¿Listas para ver una nueva faceta de Amoos?
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Amoos
Tengo alrededor de cuatrocientos años y no se me paso por la cabeza ni pedirle su número de teléfono ni especificar la hora de nuestro encuentro. Y por si fuera poco me he dado cuenta de estos pequeños e insignificantes detalles (según la opinión de mi hermana Anabel) nada más despertarme esta mañana. Mi pregunta es la siguiente: ¿de que diablos me sirve vivir todos esos años si luego no soy capaz de pedir una cita como dios manda?
Mientras mentalmente me imaginaba que me daba cabezazos sobre la mesa de negocios, mi secretario y socios me miraban fijamente. Casi parecía que estaban esperando a que dijese algo
-Señor Moore ¿se encuentra bien?- me pregunto mi beta fingiendo preocupación. Estaba seguro que por dentro se partía de risa. Jamás me había quedado empanado mientras hacía negocios... ¿Qué digo? Jamás me había quedado empanado.
-Si, si, perdónenme Mmm ¿Decían?
-Bueno como ya he mencionado antes -dijo con sorna uno de mis abogados- Consideramos que no es oportuno diversificarnos en estos momentos. Es algo muy arriesgado y no veo la necesidad de hacerlo. Actualmente tenemos ingresos y beneficios estables. Estamos en nuestro mejor momento.
-Precisamente por eso considero que sería conveniente que invirtiéramos los beneficios en una nueva idea.-contraatacó acalorado por la discusión el segundo abogado de la sala.- Es una oportunidad brillante y única. Considero, señor Amoos que es el momento idóneo para expandirse.
-Pero ¿Dónde queréis invertir los beneficios?-pregunté con curiosidad y francamente entretenido por la discusión de mis dos abogados. Recuerdo el día en que los contrate. Los mejores de su promoción. Uno de Oxford y el otro de Columbia. No recuerdo cuándo fue la última vez que ambos estuviesen de acuerdo en algo. ¡Ni tan siquiera recuerdo si hubo una primera vez! Era como si fuesen enemigos naturales. A veces me los imaginaba, uno vestido de ángel sobre mi hombro derecho, y el otro vestido de demonio en el hombro contrario. Nunca había acertado tanto como lo hice aquel día que los contrate. Era sin duda ventajoso para mi persona escuchar siempre dos opciones a una misma cuestión.
-En el ámbito de la cultura señor.-me respondió, sonriendo y rojo por la discusión, mi ángel de Oxford, Claudio.
-¿En la cultura? ¡Eso es buscarse la ruina señor! ¡Si hoy en día nadie va al teatro o a las bibliotecas! Todo está digitalizado. No interesa a nadie.-le refutó Andrés dando un golpe en la mesa.
-Eso no es todo cierto Andrés- le respondí pensando en Débora sentada en mi butaca roja leyendo un libro- Me gusta la idea Claudio. Por favor buscar, para nuestra próxima reunión, empresas locales o nacionales del ámbito de la cultura en las que me pueda ser inversor.
-Por su puesto señor.
Y sin más todos los de la sala se fueron poco a poco a sus casas. Los últimos en salir fueron Andrés y Claudio. Uno portaba una sonrisa de superioridad, mientras que el otro tenía el gesto torcido en una mueca de contrariedad. Cabeceando divertido, los vi marcharse.
-¿Desde cuando te despistas en las reuniones Amoos?- preguntó entre risas David.
-A pesar de que para ti soy un dios y me tienes en un pedestal -le dije sonriendo mientras el ponía sus ojos en blanco- soy humano y cometo errores. Últimamente varios, al parecer -susurré al pensar en mi cita.
-No seas tan dramático amigo. ¿Qué es eso que has hecho tan mal?
-Te acuerdas que hace una semana le pedí una cita a Débora.
-Si, para este viernes. Resumiendo, para hoy. Te recuerdo que has estado toda la semana súper pesado con el tema.
- Pues adivina quién se olvidó de fijar una hora y de pedirle el número de teléfono.
Mi amigo me miró en silencio. Aguantó unos diez segundos, para seguidamente burlarse de mí.
-Menos mal que sabes donde vive.-me comentó entre risas.
-Que te den David.
Queriendo escapar de sus burlas salí de la sala y me dirigí a mi habitación. Había planificado absolutamente todo de la cita. Cada pequeño detalle, para que fuese perfecta. Por que ella no se merecía menos. Seguía sin comprender cómo podía haber sido tan torpe. Mirando el reloj de la pared, vi como este marcaba las cuatro. Mi intención era ir a las seis a recogerla, pero no quería aparecer sin más. Lo mismo no estaba en casa. Y de repente me llegó la inspiración. Rápidamente busqué el móvil y tras marcar el número que solucionaría mis error, esperé.
-Bar Limerick ¿En que podemos ayudarle?
Tras quince minutos de explicaciones y de preguntas por parte del señor Nathaniel, al final accedió a darme el número de teléfono de Débora.
-Muchas gracias.
-Mmm -masculló Nathaniel, al otro lado de la línea antes de colgar.
Mirando el reloj de nuevo vi como este marcaba las cuatro y media. Marqué el número de teléfono móvil que me había dado el jefe de Débora pero siempre saltaba el buzón de voz.
-¿Qué demonios? -pregunte a la nada enfurecido. Como último recurso, decidí visitarla ahora mismo y disculparme por todo el lío. Salí de mi habitación y me apresure a bajar las escaleras de dos en dos.- ¡Larisa! -grité desde el segundo piso sin dejar de bajar.
-¿Qué sucede señor?
-Por favor manda preparar mi moto. He de bajar a la ciudad. -le expliqué al llegar al recibidor de la casa.
-De inmediato señor. ¡Roger! ¡Albert! -gritó mientras se adentraba a la cocina en busca de los mayordomos.
Cogiendo mi chaqueta del armario junto a la entrada, abrí la puerta. Lo que no me esperaba era que tras ella estuviese Débora.
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¡No todas las chicas nos quedamos en casa esperando al chico!
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