Capítulo 67

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–Narra Alissa–

   Es curioso cómo la vida puede cambiar de un segundo a otro, pero más que nada es cruel. Y se siente tal como si ésta te estuviese jugando una broma pesada; burlándose de ti cuando te das la vuelta.

   No podía explicar cómo llegué hasta aquí. A enamorarme de alguien tan peligroso como el fuego, y no prestarle importancia a ello. Realmente no lo entendía, pero después de todo así es como funciona. No podemos entenderlo, sólo sentirlo.

   Cuando reconocí la calle por la ventana, mi distraída mente reaccionó haciéndome dar un salto.

   –¡Alto! Alto, es aquí.

   Lucas se exaltó y detuvo el auto de golpe, maldiciendo en voz baja. Enseguida echó un vistazo inclinándose para observar a través de la ventanilla.

   –¿Él vive aquí? –preguntó inseguro. Asentí con rapidez y tomé mi bolso apresurándome a abrir la puerta.

   –No vuelvas por mí –dije a punto de cerrar, pero Lucas lo impidió metiendo el brazo con brusquedad.

   –Hey, tienes menos de dos horas antes de que mamá y papá vuelvan a casa –su voz era de amenaza, y sus ojos se clavaban fijos en los míos.

   –Sí, sí, ya sé –murmuré y cerré girándome sobre los talones.

   Era una mañana fría y nublada, haciendo parecer triste todo lo que me rodeaba, desde los frondosos árboles a los costados de la calle, hasta las solitarias casas vecinas que parecían estar deshabitadas. Quizá lo estaban.

   Vecindario desconocido y retirado de la ciudad, tenía sentido para mí. Permanecí de pie en la acera hasta que Lucas arrancó el vehículo comenzando a alejarse. Fue entonces cuando giré para encontrarme ante la casa de Seis.

   Por favor que esté aquí.

   Me detuve a observarla un momento. A simple vista parece que no hay nadie. Las cortinas están cerradas, y no se escucha un solo ruido. Es temprano, así que se me ocurren dos opciones: o sigue dormido, o no ha llegado; desde ayer.

   Me acerqué hasta el enrejado que rodea el frente de la casa. La cochera estaba cerrada, así que tampoco podía ver si estaba el Jeep. Al buscarlo alrededor con la mirada, en vez, encontré frente a mis narices un telefonillo que no había visto antes, el cual se hallaba a un lado de la compuerta. Presioné el botón una vez, y luego esperé. El lugar estaba tan silencioso que había alcanzado a escuchar el chillante sonido del timbre hasta aquí.

   Volví a tocar cuando no obtuve respuesta, y estaba a punto de girar para marcharme por donde había venido, cuando un sonido emergió desde el fondo de la bocina.

   –¿Qué coños? Son las siete de la mañana –un Seis molesto se escuchó del otro lado del altavoz. Su voz era un poco más profunda de lo usual, lo había despertado, o es que seguía ebrio.

   Titubeé para hablar, pero interrumpió impaciente.

   –¿Quién es?

   –Lo-lo siento –dije con torpeza, y luego murmuré tratando de decir algo, pero no sabía qué exactamente, por lo que terminé sonando como una tonta.

   –¿Alissa? –él inquirió casi de inmediato. Había reconocido mi voz, y a pesar de mi nerviosismo, sonreí por ello.

   –Sí.

   Posteriormente, la bocina se apagó con la misma rapidez con la que se había encendido, emitiendo un agudo sonido de electricidad cuando el portón se abrió automáticamente. Entré y me encaminé con lentitud hasta la puerta, la cual Seis abrió luego de un momento.

Damned ∙ libro unoWhere stories live. Discover now