Capítulo 10

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–Narra Seis–

[Flash back - Escena del crimen]

  Corría entre los arbustos a toda velocidad; Mitch y Bruce iban detrás de mí. Éste maldito parque está repleto de árboles. Me confunden, mis zancadas son tan largas y rápidas que los objetos a mi alrededor parecen sombras movedizas. De pronto, comenzaron a caer unas cuantas gotas, será mejor que nos demos prisa.

   Las ramas de los árboles me arañaban la cara, y Frank Blumer estaba a punto de escaparse. Me harté, saqué mi arma y lo amenacé antes de que se alejara más.

   –¡Si continúas corriendo te disparo!

   Entonces se detuvo en seco, al igual que yo y los demás.

   –¡Váyanse! ¡Déjenme en paz! –gruñó, y noté el miedo mezclándose en su voz.

   –Ya déjate de estupideces… Frankie. ¿Dónde está nuestro dinero? –pregunté a punto de perder la paciencia.

   Él no contestó, así que le quité el seguro a mi arma y me preparé para dispararle.

   –¡No por favor! –suplicó en un sollozo desesperado–. ¡Denme más tiempo, les juro que se los voy a devolver!

   Podía notar ese tono de impotencia y miedo, que en realidad me causa gracia de algún modo. Esto es su propia culpa, le dimos suficiente tiempo para pagarnos.

   –Tuviste un mes, ya no podemos esperar más tiem… –Bruce habla coléricamente pero lo interrumpí de golpe.

   –Terminemos con esto de una vez –hablé estirando el brazo para apuntarle exactamente en la cabeza.

   Justo estaba a punto de disparar, pero escuché el leve sonido de unas ramas a mi izquierda y volteé rápidamente. Quizá haya sido la lluvia, pero luego, cuando enfoqué la mirada, localicé a una chica de pie a menos de cuatro metros de distancia. Mis ojos se dilataron y con la poca luz que proporcionaba la luna, pude distinguirla. Era ella.

   Fue entonces cuando todo volvió a mi cabeza de golpe. Ahora lo recordaba todo. Recordé por qué golpeaba a aquel chico, y también lo que ocurrió antes de eso.

   Mi respiración comenzó a acelerarse, y volví mi rostro para ver rápidamente a Bruce y a Mitch. Ellos no notaron nada. Pero cuando volteé en dirección a la chica una vez más, había desaparecido.

   Probablemente sólo haya sido mi imaginación, pero debo asegurarme. Tengo que hacer que Mitch y Bruce se larguen de aquí.

   –Váyanse, los alcanzo en un momento –indiqué esperando a que accedieran, y enseguida me percaté de la expresión confusa en las caras de ambos.

   –¿Por qué? –cuestionó Mitch.

   –Hagan lo que les digo –gruñí en un tono grosero y desafiante.

   Ellos dos se dieron media vuelta observándome por encima del hombro. Mitch me lanzó una mirada de odio y yo lo retuve de igual manera. Están obligados a seguir mis instrucciones debido a que soy el beta de la pandilla. El único que puede darme órdenes a mí, es Roland, el cabecilla. Mi tarea es encargarme del trabajo duro, mientras que él solo mueve las piezas del tablero. Pero en cuanto él ya no esté, yo pasaría al mando automáticamente, y en mi lugar quedará Bruce.

   Una vez que se alejaron lo suficiente, posé mi dedo índice en el gatillo.

   –Nos vemos en el infierno –dije en voz baja arrastrando las palabras una a una.

Damned ∙ libro unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora