El Misterioso Visitante. (Che...

By midhiel

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─Dame una buena razón para que me quede, Charles. ─Estoy encinta. Siglo XVIII, Escocia. La vida de Lord Xavie... More

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VIII

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By midhiel


Dedicado a KiKaLoBe y un gran agradecimiento por su ayuda.

Una mención para @LuzAlvz.

VIII

Con Logan y Laura almorzando arriba, fue la primera vez en más de un mes que Sharon se sentó a la mesa con la sola compañía de su hijo. Comieron en silencio, respetando el protocolo, y cuando las doncellas acababan de retirarles las sobras del plato principal para acercarles el postre, Lady Xavier preguntó, mientras se limpiaba la comisura de los labios con la servilleta.

─ ¿Ya le escribiste la carta a Moira?

Charles tenía las manos extendidas sobre la mesa y cerró los puños suavemente, inquieto con la pregunta. Lo había olvidado por completo pero respondió calmado.

─No, madre. Lo haré esta tarde después del té porque ahora debo atender otros asuntos.

─Después del té oscurecerá y ya será tarde para enviar el correo, Charles ─ señaló Sharon, tranquila y serena ─. Si le escribes al atardecer, recién la podrías enviar a Edimburgo mañana.

─Entonces, que mañana la reciba ─ contestó el Duque, cortante, y observó para distraerse el plato con el postre, que la doncella le servía. Asintió a la muchacha antes de que se retirara.

Sharon miró a su hijo con severa paciencia. Habían vuelto a quedar solos.

─No mejoraste la obstinación que tenías de niño y eso que me esforcé por corregirte ese carácter.

Charles la miró nervioso. Lo exasperaba el comentario porque en el fondo él reconocía que había sido descortés y también se daba cuenta de que no podía continuar albergándoles la esperanza de un matrimonio ni a Moira ni a su madre. No iba a casarse con la joven, no ahora que había conocido a Erik.

─Entonces, le escribiré después del almuerzo, madre.

─Me parece lo más adecuado ─ congenió Sharon y probó el postre.

Charles se acomodó la servilleta en el regazo. Tenía que soltarle la verdad para clarificar el asunto de la boda que no se iba a concretar, porque ya no podía seguir dilatando el problema.

─Le escribiré una carta disculpándome por mi comportamiento y rogándole que sepa excusarme porque una cuestión privada de suma urgencia me apartó ayer de la fiesta por un tiempo. Tuve que abandonarla con Lady Norrington por problemas de fuerza mayor. Le enviaré saludos cordiales a su padre y me despediré.

─Y, ¿no le propondrás alguna visita en compensación por ello? ─ quiso saber la dama.

─Sería cruel de mi parte crearle falsas expectativas ─ respondió Charles, rápido, como hablaba cuando estaba excitado.

Sharon suspiró y, a pesar de la desilusión, la respuesta no la sorprendió. El Duque continuó comiendo en medio de un silencio incómodo. Antes de llamar con la campanilla para que retiraran los platos de postre, la dama observó.

─Charles, siento que me ves como a tu enemiga, como a una barrera que te impide disfrutar de él ─ su hijo hizo un mohín de disgusto pero ella siguió ─. Lo que haces es disfrutar de un hombre fascinante. Mira, no voy a negarte que es apuesto y que su historia legendaria lo vuelve, ¿cómo decirlo? ─ gesticuló con la mano ─. Místico. Pero ya no eres ningún chiquillo y tienes deberes que cumplir y un futuro que realizar para ti y para esta Casa creando descendencia legítima.

─ ¿Piensas que lo que siento por Erik es una fascinación ridícula? ─ increpó el Duque, enojado.

Sharon hizo sonar la campanilla para cortar la plática. Su hijo se mordió el labio inferior mientras las doncellas entraban a retirarles los platos, y tuvo que esperar para poder quedar a solas con ella nuevamente.

─ ¿Por qué me tienes tan poca confianza, madre? ─ preguntó, indignado, cuando estuvieron solos al fin.

Sharon lo miró con calma. Lo último que deseaba era enfrentarse a él, que era lo único que le quedaba de su familia, pero tenía la obligación como madre de velar por su porvenir y la obligación como matrona de defender el legado de los Xavier.

─Estás enceguecido y enamorado, Charles ─ le advirtió ─. Aunque me detestas por repetírtelo, es la verdad. Como te lo dije antes, tienes el juicio nublado y no estás pensando con claridad. Puedes objetarme que lo único que me interesan son los nietos, pero el que me interesa aquí eres tú: mi hijo y mi sangre. Veo que estás actuando incorrectamente. Dime, Charles ─ lo miró a los ojos, directa ─. Respóndeme con toda sinceridad: si mañana Erik decide partir de Westchester, ¿lo permitirás?

El Duque pasó saliva antes de contestar lo más tranquilo que pudo.

─Es un hombre libre de hacerlo.

─Parpadeaste dos veces, hijo ─ sonrió Sharon apenada ─. Estás mintiendo.

Charles se mordió más el labio. Le costaba controlar la furia, que más que furia era impotencia porque su madre le estaba exponiendo una realidad que él no podía admitir aun.

Lady Xavier comprendió que si seguía presionando, se distanciarían más y decidió cortar por lo sano: cambió el tópico de la conversación.

─Como veo que una partida de cartas no sería adecuada en estas circunstancias, me retiraré a mis aposentos ─ se puso de pie. El Duque seguía lívido y permanecía sentado ─. Por cierto, Charles. No soy una enemiga de nuestros huéspedes y saber que ese jovencito está mejorando me llena de alegría. Aquí el problema es tu actitud, tu juicio nublado ─ hizo silencio, bajó la cabeza y la volvió a erguir para observarlo ─. Magneto es libre de marcharse cuando lo desee, en cambio tú, hijo mío, me tienes a mí, que te apoyaré siempre que lo necesites ─ y sin nada más que añadir, se marchó del comedor hacia las escaleras.

Charles quedó solo en la mesa, mordiéndose el labio. Sentía furia, no contra su madre sino contra el mundo, ¿por qué las cosas no podían ser más simples y él simplemente se dedicaría a amar a Erik y ser felices los dos?

......................

Laura salió entusiasmada de los aposentos de los huéspedes, casi daba saltos de lo feliz que se sentía. Logan se encontraba tranquilo con esa paz que a uno lo llena al haber ayudado a alguien que nos importa.

Erik los despidió después de agradecerles el haber aceptado la invitación y tras cerrar la puerta, detuvo la mirada en el tablero de ajedrez que dejaba siempre preparado para una nueva partida. Pensó que esa mañana Charles lo había visitado acompañado de Logan y no había podido estar a solas con él. Volteó hacia el sofá, donde la noche anterior se habían regalado caricias, y se cuestionó lo que sentía. Definitivamente estaba enamorado del Duque, locamente enamorado. No podía negar las emociones que le provocaba, las mismas que lo habían invadido de adolescente cuando conoció a la mujer que se convirtió en su esposa. Años después, viudo, sediento de venganza, con tantos hermanos mutantes a los cuales socorrer o resarcir, no se había planteado el volver a encontrar el amor, y desde hacía una década toda su energía había estado puesta en su misión y en cuidar de Peter. Había hecho muchos sacrificios y, contrario a lo que se pudiera pensar, no le gustaba ser el legendario Magneto. Recordó su vida en la campiña polaca, feliz con poco en lo económico pero con mucho en cuanto al amor de su familia. En ese tiempo había sido un campesino joven, cuya única misión era llegar a su casa cada tarde para encontrarse con su esposa y con sus hijos. Había tenido una vida sencilla y feliz, que la patrulla anti mutante convirtió en pesadilla. Suspiró y al suspirar se dio cuenta de que ahora se le presentaba la opción de vivir otra vez tranquilo y contento y aunque ya no tendría una familia convencional, Charles bien podría llenar ese hueco. Charles, un duque escocés. Escocia, una tierra lejana a Polonia y a Prusia, ¡qué lejos había viajado para encontrarse ahora allí, disfrutando de la hospitalidad de un aristócrata que le estaba haciendo perder la cabeza!

Erik se sentía confundido. Entendía que estaba enamorado y eso lo hacía feliz, pero toda su vida, toda su lucha, sua acólitos, su misión, su adorada causa, todo se estaba poniendo pies arriba cuando recordaba a Charles. Regresó a la recámara, donde Peter, excitado, se había acostado sin dormirse. En esta jornada había conseguido importantes progresos: dos veces se había sentado en una silla, había almorzado junto a la mesa y había dialogado con Logan y Laura, y participado de sus pláticas sin sentirse triste. Su padre pensaba agradecérselo a Charles. . . Charles. . .

─Papá ─ la voz de su hijo lo devolvió a la realidad ─. ¿En Prusia es común creer en los hombres lobos? Digo, en tu tierra, ¿escuchabas historias de hombres lobos cuando eras niño?

Erik quedó desconcertado con la pregunta y se detuvo junto a un armario para voltear hacia el joven, mientras lo pensaba.

─No recuerdo alguna historia en particular, Peter ─ hizo memoria ─. Pero los bosques germanos están llenos de lobos y sí, supongo que las debe haber y me las deben haber contado mis padres, aunque no las recuerde.

─Laura quiso hablarme de una ─ comentó el muchacho con entusiasmo. Su padre sonrió, era grato verlo emocionado ─. Pero calló cuando entraron ustedes con las sillas. En un momento me comentó que no quiere hablar mucho del tema porque su padre reprueba que le gusten tanto los lobos por eso de su poder, Logan tiene miedo que descubran lo que realmente son él y Laura si ella habla mucho del tema.

─Su padre es cauteloso como lo somos nosotros, Peter ─ replicó Erik y se sentó a los pies de su propia cama ─. Hace bien, ya sabes de lo que son capaces los hombres con sus patrullas ─ la voz se le apagó. El joven comprendió que hacía referencia a la tragedia familiar y bajó la cabeza.

─Todo esto que haces, tus misiones, la causa que defiendes ─ suspiró el muchacho y alzó la mirada para encontrarse con sus ojos ─. ¿Seguirás con eso el resto de tu vida?

─ ¿Qué quieres decir?

Peter volteó hacia la ventana entreabierta.

─Tal vez, algún día, podrías dejarlo todo, papá, y vivir como vivimos aquí, como viven en esta casa, ya sabes ─ volvió a mirarlo ─: tranquilos.

─ ¿Te gustaría que renunciara a mi causa?

El muchacho se echó hacia atrás. Sabía lo que valía la causa para su padre y se sintió egoísta al reclamárselo.

Erik notó su aprensión y se puso de pie.

─Dime la verdad, Peter. En tu corazón, ¿te gustaría que renunciara a lo que hago?

─ ¿Te gustaría a ti hacerlo? ─ indagó el joven.

─Te lo estoy preguntando a ti ─ respondió con suavidad.

Peter bajó la cabeza y se acarició el vientre. Había sufrido mucho en los últimos tiempos y el fantasma que lo acosaba cada vez que su padre partía en una misión volvió a presentársele: el temor a perderlo y quedarse completamente solo.

─Me gustaría que por un tiempo te quedaras conmigo ─ pidió ─. Aquí, en esta casa estamos bien. Pero si no es aquí, no importa dónde, simplemente estar los dos juntos y tranquilos.

Erik sonrió, emocionado.

─Por un buen tiempo no habrá misiones, Peter ─ prometió.

─ ¿Qué hay de la que venías a cumplir cuando me enfermé? Viajábamos a Edimburgo porque tenías que encargarte de alguien.

─Todo cambió cuando te enfermaste ─ replicó su padre y volvió a sentarse en su cama ─. Ahora quiero que descanses porque hoy tuviste una mañana agitada ─ se inclinó hacia el otro lecho para palmearle las piernas ─. No pensaremos más en mi causa, ni en nuevas misiones por un buen tiempo, ¿qué me dices?

─Me parece bien ─ aceptó Peter con una sonrisa que dejó ver sus hoyuelos.

Erik le asintió. Meses atrás jamás se le hubiera ocurrido renunciar a lo que hacía: hoy, después del dolor de su hijo y de conocer a Charles, pensaba diferente.

........................

Charles decidió escribirle a Moira después del almuerzo. Redactó una carta amistosa de disculpas pero eligió las palabras adecuadas para no crearle ilusiones falsas. Ya la había herido en la fiesta y no quería hacerlo más en el futuro. Mucho antes de la hora del té y de que anocheciera, un mensajero llevó el sobre hacia Edimburgo. Mientras partía, el Duque visitó a su huésped. Erik lo estaba esperando. Apenas Magneto cerró la puerta para quedar adentro con él, se abrazaron y besaron efusivamente. Entre los chasquidos, Erik recordó que su hijo estaba despierto en la recámara y cortó el beso.

─Peter está merendando ─ le explicó con su sonrisa amplia y seductora. Charles sonrió también, fascinado, y le acarició el rostro, los dos ansiaban tanto tocarse, que les costó romper el abrazo ─. Tu idea de traer a Howlett fue un gran acierto, con decirte que almorzamos con él y con su hija alrededor de la mesa del dormitorio, los cuatro juntos.

─ ¿Peter se sentó a comer? ─ preguntó el Duque con asombro. Ocupado en sus propios asuntos, no se había cruzado con su amigo para que le contara los pormenores del almuerzo.

Erik asintió tan alegre que reía, y lo tomó de la mano para que caminaran juntos hasta la puerta de la alcoba. Charles se dejó llevar, contento de verlo tan feliz.

─Como estuvo mucho tiempo sentado en una silla, se cansó pronto ─ explicó el orgulloso padre ─. Pero fue un progreso increíble. Te juro ─ suspiró al llegar a la puerta y lo miró a los ojos ─, te juro, Charles, que yo temía que jamás podría recuperarlo. ¡Fue tan duro lo que le pasó!

─Es un muchacho fuerte como lo eres tú ─ replicó Charles.

Se soltaron las manos para abrir la puerta. Al entrar, el Duque se encontró con el joven sentado erguido con los cojines en la espalda y bebiendo el té con leche. Tenía un brillo particular en los ojos, uno saludable que Charles no había visto antes en él.

─ ¿Cómo te encuentras, Peter? ─ lo saludó. Erik entró detrás y cerró la puerta a sus espaldas─. Es sorprendente y grato el progreso que has hecho.

─Buenas tardes, Charles ─ respondió y dejó la taza sobre el platito en la bandeja depositada sobre su regazo. También había allí un trozo de pan, mermelada de frutas de estación y un poco de queso ─. Me encuentro bien, muy bien a decir verdad ─ ni él mismo se creía lo saludable y tranquilo que se encontraba.

El Duque estaba contento por el joven y también por Erik porque era innegable el alivio que le provocaba ver a su hijo mejorar. Hank había tenido razón con el diagnóstico y un mes después el progreso era evidente.

─Ahora que estás más despierto y activo, podrías leer ─ propuso para entretenerlo.

Erik carraspeó detrás de él. Su hijo no era un apasionado de la lectura, de hecho, la detestaba. Peter hizo un gesto de desencanto y preguntó.

─ ¿No podría hacer otra cosa para divertirme?

─ ¿Cómo cuál? ─ preguntó Charles.

El muchacho se masajeó los nudillos.

─Pensaba jugar a los naipes, Logan dijo que suelen jugar con tu madre ─ a Erik no le cayó en gracia que llamara con tanta familiaridad al canadiense porque a su entender tenía que decirle señor Howlett, pero verlo activo y entusiasmado era un regalo maravilloso para estropearlo con un comentario. Peter volteó hacia la ventana y añadió ─. Cuando me sienta mejor quiero salir a cabalgar con ellos: con él y con Laura. Hay un árbol y debajo de él, Logan enterró a mi hijo ─ y bajó la cabeza.

Charles recordó que era el árbol que su propio abuelo había plantado y que él, de niño, había adorado treparse y colgarse de sus ramas. Se preguntaba si su amigo lo había escogido como tumba para que los Xavier no olvidaran ese sitio especial y lo cuidaran a través de los años.

Erik se acercó a la cama.

─Vas a salir a cabalgar, vas a divertirte, jugar a los naipes y tener pláticas con el señor Howlett y su hija, Peter ─ decidió ─. Pero tampoco quiero que descuides tus estudios y aquí tienen, según me ha dicho Charles, una biblioteca fascinante y un maestro excelente para Laura, que podría enseñarte también a ti.

─ ¡Papá, estoy enfermo! ─ protestó.

Charles rio. Ese jovencito se comportaba como un niño. Erik miró a su amante y sonrió con complicidad. El Duque encontró rápido la solución.

─Laura también debe estudiar así que podría decirle que venga aquí a preparar sus lecciones y estudiarían los dos juntos, ¿qué te parece? Además le pediría al señor Summers, su maestro, que te dejara trabajos especiales para ti, al menos hasta que puedas bajar a la biblioteca y unirte a sus clases.

A Peter lo del estudio ya le había quitado el entusiasmo pero esa propuesta sonaba más placentera que encerrarse solo entre los libros y si su padre insistía en que tenía que tomar lecciones, tal vez el señor Summers no fuera demasiado estricto.

Erik intervino.

─Cuando te sientas mejor, podrás bajar a la biblioteca a estudiar allá con Laura y mientras tanto lo harían los dos juntos aquí.

-Está bien ─ aceptó el muchacho y no tenía muchas opciones tampoco.

Los mayores esperaron a que terminara la merienda y Charles permaneció un buen rato platicando con padre e hijo hasta la hora de la cena.

....................

Logan aceptó que Laura estudiara con Peter. Tres veces por semana una maestro, el señor Scott Summers, llegaba a Westchester para impartirle lecciones y le corregía los trabajos que le dejaba para el resto de los días. La niña aprendía gramática, aritmética, historia, geografía y pronto comenzaría con lógica y filosofía. Su padre le pagaba los estudios porque deseaba que el día de mañana fuera una mujer libre y pensante, algo inusual en aquella época. A pedido de Charles, Summers dejó tareas también para Peter, temas básicos para conocer su nivel, y más adelante, cuando el muchacho estuviera en condiciones de bajar, se uniría a Laura en las clases en la biblioteca.

Pasó una semana. La niña y Peter estaban estudiando en la recámara del joven, los dos sentados junto a la mesa con una pilas de libros, un tintero y cada uno con su respectiva pluma. La hoja de Laura tenía manchones de tinta porque muchas veces escribía a las apuradas para terminar antes. Peter, al contrario, estaba poniendo cuidado y su caligrafía era exquisita, algo que sorprendía a su padre ya que tenía el hábito de hacer las cosas a las apuradas.

Charles vio a los dos tan concentrados escribiendo y leyendo, que le propuso a Erik salir a cabalgar por el bosque. Con la presencia constante del joven, las visitas de Logan solo o con su hija para entretenerlo y las actividades del Duque, no habían tenido tiempo de estar a solas.

En las caballerizas, Erik eligió un corcel pardo y Charles tomó al suyo, uno blanco de puro sangre. Una vez que tuvieron las riendas y monturas acomodadas, salieron a galopar. Magneto era un jinete experto pero llevaba tiempo sin cabalgar, de hecho, desde que llegara a la isla solo había montado en tres ocasiones. Le costó adaptarse al ritmo del animal. Charles lo aguardó con paciencia y recién cuando se sintió seguro, trotaron hacia el interior del bosque. Encima del corcel en movimiento, en libertad, dentro de ese espacio frondoso y solitario, Erik se entusiasmó y volvió a sentirse vivo. Llevaba una luna entera encerrado cuidando de su hijo y la luz solar, el trinar de los pájaros, el verde del follaje, toda la naturaleza en sí, lo llenaron de energía.

Charles estaba leyendo sus emociones y también lo tranquilo y feliz que se sentía en Westchester. Se daba cuenta de que Magneto, en su intimidad, estaba recapacitando la vida vengativa y nómade que había llevado hasta hacía un mes. Esto le dio valor al Duque para albergar la esperanza de que podría permanecer a su lado más tiempo, quizás toda la vida. Charles sabía que lo más probable fuera que un día debiera dejarlo partir, mas no ahora, no esta mañana en que cabalgaban los dos solos y alegres bajo el sol primaveral, envueltos en los sonidos y aromas del bosque.

Llegaron hasta el mismo arroyo donde Laura se había detenido la tarde en que encontró a Magneto. Desmontaron y amarraron las riendas a los troncos de unos árboles. Charles caminó hacia la orilla y por el sendero, se quitó las botas y se arremangó la parte inferior de los pantalones. Ya con los pies descalzos entró en el agua e invitó a su amante con un gesto alegre.

Erik recogió algunas piedritas mientras lo observaba, sonriente, y las arrojó al riachuelo para que repiquetearan. Después se descalzó y, sin arremangarse los pantalones, se metió en el agua también. Charles lo esperaba ansioso. Erik llegó hasta él, lo abrazó y, como era más alto, lo alzó y el Duque, con los pies en alto, sin tocar suelo, rio y le plantó un beso. El agua les llegaba hasta arriba de las rodillas. Sabían que estaban solos porque el telépata tenía la mente atenta para captar la presencia de alguien más, y se dejaron llevar por el entusiasmo. Tras saborearse los labios por un largo tiempo, se observaron. Estaban expectantes y embelesados con el otro. Erik le acomodó un mechón castaño detrás de la oreja.

─Nunca me tuviste miedo ─ observó, perdiéndose en el azul de su iris ─. Desde el primer momento supiste mi identidad, ya porque Howlett te lo dijo o ya porque me leíste y, sin embargo, nunca sentiste temor hacia mí.

─No ─ ronroneó Charles, conteniendo las ganas de apresarle los labios de cuenta nueva ─. Supe desde antes de llegar quién eras, Erik, pero desde que te vi, no he leído más que bondad en tu interior ─ Erik pasó saliva, anonadado con la revelación ─. Buscas justicia para los mutantes como nosotros, no apruebo tus métodos pero comprendo que cada vez que salvas o vengas a uno, sientes que estás compensando de alguna forma la pérdida que sufriste. Leo a cada instante cuánto extrañas a Nina, siento que Laura te recuerda a ella, especialmente cuando está conversando con Peter.

─Nina tendría diecisiete ahora ─ reconoció con la voz trémula. Sus ojos verdes se habían vuelto metálicos porque estaban humedecidos por la emoción de recordarla. Charles no pudo evitar secarlos con sus dedos. Erik no soportó más y lo besó, fogoso. El Duque le replicó con la misma intensidad y se echó hacia atrás, mientras que Magneto lo estrechaba y apretaba otra vez.

Sus erecciones se elevaron y por el apriete ambos las sintieron con el roce de las entrepiernas del otro. Sonrieron con complicidad. Charles se apartó y lo tomó de la mano para acercarlo a la orilla. Caminaron empujando el agua, riendo bajo el sonido del líquido que ondulaba a través de sus piernas. Una vez que estuvieron en tierra firme, el Duque se quitó el saco y lo extendió en el pastizal. Erik hizo lo mismo con el suyo para aumentar el espacio y se sentaron juntos encima, enfrentados y tomados de las manos.

Charles quiso introducir sus dedos dentro del pantalón de su amante para masturbarlo pero este lo detuvo. No, esta vez Erik buscaba otro tipo de placer. Con cuidado apoyó una mano sobre la tela de uno de los sacos y empujó al Duque para que yaciera boca arriba. Charles simplemente se dejó llevar y reposó la cabeza enmarañada contra el pasto. Sin separar las miradas, Erik le bajó los pantalones para desnudar sus muslos y se bajó los suyos para enseñar su erección. Ambos llevaban camisas holgadas y se las quitaron a través del cuello. Con los torsos desnudos, uno níveo y el otro con un leve bronceado, comenzaron a acariciarse la piel y entregarse a besos ardientes. Charles trató de masturbarlo nuevamente pero su amante se lo impidió porque tenía otros planes.

─Quiero hacerte el amor ─ suplicó Magneto con la voz ronca.

El Duque quedó atónito pero enseguida reaccionó con una sonrisa.

Erik nunca había yacido con un hombre, su única experiencia homosexual eran las caricias que se habían dado la noche de la fiesta; en cuanto a Charles había estado con personas de su mismo sexo pero jamás había penetrado a otro hombre ni había sido penetrado. Los dos se dejaron llevar por el instinto. Erik se arrodilló sobre la tela de los sacos y tomó a su amante de los muslos para erguirlo y atraerlo hacia él. Mientras sus erecciones se rozaban buscó con los dedos el orificio del telépata y lo masajeó para dilatarlo. El Duque enlazó los brazos al cuello de su amor y comenzó a jadear, ronco y obnubilado; cerró los ojos y buscó a tientas los labios de Magneto. Ya se comían la boca, el mentón, las mejillas, mientras jugaban con sus lenguas en la piel suave y tibia del otro. Cuando Erik lo sintió lo suficientemente expandido, llevó su miembro hacia la cavidad. Se miraron intensamente y Magneto apretó la punta de su pene contra el ano dilatado. Los dos soltaron un gemido ahogado con más besos. Erik empujó y de a poco lo fue penetrando. La humedad del interior de Charles le provocaba caricias que aumentaban su cosquilleo y enajenación. El Duque sentía lo mismo al percibir como el miembro iba ganando espacio dentro de su carne. Como reflejo apretó los glúteos y Erik liberó un quejido de placer. Los dos se movían en círculos lentos y breves, que aumentaban el regodeo. Era una experiencia nueva y diferente para los dos, especialmente para Magneto que estaba disfrutando de los sabores del cuerpo de un amante masculino por segunda vez. Charles había imaginado en muchas ocasiones cómo sería ser penetrado, las sensaciones y goces de los que pudiera disfrutar, pero jamás, ahora se daba cuenta, había encontrado hasta hoy a una persona con quien anhelara hacerlo. No había estado enamorado antes y ni en su temprana juventud había disfrutado de las emociones que Erik le provocaba.

Entre vaivenes y besos, abrían los ojos para contemplarse, y los cerraban cuando el deleite les ganaba. A medida que sentían que se acercaban al orgasmo, aceleraron los movimientos. Al final liberaron sus simientes mientras sellaban las bocas con un beso cargado de pasión. Entre jadeos, cerraron los ojos; separaron los labios húmedos pero se apretaron las narices y las mejillas para continuar en contacto.

En medio del torbellino de sensaciones, Charles leyó a su amante claro y profundo: Erik estaba perdidamente enamorado. El telépata sonrió y lloró pensando que su sueño de vivir por siempre con él podría ser posible.

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