Blindness || a. i.

By irwinsickmind

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Donde una chica con ceguera cae perdidamente por un chico que tal vez jamás podrá ver, entendiendo con él lo... More

Introducción
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve

Capítulo nueve

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By irwinsickmind

—Ya es hora, pequeña. Por fin eres libre.

Sentí cosquillas en mi nariz.

—Vanessa, despierta. Es la una de la tarde.

Me levanté rápidamente. No pensé que fuese tan tarde ya.

— ¿La una de la tarde?

—Ya es hora de irte, Luke está esperándote.

Sonreí simplemente por dos cosas: 1) Ya podría salir de aquí, y 2) Luke estaba esperándome, ya que pensé que no vendría por mí.

—Luke trae ropa para ti, iré por ella.

—Gracias, Clary.

Después de unos segundos, ayudó a vestirme. Sí, me incomodó un poco, pero ella había estado ayudándome a ducharme estos tres días de hospedaje.

—Luces hermosa —comentó.

— ¿Qué me ha traído Luke?

—Te trajo un vestido floreado y unos zapatos que combinan bastante bien. Además de guapo, sabe lo que te queda a la perfección.

Salimos de la habitación y me guio hacia la salida del hospital.

— ¿Estás lista? —La voz de Luke preguntó.

—He esperado esto por horas.

—Te extrañaré, Vanessa.

Me abrazó fuertemente, a lo cual yo le correspondí con un beso en la mejilla.

—Recuerda que vendré a verte, no te preocupes.

—Está bien, te estaré esperando. Y por cierto, tienes que venir cada miércoles para tu revisión diaria de la vista y cabeza.

—Vale, los miércoles estaré aquí.

—Bueno, es hora de irse —dijo Luke.

Y Clary volvió a abrazarme.

—Ya, Clary, no te pongas triste. Harás sentirme igual que tú.

—Lo sé, pero… vendrás a verme, ¿verdad?

—Ya te he dicho que lo haré. Luke, ¿verdad que yo siempre cumplo mis promesas?

—Hmmm… pues…

Le di un codazo, no estaba ayudando mucho.

— ¡Por supuesto que sí cumple! Es más, yo vendré con ella a visitarte, ¿te parece, Clary?

—Me parece perfecto.

Después de unos minutos, me despedí de Clary y nos fuimos. Luke trajo por fin su coche, por lo que se me dificultó un poco subir en él.

—Será un poco difícil acostumbrarte de nuevo, ¿verdad?

—Difícil, pero no imposible, Hemmings.

Oí su risa, después el motor encenderse y al final sentir el coche moverse.

—Dime, ¿por qué me escogiste un vestido de todos los jeans y sudaderas que tengo?

—Es un día para recordar, ¿no crees? El día en que Vanessa Hale sale del hospital… con un vestido.

—Luke, han sido varias veces que me has visto con un maldito vestido. En este momento me estoy congelando.

—Oh, se me olvidó bajar un suéter que te traía.

Acercó algo a mi mano, era suave. Lo tomé y lo volví a sentir. Era mi suéter preferido. Nada se comparaba a la tela de aquel suéter.

— ¿Le avisaste a mi madre sobre todo esto? —pregunté mientras me lo ponía.

—Por supuesto que lo hice.

—Y… ¿se puede saber a dónde me llevas?

—Te llevaré a tu casa.

—O… podemos ir por algo de comer.

— ¿Algo de comer? ¿Acaso no te alimentaron bien en el hospital?

— ¿No crees algo inhumano eso de que te den gelatinas, jugos o fruta picada todas las mañanas, tardes y noches? Yo sé que tú no podrías aguantar algo así.

—Da gracias que no te dieron cualquier porquería que se les ocurrió.

—No hubiera estado mal una hamburguesa.

—Vanessa, estabas en un hospital, no en Burger King o en un McDonald’s.

—Está bien, está bien. Oye, aunque no es mala idea de que algún Burger King tenga la gran idea de tener un hospital en donde sirvan sus hamburguesas.

— ¿Y tú quién crees que se hospede ahí? ¿Un maldito gordo con problemas de obesidad y colesterol alto después de comerse una hamburguesa con extra queso y extra carne?

—Tu ejemplo ha encajado a la perfección. ¿Acaso no crees que sería un buen negocio?

— ¿Seguro que no te drogaron antes de irte?

Oí escapársele una pequeña risa.

—No que yo recuerde.

Encendió la radio e inmediatamente escuché una voz. Una voz que jamás olvidaré. La voz que siempre me acompañó en el hospital. La voz que sólo por un poco, no me hizo sentir sola.

— ¡Jhonny Sanders! ¡Dios, es Jhonny Sanders!

—Eh... ¿qué pasa con Jhonny Sanders?

— ¡Por el simple hecho de ser Jhonny Sanders lo amo!

—Dios, Vanessa, en serio me estás preocupando.

—Es que Clary me ha contado un poco sobre él. Dice que es guapo, realmente guapo. ¿Tú crees que sea guapo?

—Iugh, no. Jhonny Sanders parece un maldito pedófilo que ve pornografía llegando a su casa, porque su vida es una mierda.

—Yo digo que estás celoso, Luke.

— ¿De un hombre que siempre está sentado dando aburridas noticias? Primero me doy un tiro a estar ahí. Cuando lo veas pensarás lo mismo que yo. Pero ahora, bajemos a comer hamburguesas. Tengo muchísima hambre.

Luke me ayudó a bajar del coche, nada fuera de lo normal. Sentí sus manos en mis hombros y su voz en mi oído guiándome y tratando de no hacerme tropezar.

Entramos al establecimiento, el cual no era Burger King o McDonald’s. Luke comentó que estas hamburguesas sabían mejor que todas esas porquerías comerciales.

— ¿Y cómo has descubierto este lugar?

—Una vez vine con Calum después de que me llamara y me avisara que estaba hambriento y que no había desayunado.

— ¿Y lo trajiste hacia el otro lado de Australia sólo para comer una hamburguesa?

—Recuerda que el desayuno es lo más importante. Y nadie se podría quejar de una hamburguesa en la mañana.

Minutos después pedimos nuestras hamburguesas. Yo había pedido una con doble queso y Luke una hamburguesa con tocino, doble carne y una orden extra de papas fritas.

—Dios, Luke, ¿no has comido? —le dije después de escuchar su pedido.

—No, no tenía hambre. ¿Acaso es mucho para mí?

—Considerando lo delgado y pálido que estás, yo diría que está más que perfecto.

—Ah, por cierto, Clary me ha dicho que compráramos píldoras para dormir, píldoras para el dolor de cabeza, píldoras para el dolor muscular y muchas más píldoras.

— ¿Para qué drogarse con hierba si puedes drogarte inocentemente con píldoras y más píldoras?

—Da gracias que son legales las píldoras.

—A Dakota le gustaría esto.

—Esa chica se la pasaba dándose toques las veinticuatro horas al día.

—Me agrada más cuando está high —comenté riéndome por la palabra “high”.

—Y recordemos que no está nada mal cuando se viste con aquella camiseta negra.

— ¡Y te quejas de Jhonny Sanders!

—Cállate, los dos sabemos que está buena.

—No contestaré a eso.

—Tú eres la envidiosa. Tal vez no te agrada que ella esté buena.

— ¿Qué? Por supuesto que no. Qué cosas dices, Luke.

Seguimos conversando sobre lo que había pasado en el colegio estos últimos tres días en que yo estaba en el hospital. Me comentó sobre una chica nueva llamada Dakota Wellington que estaría con él en lengua extranjera, la materia en la que mejor le iba. También me comentó que Derek ya había vuelto al colegio, con una muleta que lo sujetaba casi todo el tiempo. Todos a la entrada le dieron regalos y cartas y más mierda que no recuerdo, pero que Sandy lo ignoró completamente… hasta la hora de la salida.

—Entonces… simplemente se lo llevó y ya —terminó de decir Luke.

—Seguramente terminaron lo que en la fiesta habían empezado.

—No creo que haya podido hacerlo con una pierna solamente. Digo, está bien que sea Derek, “el experto en la cama”, “el chico que sabe más posiciones de kamasutra de todo el colegio”. Simplemente no creo que haya podido.

— ¿Tú qué vas a saber, Luke Hemmings? Tú eres más virgen que nada —dije tratando de molestarlo, ya que no tenía novia desde hace tres meses.

—La virgen aquí eres tú, Vanessa Hale. Yo sé más que tú sobre todo esto.

—Luke, he salido con Derek por más de ocho meses. ¿Tú crees que no ha pasado nada y que solamente hemos estado ahí dándonos besitos?

—No puedo imaginarme una escena entre tú y Derek, iugh.

—No estás obligado a hacerlo, aunque sé que ya la imaginaste.

—Y créeme que no ha sido muy agradable.

—Eres un maldito pervertido, Luke. ¿Cómo se te puede ocurrir imaginarme a mí con Derek… follando?

—No lo sé, como amigo debo imaginármelo.

—Yo jamás he imaginado eso. La idea de que tú estés encima de una chica que a los tres días vas a botar ahí, tratando de follar… simplemente me repugna.

— ¿Podemos sólo disfrutar de nuestras malditas hamburguesas?

—Está bien, está bien.

(…)

—Sí, mamá, sí, ya compramos las píldoras. No, Luke está aquí, ¿quieres confirmar que no estoy sola?… sí, yo le diré. ¿Qué? Mamá, ya estás como Clary.

Se oyó un silencio en cuanto a mi lado del celular, mamá no dejaba de decir cosas y cosas. Y todas esas cosas eran respecto a Luke. ¿Qué les estaba pasando a todos en estos momentos?

— ¿Sí vendrás hoy a casa? —pregunté.

Yo levanté mis dedos pulgares, refiriéndome a que había aceptado. Pero en realidad no sabía si era al lugar correcto, ya que no sabía si Luke estaba enfrente de mí.

Terminé la llamada, le di el celular a Luke y me guio hasta el sofá.

— ¿Qué te ha dicho?

—Me ha dicho que llegará a las siete, que si ya compré mis píldoras, que si tú estás aquí, que si no me he tropezado por ahora, blah, blah, blah. Por cierto, no puedo creer que me haya preguntado si no me he tropezado por ahora.

Él rio y se acostó en mis piernas.

—No te molesta que ponga mis sucios pies en tus piernas, ¿verdad?

Error, subió sus pies a mis piernas.

—Te aprovechas de que estoy ciega para hacer tus cosas.

—Claro que no. ¿Acaso no es mucho que yo te haya comprado una hamburguesa?

Recordando lo poco que Luke me compra comida, era cierto.

— Recordando lo de tu madre, ¿crees poder sobrevivir sin mí en tu propia casa?

—Luke, he vivido toda mi vida en esta casa. Me la sé de pies a cabeza, de arriba abajo.

—Ya que estás muy segura, quiero que camines hasta tu habitación. Ah, y recuerda que está en el segundo piso.

—Fácil —contesté con superioridad y me paré del sofá.

Bien, Vanessa, recuerda dónde están las escaleras. Si la sala está de lado izquierdo de las escaleras, el sofá está en una esquina… espera, hay tres malditos sofás.

— ¿En qué sofá estamos?

—Tú dijiste que te sabías la casa de arriba abajo y no sé qué cosas más.

Estaba perdida. Sólo me quedaba arriesgarme y caminar hacia un punto imaginario de mi casa.

Y así lo hice. No me fue nada bien. Primero choqué con la mesa del comedor, después choqué con unas cuantas paredes y llegué a las escaleras. Los malditos escalones estaban muy altos. Tropecé unas cuantas veces, pisé las orillas y casi caigo abajo hasta que llegué al último escalón con ayuda del pasamano. Lo demás fue más fácil, ya que eso sí lo reconocía a la perfección.

—Está bien, no estás tan perdida como pensaba. Sólo hay que ponerte protectores de puntas filosas, como un bebé para que no te medio mates tratando de ir a alguna parte.

Reí sarcásticamente y me senté en la cama. Golpeé a lado de mí, dándole una señal para que Luke se sentara. Supuse que estaba recargado en el marco de la puerta porque siempre lo veía en esa pose. Además, siempre me reía de él ya que su cabeza casi golpeaba la parte superior de la puerta.

Se sentó a mi lado y suspiró profundamente.

— ¿Por qué has hecho eso?

— ¿Qué he hecho?

—Suspirar como si ya no hubiera un mañana.

—Estoy algo cansado, sólo eso.

— ¿No te dejaron tarea?

—Vanessa, sabes que nunca la hago.

—Pues yo digo que es hora de que la hagas.

—Tú eres Vanessa, no mi madre.

—Bien, tú ganas.

Y me eché en la cama. Sentí cómo él hacía lo mismo y recargaba su cabeza en mi hombro.

— ¿Qué hora es?

—Son las cuatro con cinco minutos, ¿por qué?

—Porque yo digo que mi madre no va a llegar.

—Vanessa, faltan dos horas con cincuenta y cinco minutos para decidir si ella vendrá o no. No te preocupes por eso.

—No estoy preocupada, sólo siento que después de tres días todo volverá a la normalidad. No es que no quiera, pero seguramente mi madre volverá a ser la misma de antes.

—Puedes venir a mi casa cuando quieras, no tienes que preocuparte por eso.

— ¿Y si muero atropellada o me secuestran?

—Bueno, con el paso de los meses sabrás Australia de memoria.

—Es que… lo que quiero es que las cosas con mi madre mejoren, no que sigan igual.

(…)

Mi madre llegó a las ocho de la noche. Luke y yo nos quedamos dormidos, pero Luke se despertó antes que yo.

Luke se fue a las ocho y media, dejándome sola a mí y a mi madre en el comedor.

—He comprado algunas cosas para tu seguridad. He comprado algunos teléfonos de casa a los que puedes llamar directamente con un solo botón. Pondré uno en tu habitación y uno en la sala. Mañana por la mañana instalarán un equipo de seguridad para las puertas. Ah, y Luke me ha dicho que comprara protectores para puntas filosas.

Maldito Luke.

— ¿Puedo saber de dónde has sacado el dinero?

—Tu padre me ha enviado dinero sólo por ti, sino… ni siquiera se habría acordado de nosotras.

—Mamá, están divorciados. Él está por su lado y tú por el tuyo.

—Eso no significa que nos deje solas.

—Bueno, ya, dejemos este tema aparte. ¿Qué más has comprado?

—Solamente esas cosas.

—Ah, vale. ¿Entonces mañana vendrán aponer esa porquería del sistema de seguridad?

—Ajá.

Y ahí terminó nuestra conversación, ya que fue a conectar los teléfonos especiales para las emergencias. Había diez botones para que tú eligieras diez números que tú creyeras de urgencia. Mi mamá puso los bomberos, el de Luke, el tradicional 911, emergencias, mi tía Mary, el celular de mi madre, el celular de mi padre, el celular de Clary —que por cierto no sé cómo lo consiguió— y los últimos dos me los dejó a mi escoger.

— ¿Quién más?

—Eh… supongo que de algo debe servir tener a Calum.

Y lo puso. El último quedó vacío, ya que yo ya no encontraba otro nombre.

Mi mamá me explicó por tercera vez cómo se utilizaba y al final de muchas explicaciones, las dos decidimos por dormir ya.

Pero a mí se me olvidó algo: las píldoras para dormir. Las píldoras que no me harían ponerme histérica a mitad de la noche.

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