Capítulo 9

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–Narra Alissa–

   Cuando él abrió la puerta yo bajé del auto. Espero que no me cargue de nuevo, aunque el piso está helado y mis dedos de los pies estén entumecidos por el frío, prefiero mil veces caminar. Al menos ya no estaba lloviendo. Me siguió molestando la herida de la ceja, pero eso es por lo que menos debo preocuparme ahora.

   Me costaba trabajo calmarme, mis pensamientos incluso eran incoherentes, seguía preguntándome una y otra vez por qué no me asesinó, cuando lo importante es que sigo viva.

   Su mirada era aterradora y me confundía. Me quedé parada a un lado del auto y él estaba detrás de mí. Me tomó del brazo y me dirigió adentro de la casa. Abrió un pequeño portón negro y cruzamos el corto sendero de mosaico que dirigía hacia la puerta.

   El lugar no era nada pequeño, era una casa de dos pisos estilo mediterráneo color beige. Yo me habría imaginado un departamento viejo, pero esto es totalmente diferente.

   Estaba muy oscuro, así que intentaba pisar con cuidado. No tengo ni la menor idea de en dónde estamos, así que no podría pedir ayuda ni aunque tuviera la oportunidad.

   Él abrió la puerta y la empujó despacio para que se deslizara sola.

   –Entra –murmuró sin soltarme.

   Yo caminé con torpeza cegada por la oscuridad. Adentro no se veía absolutamente nada, hasta que él encendió la luz. Escucho el click del interruptor y entrecerré los ojos para que se acostumbren a la iluminación poco a poco.

   Cuando los abrí por completo, noté que el lugar era muy amplio, las paredes blancas incluso lo hacían ver de mayor tamaño.

   Escuché el sonido de la puerta cerrándose detrás de mí. Él metió las llaves en la cerradura y le puso el seguro, provocándome un escalofrío, estoy aquí encerrada con él y supongo que estamos solos.

   Esta casa es muy grande para una sola persona, pero dudo que viva con alguien más. Él avanzó lentamente y se quedó de pie junto a mí. Lo observaba por el rabillo del ojo.

   –Tendrás que darte un baño –dijo en un tono apenas audible.

   ¿Darme un baño? Tiene que ser una broma. Mi pulso aceleró repentinamente.

   Caminó hasta las escaleras y luego se detuvo para observarme por encima del hombro.

   Yo avancé hacia él lo más lento que pude, y me siguió con la mirada. No continuó caminando hasta que me encontraba a un lado suyo.

   Ahora que lo podía ver bajo la luz artificial de la bombilla, notaba mejor las facciones de su rostro, tiene la nariz fina y la piel muy blanca, pero bronceada. Sus brazos largos y fornidos están tensos y fruncía el ceño.

   Nuestras miradas se cruzaron por un momento, así que me atrapó observándolo. Había algo en esos grandes ojos de color llamativo. Detrás de esa expresión fría y despiadada, podía notar tristeza. Una tristeza tan profunda que incluso me hacía sentir vacía por dentro. Es difícil de explicar, sus ojos están tristes y apagados.

   Y aunque no lo conozco, y no sepa nada de él, logré darme cuenta de que, quizá, muy en el fondo siente un gran dolor, y lo disfraza utilizando esa expresión tan dura y sombría. Para esconderse.

   Esa no es la mirada de un asesino. Es la mirada de un niño huérfano y miserable pidiendo limosna en la calle. Si tan sólo cambiara ese gesto de furia infinita, sería eso. Nada más y nada menos que un niño perdido en un mundo en el que la suerte le ha dado la espalda.

Damned ∙ libro unoOnde as histórias ganham vida. Descobre agora