๐Œ๐š๐ฅ๐๐ข๐œ๐ข๐จฬ๐ง ๐๐จ๐ญ๐ญ๏ฟฝ...

Par Ignapotter

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๐Œ๐š๐ฅ๐๐ข๐œ๐ข๐จฬ๐ง ๐๐จ๐ญ๐ญ๐ž๐ซ|. ๐ƒ๐จ๐ง๐๐ž ๐’๐ข๐ซ๐ข๐ฎ๐ฌ ๐๐ฅ๐š๐œ๐ค ๐ฅ๐ž ๐ฉ๐ข๐๐ž ๐š ๐ฌ๐ฎ ๐ก๐ข๐ฃ๐š ๐‚๐š๐ฌ๏ฟฝ... Plus

โ”โ”๐ข๐ง๐ญ๐ซ๐จ๐๐ฎ๐œ๐ญ๐ข๐จ๐ง
โ”โ”๐ฉ๐ซ๐จ๐ฅ๐จ๐ ๐ฎ๐ž
โ”โ”โ”๐•๐Ž๐‹. ๐Ÿ โ ๐œ๐š๐ฅ๐ข๐ณ ๐๐ž ๐Ÿ๐ฎ๐ž๐ ๐จ โž
i. cassiopeia black
ii. la invitaciรณn de draco malfoy
iii. el hurรณn saltarรญn
iv. beauxbatons y durmstrang
v. campeรณn de hogwarts
vi. beso inesperado
vii. la primera prueba
viii. baile de navidad
ix. el huevo y la segunda prueba
x. el regreso de canuto y magnus saucet
xi. sentimientos de la tercera prueba
xii. "estรกn vivos"
โ”โ”โ”๐•๐Ž๐‹. ๐Ÿ โ ๐จ๐ซ๐๐ž๐ง ๐๐ž๐ฅ ๐Ÿ๐žฬ๐ง๐ข๐ฑ โž
xiii. los potter
xiv. reencuentros familiares
xv. discusiones
xvi. r.a.b
xvii. aclaraciones
xviii. umbridge
xix. los celos de cassie
xx. castigo con umbridge
xxi. una noche juntos
xxii. el juramento de la garrita
xxiii. michelle, the beatles
xxiv. el libro de rose mansour
xxv. a weasley vamos a coronar
xxvi. sala de menesteres
xxvii. seรฑor weasley
xxviii. san mungo
xxix. navidad
xxx. fuga en masa en azkaban
xxxi. expecto patronum
xxxii. perfecta
xxxiii. gemelos weasley
xxxiv. timos
xxxv. canuto
xxxvi. departamento de misterios pt.I
xxxvii. departamento de misterios pt. II
xxxviii. pรฉrdida
๏ฟผ โ”โ”โ”๐•๐Ž๐‹. ๐Ÿ‘ โ๐„๐ฅ ๐ฆ๐ข๐ฌ๐ญ๐ž๐ซ๐ข๐จ ๐๐ž๐ฅ ๐ฉ๐ซ๐ขฬ๐ง๐œ๐ข๐ฉ๐žโž
xxxix. la madriguera
xl. (des)ilusiรณn
xli. sortilegios weasley
xlii. club de las eminencias
xliii. la victoria de snape
xliv. amortentia
xlv. quidditch
xlvi. katie bell
xlvii. felix felicis
xlviii. fiesta de slughorn
xlix. feliz navidad
l. despacho de slughorn
li. nosotros
lii. aragog
liii. sectumsempra
liv. torre de astronomรญa
lv. el sepulcro blanco
โ”โ”โ”๐•๐Ž๐‹. ๐Ÿ’ โ๐‹๐š๐ฌ ๐ซ๐ž๐ฅ๐ข๐ช๐ฎ๐ข๐š๐ฌ ๐๐ž ๐ฅ๐š ๐ฆ๐ฎ๐ž๐ซ๐ญ๐žโž
lvi. los nueve potters
lvii. los delacour
lviii. el legado de dumbledore
lix. la boda
lxi. regulus black
lxii. huida
lxiii. adiรณs
lxiv. peligro
lxv. los mansour
lxvi. almas gemelas
lxvii. tenemos a potter
lxviii. el refugio
lxix. gringotts
lxx. el รบltimo escondite
lxxi. aberforth dumbledore
lxxii. hogwarts
lxxiii. batalla de hogwarts pt.i
lxxiv. batalla de hogwarts pt.ii
lxxv. batalla de hogwarts pt.iii
lxxvi. batalla de hogwarts pt.iv
lxxvii. batalla de hogwarts pt.v
โ”โ”โ”๐•๐Ž๐‹. ๐Ÿ“ โ๐ƒ๐ž๐ฌ๐ฉ๐ฎ๐žฬ๐ฌ ๐๐ž ๐ฅ๐š ๐ ๐ฎ๐ž๐ซ๐ซ๐šโž
- snitch.
- eternos
- Potter Black
- reuniรณn familiar
๐„๐ฉ๐ข๐ฅ๐จ๐ ๐ฎ๐ž
๐ž๐ฑ๐ญ๐ซ๐š
๐ž๐ฑ๐ญ๐ซ๐š ๐ข๐ข
๐ž๐ฑ๐ญ๐ซ๐š ๐ข๐ข๐ข
๐ž๐ฑ๐ญ๐ซ๐š ๐ข๐ฏ (๐๐ซ๐š๐œ๐จ'๐ฌ ๐ฏ๐ž๐ซ๐ฌ๐ข๐จ๐ง)
๐ž๐ฑ๐ญ๐ซ๐š ๐ฏ
๐ž๐ฑ๐ญ๐ซ๐š ๐ฏ๐ข

lx. grimmauld place

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Par Ignapotter

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«grimmauld place»

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Fueron momentos muy confusos, de una extraña lentitud. Harry y Cassie se levantaron y sacaron sus varitas mágicas.

Muchos magos y brujas se iban percatando de que había pasado algo raro; algunos todavía no habían apartado la vista de donde poco antes se había esfumado el felino plateado. El silencio se propagaba en fríos círculos concéntricos desde el punto en que se había posado el patronus. Entonces alguien gritó y cundió el pánico.

Harry y Cassie se lanzaron hacia la atemorizada multitud. Pasaron frente a sus padres, y notaron que Jane se llevaba las manos a su vientre intuitivamente, pasaron esta acción por alto.

–¡Váyanse, nosotros estaremos bien! –gritó James entre la multitud y tomó la mano de Rosalyn.

Los invitados corrían en todas direcciones y muchos se desaparecían. Los sortilegios protectores que defendían La Madriguera se habían roto.

Hermione se acercó a ellos.

—¡Ron! —chilló Hermione—. ¿Dónde estás, Ron?

Los abrieron paso a empujones por la pista de baile, y Harry vio que entre el gentío aparecían figuras con capa y máscara; entonces distinguió a los merodeadores blandiendo sus varitas, y los oyó gritar: «¡Protego!», un grito que resonó por todas partes.

—¡Ron! ¡Ron! —vociferaba Hermione, casi sollozando, mientras los aterrados invitados los zarandeaban.

De pronto apareció Ron. Los cuatro lograron desaparecer y abandonar la madriguera por completo.

–¿Dónde estamos?

—En Tottenham Court Road —resolló Hermione—. Sigan caminando. Hemos de encontrar un sitio donde puedan cambiarse.

De modo que, bajo un cielo estrellado, echaron a andar —y a ratos corrieron— por una calle ancha y oscura, repleta de trasnochadores; las tiendas en ambas aceras estaban cerradas. Un autobús de dos pisos pasó rugiendo y un grupo de gente que salía de un pub miró a los cuatro jóvenes con extrañeza, porque Harry y Ron todavía llevaban las túnicas de gala.

—No tenemos nada que ponernos, Hermione —dijo Ron cuando una chica se echó a reír al fijarse en su atuendo.

—¡Qué descuido no haber traído la capa invisible! —se lamentó Harry—. El año pasado la llevaba siempre conmigo, y...

–Hermione lo tiene bajo control, como siempre –se apresuró en decir Cassie.

Hermione guió por una calle secundaria hasta un oscuro callejón.

—Dices que tienes la capa y ropa, pero... —musitó Ron mirando ceñudo a Hermione, que sólo llevaba el bolsito bordado con cuentas, en el que se había puesto a rebuscar.

—Sí, sí, aquí están —afirmó ella y, para gran asombro de ambos chicos, sacó del bolsito unos vaqueros, una camiseta, unos calcetines granates y, por último, la capa invisible.

—Pero ¿cómo diantre...?

—Encantamiento de extensión indetectable —recitó Hermione—. Dificilillo, pero creo que lo he hecho bien. Bueno, el caso es que conseguí meter aquí dentro todo lo que necesitábamos. —Y le dio una pequeña sacudida al bolsito, de aspecto frágil; varios objetos pesados rodaron en su interior y se oyó un eco, como el que habría resonado en la bodega de un carguero—. ¡Ay, porras! Eso son los libros —musitó mirando dentro—, y los había ordenado todos por temas. Bueno... Harry, será mejor que cojas la capa invisible. Ron, date prisa y cámbiate.

—¿Cuándo has hecho todo esto? —preguntó Harry mientras Ron se quitaba la túnica.

—Ya lo dije, en La Madriguera. Hacía días que tenía preparado lo imprescindible, por si había que salir huyendo. Esta mañana, después de que te cambiaras, cogí tu mochila, Harry, y la metí aquí. Tenía el presentimiento...

—Eres increíble, de verdad —se admiró Ron. Dobló su túnica y se la dio.

—Gracias —contestó ella y, esbozando una sonrisa, metió la túnica en el bolso—. ¡Por favor, Harry, ponte la capa!

Él se echó la capa invisible sobre los hombros, se tapó la cabeza y desapareció al instante. Apenas empezaba a entender qué había pasado.

—Pero los demás... toda la gente que estaba en la boda...

–Estarán bien. Es a ti a quien buscan, Harry, y si volvemos, lo único que conseguiremos será exponerlos aún más al peligro –Cassie cubrió a Harry con la capa.

—Tiene razón —coincidió Ron, sabiendo que su amigo intentaría discutir, aunque no le veía la cara—. Casi toda la Orden estaba allí; ellos se encargarán de protegerlos.

Harry asintió con la cabeza, aunque al reparar en que sus amigos no lo veían, dijo: —Está bien, de acuerdo.

—¡Vamos! Debemos ponernos en marcha —instó Hermione.

Volvieron por la calle secundaria hasta la principal, donde varios hombres cantaban y zigzagueaban por la acera de enfrente.

—Oye, sólo por curiosidad: ¿por qué hemos venido a Tottenham Court Road? — preguntó Ron a Hermione.

—Ni idea. Me vino a la cabeza, sin más, pero creí que estaríamos más seguros en el mundo de los muggles, porque aquí no se les ocurrirá buscarnos.

—Es verdad —admitió Ron mirando alrededor—, pero ¿no se sienten un poco... expuestas?

—¿Adónde quieres que vayamos, pues? —replicó Hermione, e hizo una mueca de aprensión cuando los tipos que estaban en la otra acera se pusieron a silbarle—. No alquilaremos una habitación en el Caldero Chorreante, ¿verdad?, ni nos instalaremos en Grimmauld Place, porque Snape tiene acceso a la casa. Supongo que podríamos ir a casa de mis padres, aunque cabe la posibilidad de que nos busquen ahí... ¡Ay! ¿Por qué no se callarán?

—¿Todo bien, preciosas? —vociferó el más ebrio de los individuos—. ¿Les apetece un trago? Dejen al pelirrojo ése y vengan a tomarse una pinta con nosotros.

Cassie iba a contestar a los borrachos, pero Hermione se apresuró en hablar.

—Vayamos a algún local —urgió Hermione—. Miren, ahí mismo.

Era una pequeña y cochambrosa cafetería que permanecía abierta por la noche. Una fina capa de grasa cubría todas las mesas de tablero de formica, pero al menos el local estaba vacío.

–Me siento un poco culparme por la muerte de Scrimgeour –los tres la miraron– Cuando fue a la Madriguera, le dije que le preguntara a Dumbledore –el semblante de los tres cambió a  uno aún más confundido– ¿No lo pillan? Dumbledore está muerto, como él...

–¡Boba! Nos asustaste –la regañó Hermione.

—Debemos buscar un lugar para pasar la noche, el Caldero Chorreante no queda muy lejos. Está en Charing Cross.

—¡No podemos ir, Ron! —saltó Hermione.

—No propongo que nos quedemos allí, sólo que vayamos para enterarnos de qué
está pasando.

—¡Ya sabemos qué está pasando! Voldemort se ha apoderado del ministerio, ¿qué más necesitamos que nos digan? –exclamó Cassiopeia.

—¡Vale, vale! Sólo era una idea.

Volvieron a sumirse en un incómodo silencio. La camarera, que mascaba chicle sin parar, se acercó a la mesa y Hermione pidió tres capuchinos; como Harry era invisible, habría resultado extraño pedir cuatro. Un par de fornidos obreros entraron en la cafetería y se sentaron a la mesa de al lado. Hermione bajó la voz y dijo:

—Propongo que busquemos un sitio tranquilo donde desaparecernos y nos vayamos al campo. Entonces podremos enviarle un mensaje a la Orden.

—Pero ¿tú sabes hacer eso del patronus que habla? —preguntó Ron.

—He estado practicando y creo que sí —respondió Hermione.

—Bueno, mientras eso no les cause problemas... Aunque quizá ya los hayan
detenido. Vaya, esto es asqueroso —masculló Ron tras beber un sorbo de aquel café espumoso y grisáceo.

–¿Cómo dices que se llaman, Hermione? Capichino, capricho...

–Capuchino, Cassie.

–Sí... Sabe como la mierda –comentó con el mal gusto en la boca.

La camarera, que lo oyó, les lanzó una mirada de reprobación y fue a atender la otra mesa, pero el obrero más corpulento —rubio y muy musculoso— le hizo un ademán para que se marchara. La camarera se quedó mirándolo fijamente, ofendida.

—¿Y si nos vamos a otro lugar? No creo poder terminarme esta mierda. ¿Tienes dinero muggle, Herms? –Cassie alejó el capuchino de ella, con una mueca.

—Sí, cogí todos mis ahorros antes de ir a La Madriguera. Supongo que las monedas estarán en el fondo. —Y metió una mano en su bolsito de cuentas.

Entonces, los dos obreros hicieron el mismo movimiento a la vez, y Harry los imitó sin darse cuenta. Un instante después, los cuatro enarbolaban sus varitas mágicas. La potencia de los hechizos de los mortífagos destrozó la pared alicatada en el mismo punto en que un momento antes se hallaba la cabeza de Ron, y Harry, todavía invisible, chilló:

—¡Desmaius!

Un gran chorro de luz roja golpeó en la cara al mortífago rubio, que se desplomó inconsciente. Su compañero, sin saber quién lanzaba el hechizo, disparó contra Ron: unas relucientes cuerdas negras salieron de la punta de su varita y maniataron al chico de pies a cabeza. La camarera gritó y echó a correr hacia la puerta. Entonces Harry le lanzó el mismo hechizo aturdidor a aquel mortífago de cara deforme, pero no apuntó bien y el hechizo rebotó en la ventana, dándole a la camarera, que cayó al suelo delante de la puerta.

—¡Expulso! —bramó el mortífago, y la mesa que había detrás de Harry saltó por los aires. La onda expansiva lanzó al chico contra la pared, y notó cómo la varita se le iba de la mano al mismo tiempo que se le resbalaba la capa.

—¡Petrificus totalus! —gritó Cassie. El mortífago cayó hacia delante como una estatua derribada, dando un fuerte golpe sobre el revoltijo de porcelana rota, madera y café.

— ¡Di... diffindo! —balbuceó Hermione apuntando con la varita a Ron, que aulló de dolor cuando ella le provocó un corte en la rodilla—. ¡Ay! ¡Perdona, Ron! Es que me tiembla la mano. ¡Diffindo!

Las cuerdas, una vez cortadas, se desprendieron. Ron se levantó y agitó los brazos para recobrar la sensibilidad.

—Debí haberlo reconocido; estaba en el castillo la noche en que murió Dumbledore —comentó Harry y acto seguido le dio la vuelta al otro con el pie; el mortífago miró con nerviosismo a los tres.

—Éste es Dolohov —dijo Ron—. Vi su fotografía en unos antiguos carteles de busca y captura que difundió el ministerio. Creo que el otro es Thorfinn Rowle.

—¡Qué más da cómo se llamen! —chilló Hermione—. Lo que importa es cómo nos han encontrado y qué vamos a hacer ahora.

—¿Qué hacemos con ellos? —le susurró Ron en la oscuridad y, bajando más la voz, agregó—: ¿Matarlos? Ellos nos matarían si pudieran; casi lo consiguen.

–Lo más sensato es matarlos –susurró Cassie mientras les quitaba las varitas.

—Les borraremos la memoria —decidió Hermoone—. Eso es lo mejor; así nos perderán el rastro. Si los matamos, quedará claro que hemos estado aquí.

—Tú mandas —aceptó Ron con alivio—. Pero yo nunca he hecho un encantamiento desmemorizante.

—Yo tampoco —terció Hermione—, pero sé la teoría. —Inspiró hondo para tranquilizarse, apuntó a la frente de Dolohov con la varita y dijo—: ¡Obliviate!

En el acto, Dolohov se quedó como atontado, sin poder enfocar la mirada. Una vez que la cafetería hubo recuperado su aspecto habitual, los cuatro amigos pusieron a los mortífagos en la mesa donde se habían sentado al entrar, uno frente al otro.

—¿Cómo nos habrán encontrado? —preguntó Hermione contemplando a los dos individuos inconscientes—. ¿Quién les dijo que estábamos aquí? —Y mirando a Harry, añadió—: No será que todavía llevas el Detector, ¿verdad?

—No, no puede ser —intervino Cassie– El Detector se desactiva cuando cumples diecisiete años. Lo prescribe la ley mágica: no se lo pueden poner a un adulto.

—No que tú sepas —replicó Hermione—. ¿Y si los mortífagos han encontrado la manera de ponérselo a alguien aunque sea mayor de edad?

—Pero Harry no se ha acercado a ningún mortífago en las últimas veinticuatro horas. ¿Quién podría haberle reactivado el Detector –cuestionó Ron esta vez.

Hermione no contestó. Harry se sentía contaminado, mancillado.

—Si yo no puedo emplear la magia, y vosotros tampoco si estáis cerca de mí, sin que delatemos nuestra posición... —musitó.

—¡No vamos a separarnos! —le espetó Hermione.

—Necesitamos pensar en un lugar seguro, y nuestra única opción es Grimmauld place –los tres la miraron boquiabiertos.

—¡No seas tonta, Cassie! ¡Snape puede entrar ahí!

—Es una buena idea –concordó Harry– El padre de Ron dijo que han hecho embrujos contra Snape. Y aunque haya logrado burlarlos —insistió—, ¿qué importa? ¡Les juro que me encantaría encontrármelo!

—Pero...

—¿De qué otro sitio disponemos, Hermione? Es nuestra mejor alternativa. Snape sólo es un mortífago, pero si todavía llevo el Detector, montones de esos indeseables nos perseguirán allá donde vayamos.

Hermione no pudo rebatir tales argumentos, aunque le habría gustado hacerlo. Mientras ella descorría el cerrojo de la puerta de la cafetería, Ron accionó el desiluminador para volver a iluminar el local. Entonces Harry contó hasta tres y anularon los hechizos que les habían hecho a sus víctimas, y antes de que la camarera o los mortífagos se recuperaran de su sopor, los cuatro jóvenes se sumieron de nuevo en una opresiva oscuridad. Ya en el número 12, de Grimmauld place subieron a toda prisa los escalones de piedra y Harry golpeó la puerta una sola vez con la varita. Enseguida oyeron una serie de sonidos metálicos y el ruido de una cadena. Entonces la puerta se abrió de par en par con un chirrido, y los cuatro amigos traspusieron el umbral.

Cuando cerraron la puerta tras ellos, las anticuadas lámparas de gas se iluminaron, arrojando una luz parpadeante en todo el largo vestíbulo.

—Creo que alguien ha estado aquí —susurró Hermione señalando el paragüero.

–Nadie ha estado en esta casa –negó Cassie.

—¿Y dónde están esos embrujos que pusieron contra Snape? —preguntó Harry.

—Quizá sólo se activan si entra él —especuló Ron.

Sin embargo, se quedaron sobre el felpudo que había dentro, de espaldas a la puerta, sin atreverse a adentrarse más en la casa.

—Bueno, no podemos quedarnos aquí para siempre —decidió Harry, y avanzó un paso.

—¿Severus Snape?

La susurrante voz de Ojoloco Moody surgió de la oscuridad y los tres chicos retrocedieron asustados.

—¡No somos Snape! —replicó Harry con voz ronca, y de pronto una especie de corriente de aire le pasó zumbando por encima de la cabeza y la lengua se le enrolló, impidiéndole hablar. Pero ni siquiera tuvo tiempo de tocarse la boca para ver qué le estaba ocurriendo, pues al punto la lengua se le desenrolló.

Los otros dos parecían haber experimentado lo mismo y, mientras Ron daba arcadas, Hermione balbuceó:

—¡Eso ha de... debido de ser la ma... maldición lengua atada que Ojoloco puso contra Snape!

La figura gris —de rostro descarnado, mejillas hundidas y cuencas vacías— se deslizaba hacia ellos, cada vez más deprisa, con la larga cabellera y la barba flotándole hacia atrás. Era un rostro espantosamente familiar, aunque alterado de forma grotesca. La criatura levantó un consumido brazo y señaló a Harry.

—¡No! —gritó el chico pero, aunque levantó la varita, no se le ocurrió ningún hechizo—. ¡No, no! ¡No fuimos nosotros! ¡Nosotros no lo matamos!

Al pronunciar la palabra «matamos», la figura estalló formando una gran nube de polvo. Harry, tosiendo y con los ojos llorosos, miró alrededor y se acercó a Cassie, quién no dejaba de tiritar.

El polvo se arremolinó alrededor de Harry y Cassie como una neblina, atrapando la luz azulada de la lámpara de gas, mientras la señora Black seguía chillando:

—¡Sangre sucia, inmundicia, manchas de deshonra mancillando la casa de mis padres...!

–¡Walby, basta!

–¿Cassiopeia? ¿Qué haces aquí? –se tranquilizó, Cassie se acercó a su cuadro.

–No puedo decirte, sólo mantén tu boca de momia cerrada –finalizó y cerró las cortinas.

—Pero si era... era... —gimoteó Hermione mientras Ron la ayudaba a levantarse.

—Sí —afirmó Harry—, pero no era él. Sólo se trataba de un truco para asustar a Snape.

Todavía notaba un cosquilleo de nerviosismo cuando echó a andar por el pasillo precediendo a sus dos amigos, preparado por si aparecía otra figura aterradora; pero no se movió nada, excepto un ratón que correteó por el zócalo.

—Antes de continuar, creo que tendríamos que asegurarnos —susurró Hermione, de modo que levantó su varita y dijo—: ¡Homenum revelio!

No pasó nada.

—Bueno, ten en cuenta que acabas de llevarte un susto de muerte —observó Ron, amable—. ¿Qué se supone que tenía que demostrar ese hechizo?

—¡Ha hecho precisamente lo que yo pretendía! —refunfuñó Hermione—. ¡Es un hechizo para revelar la presencia de humanos, y aquí sólo estamos nosotros!

—Nosotros... y el apolillado ése —soltó Ron, y le echó un vistazo a la parte de la alfombra de donde había salido aquella figura con apariencia de cadáver.

—Subamos —sugirió Cassie.

Hermione sacudió su varita para encender las viejas lámparas de gas, y luego, temblando ligeramente a causa del frío que hacía en la estancia, se sentó en el borde del sofá y se abrazó el cuerpo.

—Ahí fuera no se ve a nadie —informó—. Y supongo que si Harry todavía llevara el Detector nos habrían seguido hasta aquí. Ya sé que no pueden entrar en la casa, pero... ¿Qué sucede, Harry?

Éste acababa de proferir un grito de dolor al sentir una nueva punzada en la cicatriz, así como un fugaz destello que le cruzó la cabeza, semejante a la brillante luz de un faro iluminando el agua. Percibió una gran sombra y notó que una ira ajena palpitaba en su interior, violenta y breve como una descarga eléctrica.

—¿Qué era? —preguntó Cassie acercándose a él—. ¿Lo has visto en mi casa?

—No; sólo he sentido su cólera. Está furioso...

—Pero podría estar en La Madriguera —dijo Ron, preocupado—. ¿Y qué más? ¿No has visto nada? ¿Has visto si atacaba a alguien?

—No, no; sólo he notado la rabia que siente. No sabría decir...

—¿Otra vez la cicatriz? Pero ¿qué está pasando? ¡Creía que esa conexión se había
cerrado!

—Se cerró algún tiempo —masculló Harry; todavía le dolía y eso le impedía concentrarse—. Creo que... que se abre otra vez cuando él pierde el control. Así fue como...

—¡Pues tienes que cerrar la mente! —chilló Hermione, histérica—. ¡Dumbledore no quería que usaras esa conexión, quería que la cerraras, por eso te hizo estudiar Oclumancia! ¡Si no, Voldemort puede ponerte imágenes falsas en la mente, acuérdate...!

–Hermione, basta –la frenó Cassie– No lograremos nada regañando a Harry, ya bastantes problemas tiene –Harry le agradeció con la mirada.

Todos sacaron sus varitas cuando vieron un patronus plateado que entraba volando por la ventana del salón y se posaba en el suelo delante de ellos, donde se solidificó y adoptó la forma de la comadreja que hablaba con la voz del padre de Ron.

—Familia a salvo, no contesten, nos vigilan.

—¡Tranquilo, Ron, están bien! —susurró Hermione, y él la abrazó, casi riendo de alivio.

—Harry —quiso disculparse Ron por encima del hombro de Hermione—, yo...

—Tranquilo, no te preocupes —repuso Harry, mareado por el dolor de la frente– También me alegra saber que están todos bien. Es normal que estés así, me pasa lo mismo.

—No quiero estar sola. ¿Podemos coger los sacos de dormir que he traído y pasar la noche aquí? –preguntó Cassie en voz baja, Hermione se acercó a ella y la abrazó.

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๐๐Ž๐“ ๐“๐Ž๐—๐ˆ๐‚โ”‡ โLas serpientes no conocen su camino, las serpientes muerden a quiรฉn se les acerque, las serpientes sisean en mi regazo. โž ๐‡๐€๐˜๏ฟฝ...