El Novio De Emma© #2

By shipsinthesky

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Aceptar que eran almas gemelas no fue sencillo, y tú ya conoces la historia. Libro #1 Al Estilo Emma Libro #2... More

Sinopsis
EL NOVIO DE EMMA
1: Se amaban, y no cabía duda
2: El verano de los dos
3: Ansiedad generalizada
4: Inútil
5: Con todo respeto
6: Una gema rara con toques amarillos
7: A pesar de todo
8: La pesadilla de Jakey
9: Séptimo mes
10: En este planeta, y en los otros
11: Invitación
12: Dos minutos en el cielo con Colin
13: Esmeralda
14: Siempre te voy a cuidar
15: Almas gemelas
16: Milo Walton
17: Mentiroso
18: Hipotético fracaso
19: Día en la azotea
20: La familia Oschner
21: Ángel de alas amarillas
22: Los buscados
23: Un espanto
24: El postre de la confusión
25: Amigos
26: Perseguida
27: Gael
28: Una familia entretenida
29: Un Miller más
30: Una batalla por la superioridad
31: El brownie
32: El error
33: La ruptura
34: Vulnerable
35: La Emma que conocían
36: La despedida de soltera
37: Benditamente organizado
38: Princesa guerrera
39: Raramente llena
40: Las paces
41: La próxima semana
42: Planes con Colin
43: La misma estúpida historia
44: Cenizas
45: Florecer
46: Enfermo
47: Un mes horrorosamente vacío
48: Coney Island
49: Hawái
51: Jamaica
52: Walton, Walton
53: Niño herido
54: Los girasoles más bellos
55: La frágil florecita
56: Soltera
57: Lasaña de camarones
58: ¡Traicionera!
59: Las chicas como ella
60: Bronce
61: En los brazos equivocados
62: ¿Por qué?
63: Culpa
64: Vivian
65: Justo a tiempo
66: Un deseo
A que no esperaban...
Tercer libro. ¡Ya disponible!

50: El mundo real

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By shipsinthesky

Eugene se detuvo en la sala, donde Heidi estaba mirando una película en la televisión curva.

—Ey, hola, Heidi —se acercó con una mano sobre su pecho. La jovencita se ruborizó, ya sabía de quién se trataba, por fotos—. Me llamo Eugene. Soy el amigo de Colin. ¿Sabes si él está?

Heidi pausó la película con sus sudorosas manos.

—Sí, está.

—Entonces..., ¿puedo pasar a verlo?

—Sí, sí.

Eugene le sonrió como le sonreiría a una hermana menor y caminó. Colin aún no le respondía las llamadas ni los mensajes, pero esta vez Eugene estaba dispuesto a obtener una respuesta cara a cara.

—Mi mamá cree que Emma lo terminó. —Heidi habló antes de que se marchara de la sala.

Eugene se detuvo de topetón. Abrió sus ojos de par en par. ¿Cómo carajos no se le había ocurrido? Por el amor del Dios que Colin adoraba. Tenía absoluto sentido y a la vez no. Era miércoles, tres de la tarde, debían volar a Los Ángeles para comenzar un nuevo capítulo en sus vidas, y ambos estaban desaparecidos. Ahora sabía que Colin seguía encerrado en su recámara mientras Emma tenía su celular apagado. No tenía sentido. No hallaba un motivo por el cual pudieron haber tomado esa decisión en un momento así. Ambos se amaban de una manera fantástica, medio irreal, demasiado perfecta. ¿Por qué acabarían con su historia antes de iniciarla? Joder, no. Debían arreglar ese desastre. Aún estaban a tiempo de hablarlo, aún estaban a tiempo de tomar ese avión a Los Ángeles.

—Di, ¿con quién hablas, princesa? —Shizu apareció en la sala, topándose con la cara preocupada de Eugene, también lo reconoció, por fotos, pero en las fotos no lucía esa expresión—. Eres amigo de Cole.

—Sí. Hola. Necesito verlo —apuntó el pasillo.

—Dudo que se pueda, pero inténtalo. Última habitación de aquel pasillo —señaló.

Eugene caminó a toda prisa. Frente a la puerta halló una bandeja de comida en el suelo, se trataba del almuerzo que Colin no comió, que June se lo había dejado, reemplazando la bandeja del desayuno que tampoco comió. Sacó un destornillador de su bolsillo trasero, que había escondido debajo de su camiseta larga. El día anterior creyó haber visto tornillos planos en la cerradura, pero en realidad lo imaginó, no había tornillos en esa cerradura. Le fastidió pensar que Jordan y Alan hubiesen hallado la manera de abrirla, eran mejores que él para esas cosas. Pegó su oreja a la puerta, mirando el techo. Le dolía lo que estaba pasando.

—Cole, tengo un puto destornillador en la mano y no temo usarlo contra tu puerta.

—Vete.

El corazón de Eugene palpitó a toda máquina.

—Te hubieses quedado callado, perro. Ahora acamparé frente a tu puerta.

Hubo silencio de nuevo.

—Rompieron, lo sé. Tu hermanita de once años me abrió los ojos. Necesito saber qué les pasó —deslizó la palma de su mano sobre la puerta—. Quiero apoyarte como siempre lo he hecho. No estás solo. Nunca lo estás. Tal vez hasta pueda ayudarte a solucionarlo. No resolverás nada aislado en tu recámara.

—Está abierto.

—Eres un... —refunfuñó.

Eugene abrió la puerta. El cuarto estaba en penumbras y la luz del baño era lo poco que iluminaba. Colin se encontraba acostado bajo su edredón, parecía una persona enferma de depresión, y eso se sintió horrible para quien lo halló. Eugene encendió el cuarto, le importó poco que eso le molestara, después abrió las cortinas, pero Colin ni siquiera se movió de su posición. Podía afirmar que conocía a su mejor amigo en cada faceta, pero nunca antes se había topado con ese Colin. Lo destapó hasta la cintura, estaba acostado de lado, mirando hacia el baño, y no tenía camiseta.

—No me agrada este juego. Levántate y rompe algo.

—Estoy cansado.

—No me sorprende. Ni siquiera has comido... ¿Desde cuándo?

—No me entiendes. Estoy cansado de la vida.

—Jo. Muy bien. ¿Dónde está tu puto teléfono? Necesitas hablar con tu terapeuta.

Amber ya le había escrito porque ayer no fue a terapia ni llamó a cancelar su cita, pero Colin ignoró su mensaje de la misma manera en la que había ignorado los mensajes de sus amigos, de sus hermanas.

Eugene remojó sus labios y se despeinó con frustración.

—Es normal que te sientas así después de una ruptura. Yo también me quise morir una vez.

—No se trata de Emma.

—¿Ah, no? —entrecerró sus ojos, avanzando hacia la cama.

—No.

Eugene se sentó en el borde y le tocó el brazo.

—Tengo un destornillador nuevo, un celular con la App de Google Maps y un futuro que no temo arruinar asesinando a tu papá. Ese hombre es un puto loco, Colin, y tú estás permitiendo que te arruine la vida. Te conozco, maldita sea —se aguantó para no ponerse a gritar—. Estás postrado en esta jodida cama porque no te crees suficiente para salir a buscar a Emma. Dime qué putas pasó para que terminaran. ¡Dime!

—Emma se merece alguien mejor, perro —su voz se quebró, se tomó de su puente nasal mientras lloraba—. Pensé que podía hacer las cosas bien por primera vez, pero soy un desastre. Emma es el amor de mi vida y lo eché a perder. Soy un puto saco de traumas. ¿Por qué funcionaría? Merece alguien mejor.

—Colin —sus ojos se aguaron—, te hablas así porque estás en crisis. En realidad, sabes que nada de lo que dices es verdad. No existe alguien mejor para Emma. Y tu papá se puede ir a la puta mierda. Es un ser depreciable. Sal de esa cama, busca a Emma, y lárguense. Jamás superarás tus traumas mientras sigas viviendo bajo el mismo techo que ese loco. Necesitas romper contacto con ese hombre, y todos te apoyaremos para que no vuelvas a caer en su maldito juego. Colin, busca a Emma.

—No puedo.

—Sí puedes, perro —ubicó el celular sobre la mesa de noche y lo recogió—. Mándale un mensaje. Traté de llamarla, pero aún tiene su celular apagado. O, si quieres, te acompaño hasta su ático, hasta podría cargarte en mis brazos, Colin.

—No me leerá. No tiene sentido.

—Que creas que te dejaré morir en esta cama es la mayor prueba de que perdiste la cordura por andar tanto tiempo encerrado, perro —se levantó en busca de la bandeja de afuera—. Comerás, te bañarás y nos iremos al hotel porque no pienso dejarte bajo el mismo techo que tu padre, luego, cuando estés mejor, podrás contarme qué pasó con Emma, y buscaremos una solución —regresó con la bandeja, sin olvidarse de cerrar la puerta—. Siéntate a comer o te hinco con el maldito destornillador, Colin Oschner.

Colin se movió, pero no hizo más que eso. Eugene perdió la esperanza, entonces, en ese segundo, Colin se sentó débilmente, primero se apoyó sobre sus codos, después se recostó contra la gran almohada.

—¿Luzco mal? —preguntó.

Tenía ojeras en sus ojeras, y estaba pálido por no comer.

—Estarás bien —le dio golpecitos en su mejilla.

⠀⠀⠀⠀⠀⠀

Gillou abrió la puerta y la pateó, ingresando a la alcoba, tocando un ukelele.

—Despierta, dulce Emmy, despierta —empezó a cantar desafinado, al menos distraía del hecho de no saber tocar un ukelele, o cualquier otro instrumento. Se paró en la cama como si se tratara de un escenario—. La isla ya despertó, y tú aún no. Despierta, dulce Emmy, despierta. Será un buen día, iremos a la playa a comer sandías, como un delfín lo haría —terminó con su canción, moviendo las cuerdas del instrumento a lo loco, cual estrella del rock con una guitarra eléctrica en un concierto épico.

Emma se cubrió con la manta hasta su cabeza, pero Gillou se la arrebató. Emma había despertado hace horas, especialmente por el brusco cambio de horario. Era la una de la tarde en Honolulu, mientras que en Nueva York era medianoche. No podía dejar de imaginar lo que podía estar haciendo él, lo que pudo haber hecho en el día. Lo amaba. Quería creer que estaba pensando en ella con la misma fuerza en la que ella estaba pensando en él. Fantaseaba con que todo tenía una explicación, que se volverían a ver pronto, que se besarían con fervor, sin ropa, en la penumbra de su habitación.

Gael abrió las cortinas, diciendo:

—Yo quería poner una de los Jonas Brothers, Emmy.

—Yo quisiera salir con uno de ellos —murmuró.

Gael y Gillou se sonrieron. Ahí estaba Emmy, escondida en el último cuarto de la torre tétrica.

—Te veo con Joe. —Gillou se acostó a su lado y le dio un beso en el hombro.

—Joe es mi amor imposible —giró a verlo.

—Mi amor imposible es Gal Gadot. ¿Tienes un amor imposible, Gael? —lo apuntó con su ukelele.

—No sé. Beyoncé —respondió al azar.

—Buena elección —se levantó de la cama, y estiró el brazo de Emma para sentarla—. Emma, son la una de la tarde, para que sepas. Esta mañana, mientras tú dormías, con Gael vimos delfines saltando en la lejanía. Fue realmente fantástico, como de película, y te lo perdiste. Tienes que levantarte ahora mismo.

—Gillou se metió al agua y perdió su tobillera —comentó Gael como una anécdota graciosa.

—El agua está preciosa, pero siempre menos que tú, Emmy —le acarició el cabello.

—Con permiso. —Jake entró con una bandeja de comida, eran mariscos, los preferidos de Emma. Faith sonrió, recostándose por el marco de la puerta, mientras los miraba—. La florecita debe nutrirse o se marchitará, luego debe salir a tomar el sol —colocó la bandeja con patas sobre Emma—. A comer, florecita. Salí al amanecer a pescarlos, con mi barco, con todo el amor del mundo.

—Al amanecer te sentaste a comer cereal en el jardín. En pijama —lo acusó Faith.

—Estaba mirando el mar, y, en mi viaje mental, estaba pescando langostinos como el tipo barbudo de Discovery Channel. Le puse energía cuando le pedí al señor chef que te prepare su mejor plato —agarró un plato ovalado que contenía ensalada de camarones—. Anda, después toca el helado, y beberemos agua de coco en la playa, la misma playa donde Gillou casi se ahoga en la mañana.

—Pensé que había perdido su tobillera —dijo Emma.

Jake se sorprendió al escucharla interesarse por la charla, por la tobillera de Gillou, por la vida más allá de su corazón roto. Tal vez la estaba subestimado. Tal vez se estaba preocupando demasiado. Cuando creía saber algo sobre su florecita, ella terminaba pisoteando sus ideas.

—Perdió su tobillera, su dignidad. ¿Cuál es la diferencia?

—Oye, pude haber muerto —dijo Gillou, frunciendo su ceño.

—Ya sé. Y menos mal que no lo hiciste, porque de esa manera tu madre nunca me hubiese dado mi primer beso —se puso de pie.

—No tienes vergüenza —respondió Gillou.

—No —le apoyó Emma.

—Ustedes no saben nada —los apuntó, después miró directamente a Emma—. Quiero verte en el jardín después de comer. Es un día hermoso y una vida maravillosa. Además, eres la única que sabe nadar. Si a Gillou le pasa algo, tú serás la responsable de rescatarlo.

—Pa, tú tomaste clases de natación cuando eras joven —le recordó.

—¡Shh! ¿Por qué me delatas así? —llevó su índice a sus labios en señal de silencio.

Gillou entrecerró sus ojos y lo siguió fuera de la habitación para protestarle.

—¿Intentas deshacerte de mí? —se escuchó hasta el cuarto.

—No. Tu madre dice que sabes preparar mousse de chocolate. Me sirves —contestó el otro.

Gael cruzó sus brazos y los siguió también, con intenciones de dejar que Emma comiera en paz y se alistara para el resto del día, esquivó a Faith, quien, a diferencia del resto, decidió acompañar a Emma.

—Parece rica tu ensalada —sonrió, acercándose a la cama.

—No puedo comer todo esto —suspiró profundamente.

Acababa de tomar consciencia de dónde estaba parada. La playa era privada, de la villa, pero ellos la verían. Gillou se había encargado de prepararle toda la maleta. No sabía qué clase de bikini había tomado de su guardarropa, solo tenía uno que le quedaba más o menos, el resto no era su talla, podía imaginarse como una salchicha cruda desde antes de ponérselo. Debía dejar de comer, tal vez por eso Colin le había engañado. No, no, eso no tenía sentido. Si sus cuerpos tan distintos en complexión se conectaban de forma única cuando estaban a solas. Se conectaban de forma única, para ella. En ese momento se dio cuenta de que no podía seguir hablar por los dos. Antes creía saber lo que él pensaba la mayor parte del tiempo, pero él mismo le había demostrado que en realidad no sabía nada.

—Come lo que necesites para saciarte —recogió la maleta de Emma y la puso sobre la cama.

—¿Tú tienes traje de baño? —tomó el tenedor.

—Me lo compré en el aeropuerto con el resto de la ropa. Una exigencia de tu padre. Dice que viajar a Hawái sin traje de baño es como irse a la guerra sin armamento. Hace años que no uso uno. Aún no lo estrené. Me da algo de vergüenza. Todo me da algo de vergüenza. Este vestido ha costado ochenta —se señaló, era un maxi vestido blanco, bastante veraniego—. Pero tu papá casi siempre se sale con la suya.

—A mi papá le hace feliz dar regalos. Mi abuela Grace dice que mi papá lo aprendió de Noah.

—Noah —se sentó en el borde.

—El padrastro de mi papá —cargó su boca con comida.

—Lo sé. Su documental es precioso —sonrió—. Lloré demasiado al verlo. De seguro siempre has deseado conocerlo. Mi mamá solía decir que las personas como Noah Hamilton son ángeles que vienen a iluminar la vida de los demás, vienen a dejar su huella, y luego regresan al cielo, por eso se van temprano.

Emma esbozó una sonrisa, su primera sonrisa desde el rompimiento.

—Tu mamá simpatizaba con Noah.

—Mi mamá estaba enamorada de Noah. —Ambas rieron—. También solía decir que debió meterse en la política. Mi mamá murió, y poco tiempo después conocí a tu papá. Me impresiona como obra el Señor.

Emma bajó su tenedor lentamente.

—¿Crees en un Dios?

—Soy cristiana, sí.

—Mi familia no. Hablo de mi papá y J.J.

—Lo sé —le dio ternura que Emma pensara que le estaba contando cosas nuevas.

—Colin es cristiano católico.

—Eso no lo sabía...

—En teoría, se irá al infierno.

Faith se resistió para no poner una de esas caras de asombro.

—Pues, sí, es una mala persona.

—No se pierde ninguna misa dominical. Dicen que esas suelen ser las peores personas.

—Pues —tosió una vez para esclarecer su voz, en realidad se dio tiempo de pensar en qué decir. Creía que Emma había pasado de la tristeza al rencor demasiado rápido—, no, no todas las personas que acudimos a la iglesia somos demonios disfrazados. Yo intento ir una vez a la semana. Me hace mucho bien.

—A Colin lo salvó la fe, se aferró a ella desde niño. Creció con la esperanza de que algún día todo iba a mejorar, ese día jamás llegó, es otra razón por la cual no puedo creer.

Faith no quería hablar sobre Colin. No debían hablar sobre Colin.

—¿Te gusta tu ensalada de camarones?

—Ahora debíamos estar en Los Ángeles, en el hotel. Mañana íbamos a visitar los departamentos —recordó, mirando hacia abajo, jugando con su ensalada—. Íbamos a mudarnos el sábado. No se lo dije, pero me hubiese gustado dormir en un colchón, en el departamento vacío, la primera noche, como en...

—¿En? —alzó sus cejas, expectante.

La mirada de Emma se llenó de lágrimas en un segundo.

—Dormimos en un colchón tirando en el suelo la noche que nos hicimos novios.

—Emma...

Emma soltó el tenedor y cubrió su cara mientras lloraba.

—Lo amo.

—Lo sé, cariño.

Secó unas lágrimas, otras siguieron cayendo.

—Estoy tratando de no desmoronarme, pero me duele demasiado. Botó nuestros ocho meses a la basura. No me siguió en Coney Island. Yo terminé amándolo con más fuerza que él a mí —sollozó. Puso la bandeja a un lado, no podía seguir tragando—. Mi amor fue único. Ninguna otra le cantará para calmarlo.

—Siempre se arrepienten, ya verás, pero tú no debes ceder a su lamento.

—No lo haré —respondió segura.

Pero Faith lo dudó bastante.

⠀⠀⠀⠀⠀

Desde afuera, Faith pudo escucharla llorar en la ducha. Emma pegó su frente a la pared, llorando y suplicando piedad. Sin embargo, salió del baño callada, sin lágrimas, pero con los ojos hinchados. Cerró la puerta de la recámara donde solo estaba ella, también las cortinas, y abrió su maleta de mala gana, dejó caer la toalla que la envolvía. Ahí estaba, entre toda su ropa bien doblada, el traje de baño blanco que usó en la azotea, lo había comprado exclusivamente para ese día.

«—Siempre eres un infinito de diez.»

Mentira. Si era un infinito de diez, él nunca hubiese hecho lo que hizo. Olió las dos piezas, tenían un aroma rico, producto de la lavandería, pero quería creer que, si se esforzaba lo suficiente, podía recordar el aroma que él tenía cuando le sacó el vestido en el camastro, antes de meterse a la piscina y que el cloro le quitara su perfume. Pero de recordar lo bien que se sintió besarse en el agua, pasó a recordar el instante en que esa mujer le botó gaseosa sin querer, cómo él le había pedido que lo dejara en paz, y poco tiempo después la estaba besando en un baño. Seguía buscando su falla. En verdad había pensado que lo que hicieron en la ducha, ese domingo, era real, al igual que la noche en el yate, en el césped del campo de golf. Había pensado que sentían la misma energía sobrehumana, en especial cuando estaba dentro de ella. Necesitaba despertar. El amor que ella vivía en su cabeza era una fantasía de cuentos de hadas que no estaba acorde al mundo real. El sexo no es más que sexo. No existen las almas gemelas. Los hombres batallan constantemente entre ser infieles y no serlo. Las relaciones perduran porque uno debe soportar las actitudes del otro para no romper el lazo. Siempre hay uno que ama más fuerte, siempre hay uno que no ama bien. Este es el mundo real, el mundo del amor pobre, el mundo de lo efímero. Necesitaba salir de su cabeza e instalarse en la realidad, ya no podía soñar como adolescente, estaba a nada de cumplir veintiuno.

Dejó el traje blanco y eligió uno azul, al menos consiguió que subiera la pieza de abajo, le apretaba, pero subió finalmente. Salió de la recámara con un vestido blanco, algo transparente, y el cabello atado con una cola. Había música. El ambiente era alegre. Un mayordomo se detuvo antes de salir al jardín, le ofreció limonada, llevaba cuatro vasos en una bandeja redonda. Emma se decidió por uno, bebió un poco, pero al final lo dejó en una mesa, ni siquiera tenía sed, no sabía por qué lo aceptó. Salió al jardín trasero, que tenía una enorme piscina, su papá estaba hablando por celular, no sabía dónde estaban Faith y Gillou, siguió su camino hasta la playa, donde había ubicado a Gael a la distancia. Gael estaba sentado en la arena, a pesar de tener disponible varias reposeras, se encontraba mirando el mar, el horizonte, se encontraba disfrutando de la brisa, pensando que todo era demasiado bello para ser real.

—Hola —se sentó al lado de él, en la arena.

—Hola —la miró de reojo.

—Entendí que nunca has tenido vacaciones en aguas cristalinas —se abrazó las piernas, siempre mirando al frente.

—Es así. Aún no puedo creer en qué clase de cama dormí anoche o en qué avión volé hasta aquí. Siento que en cualquier momento voy a despertar y no me gusta esa sensación.

Emma miró al costado, a Gael. Recién se daba cuenta de que él no estaba usando camiseta. Era delgado, pero tenía músculos definidos en sus brazos, por el trabajo pesado, no por el gimnasio. Le gustaba el color de tez de su hermano, parecía amorosamente pintado por sus padres. Lo inspeccionó mejor, notó que también usaba aretes en ambas orejas, no podía creer que estaba tan inmersa en no prestarle atención que ni siquiera había notado ese detalle. Siempre usaba una barba fina. Era la primera vez que lo veía bien.

—Perdón por haberte tratado mal.

—No empieces, Emmy —giró la cabeza para verla bien. No quería tocar el tema en un momento donde ella estaba sufriendo—. Yo hubiese hecho lo mismo. Mira dónde estamos sentados. Tienen una vida que muchos quisieran tener como sea.

Tenemos —se recostó en él, colocando su cabeza sobre el hombro de Gael.

No dudó. Gael la rodeó con un brazo, mirando al frente. Desde el jardín, sus padres se encontraban viendo la escena, sacudidos por el asombro, demasiado felices para explicarlo con palabras, se sonrieron y se hablaron sin abrir la boca. Eran sus hijos, aceptándose, preparados para recuperar el tiempo perdido.

En ese momento, Gillou bajó corriendo, y los abrazó desde atrás, agarrándolos de sus cuellos.

—Emmy, por fin te estás soleando —le dio un beso en la mejilla.

—Es importante —contestó neutral.

—Por eso me pone feliz que lo hagas —se irguió y colocó su mano frente a ella—. Nada un rato conmigo. La temperatura del agua es perfecta. Te encantarán los peces de colores que se logran ver.

Emma miró la mano de Gillou.

—Es que me da vergüenza —confesó de una vez.

—¿Hablas en serio? —llevó sus manos a sus caderas.

—Anda, Emmy. Nadie te mirará —le animó Gael.

—Exactamente. Y estamos en familia, además —añadió Gillou.

Emma suspiró y se quitó el vestido por arriba. De acuerdo. Que conste que no la estaban juzgando, es solo que ambos pensaron lo mismo. Emma guardaba en secreto una pancita que no se notaba con ropa.

Ella odiaba la manera en la que los costados de la pieza de abajo le apretaban, tuvo que usar sus manos para acomodarse la parte de las nalgas. Caminó hasta la orilla, cubriéndose con sus brazos.

—Es agradable —comentó, sentía que debía decir algo para distraerlo de su cuerpo.

—Es más que agradable —se acercó a ella, con el agua hasta el cuello.

—Gracias por acompañarme —le susurró como si se encontrara contándole un secreto.

—Tampoco es un sacrificio —bromeó.

—Lo sé. Estamos en Hawái, pero te esfuerzas mucho por hacerme ver el lado bueno. Siempre.

—Es que eres oro, Emmy. Y ese imbécil puede comer tierra.

Los ojos de Emma se volvieron tan cristales como el agua.

—No tenemos que mencionarlo nunca más. —Gillou se quiso ahogar por bocón—. Oficialmente hay paz entre los hermanitos, ¿eh? Mira esto, Emmy, estás más cerca de Gael que hace una semana atrás. Todo sucede por una razón. Estamos en Hawái con Gael, con Faith. Ahora son tu familia. ¿No te encanta?

—Faith es muy buena persona. Espero que esté disfrutando del lugar.

—Obvio que está disfrutando del lugar. Es una villa de ensueño. Ni mi papá podría pagar una como esta. Pero ¿entiendes lo extraño que es el universo, como se desorganiza y después de vuelve a organizar muy perfecto? De otra forma no hubieses tenido la oportunidad de abrazar a tu hermano en la playa, Emma.

—Sí —lo estaba digiriendo.

—De la misma manera en que las cosas se organizaron para acercarte más a Gael, se organizarán para traerte nuevas oportunidades. Ten paciencia, respira, y disfruta de este preciso instante. Volamos por casi once horas, pero dime si no valió la pena. Me encanta este lugar. Me encanta tu compañía. Me encanta tenerte en mi vida. Debes saberlo.

Emma arrugó su entrecejo, evitando llorar, y lo abrazó del cuello.

—Te quiero, Gi.

Y lloró.

⠀⠀⠀⠀⠀

—¡Socios! ¡Encontré algo! —Alan salió a todo dar del baño de la suite de Eugene. Estaba agitado, como un arqueólogo que acababa de encontrar una pieza importante para la humanidad. Alan era uno más del montón: adicto a los teléfonos inteligentes, y usaba el suyo mientras cagaba. Había encontrado algo en la red que lo hizo sentir tan realizado como un cazador de tesoros.

—¿Encontraste algo en tu mierda? —preguntó Jordan. Estaba jugando videojuegos con Eugene y no se detuvo a mirar a Alan. Eran las dos de la mañana. Los intestinos de Alan no se regían por horarios.

—Al, al menos tira la cadena —pidió Eugene con fastidio.

Pero Alan no los escuchó.

—¡Colin! —gritó, yéndose al cuarto de al lado.

—Puta madre, Al. No lo despiertes. —Eugene abandonó la partida para seguir a Alan.

Y Jordan agarró su botella de cerveza, siguiendo a Eugene. Colin se encontraba durmiendo en la cama. Acostarse era todo lo que había hecho desde que llegó por la tarde, pero no fue hasta hace media hora que consiguió quedarse dormido. Entonces, Alan le sacó las sábanas de encima, antes de que Eugene pudiese detenerlo, interrumpiendo su intento de descanso. Colin se sobresaltó, la taquicardia nunca dejaba su corazón, sus ojos sufrieron cuando Jordan encendió una lámpara. No entendía nada. Tardó en recordar que estaba acostado en la cama del hotel.

—Encontré a Emma, Cole. —Alan apuntó su celular. Ahora estaba feliz porque sintió que acababa de aportar algo—. Me puse a mirar el Instagram de Gillou, el tipo publicó en su historia que está en Hawái, muchas fotos de la playa, blablablá, y mira qué encontré al final —le enseñó la pantalla de su celular.

Jordan y Eugene saltaron sobre Colin para mirarla también.

Gillou publicó una selfi con lentes de sol, y, sobre su pecho, tan solo un poco, podía verse la cabeza de Emma, recostada sobre él, estaban acostados, probablemente en un camastro, juntos.

—¿Sigues pensando que Gillou no significa peligro? —Jordan miró la cara de Colin. Estaban muy cerca el uno del otro, así que pudo notar, a través de las pupilas de Colin, cómo el corazón se le terminó de quebrar por completo—. Amigo, ya eres historia.

Eugene empujó a Jordan, pero no logró echarlo de la cama.

—Claro que no —se puso nerviosísimo—. Claramente Emma fue a Hawái para distraerse, pero no pasó de Colin a Gillou, y en tan poco tiempo. ¿No la conocen? Nos toma las manos, nos da besos. Emma es cariñosa. Esa foto no tiene nada de raro. Emma quiere a Gillou, pero ama a Colin. No sean idiotas ahora.

—Ey, no me llames idiota. Soy el héroe de este momento —se quejó Alan.

Colin se frotó los párpados con sus manos.

—Déjenme —pidió.

—Colin, ella también está sufriendo. No creas que no —dijo Eugene—. Que se haya ido a Hawái es la mayor prueba de que también está hundida. La gente no se va de vacaciones después de una ruptura porque está feliz, lo hace porque quiere volver a ser feliz. Cuando regrese, podrás buscarla, y lo arreglarán.

—Déjenme —insistió, ahora con un tono brusco.

¡Hola!

Sé que estaban esperando leer a Colin en este capítulo. ¿Ahora cómo se sienten? ¿Creen que la historia de Insta de Gillou le traerá más problemas a su pobre mente? ¿Hablará con Eugene sobre las fotos, el chantaje, etc.? ¿Gillou significa problemas? ¡Quiero leer sus comentarios! 

Y claro que no me puedo ir sin antes resaltar un hecho muy importante:  Emma y Gael oficialmente han dado un paso fuera del conflicto que en algún momento pudo haber existido entre los dos. ¿Qué les parece eso? 

¿Qué esperan en el próximo capítulo? Adivino. Esperan que Emma y Colin hablen de alguna manera. ¡Arriba la esperanza! ¿Creen que Colin la llame? O ¿quizá Emma lo haga?

¡Nos leemos en cualquier momento!

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