Capítulo 66

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–Narra Seis–

   Preguntas complicadas, respuestas simples. Es la obstinada y misteriosa realidad del ser humano, y un mal común que he llevado conmigo todo este tiempo sin haberlo notado. Esto era lo que me había sucedido. Mi más grande prejuicio era hallar una respuesta, sin siquiera haber planteado la pregunta correcta antes. Tendemos a enredar cuestionamientos, terminando por obsesionarnos con una idea irreal, falsa, sin sentido.

   Quería saber por qué estaba haciendo todo esto por ella, y por qué comenzaba a afectarme de una manera única e inigualable. Por qué de pronto empezaban a molestarme las sombras de mi pasado, que había estado ignorando sin problema alguno. Por qué sentía cosas que no debería, y por qué hacía presencia en mí una enorme carga de adrenalina cada vez que estábamos demasiado cerca.

   Traté de resumirlo todo en una sola pregunta, y fue cuando sucedió: me di cuenta de que; dejando de lado el por qué, todas esas eran respuestas. Lo habían sido desde el inicio.

   Mi vista se encontraba un tanto borrosa, efecto secundario del alcohol. Las calles me parecían más estrechas de lo usual, y la enérgica obscuridad del cielo nocturno no era de ninguna ayuda.

   Esto es suicidio.

   Aceleré una vez más adentrándome en las zonas del conocido territorio East Avenged, y luego de avanzar un rato entre calles solitarias y casas apagadas, llegué a la entrada de la avenida, en donde dejé aparcado el vehículo.

   Bajé sin vacilar y me escabullí evitando la iluminación de las farolas de luz, hasta llegar sin ningún problema a la casa de Alissa. Corazón latiendo fuerte, respiración tornándose dificultosa. No sabía si estaba cansado, o era sólo nerviosismo.

   Las luces estaban encendidas, pero el único ruido presente era el de la naturaleza exterior siendo influenciada por el viento. Me quedé parado allí un momento, y tomé aire cuando me encaminé por un lado de la casa hasta llegar al patio trasero, rodeado de una cerca de metro y medio que no fue exactamente fácil de saltar. Aterricé en el suelo soltando un gruñido al contacto y me puse de pie al instante, en esos momentos lamentando haber bebido tanto.

   La ventana de Alissa estaba cerrada, y rogué por que no tuviese el seguro puesto. Me trepé posando ambas manos en un escaloncillo a mitad del camino y coloqué ambos pies en los tablones de la pared, juntando los labios para formar una delgada línea.

   Estaba seguro de que si me caía ésta vez no iba a poder levantarme. Con trabajo logré llegar al pie de la ventana, en donde me recargué para impulsarme. Con una mano traté de abrirla, pero icónicamente ésta se encontraba cerrada.

   –Tiene que ser un maldito chiste –murmuré recargando todo mi peso contra la pared.

   No podía incluso pensar bien. Traía mi arma en la cintura y estaba a dos metros del suelo, que parecían cuatro en realidad, así que saqué la revólver de un preciso movimiento y golpeé el cristal con el mango, provocando un agudo estruendo al romperse. Enseguida me di cuenta de que había sido mala idea.

   Metí la mano para quitar el seguro y levanté la ventana arrojándome al interior, asegurándome de cerrarla detrás de mí. La habitación era devorada por la obscuridad, impidiéndome divisar si había alguien dentro, pero lo que captó mi atención enseguida fue el sonido de una regadera cerrándose, abriendo paso a una cortina siendo deslizada con brusquedad.

   La luz escapaba de otra puerta, dejando a la vista un delgado rayo artificial que salía por la orilla de ésta. No podía haber llegado en un momento menos adecuado. Al instante en que la puerta se abrió, corrí para aferrarme a la pared justo a un lado, y atrapé a Alissa atrayéndola hacia mi pecho cuando salió con sólo una toalla enrollando su cuerpo.

Damned ∙ libro unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora