El Novio De Emma© #2

By shipsinthesky

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Aceptar que eran almas gemelas no fue sencillo, y tú ya conoces la historia. Libro #1 Al Estilo Emma Libro #2... More

Sinopsis
EL NOVIO DE EMMA
1: Se amaban, y no cabía duda
2: El verano de los dos
3: Ansiedad generalizada
4: Inútil
5: Con todo respeto
6: Una gema rara con toques amarillos
7: A pesar de todo
8: La pesadilla de Jakey
9: Séptimo mes
10: En este planeta, y en los otros
11: Invitación
12: Dos minutos en el cielo con Colin
13: Esmeralda
14: Siempre te voy a cuidar
15: Almas gemelas
16: Milo Walton
17: Mentiroso
18: Hipotético fracaso
19: Día en la azotea
20: La familia Oschner
21: Ángel de alas amarillas
22: Los buscados
23: Un espanto
24: El postre de la confusión
25: Amigos
26: Perseguida
27: Gael
28: Una familia entretenida
29: Un Miller más
30: Una batalla por la superioridad
31: El brownie
32: El error
33: La ruptura
34: Vulnerable
35: La Emma que conocían
36: La despedida de soltera
37: Benditamente organizado
38: Princesa guerrera
39: Raramente llena
40: Las paces
41: La próxima semana
42: Planes con Colin
43: La misma estúpida historia
44: Cenizas
45: Florecer
46: Enfermo
47: Un mes horrorosamente vacío
48: Coney Island
49: Hawái
50: El mundo real
51: Jamaica
52: Walton, Walton
53: Niño herido
54: Los girasoles más bellos
56: Soltera
57: Lasaña de camarones
58: ¡Traicionera!
59: Las chicas como ella
60: Bronce
61: En los brazos equivocados
62: ¿Por qué?
63: Culpa
64: Vivian
65: Justo a tiempo
66: Un deseo
A que no esperaban...
Tercer libro. ¡Ya disponible!

55: La frágil florecita

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By shipsinthesky

Estaba usando su reloj plateado con una bata de hospital, acostado en la camilla de una habitación privada que olía a desinfectante en aerosol. No pudieron quitarle su reloj cuando llegó a la urgencia. Había llegado en estado delicado, débil, ensangrentado, pero saltó cuando un enfermero trató de quitárselo. Ahora mismo ese reloj, que tenía inscripta una esperanza, era todo lo que le quedaba de una relación que se secó como una planta. Podía escucharse y escucharla.

«—Esto te resultará intenso, pero esta mañana desperté a tu lado y le rogué para que siempre fuera así.

—Y ¿crees que te escuchó?

—Supongo que el tiempo nos lo dirá».

Quería llamarla solo para decirle que no lo escuchó, que su pedido al cielo de aquella mañana del 1 de noviembre no fue escuchado, ni siquiera cuando había repetido el mismo pedido cada noche siguiente. Pero no podía quitarse ese reloj, no podía guardarlo en un cajón, hacerlo significaría que había renunciado a cualquier esperanza humana, y la frágil bombilla de su alma aún parpadeaba.

Tocaron su puerta y la abrieron. Debió haberlo adivinado cuando oyó los tacones al otro lado.

—Colin, cariño. —Theresa se tapó su boca cuando lo vio.

Tenía un hematoma azulado en su mejilla derecha, y la herida de su labio inferior estaba rodeado de otro hematoma del mismo color. Tenía hematomas en sus brazos, pero Theresa se hubiese desmayado al ver su torso, su espalda, cada parte que había recibido patadas. Le dolía su cuerpo entero. Cuando una enfermera le comunicó que iban a inyectarle para calmar su dolor, él se preguntó por una droga para calmar el dolor de su alma, tomaría lo que sea con tal de que su espíritu saliera de su cuerpo por cinco minutos, librándose del dolor mortal. Moverse, o peor, caminar, era una verdadera tortura.

Theresa avanzó, y detrás de ella apareció su esposo. Colin se tensó de inmediato. Eran las cuatro de la tarde, significaba que ambos habían salido de sus oficinas para venir. Bradley había interrumpido una reunión porque Theresa lo llamó a contarle que recibió una llamada del hospital que decía que Colin había sido ingresado el día anterior porque fue víctima de un asalto violento. Cuando una enfermera le preguntó a qué familiar suyo podían llamar para que lo llevara a casa, él le dio el número de su madre por instinto, pero no imaginó que traería consigo a su padre. Sabía que estaba ahí solo para ver cómo estaba sufriendo. Sin dudas, su padre era la persona con quien menos deseaba estar en ese preciso momento.

—Vinimos inmediatamente —siguió Theresa.

Colin sintió frío cuando vio que su padre tomó asiento en un sillón junto a su camilla.

—Estoy bien —habló bajo.

—¡Pero mírate! ¿Cómo puedes decir que estás bien? —se acercó alterada y le acarició el cabello. Suspiró entre cortado, mirándolo, mirando el celular que se ubicaba en la mesita de al lado, mirando el reloj en la muñeca de él—. Asumo que lo que te pasó fue algo mucho peor. Estabas tan aturdido que ni si quiera pudiste pensar en una mentira convincente para tus padres.

—Eso fue lo que pasó, madre. Trataron de asaltarme y me resistí. Eran dos, creo.

—La persona que llamó me dijo que te asaltaron —señaló, nerviosa.

—Hola. Disculpen. —Un enfermero ingresó al cuarto, acercándose hasta la camilla.

El celular de Theresa interrumpió, sonando con una llamada del trabajo. Sonrió penosa.

—Regreso en seguida —avisó y se marchó, tomando la llamada.

El enfermero sonrió también. ¡Era Theresa McClain!

—Colin —se puso serio de nuevo—, la doctora pasará en diez minutos. Te dará el alta. ¿Cómo te sientes? ¿Alguna molestia más allá de lo normal?

—No.

—De acuerdo. Entonces, regreso en diez minutos con la doctora.

El hombre dio media vuelta para marcharse, y en Colin se desató el pánico.

—Espera —vio a su padre de reojo.

El corazón comenzó a latirle a toda máquina. No deseaba estar ahí, en esa camilla, con su cuerpo lleno de hematomas, en compañía de su abusador número uno. Bradley siempre había sido discreto con el abuso físico por razones simples. Ningún abusador con una vida exitosa quiere que se le note la verdadera cara. No daba a menos que estallara. De hecho, la última vez que le había dado una verdadera paliza fue cuando abandonó su primer grado de química.

—¿Sí? —El enfermero regresó a verlo.

—Eh, ¿diez minutos? —comenzó a sentir taquicardia.

—Sí, la doctora está haciendo su recorrido por el piso —explicó.

—Ah...—miró hacia la puerta.

¿Dónde estaba su madre?

—Sí —sonrió amable.

—Eh, ¿puedes subir la temperatura del cuarto?

—Claro.

El enfermero se acercó al termostato exactamente cuándo Theresa regresó al cuarto. Colin respiró, cerrando sus ojos por un momento. Los latidos de su corazón repercutían hasta su garganta, parecía que tenía algo obstruyéndola. Tenía miedo. Sabía que era imposible que su padre lo golpeara en ese preciso momento, en ese preciso lugar, pero de todas formas le temía hasta los huesos.

—Bueno. —Theresa suspiró cuando el enfermero se marchó, se acercó totalmente a la camilla—. ¿Ya nos contarás lo que realmente te pasó? ¿Ya nos contarás cómo terminaste internado en un hospital por veinticuatro horas porque te violentaron? Desapareciste, tu hermano de once años nos contó en la cena que te fuiste a Jamaica, y al final te regresas para meterte en una pelea. ¿Cuál es tu problema últimamente? ¿Tiene que ver con Emma Miller? ¿Te encuentras en estas condiciones por algo relacionado con esa chica?

—No la metas en esto —sus ojos se aguaron.

—Que se hayan dejado es la única cosa buena dentro de todo esto —frunció su ceño. Él nunca había mencionado el rompimiento frente a su familia, pero cada día era más evidente como para no notarlo.

Colin mordió con fuerza, tensando su mandíbula. No quería estallar.

—No sé qué pasó —continuó diciendo—, pero me siento agradecida porque se hayan alejado. Esa chica tiene serios problemas y tú no tienes porqué cargarlos. Pronto encontrarás a la mujer que te mereces.

Algo estalló justo en medio de su pecho.

—Vete —empezó a lagrimear—. Quiero que me dejes en paz. Maldita sea.

Theresa lo miró, incrédula por lo que acababa de escuchar.

—Que ya no esté con Emma no significa que tengas derecho a hablar sobre ella, y de esa manera.

No tenía fuerzas para nada. Comenzó a respirar con mayor dificultad. El mundo empezó a darle vueltas, pronto se sintió mareado, mientras sudaba bajo la bata. No podía parar de pensar en que su propia madre le clavó un puñal en lo que él consideraba lo más importante que le había pasado en sus veintitrés años de vida. Cielos. Emma, su relación con ella, era lo más importante y lo más lindo que le había pasado. ¿Qué son los logros? ¿Qué son los papeles y las medallas de oro? ¿De qué sirve llenarse de ellos si no se tiene con quién compartir la felicidad? ¿De qué sirve ser el mejor en algo si no se tiene con quien brindar?

Theresa lo oyó respirar con desespero, quiso calmarlo, acariciándole el cabello, pero Colin siguió hablando, a pesar de haber perdido el control, a pesar del dolor que sentía en su pecho, y en todo su cuerpo.

—Te doy una mala noticia. Tu hijo es quien tiene serios problemas, madre.

—Esa no es una noticia. —Bradley se burló.

Colin golpeó su frente con puñetazos.

—¡¡Quiero que me dejen en paz!! —gritó a todo pulmón mientras lloraba.

Theresa se espantó. Era la primera vez que lo veía en un ataque de pánico intenso.

«Tu hijo es quien tiene serios problemas, madre».

Quería abrazarlo, pero sabía que la repelería. Con un dolor insoportable, Colin logró estirarse para presionar el botón del timbre que llamaba a la enfermería. Theresa miró la expresión adolorida en el rostro de su gran hombrecito, quien se encontraba llorando en medio de un ataque. Después miró a su esposo, quien tenía una ceja enarcada, pensando en que Colin era una reina del drama. Estaba congelada. Quería llorar también, quería decirle a Colin que lo amaba, que lo escuchaba, que por fin se daba cuenta que tenía cosas estancadas en su adentro. Sin embargo, el enfermero llegó antes de que ella pudiera descongelarse.

—¡Sáquenlos! —le suplicó Colin, sollozando.

—Cole. —Theresa lo tomó de su mano.

—¡Váyanse ahora! —ordenó. No pensó en las consecuencias que podría tener gritarle a su padre.

—Por favor, retírense. —El enfermero trató de actuar lo más acorde. Su paciente estaba en medio de una crisis provocada por esas dos personas, y una de ellas era la mismísima Theresa—. Tendré que llamar a los de seguridad si no se levanta y se va, señor. Por favor, dejen que el paciente se vuelva calmar.

Theresa observó a Colin con ojos llorosos, y se marchó. Lo entendió. Estaba mejor sin ella. Bradley suspiró al levantarse lentamente del sillón, se acomodó su cinturón muy despacio, escuchando con atención los sollozos de Colin, que se oían patéticos como él al creerse algo importante en la vida. Se marchó, pero antes le lanzó una mirada, dejándole en claro que solo podía mandar una persona.

—Colin —habló el enfermero.

—No me iré con ellos —tartamudeó.

—Eso está claro. ¿Tienes otra persona a quién llamar?

—Sí —sollozó.

—No pensaba meterme con Emma, pero ahora tengo miedo hasta de saludarla. De seguro se te movieron los dientes. —Alan le habló desde el sillón ubicado junto a la cama de Eugene en el hotel, donde Colin se encontraba descansado, estaba sentado, con la espalda recostada en una almohada, y tenía las piernas extendidas bajo las sábanas. Alan estaba mirando su celular, sin pensar antes de hablar, casi como siempre—. Ahora agradezco que Marina me haya bloqueado porque tiene un tío más loco que su papá.

Colin lo estaba escuchando, pero no tenía suficiente fortaleza para decirle: «Me estás lastimando al mencionarla, al recordar lo que tuve que vivir». El sucedo se repetía en su mente sin cesar. Se preguntaba si es que Emma se había enterado de alguna manera, esperaba que sí, porque no quería que pensara que no la estaba buscando porque le dejó de importar cuando ella era lo único que le seguía importando.

Oyeron cómo la puerta se desbloqueó con la tarjeta, y Eugene ingresó al cuarto con varias bolsas.

—Completé la lista —anunció, refiriéndose a la lista de compras que Colin le había dictado porque no pensaba regresar a su ático a recoger lo que necesitaba para dormir fuera de casa—. Espero que hayas sido buena compañía, Alan —dejó las siete bolsas en el suelo y se acercó a la mesa de noche para guardar la tarjeta de crédito y la identificación de Colin en la billetera de éste—. ¿Cómo te sientes, Cole?

—¿Debo responder? —Colin lo miró. Tenía los ojos en el fondo.

Eugene tragó saliva. Tal vez necesitaba dejar de preguntárselo.

—¿No tienen hambre? Pidamos servicio al cuarto —sugirió.

—De hecho, quiero que nos mudemos ahora al hotel Fiahlo. —Y no, no estaba tratando de huir de la cena. Irse del hotel Hamilton era lo que sentía como una necesidad en ese preciso momento.

—Ya rugiste. Al, vete a empacar —le ordenó.

—A la orden. —Alan se marchó sin protestar. Le emocionaba conocer gratuitamente otro hotel.

Eugene colocó sus manos en su cadera, pensando por dónde empezar a empacar, observó hacia Colin de forma panorámica, regresando a mirar el resto de la habitación.

—Deja de morderte las uñas, perro —sacó su celular de su bolsillo.

Colin se estaba mordiendo la uña de su pulgar derecho.

—Tengo que llamar a mi tía, por el hotel —cambió de tema.

—¿Y a Emma? —preguntó, viendo su celular.

Ahora se miraron a los ojos.

—No me tortures. Por favor. —Liberó aquel sentimiento que encerró cuando Alan estaba presente. Desvió su mirada, observando el techo—. Ambos sabemos que no contestará. Hoy se cumple una semana y no hemos tenido contacto desde entonces. Debe pensar cosas terribles. Debe pensar que este es el final. Debe pensar que no la amo de la misma manera en la que ella me ama a mí.

—Entonces, hazle saber que está equivocada, perro —agarró el celular de Colin y se lo dio en su mano—. No tienen porqué terminar así. Si después de hablar deciden que de todas formas se acabó, pues, se acabó, pero no lo decidan ahora que están enredados en una maraña de problemas creados por otros.

Colin observó su celular, en la pantalla aparecía abrazándola después de su acto de graduación. Había pensado que siempre sería de esa manera. Ella aplaudiéndolo cuando alguien en el escenario dijera su nombre. Siempre había pensado que abriría su carta de aceptación al lado de ella. Había pensado que se tomarían más fotos como ésa. La amaba tanto, y no dolía, su amor era lo único que no dolía. Marcó el número de memoria y puso el celular en su oreja. En ese momento, la oscuridad se puso insoportable.

—No puede seguir apagado. Ni siquiera leyó los mensajes que le mandé en Jamaica. Me bloqueó.

—No estés tan seguro, perro.

—La conozco. Demonios. Me bloqueó. Bloqueó mi número.

Colin lanzó su celular desbloqueado sobre la cama, y Eugene lo recogió. ¿Emma quería bloquearlo de su vida? Había una forma de averiguarlo. Se metió al Instagram de Colin, y no supo que expresión poner. Lo había bloqueado ahí también. Colin se hallaba mirando al frente, le temblaba la mandíbula de los nervios.

—Perro... —Eugene suspiró.

—¿Qué? —No lo miró.

Eugene pasó a su celular, a su Instagram, descubriendo que Emma no lo había bloqueado a él, y que había borrado las únicas tres fotos que tenía de su relación. La que estaban en la fuente de los deseos de la fraternidad de Brandon, la foto de ambos, deseándole feliz cumpleaños a Colin, y la última que publicó, que era una de Colin hablando en el podio después de recibir su medalla.

Eugene observó a Colin, volviendo a suspirar.

—No es que ella no confíe en ti, Cole, es que su inseguridad es mucho más grande.

Colin echó una lágrima, diciendo:

—Pensé que había hecho lo suficiente para ganarle a sus miedos.

—Su inseguridad, sus miedos, todo eso, son cosas que no puedes controlar, perro. Eh —miró sus manos. Temía decírselo. No quería que sufriera más—, también te bloqueó en Instagram. Y borró las fotos.

Colin suspiró, mirando hacia arriba:

—Esta mierda duele demasiado.

No estaba sorprendido, pero de todas formas le dolía todo.

—Esto es lo que haremos. —Eugene dejó los celulares sobre la mesa—. Nos mudaremos de hotel, y mañana hablarás con tu terapeuta. Es tu día de terapia. Pueden hacer videollamada. No está bien que te estés saltando las citas, y en un momento como este.

—Solo me salté una cita —se defendió.

—Lo que sea. Te sentirás más liviano después de hablar con tu terapeuta —le animó.

—No se activará el detector de humo, ¿o sí? —Vivian tenía un encendedor en una mano y papeles en otra. Estaban en la recámara, sentadas en la cama. Una caja mediana en forma de flor las acompañaba.

—No estoy segura de esto, Vi. —Emma trató de sacarle los papeles, entonces, entraron en batalla. Ambas forcejearon hasta que una pequeña nota en papel amarillo se rasgó. Sonó exactamente como su corazón. Sus ojos se aguaron al ver lo que se había roto—. Mira lo que hiciste. Ya devuélvemelas, Vivian.

Vivian consiguió adueñarse de los recuerdos, se puso de pie, tratando de unir la nota que se había roto. Quería leerla en voz alta, pero la caligrafía de Colin era la más inentendible que había visto en su vida. Entrecerró sus ojos, buscando descifrar el jeroglífico.

—Ocupado hasta las 10 p.m. Espero que te gusten —arrugó su nariz del asco—. No sé para qué quieres guardar estas porquerías que ni siquiera se entienden bien. Que regrese a la primaria y que aprenda a escribir la letra e de forma decente —arrugó los papeles, haciendo una bola gigante de ellos.

—¡No, no! —Emma se levantó de brinco, quitándosela. Regresó a sentarse en la cama, y comenzó a desdoblarlas sobre su pierna, planchando los papeles con su mano derecha—. Me hiciste bloquearlo de todas partes, borré las fotos de Insta, pero aún no me siento preparada para deshacerme de todo esto.

—Ni siquiera son especiales —le robó otra nota, leyéndola en voz alta—: Salgo a las 8:30 p.m. —puso sus ojos en blanco. No decía más que eso—. ¿En serio, Emma? Deberías arrojarlas al escusado, que se vayan a parar en la mierda donde pertenecen, junto al idiota que las escribió.

Emma ignoró el insulto hacia Colin. La imaginación de Vivian no tenía límites, ya lo había llamado de mil formas denigrantes desde anoche, pero Emma se dio cuenta de que ahora no le molestaba, tampoco le importaba, simplemente le era indiferente. Ya no tenía razón para defenderlo. No podía seguir cuidándole la espalda de los puñales mientras él le clavaba directamente en el pecho y de frente, porque de esa manera se sentía la realidad. La apuñaló reiteradas veces en el mismo lugar. La apuñaló al engañarla, la apuñaló al no buscarla, la apuñaló con sus mentiras de amor, la apuñaló, y la apuñaló, y seguiría haciéndolo mientras ella lo amara, mientras aún lo pensara, mientras aún lo esperara, era consciente de ello, pero aún no podía botar a la basura cada uno de los recuerdos. Ella no era como él, ella amaba bien, ella no olvidaba rápido, ni mucho menos en una maldita semana.

Lo amaba, y dolía. Cielos. Dolía mucho.

De pronto, quiso ponerse a llorar. Se sentía una boba por andar protegiendo unas notas escritas en pósit. Tenía más de treinta que decían casi lo mismo. «Salgo a las 9 p.m.». «Nos vemos para cenar». «Me quedo hasta las 10 p.m.». Él solía darle las notas a un tipo de la cafetería para que las entregara en el cuarto de ella con donas, a veces tartas o brownies. Suspiró. No se permitió llorar. ¡Estaba harta de hacerlo!

—Sí son especiales. Cada una venía con dulces de la cafetería que tú me robaste, ¿recuerdas?

—¿Cómo no hacerlo? Hablamos de mis cenas —se rio.

—No quiero botarlas aún —las regresó a la caja, donde se hallaban tarjetas que en algún momento habían llegado hasta ella en los ramos de girasoles más hermosos. El corazón le pesó cuando vio la más nueva. La tarjeta de su último cumplemés. No necesitó abrir el sobre para recordar lo que decía. «Tu amor del bueno me hace bien». Le creía. Le había brindado el más puro amor del bueno, y él exprimió hasta la última gota, después se marchó con otra.

—No superarás esta mierda mientras sigas atada a unos papelitos, mi cielo —suspiró, tratando de ser paciente—. Odio tener que recordarte que se cogió a otra. Odio tener que recordarte que tomó un vuelo a Jamaica solamente para demostrarte que no está roto. —Esa era la nueva premisa que Emma manejaba, pues su papá había borrado el audio que Colin le mandó cuando estaba en Montego Bay, nunca pudo escucharlo entero—. Si se cogió a esa tetona de mierda cuando estaba contigo, ¿qué te hace pensar que no se cogió a otra mientras estaba en Jamaica?, ¿qué te hace pensar que ahora mismo no se está cogiendo a otra? ¡Está viviendo su soltería mientras tú le lloras a unas notitas con caligrafía satánica!

Emma no pudo seguir conteniéndose después de eso.

—No llores —le pidió Vivian, sentándose a su lado.

Emma cubrió su rostro.

—Lo extraño mucho —sollozó.

—Por eso debemos salir. Debemos salir para que puedas conocer hombres de verdad —declaró.

—No quiero a nadie más —frotó su nariz, después miró al techo, suspirando entre cortado.

—Debes distraerte. Salgamos —insistió, tocándole el hombro.

—No quiero —la miró.

En ese momento, Gael llamó a la puerta con dos golpes, y la abrió, se quedó helado cuando Vivian lo miró directamente a los ojos. Era la primera vez que Gael agradecía la ausencia de Gillou.

—Emmy —se inquietó al verla llorar.

—Amigo, casi te lanzo una lámpara. —Vivian se levantó, yéndose a recoger su bolso del escritorio, sabía que ya no podría seguir hablando a solas con Emma—. Olvidé que tienes nuevo hermano —rio, ahora se acercó a darle un beso en la frente—. Nos vemos mañana, espero. No hagas nada ridículo, ¿de acuerdo?

Vivian pasó al costado de Gael, sonriéndole con picardía, y se marchó. Gael tomó aire por su boca y cerró la puerta. Estaba confundido. ¿En qué momento esa víbora venenosa había regresado?

—Gillou estallará si se...

—No puede enterarse. —Emma lo miró por encima de su hombro.

Gael avanzó por el cuarto hasta pararse frente a Emma.

—¿Qué pasó? —le acarició el cabello.

—No me ama —se miraron a los ojos.

—Desearía que no fuera así, Emmy —se sentó a su lado para hacerle compañía. Observó la caja con los recuerdos, después notó el celular de ella, sintió pura rabia en medio de su pecho—. No me llamaste. ¿Preferiste llamar a esa mujer antes que a mí?, ¿antes que a Gillou? Ni siquiera te has comunicado con Esme, ¿cierto? Saliste de una mala relación para regresar a otra, y no sé cuál de las dos es peor. Papá se morirá de rabia si se entera de cuánto te ha hecho sufrir esa... chica. Acabo de llegar con mi mamá, y papá nos dijo que estabas con tu amiga, pensé que hablaba de Esme. —Ya se alteró. Alguien debía decirle la verdad, y era el único que podía hacerlo, ya que no podía meter Gillou. Iba a guardarle el secreto a Emma. De nuevo—. ¿Para qué la necesitas? Sé que te sientes vulnerable, pero nos tienes a nosotros, Emmy.

Emma cerró sus ojos, diciendo:

—No la llamé. Ella vino a mí —abrió sus ojos, estaba mordiendo con fuerza. No le gustó la manera en la que criticó sus decisiones—. Ella vino a mí con un girasol. Es una señal, Gael, una señal de que me equivoqué en todo. Vivian nunca se fue de la ciudad, está alquilando un pequeño piso en Brooklyn. Me dijo que no pensaba irse sin arreglarlo. ¿Puedes creerlo? La persona que menos esperaba que hiciera algo como eso. Llegó en el momento exacto. El universo, o lo que sea, me está hablando, no, me está gritando. Y estoy malditamente harta, Gael. Estoy cansada de que todos me crean estúpida.

—No creemos que seas estúpida, Emmy.

—Sí lo creen —se estiró de su cabello con frustración—. Es lo que todo el mundo piensa de mí, Gael. Me creen demasiado boba como para sobrevivir allá afuera. Me ven como la frágil florecita que vive llorando porque tiene fuertes problemas mentales. Cumpliré veintiún jodidos años en setiembre, y papá sigue viéndome como su pobre hijita que trató de quitarse la vida a los quince con un frasco de píldoras.

—Te entiendo.

—No lo haces, Gael. Nadie me entiende, solo asumen cosas.

—Entiendo lo que es estar harto, Emmy.

—Quiero que alguien configure mi cerebro con una computadora, que me cambie entera.

—¿Cómo puedes decir eso? No tienes nada malo. No tienes que cambiar, solo necesitas mejorar en ciertos aspectos como todo el mundo. ¿Sabes? —suspiró, tomándola de la mano—. Hace siete días que me levanto pensando en que quiero que seas feliz. ¿En qué momento pasó eso? ¿En qué momento empecé a quererte tanto? A veces siento como si hubiésemos crecido juntos. No tienes la menor idea del impacto que generas en la vida de los demás. Eres... un verdadero ángel, Emma.

—No —apartó su mano.

—Cambiaste mi vida. Con tu amor cambiaste mi vida en menos de un mes —le aseguró.

—¿Hola? —J.J. golpeó la puerta, pero no la abrió—. Es hora de la cena, y no pienso esperarlos ni un minuto. El puerco cocinó macarrones con queso, y ya saben cuánto me encantan.

Emma se levantó en seguida, arregló su cabello, y se marchó sin esperar a Gael. Sin embargo, él la alcanzó en el comedor, entraron al mismo tiempo. La mesa estaba servida. Esa vez comerían alrededor de una mesa, que no se ubicaba en el centro de la sala, con cubiertos de plata y vajilla blanca, porque Faith era la invitada. Emma se cubrió su rostro con su cabello. Nadie había notado que estuvo llorando. Nadie lo había notado todavía. Faith atravesó la puerta, sostenía una copa de vino blanco, exactamente como Jake, quien le estaba hablando sobre la salud de su hermano Jamie. Faith se detuvo frente a Emma, y le dio un beso en la frente como saludo, notando los ojos llorosos, pero sin señalarlos, aunque quiso preguntar, sintió que debía callar, callar porque, si alguien más estaba sufriendo por los acontecimientos, ése era Jake. Jake le había llamado ayer para contarle de forma exclusiva que le había dado una paliza brutal a la rata, que había pensado que después de eso se sentiría mejor, pero que eso no fue lo que pasó, seguía mal, y probablemente ahora lo odiaba un poco más. El idiota había pensado que podía solucionar su mierda con un ramo de girasoles. Demonios. Ese inútil debió enloquecer al creer que él dejaría que se acercara a su florecita de nuevo, en verdad pensó que le había dejado en claro que una falla y estaba fuera.

Emma se sentó junto a Gael; J.J. y Faith se sentaron en paralelo a ellos dos; y su papá se ubicó en la cabecera, lugar que había pertenecido a Holly alguna vez. Empezaron a servirse macarrones. Emma sabía que tarde o temprano descubrirían su cara llorosa, pero había estado en esa situación tantas veces que no le importaba. Nada le importaba. Estaba enojada con Colin, con la vida, con todo el mundo. Sentía que iba a explotar si alguien en la mesa se atrevía a señalar su dolor. No la entendían, solo fingían. Es que ¿cómo iban a entenderla si ninguno había estado con una persona que les bajó las estrellas para luego estrellarla? Recordó que hace veinticuatro horas estaba sufriendo hambre en el vestíbulo mientras esperaba que llegara. Había sufrido bullying, pero nunca antes se había sentido tan humillada. ¿Qué estará haciendo? ¿Estará cogiendo con otra como pensó Vivian? ¿Estará con Kayce, haciéndoselo como se lo hacía a ella?

—Emma —repitió su papá, ya enfadado.

Emma bajó su tenedor sin mirarlo.

—¿Qué?

—Te di tu celular en la mañana y ahora estás llorando —señaló.

Gael tosió en su puño. Emma arrugó su entrecejo, su vista se empañó de nuevo.

—¿Qué harás? ¿Quitármelo de nuevo? —lo apuntó con su barbilla.

—Bien. —Gael movió la copa vacía que tenía enfrente. Sintió un nudo en su garganta y comenzó a sudar bajo su camiseta, todo empeoró cuando lo miraron—. Quiero contarles algo importante. Pero, antes que nada, necesito decirles que jamás lo hubiese dicho en voz alta de no haber sido por este bello ángel.

Emma lo miró. Lo entendió todo.

—¿Qué es? —preguntó Faith, intrigada.

Gael se hubiese meado encima. Ya no estaba seguro de nada. Miró a su mamá antes de tomar la mano de Emma con fuerza. Se imaginó en una avioneta, listo para lanzarse en paracaídas por primera vez.

—Soy gay —declaró.

—Yo traigo la champaña. —J.J. habló con la boca llena, soltó sus cubiertos y se levantó.

Emma se rio entre lágrimas por la reacción de su otro hermano, y se levantó a abrazar a Gael. De enojada con el mundo pasó a un estado de felicidad máxima, en menos de un segundo.

—¿Champaña? —Gael recibió el abrazo de Emma. Estaba perdido. No entendía nada. ¿Estaba soñando? Peor, ¿estaba en coma?, ¿se golpeó la cabeza en el subterráneo esa mañana?

—Claro —contestó J.J. Le pareció hasta tonto que lo preguntara—. Ya no eres un reprimido. Hay que celebrarlo, hermanito.

Gael rodeó a Emma también, quien no paraba de abrazarlo mientras echaba lágrimas de felicidad. Observó a su mamá de nuevo, quien ahora estaba en un estado de shock, porque finalmente entendía, finalmente entendía porque su hijo se encerraba en su interior la mayor parte del tiempo y, Dios, escucharlo decir que Emma lo había ayudado de alguna manera...

—Ma...

—Te amo —le habló con una mano sobre su pecho. No tenía nada más qué decir. Si él pensó que necesitaba darle explicaciones, se equivocó. Lo amaba por encima de cualquier preferencia.

—Y yo que me olvidé de encargar el postre. —Jake suspiró con rabia y frustración. Parecía que lo que había dicho Gael no le impactó de nada, es que en realidad no lo hizo, no sentía que tuviera una razón para ponerse de esa manera, sin embargo, sentía que ahora todos tenían una buena razón para celebrar.

—Debemos ordenar algo, pa —pensó Emma. Aún no soltaba a Gael.

—Se me antoja banana split —se levantó de su silla.

—¡Pa! —abrió su boca.

Gael se quiso morir, en cambio, a Faith no le sorprendió el mal chiste.

—¿Perdón? ¿Acaso dije algo malo? —caminó hacia sus dos hijos para unirse al abrazo—. ¿Comer banana split está prohibido en este ático o qué? —besó a cada uno en la cabeza. Decidió pasar de largo lo que había sucedido con Emma, era lo mejor en ese momento, además, ella ahora se veía demasiado feliz.

—Esperen. Yo también. —J.J. dejó la botella con las copas sobre la mesa, y se unió a ellos.

Gael nunca antes se había sentido así de querido. Su madre lo amaba, él lo sabía, pero siempre habían sido ellos dos, y de pronto, de la noche a la mañana, tenía una familia completa. Fue entonces que se dio cuenta de que la riqueza de los Miller no se hallaba en una cuenta bancaria, se hallaba en su papá, quien definitivamente era el mejor hombre de la ciudad, y, claro, también era el papá más moderno y genial.

—Mañana es mi cumpleaños, y ustedes son mi mejor regalo —les dijo.

La riqueza se hallaba en su hermano, demasiado humilde, demasiado buen tipo.

—Qué lindo. Entonces me quedaré con el reloj que te compré —habló J.J.

Y se hallaba en su hermana, tan radiante en todo sentido que no era posible que fuese humana.

—Faith, ven. Por favor —pidió Emma.

Faith fue hasta ellos y colocó su mano sobre la espalda de Jake, después le tocó la cabeza a Gael, quien esperaba que ahora Emma entendiera que era un hermoso ángel que se dedicaba a enseñarle a los demás a volar.

Hola, hola.

Aquí tienes tu espacio para desahogarte en grupo. 

Como siempre, espero que el capítulo les haya gustado.  

¡Cuéntame qué crees que pasará en el siguiente capítulo o en los siguientes!

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