Capítulo 39

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–Narra Seis–

   Una vez que había terminado de colocar las nuevas bujías, cerré el cofre del vehículo y me di media vuelta para encontrar a Alissa, observándome con atención. Tomé la camiseta que se tendía en mi hombro y con ella limpié mis manos llenas de aceite, para después entrar en el automóvil.

   –Las llaves –pedí en voz alta y Alissa se acercó para dármelas. Una vez que las tenía, encendí el auto y lo arranqué en neutral para probarlo haciendo rugir el motor. Estaba listo. Entonces, giré el rostro para dedicarle una mirada victoriosa.

   –Gracias –dijo en voz baja, y después un silencio incómodo se apoderó de la atmósfera. Permanecimos allí intercambiando miradas un par de minutos.

   –Entonces… ¿Ya debes irte? –pregunté al cabo de un rato.

   –Eh, sí… es sólo que tengo un problema –Alissa contestó casi en un murmuro, y en ese momento noté el nerviosismo con el que hablaba.

   –Qué cosa.

   –No es nada importante, pero ¿Podrías llevarme a casa… tú?

   Lo pensé por un instante. Debía de dejar de meterme en territorio East Avenged, porque de cualquier forma Roland termina enterándose, pero tampoco iba a decirle que no, y últimamente, me venían valiendo mierda las reglas de Roland, así que ¿a quién le importa?

   –Ya sé que es peligroso que estés allí pero…

   –Oye –la interrumpí de golpe–. Un poco de peligro no le hace daño a nadie –y salí del vehículo para ir en busca de una camisa.

__________

   Conduje con rapidez adentrándome en los suburbios de San Francisco bajo un cielo ennegrecido. Ya estábamos cerca del territorio Avenged, así que me coloqué unas gafas oscuras sosteniendo mi cigarrillo con los labios.

   –¿Seis, qué pasa si alguien de esa otra pandilla te ve por aquí? –Alissa preguntó de pronto.

   –¿Un East Avenged? –ella asintió–. Bueno. Como estoy en su territorio, pueden hacerme lo que quieran.

   Puso un gesto de incomodidad y luego asomó el rostro por la ventana.

   –Pero olvídate de ellos –continué dándole una calada a mi cigarro, para después sostenerlo entre el dedo índice y el medio–. Yo soy un Savage Rogue, eso es lo que importa.

   –¿Y te gusta serlo? –inquirió mirándome una vez más con las cejas en alto.

   Me relamí los labios y los torcí en una media sonrisa.

   –Es mi estilo de vida. No tiene que gustarme, sólo lo vivo y ya.

   Nos adentramos en Jersey Street, aceleré hasta dar con su casa, y aparqué el auto frente a esta última. Todo estaba en orden, a excepción de una cosa: había alguien de pie justo en la puerta de entrada, y las luces encendidas del pórtico dejaban a la vista aquel gesto de desagrado.

   Alissa abrió los ojos como platos y maldijo en voz baja.

   –Es mi papá –vociferó en un susurro, para después bajar del vehículo con una sonrisa fingida.

   Mierda.

  Imité sus movimientos saliendo del auto con el cigarrillo entre los labios, y lo rodeé por enfrente hasta llegar a un lado suyo.

   –Apágalo –ella murmuró mientras el hombre de avanzada edad se encaminaba en dirección a nosotros sin dejar de observarme. Enseguida dejé caer el cigarro y lo aplasté discretamente con el zapato.

Damned ∙ libro unoWhere stories live. Discover now