas, zorra?

¿Es que no se daban cuenta que aunque estuvieran en el pasillo en ese edificio tan antiguo se escuchaba todo?

—De hecho —dijo Nolan en voz alta, sin la cámara grabando podía hablar sereno y sin fingir un ataque de nervios. Ambos se asomaron desde la puerta sorprendidos. Aurelia arrugó la frente tan ofendida como extrañada se sentía. Nolan sonrió—, Creo que es preferible que seáis vosotros quien informe de los hobbies de Crandford porque... bueno, tarde o temprano la información se filtrará en internet. Sus grabaciones gore, sus llamadas a Nacho, sus sms...

Silencio. Eso fue lo primero que inundó cada esquina de la sala, y luego el arrullo de la ropa de Cañete frotándose en cada paso hasta llegar frente a ellos.

—¿Es eso una amenaza? —inquirió Cañete apoyándose en la mesa metálica. Su angustia hacía zozobrar sus composturas de hombre confiado.

Nolan dobló la cabeza hacia Diego sin apartar la mirada de Cañete.

—Abogado, ¿Alguna de las palabras que han salido por mi boca podrían incurrir en un delito de injurias, amenazas o coaccion? —preguntó. Diego, muy lentamente, negó.

—No.

—No. La ley dice que no es una amenaza —repitió Nolan sonriendo—¿Se ha sentido usted amenazado, Comisario? Pobrechito hombrechito.

El hombre miró hacia la cámara apagada. Luego hacia Aurelia, que les observaba cruzada de brazos. Ella era su propia cámara, usaría sus palabras en su contra para denunciarle si actuaba de manera poco profesional.

Bueno, solo debían tensar la cuerda un poco más...

—No.

—Genial. Porque ESTO sí es una amenaza: Vamos a usar contra vosotros vuestras propias trampas —Su voz mordía, dejando entrever su malestar. lo mucho que le ardía el pecho de odio y rabia—. Seréis como esos cazadores que se olvidan donde han puesto el cepo y ¡PAM!, amputado —El hombre retrocedió confundido por la locura que debía ver en sus ojos—. ¿No es curioso como la palabra amputado e imputado se parecen, Comisario?

Aurelia frunció el ceño. Cañete comprendió a qué se refería, la pierna seccionada de Iker había sido un castigo por sus delitos.

—¿Vamos? —preguntó ella, sin embargo.

Nolan le miró bruscamente. Diego apretó el bolígrafo apretado en sus manos.

—¿Te refieres a la pierna de Iker?¿Cómo sabes lo de Iker? —preguntó Cañete sin reparar en la gramática y sí en el contenido de sus palabras— ¿Sabes tú dónde cojones están los...?

No terminó la frase, seguramente para no delatarse aunque lo estuviera haciendo. Genial. No estaba seguro de que Cañete estuviera al tanto de las acciones de Iker, pero se lo acababa de confirmar él mismo.

—Yo lo sé TO—DO —dijo Nolan mirándole tan fijo que se obligó a pestañear para no parecer un sociópata delante de Diego, que parecía tan tenso como una viga de obra—. También sé que tienes doce mil razones al mes para escucharme sin tener a Aurelia presente.

Cañete abrió los ojos, se giró hacia Aurelia y le señaló la puerta.

—Aurelia, sal de aquí ¡AHORA!—Ordenó. Ella se cuadró, regia y segura de plantarle cara. Pero Cañete no dejaba de ser su jefe, y su jefe no admitía insubordinación. Cerró pegando un portazo. El silencio en la sala duró poco— ¿A qué juegas Nolan?

—¿Tengo pinta de estar jugando? —Su voz seria sonó casi dolida— ¿La muerte de esos chicos te parece un juego?

—No pienso hablar contigo de esto con tu abogado delante.

—Mi abogado se queda donde está. No tienes que hablar, solo escuchar. Comisario Cañete, colega... Estas jodido. Os voy a picotear como esa puta gallina loca hasta que todo salga a la luz, y sabes que lo haré —Nolan bajó la mirada hasta la quemadura de su mano—. Tú eres quién más tiene que perder aquí. Has colaborado con cinco asesinos en serie, has hecho la vista gorda, manipulado pruebas, aceptado sobornos... Joder, estás de mierda hasta el cuello ¿Cómo se llama eso, Diego?

—El principal es cohecho. Aunque son tantos delitos que no sabría por donde empezar la lista.

Cañete apretaba la mandíbula, los señores de mediana edad no solían llevar bien que les vacilase un chapero marginal de mierda que se creía por encima del bien y del mal.

—¿Qué quieres? ¿Por qué estás haciendo esto? —preguntó Cañete sentándose en la silla que Aurelia había dejado libre.

"Bien, pactemos".

—Supongo que no echaban nada en la tele y me dije "¡Oye! ¡Pues vamos al talego!" —Bromeó él soltando una risita—. La culpa de todo es de Prision Break, salen tantos hombres guapos que claro... me confundo.

—Yo también he estado haciendo preguntas, ¿Sabes? Dicen que has ido hablando en nombre de un Jefe nuevo, ¿Es eso verdad? ¿Tienes nuevo dueño?

Nolan se echó hacia delante ignorando la pregunta; lo cual, lo sabía, sería tomado como una afirmación.

—Quiero ofrecerte un trato. Solo a ti — Diego se giró hacia él sorprendido. Puede que Nolan no hubiese sido del todo sincero con su abogado. Nolan no había sido del todo sincero con nadie—. Hacías la vista gorda porque Nacho te pagaba...

"Ahora podemos pagarte nosotros", pero no lo dijo porque él le interrumpió.

—¿Qué has hecho con Nacho, Nolan? —Se le notaba angustiado, ¿Acaso tenía miedo el comisario? Nolan sonrió mirando hacia un lado cual niño travieso.

¿Cómo responder sin hacerlo?

—Él se ha ido, se ha marchado para que el asunto de Crandford no le salpique.

—No te creo, ¿Está muerto?

—Nos ha dejado tirados, creértelo. Crandford intentó matarme cuando descubrí que Nacho le vendía a sus chicos y yo le maté; y Nacho, el muy mamón se asustó y se fue. Le he buscado y no está, se ha ido.

—¿Y su dinero?

No respondió.

"Venga, Cañi, llega tú solito a la conclusión. No puedo decírtelo ahora".

—¿Hace falta que las esposas estén tan, tan apretadas, Señor Don Cañete? —Se burló elevando las esposas tanto como pudo. Sus ojos brillaban en llamas, lo sabía, se notaba esos lobos que siempre le ladraban en la oreja aullando feroces.

—Eres un Sociópata hijo de puta y un asesino, sí. Deben estar tan apretadas.

Nolan suspiró soltando una carcajada sardónica.

—La ciudad pertenece ahora a otro hombre, y toda la mierda que has ayudado a ocultar te salpicará en la cara a TI. Es eso lo que te da tanto miedo, ¿Verdad? Te ha traicionado —Hizo una pausa para dibujar un puchero burlón pero él no contestó. Carraspeó— ¿Y si... te ofrezco una vía de escape? Si me ayudas, Cañi, podemos hacer que parezca que fuiste engañado, que no has sido el puto trozo de mierda corrupta que eres —Nolan tomó la fotografía de Crandford y se la mostró—. Yo hice esto, maté, y aceptaré la sentencia del juez. Pagaré por lo que he hecho... porque TÚ vas a asegurarte de que todos sepan lo que él hizo aceptando mi confesión.

—Me señalaré di te dejo soltar del hilo—susurró para sí mismo.

Pero se obligó a sonreír y a decir:

—No si desde el principio lo arreglamos para que seas una víctima confundida por las pruebas de un asesino en serie.

—¿Pero por qué...?

—Ya lo he dicho, quiero justicia. Quiero que la muerte de mi amigo no sea en vano —Respiró hondo y suavizó el tono tanto como fue capaz.

—¿Y vas a aceptar ir a la cárcel para eso? —Parecía receloso, como si no se creyese que fuese a inmolarse por ese motivo, como si la muerte de Sky no fuese algo que considerase importante— ¿Qué vas, de justiciero?

—Como el puto Batman pero más pobre, más guapo y más cabreado. No pararé hasta que se vea de qué pie cojea quién. La pregunta es, comisario. ¿Estarás a resguardo cuando empiece a llover la mierda?

—¿Qué me propones si acepto tu versión de los hechos? No será gratis.

—Pon una cifra.

***********************************************************************************************

—¿Te ha gustado la actuación? — preguntó Nolan cuando le dejaron a solas con su abogado antes de trasladarle al calabozo donde pasaría la noche. Diego seguía pálido y bufó disgustado. Recogió su papeleo y apagó el teléfono móvil escondido entre la tela de su chaqueta cuya grabadora llevaba encendida desde que comenzó el interrogatorio. El abogado envió al instante la grabación que incriminaba al comisario aceptando sobornos de un reo sin que Nolan, en realidad, soltase demasiada mierda sobre sí mismo.

—Eres un payaso —le dijo con ese rencor espeso y profundo que rezumaba hacia él desde que se conocieron. Nolan se encogió de hombros, razón tenía. Pero al final el abogado dirigió sus ojos verdes hacia él y le tomó las manos para asegurarse de que estaba bien— Te han apretado las esposas muchísimo.

Asintió lentamente.

—Me van a putear lo que no está escrito. Pero no se lo digas a Lucas, dile que me tratan bien—dijo Nolan con mirada suplicante—. Por favor. No quiero que se preocupe.

—No se lo creerá, pero sí. Intentaré tranquilizarle. Si la policía no va contra nosotros podré darle buenas noticias pronto, el juicio será medianamente favorable.

—No se meterán si le pagáis a tiempo y cumplimos lo de no implicarle. O eso es lo que quieren que crea.

—No te sigo.

—Lo que Cañete quiere es tenerme encerrado, bien agarrado por los huevos, a su merced para intentar saber donde tengo el dinero de Nacho. ¿Por qué crees que he accedido a pagarle lo que me ha pedido? — Diego le miraba sin comprender. Nolan añadió extendiendo las palmas de las manos desesperado—: ¿Por qué crees que me ha pedido tanto dinero?

—No te aguanto.

—Pedirme esa cifra ha sido su forma de preguntar si YO tengo el dinero de Nacho, aceptando le estoy diciendo que sí, ¿De qué otra forma podría conseguir tanta pasta? Así colaborará, por el dinero, y no me matará nadie porque... Porque saber dónde escondí el dinero es lo único que les importa. Al final... enviarán a Aurelia para intentar sacarme el secreto.

—¿Y te estás metiendo voluntariamente en la boca del lobo?

—Yo soy el lobo. — Diego se le quedó mirando— Por cierto, ¿Está Joel ya a salvo?

—Sí, se va a quedar en mi casa esta noche—le dijo, parecía inflar su pecho al decirlo como si estuviese orgulloso de estar enmendando su error inicial.

—Te gusta, ¿eh?

Diego se giró intentando fingir que no le había puesto nervioso.

—¿Crees que este es el mejor momento para hablar de eso?¿A ti qué te importa?

Nolan soltó una risita.

—¿Y por qué no? No tenemos un después.

—Se supone que este rato a solas es para ultimar detalles de la conf...

—Sí, sí. Voy a ir a la cárcel y blablablá. Me entretiene más tu corazoncito confundido, ¿Te gusta o no? —Diego gruñó frases ininteligibles e inconexas— Mira que entiendo idiomas, pero el Klingon no está entre ellos. ¿Te gusta o no?

—¿Quieres que te represente o no?

—Bah, no te pongas gallito conmigo. Pretendes cortejar a mi amigo del alma, tío, somos hermanos de otra madre, solo quiero saber qué intenciones tienes ¿Acaso habéis consumado fuera del matrimonio?—Al decirlo se le escapó una risita que le restaba absolutamente toda seriedad, aunque intentó callarla.

—¿Pretendes que te pida su mano o algo? Llegas tarde.

—Vaya, vaya, entonces ya habéis consumado —Burlarse de Diego era una afición que echaría de menos. Soltó una carcajada disfrutando de la expresión de Diego que rodaba los ojos queriendo decirle "OBVIO". Intentó ponerse serio para decirle—: ¿Te doy un consejo, Diego? No te enamores de Joel. Él no puede amar, y te acabará rompiendo el corazón en un montón de trocitos.

—Tú no lo sabes todo —Gruñó, e incómodo se rascó la barba girándose bruscamente.

—¡YA LO ESTÁS! —Exclamó Nolan haciendo ruido con sus esposas— ¡Estás pillado de ese grandísimo estafador! Buah, qué putada...

—Sigue así y te defenderá un abogado de oficio.

—¿Quieres otro consejo?

—Quiero que te calles —le espetó y Nolan obedeció dibujando una mueca en su rostro. Mientras Diego cerraba la carpeta con sus papeles, de los que pendía su libertad, clavó los ojos de nuevo en el tintineo caótico de las barras de luz. Diego suspiró bajando los hombros, y se giró hacia él soltando el aire completamente rendido por sus propios sentimientos— Sí, quiero otro consejo...

—Aclara lo que sientes tú, que no sabes ni lo que quieres.

—Quiero estar así, pero... que esté él. A mí todo ese rollo que tienes con Lucas de compartir piso y haceros la cena me agobiaría mucho; y a él también. Yo...yo no sé lo que quiero. Yo...

—Madre mía, menudo cacao mental llevas. Habla con él, anda —Diego respiró hondo de nuevo, asintiendo. La idea parecía asustarle muchísimo—. Diga lo que te diga, pase lo que pase... cuida de él. SÉ su amigo. Joel es un manipulador, pero también es muy manipulable. Es un psicópata esclavo de sus parafilias, su religión, su corazón y su polla. Depende de otras personas para sentir algo, ¿lo entiendes? Y es capaz de todo si llega a gustarle lo que siente, no tiene remordimientos, ni miedo, ni barreras morales ¿Te das cuenta del poder que tiene quién consiga hacerle sentir bien? Si se rodea de una mala influencia...

—¿Alguien peor que tú?

Nolan le ignoró para acabar su advertencia:

—Si se junta con otro psicópata que tampoco sienta remordimientos, ni miedo, ni moralidad... —Diego entendió por donde iba y Nolan alzó una ceja asintiendo— Aleja a Yuri.

La puerta se abrió de un movimiento sonoro que pilló a Diego abriendo la boca para preguntar algo.

Unos agentes les dijeron que el tiempo se había acabado y que debían llevárselo.

—Iré a verte en dos días, ¿Vale? —le dijo, en sus ojos vio una enorme preocupación. Aunque no se llevasen bien... Diego no era una persona vengativa, le veía sufrir con toda esa situación.

—Cuida de él —le dijo mientras los agentes le esposaban a la espalda pegándole tirones que le dolieron más de lo que esperaba, esas esposas realmente estaban MUY apretadas. ÉL era Lucas, y Diego lo sabía. Asintió.

***************************************************************************

El pasillo hasta el calabozo que sería su hogar durante el tiempo que las instituciones considerasen oportuno antes de trasladarle a una prisión de menores de manera preventiva era estrecho, grisáceo, el suelo era muy brillante y olía bien. Ese túnel a un destino tan funesto se le estaba haciendo bastante agradable, de hecho.

—¿Te gusta el olor a fregasuelos, Piti? A mí me gusta—preguntó echándose un poco hacia atrás para poder mirarle a la cara, aunque fuese de perfil mientras él y su compañero le empujaban por el pasillo.

—Cállate.

—Pensaba que os apetecía charlar.

Esa mano que le agarraba del bíceps con fuerza se apretó tanto que antes de ser empujado contra la pared ya sabía que iba a ser estampado contra ella.

—Oh, ¿te has tropezado? Pobrecito —Soltó su compañero Shaggy. Seguía flipando con el parecido, es que hasta la nariz era parecida; aunque, que él recordase, en los dibujos era temeroso y un buen tipo.

—Fernando, pero no le hagas eso... las cámaras de seguridad... —Susurró Piti mirando alrededor hasta encontrar la pequeña bolita negra en el techo.

—No pasa nada —dijo Nolan sonriendo desde el suelo— Me he caido, es que soy torpe que te cagas.

—Así me gusta —gruñó Fernando, alias Shaggy—. Solo quiero que abras la boca para decirme d...

—¿Dónde está el dinero de Nacho? —interrumpió Nolan levantándose. Ambos se quedaron quietos, mirándole mientras se ponía en camino hacia la celda. Volvieron a sujetarle del brazo aunque ya no tiraban de él con la misma violencia.

—¿Lo tienes tú?

—¿Por qué no le preguntáis a Cañete? —Soltó simplemente. Miró a Piti, el eslabón débil. La gama de expresiones de su rostro iban desde la sorpresa, a la incredulidad hasta a la más genuino dolor del ultrajado.

—Cañete no sabe nada —Se apresuró a decir Shaggy, pero tampoco parecía muy convencido—. No, él está tan preocupado como... noso...tros...

Casi podía ver como la duda, igual que los gusanos que se retuercen en manzanas sanas para agujerearlas y corromperlas, entraba en ellos y en su patética alianza basada en la codicia. ¿Acaso ellos no traicionarían al resto por tanto dinero? ¿Acaso la avaricia no es la más veleta de las razones?

—Pero si Cañi trabaja para mí, colegas ¿Qué decís?—le dijo Nolan, se le estaba poniendo dura manipulando a esos dos imbéciles.

—Está mintiendo, no le escuches —Le dijo Shaggy al eslabón débil. 

—¿Cómo iban a aceptar mi confesión si no fuese así? —dijo Nolan al instante— Pensadlo.

—No, no puede ser.

—Yo pensaba que lo sabíais —les dijo sin darles descanso con su tono embaucador—. Me dijo que no hacía falta que os lo dijera porque ya estabais al tanto, pensaba que iba a repartirlo con vosotros. ¿No os ha dicho nada durante todo este tiempo? Jo-der.

—Mientes.

—Como quieras, a mí me da igual... pero lo que es, ES —Susurró encogiéndose de hombros. La puerta de su celda era de metal, pintada de un feo color beige. Se apoyó en la pared mientras la abrían.

—No puede habernos traicionado, ¿No? —preguntó Piti a su compañero. Decir que estaba al borde de un ataque de pánico era poco. Shaggy lo meditaba— ¿Este hijo de puta nos ha traicionado? ¿Por qué?

—Por dinero —La carcajada

—La raza humana es peor que las gallinas —susurró Nolan observando su miedo. La puerta se abrió. 

"Es el momento de que os comáis entre vosotros".

—Pretende echarnos la culpa a nosotros, quedarse él con todo el dinero y dejarnos fuera del negocio, ¿Es eso? ¿Eso pretende?

Nolan fingía no prestarles atención pero sonrió de lado. 

—Qué cabrón mentiroso, ¿Eh? —soltó Nolan riendo. 

Las ideas eran como el moho, y más la desconfianza; una vez plantada la espora, incluso aunque no lo pareciera, lo infectaría todo. Más se rompería cuando oyesen la voz de su jefe aceptando el trato, 

"Comeos gallinitas, pitas, pitas, pitas".

Se adelantaron hasta meterle en la celda, le agarró de la cabeza y se la estampó contra una de las paredes. Piti se colocó en la puerta para hacer sombra y que la cámara no captase lo que pasase allí dentro.

Buf, Iba a ser una noche muy larga. 

*
*
*

Fortsett å les

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