Capítulo 17

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–Narra Seis–

   Alissa no durmió en toda la noche. Cree que no me di cuenta, pero se la pasó observándome de entre la oscuridad. Yo igual la miraba a ella, pero la penumbra no nos dejaba vernos realmente. Aún tenía en mi mente sus radiantes ojos azules que por alguna razón me hicieron sentir tranquilo. Si no hubiera sido por ella, quién sabe qué habría sucedido ayer. Me salí de control. La parte de mi mente que había estado intentando ocultar todos estos años me manipuló como un títere y no había nada que pudiera hacer al respecto, hasta que la miré. Y otra vez, sentí esa inusual sensación de paz.

   El resto del día transcurrió normal. La vigilé todo el tiempo, y la hora se estaba acercando. Las carreras comienzan en un par de horas.

   La miré desde el otro lado de la habitación. Estaba sentada en el sillón a un lado de la cama, y pude notar su nerviosismo. Tamborileaba suavemente el brazo izquierdo del sofá con las puntas de sus delgados dedos.

   Quisiera poder dejarla ir ahora mismo, no está a salvo cerca de mí. Bruce vendrá en cualquier momento y tendremos que irnos a las carreras en Northern Bay. Es peligroso, demasiado. Pero me veía obligado ante la situación. No podía fallarle a mi equipo. Tenía que pensar en una manera de poder dejarla libre, sin tener ninguna clase de conflictos con los míos.

   Comencé a caminar de un lado a otro mordiéndome el labio inferior. Carajo, ¿Dónde rayos estaba Bruce? Debería de estar ya aquí. Mi mente estaba revuelta, Alissa, Bruce, las carreras, el plan. Habían muchas cosas que me impiden quedarme tranquilo.

   ¿Qué iba a hacer? Hoy era el último día. Roland fue muy claro. Tres días, y no pensé en nada. Maldición.

   De pronto escuché el ruido de la puerta principal y volteé a ver a Alissa al mismo tiempo que ella a mí. Debía ser Bruce, ya era hora. Caminé con rapidez dando zancadas largas y salí de la habitación. Él ya venía subiendo las escaleras, pero se detuvo al verme.

   –Hey ¿Nos vamos ya?

   –¿Dónde rayos estabas? Tengo horas esperándote.

   Puso los ojos en blanco e hizo su camino de regreso por donde vino. Cuando me di media vuelta Alissa ya estaba parada detrás de mí, y le indiqué que me siguiera.

   –Pero qué diablos… –Bruce murmuró al mirar el desastre de ayer. Dejé escapar un suspiro y me acerqué.

   –No hay tiempo para explicarte, larguémonos ya –ordené perdiendo la paciencia. De todos modos no iba a decirle. Él no entendía lo que me pasa, piensa que estoy loco.

   Bruce llevaba la bandana negra en la cabeza, al igual que yo, e íbamos vestidos del mismo color completamente. El negro era básicamente nuestra identificación personal. Él volteaba a ver a Alissa de vez en cuando y a ella le intimidaba claramente, lo supe por la manera en que agachaba la el rostro. Si llega a hacerle algún comentario estúpido, voy a enojarme, y eso no es nada recomendable ahora mismo. No me importaba que se tratase de Bruce, estaba dispuesto a herirlo con mis propias manos si hacía cualquier idiotez.

   Los tres salimos de la casa y entramos a la cochera. Él subió al deportivo y yo al jeep junto con ella. Aproveché la privacidad que teníamos y enseguida le expliqué apresuradamente:

  –Escucha, él es Bruce, es de confianza, vamos a un lugar bastante peligroso para ti, van a haber hombres armados y otras pandillas, pero no quiero que tengas miedo. Sólo no le hables a nadie, no mires a nadie, y no le hagas caso a nadie que no sea yo, ¿Entendido?

   Ella puso un gesto de angustia, pero intentó disimularlo. Sabía que esto era demasiado, pero no tenía otra opción. Ni siquiera yo estaba tranquilo.

Damned ∙ libro unoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum