Karma de Estrellas •TERMINAD...

By Thyfhanhy

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❝Karma es una bruja decidida a casarse con otro de su clase, hasta que conoce a Marco, un humano torpe cuyo l... More

✨Si no lees esto, una bruja te halará las patas✨
✯ Sinopsis ✯
Primera parte: La mayor apuesta.
0. ☆ Primer encuentro ☆
I. ☆ Compañeros de clase ☆
II. ☆ Exhibición por magia ☆
III. ☆ Manipulación ☆
IV. ☆ El deber y el honor ☆
V. ☆ Marco hecho de misterios ☆
VI. ☆ Mirada de tigre enojado☆
VII. ☆ Sueños y futuro ☆
VIII. ☆ Nuevas mariposas ☆
IX. ☆ El secreto de la felicidad ☆
X. ☆ La hipnosis de un latido ☆
XI. ☆ Códigos y confesiones ☆
XII. ☆ Divine aconseja ☆
XIII ☆ El pasado y el amor ☆
XIV. ☆ Rescate de un fénix ☆
XV. ☆ Marco de ilusiones ☆
XVI. ☆ Darse la oportunidad ☆
XVII. ☆ ¿Vale la pena? ☆
XVIII. ☆ La voz de la razón ☆
XIX. ☆ Zancadilla de la vida ☆
XX. ☆ Karma hecha de impulsos ☆
XXI. ☆ El dolor de la hipocresía ☆
XXII. ☆ Ni conmigo ni sin mí ☆
XXIII.☆ Dados conversacionales ☆
XXIV. ☆ La temporalidad de los brujos ☆
XXV. ☆ Cambio de humores ☆
XXVI. ☆ Confesiones mágicas ☆
XXVII. ☆ Estallido de estrellas ☆
XXIX. ☆ El energía de Karma ☆
XXX. ☆ Corazón correspondido ☆
XXXI. ☆ Los celos y las mentiras ☆
XXXII. ☆ Reconciliación ☆
XXXIII. ☆ Karma y sus estrellas ☆
Segunda parte: Paraíso hecho de Karma
I. ☆ Un capricho imposible ☆
II. ☆ Pintura corporal ☆
III. ☆ Errores y secretos ☆
IV. ☆ Enojos pasajeros ☆
V. ☆ Los errores de Ray ☆
VI. ☆ La forma en que Karma ama ☆
VII. ☆ Imposibles ☆
VIII. ☆ Ojos enamorados ☆
IX. ☆ Marco y la fábrica de locuras ☆
X. ☆ La banderita blanca ☆
XI. ☆ Plan inesperado ☆
XII. ☆ La incapacidad de seguir callando ☆
XIII. ☆ Caer del paraíso ☆
XIV. ☆ La despedida ☆
Tercera parte: Una constelación de magia o un agujero negro de corazones rotos
I. ☆ La ausencia ☆
II. ☆ Confianzas divididas ☆
III. ☆ En busca de paz ☆
IV. ☆ El odio a la sangre ☆
V. ☆ Tan cerca y tan lejos ☆
VI. ☆ Encierro ☆
VII. ☆ Cerca a la aceptación ☆
VIII. ☆ Cambio de planes ☆
IX. ☆ Una vida juntos ☆
X. ☆ Nuestro futuro ☆
☆ Epílogo ☆
✨Agradecimientos de la autora✨
🎄 Especial na v i d e ñ o 🎄

XXVIII. ☆ El ático de Marco ☆

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By Thyfhanhy


Eran más de las once cuando regresamos con Marco y era seguro que su padre ya no estaba en casa. El camino de vuelta había sido silencioso pero tranquilo, no fue una fuente de comodidad pero tenía en el corazón —aparte de incertidumbre y miedo— un alivio muy grande por el secreto que ya había revelado.

Cuando estacioné la moto de Ray frente al jardín de Marco, esperé a que se bajara y me tendiera el casco. Esperaba algo similar a la molestia pero en sus ojos solo estaba esa confusión seria que le había invadido el rostro desde que hice flotar las hojas.

—Entra conmigo —pidió, esperanzado.

—No sé si sea buena idea.

—Me llevaste a un lugar en el que te sentías cómoda para hablarme. Es mi turno de hablar y quiero hacerlo donde esté cómodo. Me lo debes.

Su postura era rígida, firme, como si no fuera a aceptar un no como respuesta por nada del mundo. Cuando apagué la moto indicando que accedía, lo noté suspirar de alivio. Adentré un poco la moto en el jardín y luego entramos a su solitaria casa; en automático me iba a sentar en el sofá pero él negó con la cabeza para luego indicarme y guiarme escaleras arriba.

Era la primera vez que subía y no pude evitar mirar con detenimiento las paredes; contenían un par de fotos de Marco en otras etapas de su vida pero ningún retrato familiar, las paredes eran de un gris mate lo que, aún con la claridad del día, le daban un aspecto sobrio a todo el lugar. No había relojes ni imágenes de nada como en otras casas, era todo muy formal.

La puerta de su habitación era roja por fuera y cuando di un paso adentro, un escalofrío de culpa me recorrió al saber que no era la única vez que había estado ahí. Entrando con permiso me sentí más intrusa que cuando entré por su ventana sin que él supiera.

Marco en silencio dejó su mochila sobre la cama, creí que iba a sentarse en ella pero para mi sorpresa abrió la puerta marrón de su clóset y entró en él antes de darme una mirada.

—¿Hablaremos en tu clóset? —cuestioné, burlona.

—La casa tiene este pequeño ático que con ayuda de Gris convertí en mi espacio, es como mi zona de confort —comentó—, allí tengo mi televisor, el estéreo y el reproductor de películas. Es algo reducido de espacio pero es cómodo, ¿te parece bien? Te lo pregunto porque no sé si eres claustrofóbica o algo así. Si lo eres podemos quedarnos acá.

—No soy claustrofóbica.

Aunque la idea de estar en un espacio reducido con él era inquietante y más ese día tan lleno de... novedades.

Marco maniobró una puertilla en el techo de su clóset y con algo de esfuerzo deslizó la escalera delgada para que subiéramos. Me acomodé la mochila y lo vi perderse por las escaleritas, a los diez segundos yo estaba subiendo también.

El ático era tal cuál se espera que sea un ático: algo oscuro, con una pequeña ventana circular a la calle, con el techo inclinado en un semi triángulo que le daba al lugar la sensación de ser más pequeño de lo que era y con las vigas del techo marcadas. La única diferencia con los áticos normales era que ese no se usaba de bodega de trastes viejos sino de sala de Marco.

El suelo estaba repleto de almohadas de colores creando un colchón que ocupaba casi el noventa por ciento del suelo; las paredes eran negras, adornadas con varios lienzos coloridos que retrataban distintos animales, lugares y formas. Había una mesa ratona sosteniendo varias cajas de películas, un reloj y una tacita con dos bolígrafos y una cuchara. En casi media pared había un televisor, y en uno de los laterales del techo había un tragaluz que de momento dejaba entrar sol a una sección pequeña del gran suelo almohadado.

Había dos fotos pegadas junto al televisor, una de él con quien asumí era su madre (por la forma de la cara y el color de cabello, muy parecido al de él), y otra de él con Grishaild. Ese era el lugar más personal de la casa, el resto de lo que había visto era tan serio que no parecía ser de nadie, en cambio allí, todo gritaba Marco.

Me era imposible estar de pie, el techo era muy bajo. Marco ya de por sí debía encorvarse, a mí me tocó doblar casi media espalda. Marco al verme se rió.

—Supongo que solo puedes estar sentada acá adentro.

Hice una mueca pero era razonable así que me agaché y gateé unos pocos pasos para acomodarme en una esquina de las almohadas, lejos de la luz del sol.

—Es bonito. Debe ser divertido mirar películas acá.

—Sí, me encanta hacerlo. Mi padre nunca ha subido porque dice que le duele la espalda pero solo son excusas, de hecho me dio esta habitación de abajo solo para no desperdiciar el ático pues estaba seguro de que él no lo usaría. Gris y el hermano de Diego son los únicos que han venido... y ahora tú.

—Pues te agradezco en que me dejaras entrar.

—¿Puedo hacer una pregunta algo grosera? —dijo, sonriendo con picardía infantil. Asentí, igual de sonriente—. ¿Cuánto mides? Lo siento, es que sé que hasta yo debo encorvarme acá, pero de repente me pareciste muchísimo más alta.

Solté una risa entre dientes.

—Mido metro setenta y nueve. Pero aún me queda un año de crecimiento, no se sabe a dónde llegaré.

—Nunca creí que una chica me haría sentir mal con mi uno setenta. Eres un caso raro.

Lo dijo muy en broma y soltó una carcajada burlona que rellenó el espacio entre nosotros. Me encantaba el sonido de su risa, y más cuando era tan natural. Cuando estábamos solos y reía así, yo sentía que era un momento privado único que solo nosotros compartíamos... era solo una ilusión, pero era una ilusión linda.

—Tienes la estatura perfecta, me gusta así.

—Tomaré el halago, gracias.

Marco llegó a las almohadas también (pues había estado conectando el televisor al enchufe de la pared) y se quitó su chaqueta, dejándola sin cuidado en una esquina. Encendió el televisor pero sin intención de mirar nada, creo que solo buscaba una manera de que yo no fuera lo único en lo que pudiera concentrarse. Noté con una mezcla de satisfacción y desagrado que tomó el lugar más alejado de mí, que no era mucho dado el espacio pero se entendía que deseaba estar distante.

—Y bien... ¿de qué quieres hablar? —pregunté.

—No estoy seguro. De momento solo quería que no te fueras. Podemos empezar por ahí... ¿por qué te quieres ir siempre?

El secreto de mi magia era para mí como una gran montaña tras la que se escondían muchas más verdades, así que con Marco sabiéndolo, era como si esa montaña se hubiera desvanecido, dejándome paso libre para ser honesta en varios temas más.

—No es que quiera, es que... hay algo dentro de mí que me obliga a hacerlo.

—¿Algo... como magia? ¿te alejas involuntariamente?

—No. Yo tengo magia, la magia no me tiene a mí —intenté bromear, aunque reflexionándolo un poco, puede que la magia sí me manipulara—. No, no es eso. No sé cómo explicártelo... eres tan pero tan importante para mí, Marco, que me entra un conflicto enorme pensar en que si me dejo llevar, a la larga vas a sufrir.

—¿Sufrir por qué? Esa es la parte que aún no comprendo.

—Algún día tarde o temprano deberé irme. Y de lo que pase desde ahora hasta ese día depende si sufres o no. Si llegas a... a enamorarte de mí, Marco, el día en que me vaya te va a doler.

—Y a ti no —sentenció.

Arrugué la frente.

—¿Qué?

—¿Ese es el dilema? ¿sientes que me usas cuando tú no sientes nada? ¿no puedes enamorarte de mí pero temes que yo sí lo haga y me duela eso eventualmente?

—No, claro que no. Es decir... sí le temo a tu dolor, pero no porque solo vaya a ser tuyo. Nada en mi naturaleza, siendo literales, me impide poder llegar a amarte.

—¿Por qué deberás irte?

—No te lo puedo decir aún, pero estoy segura de que deberé irme.

Marco hizo un mohín, estirando la lengua con la boca cerrada por lo que su mejilla marcó ese movimiento, era un gesto pensativo, como si tuviera que masticar lo que le decía y tragarlo muy rápido antes de soltar otra duda. Hubo una pausa pero finalmente continuó:

—¿Y no tengo yo voto en eso? —Le di una fugaz mirada—. Si es mi sufrimiento el que te preocupa, ¿no puedo decirte que no te preocupes? Yo podría no enamorarme. Es más, cabe la posibilidad de que lo nuestro no llegue a nada. Todas mis relaciones acaban antes de cinco meses, yo digo que esa es una racha inquebrantable.

Lo dijo con una sonrisa tan acomodada en sus labios que tuve que negar con la cabeza.

—No te lo tomes a juego, esto es serio.

—Yo también hablo en serio. Puede que estés destinada a ser una ex novia en mi lista de fracasos y ya.

Recordé que en su sueño me había dicho que consideraba que yo podría ser su relación más intensa, su amor destinado. Me sentí mal de saber eso porque era parte de su intimidad, era evidente que ahora intentaba convencerme de lo contrario pero con todas sus palabras en mente, me era imposible creerle.

—¿Y si no es así? ¿y si te enamoras perdidamente de mí? Un corazón roto no es algo que nadie quiera.

—No me importaría —dijo tras una pausa—. Creo mucho en el valor del tiempo, y creo que si estamos acá y tenemos la oportunidad de estar juntos con fecha límite, es injusto desperdiciar días. Es como que dejes de vivir solo porque sabes que algún día morirás, es algo tonto.

—Sigues sin tomártelo en serio —recriminé, aunque me sacó una sonrisa irreprimible.

—El tiempo también cura. Si me rompes el corazón, me daré de ese tiempo para olvidar. Te daré un día de tristeza por cada semana que estés conmigo, pero finalmente estaré bien.

—Es egoísta de mi parte pedirte el corazón para romperlo.

—¿Y si quiero dártelo a voluntad?

—Es tonto de tu parte.

—Yo creo que es romántico —añadió.

—¿Y si fuera al revés? ¿tomarías sin nada de culpa mi corazón si sabes que me lo vas a destrozar? ¿no te importaría en lo más mínimo?

Supe que con eso di en el blanco porque su sonrisa de suficiencia se desvaneció. A veces las personas solo pueden ver la gravedad de una situación si se la plantean en carne propia y con Marco funcionó, se imaginó la situación al revés y era evidente que sí habría mucha culpa de tomar el amor de cualquier persona para pisotearlo después.

—No es justo que me plantees eso.

—Es exacto lo que me pasa. ¿Entiendes ahora? Creo que tienes el alma más noble y dulce que he conocido, creo que en otras circunstancias seríamos una pareja espectacular, yo llegaría a amarte con locura, literalmente locura, ya viste y oíste lo que tu corazón le hace al mío. Pero, ¿y cuando acabe? ¿de qué valió tanto amor si al final hay que botarlo?

—Quedan los recuerdos. Queda el tiempo bien invertido y la prueba en la memoria. La imagen de cada beso, de cada palabra, de cada encuentro. ¿Crees que eso no tiene valor?

—Vale más tu corazón sano.

—¿Para qué quiero un corazón sano? —expresó, casi ofendido—. El corazón está para amar y sentir lo bueno y lo malo. Tú no compras una bici para no usarla nunca por miedo de rasparte las rodillas.

—No es tan sencillo —refunfuñé.

—¿Y si te prometo que no me enamoraré locamente de ti?

—Tú mismo dijiste que el amor es algo que no se elige.

—Mentí —resolvió. Negué con la cabeza y me recosté sobre las almohadas, lívida y confusa—. Además, el que terminemos pronto sigue siendo una opción. Todas mis novias siempre dicen que yo soy un encanto, pero a las pocas semanas se aburren, tengo una mala vibra, tú podrías sentirla e irte sin culpas pronto porque finalmente te aburrí.

—Ahí está otro motivo: yo no seré tu novia. No podremos caminar tomados de la mano ni besarnos en público ni tener citas románticas, nada.

—¿Y eso por qué? Vaya, cada que siento que tengo soluciones, surgen más problemas.

—Otra cosa que no te diré aún, pero sí te digo que nadie podría saber que tengo algo con alguien. Bueno, quizás Beth y Ray lo sabrían, pero me entiendes, no puede ser público.

—Un romance secreto, eso es muy excitante. —Se mordió su labio, divertido ante la idea—. Mi ático es privado, tiene televisión, música si quieres, muchas almohadas y podemos traer comida. Para mí este es el lugar ideal para tener un romance secreto, tú finges que sales con Ray, yo te abro la puerta de mi casa y todos felices.

Me puse las manos sobre la cara y resoplé ante su terquedad. Yo lo quería a él más que a nada y seguía teniendo mi conflicto de que fuéramos temporales, pero cada bendita solución que daba sonaba perfecta para mí y yo lo que necesitaba era un "tienes razón, Karma, esto no está bien".

—¿Por qué eres tan necio? Es tu bienestar emocional del que hablamos.

—Te diré lo que creo: tenerte conmigo vale lo que pueda salir mal al final.

—No, Marco, no es "lo que pueda salir mal", es "lo que saldrá mal". No es un tal vez, es un tema seguro, fijo, tan incambiable como que el sol sale de día.

—No hay en el planeta alguien más convencido que tú —resopló.

—Exacto, estoy muy convencida.

—Yo digo que lo pongamos a votación. Yo digo que sí, tú dices que sí pero te da miedo. Dos sís contra un miedo. Yo creo que el gana. Asunto resuelto.

Aún acostada ladeé la cabeza para observarlo, estaba lejos, pero su gesto divertido lograba iluminar todo a su alrededor, incluyéndome. Tenía una sonrisa grande, de esas que muestran todos los dientes y que hacen réplica en los ojos, achicándolos, el hoyuelo único en su mejilla izquierda se mostraba pícaro en combinación con sus pómulos también elevados. Yo sabía que ese día no iba a claudicar del todo, pero el solo hecho de estar considerándolo me hacía sentir más cercana a él, me daba la sensación de que era más posible.

—No, ningún asunto resuelto. —Me reí, él blanqueó los ojos—. Te diré todo, ¿sí? Pero de a poco. Sé que sientes que quieres saber todo ya y que lo vas a entender porque eres maravilloso, pero no es así. O sea, sí eres maravilloso, pero de momento necesito que proceses lo de mi magia, vamos de a poco. Si cuando lo sepas todo, todo, aún quieres arriesgar tontamente tu corazón, podremos discutirlo, ¿te parece?

—Vamos a perder tiempo —farfulló, haciendo una mueca.

—No es así. Vamos a disfrutar el tiempo. Ahora sabes algo muy importante de mí y eso ya me hace quererte mucho. No me alejaré si no quieres, pero vamos con calma, ¿sí?

—¿Puedo besarte durante ese tiempo? Puedo besar con calma.

Moví mi mano y una almohada se levantó tras él para golpearlo por la nuca. Obviamente se asustó de muerte por un segundo, pero luego soltó una risa nerviosa; lo seguí golpeando con la almohada hasta que cayó de espaldas sobre el resto del mullido suelo, ahí la dejé caer.

—No te asustes, solo es una almohada volando.

—Muy normal, claro. ¿Tomo eso como un no?

Me senté en mi lugar para luego gatear hasta él. En su rostro había una sonrisa dulce y juguetona que me encantó mucho. No pretendió levantarse y con un gesto le pedí que no se moviera. Quedé sentada sobre mis talones muy cerca de él, le tomé la mano y le acaricié el dorso suavemente. Su corazón ya estaba acelerando su marcha, pero inspirando hondo procuré que no me afectara al cien por ciento... quizás solo en un ochenta y cinco.

—Sigo sin tenerle respuesta al porqué tu corazón es así a mis oídos, pero me gusta. Ojalá pudiera explicarte lo bonito que suena para mí.

—Ahora no podré respirar tranquilo por pensar que mi corazón te va a zumbar como un mosquito en clases —dijo—. ¿No llega a fastidiar?

—Cierra los ojos —pedí. Sin rechistar, obedeció—. No los abras y no te muevas para nada.

Solo su pecho se movía arriba y abajo al compás algo forzado de su respiración. Solté la mano que le sostenía y las yemas de mis dedos fueron subiendo desde su muñeca, pasando por su codo y llegando a su hombro. Marco suspiró. Volví a tomar su muñeca, pero esta vez incliné mi cabeza para dejarle un beso diminuto ahí, después dejé otro en su antebrazo, me agaché más y besé su mentón.

Marco cumplió muy bien su obligación de no moverse, solamente el latido de su corazón lo delataba. A mí me encantaba y me hacía cosquillas por todo el cuerpo, pero con él relajado y sin incitarme a más, yo lograba mantener a raya lo que debía, al menos lo intentaba con mucha voluntad y descubrí que mientras él no me mirase a los ojos, era un poquito menos complejo controlarme.

Le besé la mejilla donde el hoyuelo había aparecido al sonreír, le besé el cuello suavemente, sintiéndome tentada de dejar mis labios donde su sangre corría a la velocidad de su pulso. Le pasé una mano por el cabello para luego raspar con mis uñas el hueco tras sus orejas; la piel de sus brazos se erizó y entreabrió los labios para exhalar un suspiro.

—¿Cómo te sientes?

Tuvo que tragar saliva para responder en un susurro:

—En el paraíso.

—Es más o menos como yo me siento cuando tu latido me embriaga. Así que no, no llega a fastidiar; uno no se aburre del paraíso.

Sin abrir los ojos ni mover sus manos —que estaban ahora sobre su abdomen—, contestó:

—De acuerdo. Tomaré tu plan. Me dirás todo primero y luego decido. Lo veo como pérdida de tiempo, pero lo tomo si con eso no te vuelves a alejar cada vez que me acerco. Incluso si no te puedo besar en ese tiempo, lo acepto.

—No te vas a mover.

Toqué sus labios con los míos y apliqué la presión suficiente para absorber un suspiro. No me moví de ahí por largos segundos, ni dejé que mis labios lo explorasen más, solo quería un roce que pudiera guardar mientras nuestro plazo se daba... aunque ahora conociendo lo que era besarlo, me temía que iba a tener la necesidad de contarle todo muy pronto.

Cuando separé mis labios de los suyos se escuchó un tenue chasquido que nos hizo sonreír cuando aún estábamos tan cerca que podíamos ver esa sonrisa con los ojos cerrados.

—Solo para que sepas, la restricción de besos no es recíproca —dijo en voz baja—. No te besaré a ti, pero tú puedes besarme cada que te dé la gana, Karma de Estrellas.

Una vibración en mi bolsillo nos distrajo y dejé mi posición arrodillada para sentarme. Marco no se levantó, puso tras su cabeza sus dos manos en un gesto tan calmado y relajado que me trajo satisfacción. Abrí el mensaje que acababa de llegar.

Beth: Tú y Marco faltan el mismo día a clases, qué coincidencia... solo para que sepas, quiero detalles, sé que están juntos, picarona

Solté una carcajada que llamó la atención de Marco; le mostré el mensaje porque era muy gracioso y también rio, aunque hubo más bien emoción en sus ojos, como si le pareciera sumamente interesante.

—Ella apoya los amores prohibidos —dije.

—Pidió detalles. Debes decirle que beso muy bien y que te vuelvo loca.

Meneó sus cejas, ladeando el rostro y haciendo una mala parodia de una mirada de galán de película.

—Lo primero me lo guardo para mí, lo segundo... ella ya lo sabe.

—Entonces dile que mi cama de almohadas es muy cómoda —sugirió—, luego la dejas en visto hasta mañana, que se haga ideas locas y cuando vayas a contarle, se decepcionará de que te refieras a que solo estuviste en mi ático. Aliméntale el alma chismosa y luego destrózale sus conclusiones.

—¿En serio quieres que mi amiga se imagine lo que pudimos haber hecho encima de estas almohadas? —pregunté, usando mi voz seductora exagerada y mordiendo mi labio.

Marco tomó una almohada a su lado y en dos segundos la tenía estrellada contra mi cara mientras soltaba una carcajada. Dio un resoplido y refunfuñó al responder:

—Regla número 1: Marco no besa a Karma. Regla número 2: Karma no hace chistecitos sugerentes que acaben con mi paz mental. Regla número 3: No poner a Beth a imaginar nada.

—Regla número 4: no le contarás de esto a nadie, y por nadie me refiero a tu mejor amiga que no me quiere.

—Oye, sí, no te quiere ni un poco —confesó, burlón—, y ni qué decir de su novio. Deberías ser más amable.

No lo dejé echarse a reír porque le di otro almohadazo pero esta vez sin necesidad de magia. Una cortísima guerra de almohadas tuvo lugar hasta que la risa de Marco no me dejó respirar al provocar la mía. Nos quedamos quietos, cada uno en una esquina del suelo por varios minutos mientras recobrábamos el aliento y luego yo suspiré, contenta.

—Vale, apenas es mediodía, ¿qué hacemos?

—Podemos ir a asaltar la nevera porque a esta hora más o menos es el receso y ya me acostumbré a comer ahora —propuso—. Luego podemos volver y mirar una película, o verla abajo en la sala, o escuchar música, o jugar guerra de miradas. Y te puedes quedar hasta a la hora que quieras.

—De acuerdo.

Acomodamos como mejor se pudo las almohadas de nuevo en el suelo y bajamos hasta su habitación. Mientras él buscaba en su mochila el teléfono, ojeé su escritorio y vi sobre un cuaderno un par de dados familiares... los dados que yo había llevado a su sueño unas noches atrás.

¡Se me habían quedado por salir corriendo!

La sonrisa se me borró y la incomodidad se plantó en mi pecho.

Revelarle a Marco sobre mi naturaleza había sido un paso grande para mí y era evidente que nos había acercado mucho más. Sin embargo aún quedaba mucho por decir y en comparación, el tema de mi magia no era tan complejo.

Ahora me quedaba contarle no solo que Ray era mi futuro esposo y sus implicaciones, sino que desde que lo conocía, había entrado tres veces a su habitación en la noche, que le había borrado la memoria, que lo había manipulado y obligado a contarme varias cosas personales y que casi lo hago desmayar en una de esas veces.

En definitiva eso no me daba buena espina, me atemorizaba la sola idea de pensar cuándo le diría eso, y peor aún, cómo reaccionaría.

Al comienzo del día me había dicho que el motivo de haberme rechazado el lunes era algo que lo avergonzaba, era obvio que se trataba de lo que él creía, era una obsesión por mí. Se lo había callado todo el rato, quizás evitando un tema pesado y complejo igual que yo —aunque por distintas razones—, sin embargo, que los dados estuvieran acomodados ahí era la prueba de que Marco ya tenía todas esas dudas e incertidumbres por dentro; cuando supiera que todo era mi culpa... ay, ni siquiera pensar en eso.

☆☆☆☆☆

Hola, lectores <3 

¿No les parece lo más de tierna esta pareja? asdghjklñ

¿Qué te ha parecido el capítulo? 

¡Nos leemos pronto! 

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