Días de Anarquía: Año 7

By RobbRomanen

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Han pasado 7 años desde que las bombas cayeron, Y el mundo como lo conocemos no ha desaparecido por completo... More

PRÓLOGO
Capítulo 1 | Esperanza
Capítulo 2 | Yermo
Capítulo 3 | Adivinación
Capítulo 4 | Consultor
Capítulo 5 | Gladiador
Capítulo 6 | Emboscada
Capítulo 7 | Riada
Capítulo 8 | Caravana
Capítulo 9 | Madre
Capítulo 10 | Prisión
Capítulo 11 | Villanos y Héroes
Capítulo 12 | El Consultor del Yermo
Capítulo 13 | Casa Solariega
Capítulo 14 | Elegido por los Cielos
Capítulo 15 | El Brayan
Capítulo 16 | Hadas
Capítulo 17 | Baphomet
Capítulo 18 | Juventud
Capítulo 19 | La Profecía
Capítulo 20 | Kitty
Capítulo 21 | Los moradores de la arena
Capítulo 22 | Ciudad Remache
Capítulo 23 | El odio esta en la sangre
Capítulo 24 | El Alcalde de Ciudad Remache
Capítulo 25 | Los Chacales
Capítulo 26 | Día de mi muerte
Capítulo 27 | Los Cazadores del Yermo
Capítulo 28 | Confrontación
Capítulo 29 | Separación
Capítulo 30 | Día de Paga
Capítulo 31 | Contrachoque
Capítulo 32 | La procrastinación de Maquiavelo
Capítulo 33 | Boda
Capítulo 34 | La Leona y el Rey
Capítulo 35 | Madurez
Capítulo 36 | El camino hacia el Este
Capítulo 37 | Expansión
Capítulo 38 | Punto de inflexión
Capítulo 39 | Exploradores del Yermo
Capítulo 40 | Proyecto Safehouse
Capítulo 41 | Leshawna
Capítulo 42 | El Juego de Tronos
Capítulo 43 | El espía
Capítulo 44 | El Sitio de Washington
Capítulo 45 | Sororidad
Capítulo 46 | Emancipación
Capítulo 47 | El Precio de la Gloria
Capítulo 48 | Hermanos de Armas
Capítulo 49 | El hijo de la profecía
Capítulo 50 | Despertando al dragón
Capítulo 51 | El hombre que llegó del oeste
Capítulo 52 | El león y su minina
Capítulo 53 | La Caída de Washington
Capítulo 54 | El Pago
Capítulo 55 | La Cazadora
Capítulo 56 | ¿Steven?
Capítulo 57 | Tiempos de Guerra
Capítulo 58 | Misión cumplida
Capítulo 60 | El Rey de la Sabana
Capítulo 61 | Jaque Mate
Epílogo

Capítulo 59 | Karma

21 5 0
By RobbRomanen


JUDAS

La Teniente Gallen había insistido en que Judas se quedase con ella, en su misión. Pero Judas ya había tomado su decisión, no iba a permitir que Fernando Reyes escapara. Judas le fue persiguiendo en las sombras, Le picaba la curiosidad sobre la razón de que el hombre estuviese entre el pueblo y no resguardado tras los muros de la mansión. El hombre tampoco parecía dirigirse hacia la mansión sino hacia su contingente. La mayoría de los nahuales, chamacos y adelas que peleaban con Fernando Reyes, eran no solo los más devotos, sino los más sádicos. Judas se quitó la levita de cuero, de lo contrario podía ser reconocido por varios de ellos, ese era el uniforme de Judas después de todo. Entonces vio al pajarraco de plumaje dorado, sobrevolar y graznar mientras se posaba sobre un barandal con un poncho mohoso. El muchacho tomó el poncho el ave y Judas intercambiaron una mirada, luego el ave graznó y se perdió en el cielo nocturno. Judas entró en el campamento enemigo.

Las tiendas contrastaban contra los edificios de la ciudad. Cada Contingente debía estar listo para movilizarse cuando su líder diera la orden. Y Fernando Reyes debía sentirse inseguro ahora que su hijo Fernando 2 no se encontraba en la ciudad. El terror no lo inspiraba el hombre en la silla de ruedas, sino la bestia sedienta de sangre que era su hijo. El muchacho caminó entre el campamento. Los fuegos artificiales iluminaban el cielo nocturno.

Nadie preguntó ni se acercó a Judas, la mitad de los hombres y mujeres de Fernando Reyes se encontraban ebrios, bailando o follando en medio del campamento como para importarle un minúsculo hombre. La tienda de Fernando Reyes era fácilmente reconocible, era un pabellón amplío con dos estatuas de piedra de santos postrados a la entrada, como guardianes. El hombre se había robado las estatuas de la catedral metropolitana de la Ciudad de México. Por lo que aquellas dos estatuas habían visto toda la travesía que había hecho Fernando Reyes. Usualmente el hombre se quedaba en solitud en el interior orando por sabiduría, rezaba aves marías continuamente, hasta que entraba en un trance hipnótico.

Judas entonces desenfundó su escopeta recortada, el hombre joven metió su otra mano en el bolsillo y tentó la posta de la escopeta, le habían dado dos, una para matarse o para liberarse en el Yermo. Desde aquel funesto día en el que obligaron a su esposa y a su hija asustada entrar en el ataúd de madera y luego dispararles para matarlas en su interior. El odio transitó por las venas de Judas.

--Es extraño verlo aquí Don Fernando Reyes.—Dijo Judas.

El hombre entonces levantó la cabeza, el hombre alzó la cabeza, y miró a Judas, parado frente a la entrada del pabellón. Judas retiró los seguros del pabellón y una tela cubrió la salida de este. Fernando Reyes había quedado atrapado.

--¿Quién carajos eres tú y porqué osas perturbarme mientras rezo, el solo molestarme es causa de muerte muchacho.—Dijo el hombre.

--Oh, no se preocupe por mí, yo ya estoy muerto.—Dijo Judas.—Verá yo no soy uno de ustedes, yo soy Judas.

--¿Eres un Judas? Déjame adivinar, vienes a matarme por haberte hecho Judas.—Dijo Fernando Reyes.

--No, de hecho, fue su hijo Fernando 2 quien mató a mi esposa y a mi hija. Pero claro que usted dio la orden, solo que no recuerda quien soy yo.

--He hecho cientos de Judas desde que salí de Ciudad de México. –Dijo Fernando Reyes. --¿Cómo me pide que recuerde cada uno de los pobres bastardos que se convirtieron en Judas?

--Debería saberlo. —Respondió Judas. –Después de todo, fui yo quien le ayudó a organizar la operación contra aquel contingente del ejército americano en el Yermo. —Respondió Judas.

--Ah sí... "El Gringo" ya me acuerdo de ti. Steven Madison. ¿Cómo es que me olvidé de ti?...¿pero ya no eres El Gringo? Ahora eres simplemente Judas.

--¿Por qué?

--¿Por qué, que?

--¿Por qué mataste a Karen y a Debie?

--Me traicionaste muchacho, traicionaste a tu contingente y a Los Reyes. ¿Qué esperabas que hiciera? ¿Qué te dejara salir impune?

--Ellas eran inocentes de todo.

--No debiste de habernos traicionado.

--Yo jamás los traicioné, trataba de evitar muertes inecesarias, de conseguir esas armas Marco Antonio Reyes hubiese destruido todo y a todos en su paso por sus ideas supremacistas.

--No dependía de ti tomar esa decisión Judas.—Respondió Fernando Reyes. –Ahora si no te importa, puedes largarte, que tengo que terminar mis oraciones antes de que ordene tu arresto.

--¿Disculpe? ¿acaso no se da cuenta de la situación en la que está?

--Muchacho, soy Fernando Reyes, ¿Sabes cuantos hombres han tratado de matarme antes y han fallado?, ¿Yo soy protegido por Dio...

Entonces la cabeza de Fernando Reyes explotó, El arma de Judas yacía humeante. Los ojos de Judas se llenaron de lágrimas. El muchacho entonces se limpió rápidamente las lagrimas y salió del pabellón, se dirigió hacia uno de los vehículos de persecución de los reyes y se subió en él.

El muchacho apretó el acelerador.

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