Damned ∙ libro uno

By strawberrybuchanan

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Damned es una trilogía que narra la dura vida de un criminal apodado "Seis" quien oculta secretos y carga el... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
AVISO !!

Capítulo 58

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By strawberrybuchanan

–Narra Seis–

   Esto no estaba sucediendo. Mi mente quedó en blanco y se me detuvo la respiración durante un instante. Charles Deveraux. El padre de Alissa. Simplemente no podía ser. Él extendió el brazo para saludarme de manera adecuada, pero al mirarme al rostro su sonrisa se esfumó tan rápido como un parpadeo.

   Le di la mano respondiendo el gesto, aún sabiendo que me reconocía. Esto no iba a terminar bien, eso era evidente, pero los negocios de Roland son intocables y el plan debía seguirse al pie de la letra.

   El saludo se alargó un poco más de lo común, pues Charles quedó congelado unos segundos al estrechar mi mano, y su rostro era difícil de descifrar. Estaba sorprendido, tenso, y sus ojos reflejaban cierta chispa de ira que tal parece lo acompañaba siempre. De hecho, puso la misma cara que cuando me conoció por primera vez.

   ¿Qué demonios estaba ocurriendo aquí? Mi ceño se frunció y mis labios se juntaron en una fina línea de precisión. Al soltarle, mi primer reflejo fue mirar a Roland quien no tenía idea de cuál era la situación. Y al parecer yo tampoco.

   Un silencio abrumador inundó el aire que nos rodeaba, y por primera vez en mucho tiempo me había quedado sin palabras. Roland me observaba con ojos saltones esperando el momento en que dijese algo, pero al abrir la boca titubeé y luego volví a cerrarla.

   Para mi sorpresa, fue Charles el primero en hablar; con un tono de voz neutro que no reflejaba absolutamente nada.

   –Es un gusto –dijo.

   Asentí de manera desconfiada y luego volví a examinar a aquellos tipos detrás de él. No reconocía a ninguno.

   –De acuerdo. Tomemos asiento –Roland expuso rápidamente e hizo lo dicho, al igual que yo; sin quitarle la mirada de encima al padre de Alissa. Aún sentía que mi mente lo estaba imaginando y en realidad era otra persona la que estaba sentada frente a mí.

   En todo caso, si Charles era un reconocido traficante de drogas, ¿ella ya lo sabía? Y de ser así, ¿por qué no mencionó nada al respecto? Si esto terminaba mal, estar con ella iba a ser más difícil de lo que ya era.

   Inspiré profundamente y entrelacé mis manos sobre la mesa con toda la atención sobre él. El plan debía continuar, y yo debía hacerlo funcionar. El sonido de una puerta hizo eco en el lugar, pero no desvié la mirada. Fue hasta que se acercó cuando me di cuenta que sólo se trataba de Mitch, quien colocó un vaso de vidrio frente a cada quién y acto seguido sirvió Whisky dejando la botella a un lado y marchándose.

   –Charles Deveraux –lo nombré finalmente, agregando tensión a mi mirada.

   –Del Francés. Se dice Deveroh –corrigió; de nuevo inexpresivo, y después agregó–: Pero tú no dijiste cuál es tu nombre.

   –Puedes llamarme Seis –apunté con simpleza, y tomé el vaso frente a mí para dar un trago.

   –Seis –repitió para sus adentros y luego se inclinó un poco hacia el frente para hablar de manera más directa–. Pero yo escuché que también te llamaban Jake.

   Una falsa risa sarcástica escapó de mis labios, y por primera vez le quité los ojos de encima para centrarlos en el líquido transparente de mi vaso.

   –No todo lo que escuchamos es verdad –declaré con un humor oscuro en la voz.

   Charles tensó la mandíbula notablemente y luego dio un trago a su Whiskey con formalidad y clase. Se acomodó en el asiento y levantó el rostro atentamente, dejando de lado el tema.

   –Entonces, imagino que ésta reunión se debe a que quieren hacer un trato –dijo.

   –Correcto –Roland asintió–. Queremos saber qué tienes para ofrecernos.

   –Me especializo en cocaína, pero puedo brindarles gran variedad –Charles concretó con seriedad–. Por supuesto que la calidad lo es todo, así que estamos hablando de aproximadamente cinco mil por kilogramo, va dependiendo de qué es lo que quieren.

   –Me parece razonable –Roland dijo–. Pero me gusta llevarlo seguro, así que necesitamos exclusividad. Te ofrecemos un extra del 30% si estarás dispuesto a ser nuestro proveedor únicamente, durante el tiempo abarcado en el contrato.

   Charles lo pensó un par de segundos, y luego me volteó a ver torciendo los labios en una sonrisa casi indistinguible. Había algo extraño en su rostro. No era una de esas personas que parecían confiables, y sabía que iba a ponérnosla difícil por el hecho de estar yo incluido. No sabía qué es lo que pensaba de mí al momento, pero era evidente que ya sabía qué clase de vida debía llevar si estaba involucrado en este tipo de tratos sucios. Y claro, sabía que hay algo entre Alissa y yo. Eso me dejaba colgando de una cuerda floja por la cual debía andar con cuidado.

   –Voy a pensarlo bien –soltó después de un inquietante silencio y se puso de pie, indicando que ésta charla ya había terminado–. Hay un par de cosas pendientes antes de proceder, me gustaría vernos el día de mañana.

   Roland y yo nos levantamos de nuestros lugares. Él le extendió a Charles una tarjeta con sus datos y estrechó su mano como despedida.

   –Bien. Puede llamarnos cuando quiera y nos pondremos de acuerdo.

   –Lo haré –respondió, y antes de continuar me despidió de la misma manera, después añadiendo con frialdad–: hasta luego, Seis.

   Lo escoltaron hasta la salida mientras que yo trataba de imaginarme qué estaba planeando. Pero en mi mente sólo podía verme a mí mismo en esa cuerda floja por la cual he estado tratando de cruzar toda mi vida, y sin darme cuenta, era yo quien la debilitaba cada vez más.

–Narra Alissa–

   El cielo seguía nublado, al igual que mis pensamientos. Ya no sabía cómo me sentía respecto a Jason y sus cambios repentinos de personalidad. Había estado pensando en todo lo que dijo desde hace horas. Me encontraba recargada del codo en el escritorio mirando fijamente a la pantalla de mi PC. Tenía que escribir un ensayo de mil palabras, y sólo llevaba tres: mi nombre.

   Entonces, justo cuando comenzaba a hacerme una idea de lo que iba a escribir, mi celular empezó a vibrar a un lado, capturando toda mi atención. Era un mensaje nuevo de Seis que decía<<Podemos vernos?>>. Sin un hola, o el más mínimo saludo; lo cual le hacía parecer serio o quizá enojado, pero después de todo así era él.

   Enseguida deslicé el dedo por la pantalla para contestarle. A pesar de que debía terminar el ensayo para mañana, salir con él a cualquier lugar era algo que no podría rechazar.

   <<Ahora?>> Escribí.

   Recibí su respuesta casi al instante. <<Sí, es importante>>

   ¿Pero a qué se refería con importante? Porque él empleaba la palabra en un contexto diferente al mío. Sólo esperaba que no fuese algo malo.

   <<Está todo bien?>> Pregunté.

   Mi teléfono vibró segundos después, y la respuesta era la única señal que necesitaba para comenzar a preocuparme. <<No, tenemos que hablar>> Decía.

   <<Ok. Dónde te veo?>> Tecleé tratando de sonar calmada, pero en realidad estaba muriendo por llamarle y preguntarle qué sucedía.

   Al instante contestó <<Estoy en el muelle>>Y primeramente no sabía a cuál muelle se refería, pero mi subconsciente me lo aclaró de inmediato; ¿pues cuál otro? Le envié un rápido <<Voy para allá>> Y salí disparada de la habitación tomando una chaqueta de mezclilla y un bolso.

   ¿Qué tal si algo muy malo estaba pasando? ¿Qué tal si lo había encontrado la policía? O peor aún, ¿Qué tal si habían matado a alguien? ¿O si él estaba herido? No podía dejar de formular esa clase de preguntas que flotaban en mi mente inquietándome cada vez más.

   Bajé las escaleras corriendo, y me dirigí a la puerta sin un plan en manos. Tendría que tomar un taxi o algo por el estilo, pues no podía seguir arriesgándome a conducir por ahí sin licencia.

   Abrí la puerta casi con agresividad, y justo estaba poniendo un pie fuera, cuando la voz de mi padre llamó mi nombre al fondo del vestíbulo. Lo que faltaba.

   –¿Alissa?

   Apretando los dientes me acerqué hasta llegar a su despacho, en donde se encontraba sentado frente a su escritorio con un gesto de concentración en lo que sea que estuviese haciendo. Me quedé de pie recargando el hombro en el marco de la puerta.

   –¿Sí?

   –¿Vas a algún lado? –preguntó alzando una ceja.

   –Sí. Me veré con Christine en su casa –respondí imitando una voz neutra y casual.

   Él me observó pensativo un par de segundos y luego se puso de pie acomodando unos papeles que yacían sobre su computadora portátil.

   –Está bien –dijo acercándose a mí–. Te llevo.

   –No –solté alarmada y me congelé por un instante.

   –¿Por qué no?

   –Es que ya llamé al taxi –dije recuperando la calma y al final agregué una sonrisa inocente. Tenía prisa, y no lo necesitaba a él interrogándome como si estuviese haciendo algo malo, pero zafarse nunca fue fácil. Es por eso que me sorprendió cuando se encogió de hombros y dio media vuelta para volver a su escritorio.

   –No vuelvas tarde, hay algo que debemos hablar –expuso mientras tomaba asiento y me dedicaba una mirada atenta, tal como aquel curioso que examina a las demás personas sólo porque sí.

   Estuve a punto de preguntarle de qué, pero ya no quería retrasarme ni un minuto más. Asentí sonriendo de nuevo y me despedí con un simple ‘adiós’.

   Ésta vez, sin ninguna clase de distracción que me rodease, salí de la casa y llamé al taxi, que tardó alrededor de cinco minutos en llegar. Yo sentía que ya había transcurrido una eternidad, y luego otra más de camino hacia el muelle. En ningún momento dejé de preguntarme qué estaba pasando. ¿Por qué estaba Seis allí? ¿Y por qué no podía sólo decirme qué ocurría por teléfono?

   Estaba tan distraída que casi olvidaba pagarle al chofer después de bajar del vehículo. Podía ver el viejo y oxidado letrero que colgaba en la entrada del embarcadero, y la brisa salada despeinaba mi cabello a cada paso que daba. Éste lugar de día estaba tan solitario a como está de noche, lo cual lo convertía en un sitio tranquilo.

   Fue fácil localizar a Seis de pie al final del muelle, con ambas manos en los bolsillos y de frente al mar. El sol de mediodía cubierto por un par de nubes iluminaba su cabello mientras que las fuertes ráfagas de viento lo despeinaban y hacían bailar su oscura desmangada camisa de botones. La bandana la llevaba en el brazo, y cuando comencé a acercarme haciendo ruido en la superficie de madera; aún húmeda de la pasada lluvia, volteó el rostro por encima del hombro.

   –Hey –hablé en voz alta haciendo lo posible por sonar alegre.

   –Hey –dijo de vuelta una vez que había llegado a su lado, y la genuina sonrisa que le apareció de pronto, fue suficiente para calmar las molestas preguntas y preocupaciones que rondaban mi mente.

   Volvió su mirada a las movedizas olas frente a nosotros, y decidí quedarme callada para simplemente observar lo tranquilo que se veía. Sus facciones estaban relajadas y su respiración era serena. Podría haberme quedado mirándolo así por el resto del día, pero luego recordé que nos veíamos porque algo no estaba bien y era muy importante.

   –¿Qué hacías aquí? –pregunté antes de traer a flote el tema serio.

   –Supongo que me gusta este lugar –murmuró sin quitar los ojos de las suaves olas que creaban un fresco sonido continuo capaz de calmar a cualquiera.

   Las gaviotas se escuchaban en el cielo, y si guardaba mucho silencio aguantando la respiración, a la distancia podía oír el ruido de la ciudad al otro lado de la orilla, cruzando el faro.

   Seis parecía envuelto en sus pensamientos, pues no hacía un solo ruido. Él no iba a sacar el tema, así que para terminar con mi curiosidad más rápido, lo hice yo.

   –Y entonces… ¿De qué tenemos que hablar? –cuestioné tan cuidadosamente como me fue posible.

   –Tengo que preguntarte algo –Seis respondió agachando el rostro con las cejas juntas.

   –Pues entonces hazlo –musité sujetando con fuerza mi bolso, porque la mano iba a comenzarme a temblar en cualquier momento, y las preguntas volvían a aparecer. ¿Qué tal si yo hice algo malo? ¿Pero qué?

   Sin embargo, Seis fue rápido y directo. La gran pregunta terminó siendo la que menos me estaba esperando, y a decir verdad no sabía por qué lo decía.

   –¿En qué trabaja tu padre?

   Fruncí el ceño y lo volteé a ver curiosa.

   –Pues… en una agencia de viajes. ¿Por qué? –inquirí.

   Seis soltó un suspiro y por la cara que puso podría jurar que estaba maldiciendo mentalmente.

   –Alissa, puedes decirme la verdad –habló ahora centrando su vista en la mía–. Pero si estás convencida de que esa es la verdad, entonces tenemos un problema.

   ¿Qué? ¿De qué estaba hablando? Sonaba del todo serio, pero no tenía idea de a qué se refería. Yo estaba diciendo la verdad, ¿Por qué iba a mentirle?

   –Es la verdad –declaré totalmente convencida.

   –¿Estás segura? –cuestionó colocando sus manos sobre mis hombros.

   –Lo estoy.

   Y entonces, abrió la boca para hablar, pero volvió a cerrarla y permaneció callado un buen rato, sólo observándome.

   –¿Qué está pasando? ¿Para qué querías saber? –dije, pero no obtuve respuesta por su parte. Se volvió a llevar las manos a los bolsillos del pantalón y se dio media vuelta murmurando algo en voz baja que no pude entender.

   –¿Seis?

   –Lo siento Alissa. Debe ser él quien te lo diga, y si no lo ha hecho es porque sabe cómo reaccionarás –concretó tranquilamente pero sólo logró alarmarme aún más. Ahora era en serio ¿Qué rayos estaba ocurriendo?

   –No, no, no… tienes que explicarme qué sucede. Ahora –exigí rodeándolo para quedar de nuevo frente a él.

   –No lo haré.

   –¿Por qué no? –levanté la voz comenzando a alterarme–. ¿Por qué me ocultas tantas cosas? ¿Por qué mientes todo el tiempo? ¿Por qué…

   –Porque tengo que hacerlo –interrumpió con dureza tomándome de las muñecas–. Algunas veces es necesario incluso mentirme a mí mismo.

   –¿Por qué dices eso? ¿No te das cuenta de que podrías estar decepcionando a otras personas? –mi voz era agitada y trataba de zafarme de su agarre, pero era inútil.

   –Sí, quizá eso es lo que hago, siempre defraudo a las personas que me importan –dijo comenzando a adoptar un toque de ira en la voz, y luego de sostenerle la mirada durante un rato sin poder pensar en algo qué decir, me soltó repentinamente y retrocedió.

   Dios, no podía entender por qué lo complicaba todo, pero esas palabras hicieron que se me encogiese el corazón. ¿Es eso lo que piensa de sí mismo? Bufé en silencio y lo tomé de la mano recuperando su atención.

   –No es verdad –hablé casi en un susurro–. No lo decía en serio.

   Él tenía los ojos cerrados, y en ese momento deseé más que nada saber en qué pensaba tanto.

   –Te llevaré a casa ahora mismo –murmuró, y continuó antes de que pudiera oponerme–. Fue un largo día, sólo… sólo necesito pensar un poco.

   Dicho eso, noté lo cansado que se escuchaba y me quedé callada aunque tenía muchas cosas más qué decir. Asentí no muy convencida, y me encaminé junto a él por el embarcadero hasta volver a la orilla. Los botes amarrados al muelle se movían junto con la marea y no fallaban en recordarme lo que ocurrió la primera vez que estuve aquí con Seis.

   Ambos caminamos en silencio por el asfalto y llegamos hasta el Jeep que estaba estacionado no muy lejos. Subimos y Seis arrancó de prisa tomando velocidad. En verdad estaba desconectado de éste mundo, y una vez más me pregunté qué pasaba por su mente.

   No mencionó una sola palabra en todo el camino. Sus brazos manipulaban el volante con precisión y sus labios se encontraban juntos formando una fina línea. Al llegar, echó un rápido vistazo hacia la casa y luego me miró a mí como si estuviera a punto de decir algo, pero nunca lo hizo.

   –Gracias –murmuré y abrí la puerta para bajar, pero antes de poder salir, él me detuvo por el brazo vociferando un apresurado ‘espera’. Me giré hacia él, entonces me tomó del rostro y con exagerada lentitud comenzó a acercarse.

   Dejé la mirada clavada en sus labios, y en ese momento no me importó lo confundida que me tenía. Me acerqué al igual que él hasta que chocamos narices.

   –Si pasa algo llámame –susurró reflejando su preocupación en la voz.

   –Está bien –contesté y encontrándome tan cerca de él, la respiración se me comenzó a hacer pesada. Sólo estaba esperando el momento en que nuestros labios se juntaran. Por alguna razón ni siquiera me era posible pensar cuando estaba tan cerca de mí.

   Sus ojos conectaron con los míos, y fue cuando mis impulsos fueron más grandes que yo obligándome a besarlo. ¿Qué es lo que me hacía? De alguna manera cada vez que sentía su piel cerca me convertía en un imán. Tenía que sentirlo y la cercanía jamás era suficiente, hasta llegar al punto de estar totalmente unidos,  piel contra piel y boca contra boca.

   Sus labios respondieron de inmediato atrapando los míos con delicadeza, succionando una vez y luego impulsándose al frente para volver a hacerlo. Nuestras bocas se movieron juntas adoptando calor, pero en contra de mi voluntad me separé antes de que se intensificara demasiado. Su respiración agitada golpeaba en mi mejilla y su brillante mirada martillaba mi mente.

   –Te veré luego –murmuré y me alejé bajando del vehículo con mi chaqueta y bolso en manos.

   Crucé el sendero que me llevaba hasta la puerta de mi casa sintiendo su mirada clavada en mí a la distancia, pero no volteé hasta que ya había entrado. Lo miré marcharse por la mirilla de la puerta; el Jeep aceleró ruidosamente y pronto desapareció.

   Exhalé cerrando los ojos durante un momento. Aquí me esperaba otra plática más, y justo ahora que estaba a punto de suceder fue cuando comencé a preguntarme de qué se trataba, sin embargo, algo me decía que la respuesta iba a aparecerse pronto pues a mis espaldas escuché la severa voz de mi padre sonando mucho más serio de lo normal.

   –Alissa, tenemos que hablar ahora –dijo. Había salido de la nada, como si hubiese estado esperándome. Yo no había tardado ni siquiera una hora, pero algo en la atmósfera indicaba que esto era grave por lo que los nervios surgieron en mi estómago.

   –¿Qué pasa? –musité dándome la vuelta para quedar frente a él. Lo único que quería era marcharme a mi habitación y encerrarme allí el resto del día, así que mientras antes terminara esto, mejor.

   –Lo vi –habló como si quisiera matarme con la mirada–. Los vi a ambos por la ventana.

   Sus palabras vagaron por los aires durante un corto momento, pero luego cuando entendí a qué se refería, sentí como si me hubieran echado encima un balde de agua fría. Él nos vio, a mí y a Seis.

   Mi garganta se encogió seca y mis ojos lo observaban desorbitados.

   –¿Qué? –logré decir con la voz débil.

   –Y sé que su nombre no es Jake. Sé que lo llaman Seis y sé que es un pandillero mafioso que se dedica a causar problemas a donde sea que vaya.

   Su voz ahora estaba cargada de ira, y yo no podía hacer nada mas que escucharlo. Estaba en graves problemas.

[Nota del Autor]: Ok creo que éste cap me quedó algo aburrido lo siento les prometo que el próximo se pone mejor, pero de todos modos traté de hacerlo perfecto y se lo dedico a mi dúo dinámico; Carlita que sé que está leyendo esto, porque mañana es su cumpleaños :) ¡Feliz Cumpleaños!

 

(El próximo cap ya está casi terminado así que espérenlo pronto)

 

Hasta luegooo x

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