El Novio De Emma© #2

By shipsinthesky

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Aceptar que eran almas gemelas no fue sencillo, y tú ya conoces la historia. Libro #1 Al Estilo Emma Libro #2... More

Sinopsis
EL NOVIO DE EMMA
1: Se amaban, y no cabía duda
2: El verano de los dos
3: Ansiedad generalizada
4: Inútil
5: Con todo respeto
6: Una gema rara con toques amarillos
7: A pesar de todo
8: La pesadilla de Jakey
9: Séptimo mes
10: En este planeta, y en los otros
11: Invitación
12: Dos minutos en el cielo con Colin
13: Esmeralda
14: Siempre te voy a cuidar
15: Almas gemelas
16: Milo Walton
17: Mentiroso
18: Hipotético fracaso
19: Día en la azotea
20: La familia Oschner
21: Ángel de alas amarillas
22: Los buscados
23: Un espanto
24: El postre de la confusión
25: Amigos
26: Perseguida
27: Gael
28: Una familia entretenida
29: Un Miller más
30: Una batalla por la superioridad
31: El brownie
32: El error
33: La ruptura
34: Vulnerable
35: La Emma que conocían
36: La despedida de soltera
37: Benditamente organizado
38: Princesa guerrera
39: Raramente llena
40: Las paces
41: La próxima semana
42: Planes con Colin
43: La misma estúpida historia
45: Florecer
46: Enfermo
47: Un mes horrorosamente vacío
48: Coney Island
49: Hawái
50: El mundo real
51: Jamaica
52: Walton, Walton
53: Niño herido
54: Los girasoles más bellos
55: La frágil florecita
56: Soltera
57: Lasaña de camarones
58: ¡Traicionera!
59: Las chicas como ella
60: Bronce
61: En los brazos equivocados
62: ¿Por qué?
63: Culpa
64: Vivian
65: Justo a tiempo
66: Un deseo
A que no esperaban...
Tercer libro. ¡Ya disponible!

44: Cenizas

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By shipsinthesky

—Probablemente sí haya sido esa mujer. —Eugene opinó después de haberlo escuchado todo.

Estaban sentados en la cafetería ubicada dentro del hotel, eran cerca de las nueve de la noche, y los huéspedes de alrededor eran adultos de la tercera edad, bebiendo café acompañando con dulces como macarrones franceses. Colin recostó sus codos sobre la mesa redonda y se atajó la cabeza con sus manos, enfrente tenía un té helado, en cambio, Eugene, solo estaba consumiendo agua, tenía la esperanza de subir al bar más tarde con Colin, quien además estaba cenando un cruasán de jamón y queso. Colin había catalogado esa reunión como una emergencia, y se hubiesen reunido más temprano de no haber sido por las obligaciones que tenía con sus hermanos. Estaba desecho. No había podido dormir pensando en que nuevamente alguien estaba tratando de arruinarlos por pura maldad. Se obsesionó tanto con el problema, que hasta había espiado las redes sociales de Vivian, quien estaba increíblemente callada, eso le pareció sospechoso. Después de hablarlo, Emma había decidido irse, asegurándole que solo había pasado a darle la noticia sobre la reacción de su padre, que estaba bien, y que lo mejor sería olvidarlo. Estaba bien. Ella se lo había demostrado cuando hablaron por videollamada. Parecía honesta con su sonrisa al hablar sobre la clase de sofá blanco que esperaba que tuvieran, incluso rio cuando él le hizo una broma tonta, pero Emma nació artista, y Colin no dudaba sobre que pudo haber estado actuando. Estaba sobrepensando. No tenía migraña, pero sí sentía que su cabeza estaba a punto de erupcionar por tanta ansiedad.

—Colin, tu relación no es la misma que hace ocho meses. Nadie puede romperlos —continuó.

Eugene estaba seguro de que se trataba de Vivian tratando de sabotear a Colin. Le parecía tan evidente. Estaba actuando como una despechada, exactamente como Rebecca hace meses. Odiaba tanto a Colin, y estaba tan resentida con Emma por preferirlo, que su corazón se volvió más negro de lo que ya estaba, eso era exactamente lo que Eugene pudo deducir.

—Colin —insistió.

Colin se desabrochó el reloj para entretener a sus manos inquietas.

—Tal vez sea cierto que ni las cosas buenas tengan suficiente fuerza delante de las cosas malas que nos han pasado últimamente. O no sé. Todo lo siento negro ahora mismo, ni siquiera gris. Quiero que empiece septiembre para mantenerme ocupado con el máster. Mi mente no está preparada para estar tanto tiempo sin la presión de la universidad, lo único que hago es maquinar estupideces.

—Perro, vas a vivir con tu novia. ¡Vas a vivir con tu novia! —Unos ancianos los miraron, pero siguió hablando con el mismo ímpetu en medio de su pecho—. Sé que estás emocionado, pero deberías estar mucho más emocionado que esto. No dejes que tus malos pensamientos nublen lo increíblemente feliz que estás por esto, Colin. Es un paso gigantesco, y ambos tienen las mismas ganas de consolidarse. Sé que los siguientes dos semestres les servirá para darse cuenta que pueden convivir juntos toda la vida. Escucha, esa enferma se puede ir a la mierda. ¿Crees que dejaremos que les arruine el futuro? Vamos a ponerla en su puto lugar, allá en el infierno, donde pertenece. Lo hicimos con Brandon, tú lo hiciste con Rebecca. ¿Qué es Vivian que no podamos aplastar? ¡Encima que anda drogada la mayor parte del tiempo!

—Si tú dices —continuó mirando su reloj.

—Perro, nunca estuve tan seguro de algo. Si para ti todo es negro ahora, te digo que mañana todo será del color que más prefieras. Irte la próxima semana te hará bien. Les hará bien. Estar bajo el mismo techo que tu papá también debe ponerte así de tenso.

—Con Emma esperamos que ustedes se queden el tiempo que quieran.

—Definitivamente nos quedaremos un rato más. Estamos demasiado cómodos aquí —rio.

—Bien.

⠀⠀

Como era evidente, Colin no aceptó subir al bar con Eugene, prefirió regresar al ático. Era viernes, y Emma había salido con Gillou y Esmeralda para un último fin de semana con sus amigos, así que Colin decidió usar esa noche para empacar. Doblar ropa u ordenarla siempre le distraía la ansiedad. Abrió dos grandes maletas negras sobre su cama y comenzó a meter ropa. Paseándose por el cuarto, se detuvo frente al librero, ahí se encontraba el libro de colección de Así habló Zaratustra que su suegro le había regalado en Navidad. Lo agarró y lo abrió al azar. Solo Dios pudo mandarle una señal a partir del libro del ateo más famoso del mundo.

Debes estar preparado para arder en tu propio fuego: ¿cómo podrías renacer sin antes haberte convertido en cenizas?

Cerró sus ojos. Ya tenía el corazón incinerado. Las personas se habían encargado de quemárselo, quedaba poco y nada. Esa noche no podía pensar con optimismo y se perdonaba por eso. ¡Estaba viviendo un verano de mierda! Nunca podría sentirse pleno mientras siguiera bajo el mismo techo que su padre, necesitaba dejar de engañarse; sí le importaba que su padre fingiera que no existía durante la cena, le dolía y le quemaba tanto como cualquier golpe que le había dado. Dejó el libro cerrado sobre su cama, y agarró las dos medallas que obtuvo en su graduación. Esas eran cosas que importaban. Su nombre iba a aparecer en la investigación de Cohen, incluso cuando apareciera con cientos de nombres más, era algo gigante con mucho peso para la escuela de medicina. Había pasado toda una vida destacándose en cuántas áreas podía para llenar su expediente con certificados de excelencia, Dios, hasta había tomado clases de cocina. ¿Creyeron que había acompañado a Cathy para aprender la receta del soufflé, que una vez le preparó a Emma, solo porque era un buen hermano? Todo lo que estudiaba o practicaba lo hacía pensando en el expediente que acabaría en las oficinas de Harvard, Princeton y Stanford. Y Dios, lo había hecho excelente hasta el momento, se permitió felicitarse dentro del negro de su mirar. Soñaba con entrar a Harvard, soñaba con mudarse a Boston. Con Emma. Necesitaba dejar de pensar como si se encontrara frente al fin porque apenas se hallaba en la introducción.

Tomó asiento en el borde de su cama y respiró. Le entraron ganas de beber té para la digestión, pero, antes de ir a prepararlo, quiso saber si Emma le había escrito. Levantó su celular y alguien lo encerró en un sótano sin luz, sintió una punzada en su pecho cuando leyó que el desconocido le había escrito de nuevo, pero esta vez le había mandado tres fotografías junto con el mensaje.

⠀⠀

Desconocido: Tú decides qué hacemos con estas

⠀⠀

Lo primero que sintió, al ver las tres fotografías secuenciales, fue que acababa de perder el control externo, por lo tanto, se encontraba al borde de perder su control interno. Bloqueó su celular, asustado, y miró al frente, respirando con agitación. Había tres fotografías de ella y él teniendo relaciones en el camastro de la azotea del Hamilton. Cubrió su rostro con sus manos. En seguida se sintió débil y mareado, como si acabara de bajarle el azúcar. No podía respirar con normalidad, estaba temblando, estaba enloqueciendo.

En las fotos, él se encontraba chupándole un seno. Y ella estaba ahí, totalmente expuesta en su traje de baño blanco, sentada en él. Lo habían encadenado en el oscuro sótano mental, y no era capaz de reaccionar. Un desconocido tenía sus fotos y lo estaba amenazando. Pensó en ella. Dios, Emma, probablemente sufriría una ruptura mental grave. Y sus padres, su suegro. Él mismo.

Tenía un nudo en su garganta, pero no era momento de ponerse a llorar. Ingresó a Instagram de inmediato: no estaban las fotos. El desconocido no las había publicado... ¿todavía? Debía solucionar ese desastre antes de que se arruinaran dos vidas para siempre. Entró a la conversación, evitando ver las fotos.

⠀⠀

Colin: Qué quieres? Dinero????

Desconocido: jajajajajajaja

Desconocido: Encuéntrame en Blue Night Club. Sabrás identificarme. Eres inteligente.

⠀⠀

Reaccionó, poniéndose de pie. Blue Night Club se ubicaba en el centro. Necesitaba apurarse. Recogió su billetera de la mesa junto a la cama y se puso en marcha. Solicitó un auto mientras bajaba por el ascensor de la torre, y no fue consciente de que estaba a punto de encontrarse con un psicópata hasta que subió al auto. Inhaló con dificultad, y el conductor lo miró desde el retrovisor, no le pareció que se encontrara bien para ir a un club. Colin cubrió su rostro con sus manos sudorosas. ¿Sabría identificarlo? ¿Se conocían o el imbécil tenía un letrero con la palabra psicópata en la frente? Entonces, no se trataba de Vivian, porque ella apenas había recibido aquel mismo domingo la invitación para venirse. Dios. Su padre iba a golpearlo como a una bolsa si se llegase a topar con esas fotografías; su mamá iba a enloquecer de rabia y a llorar como probablemente nunca antes lo había hecho; su suegro y su cuñado iban a explotar frente a él; Cohen lo sacaría de la investigación y rechazaría ser su tutor en la tesis del máster; las escuelas más prestigiosas iban a cerrarle las puertas; sus hermanos iban a sentirse incómodos y avergonzados; y ella, Dios, ella iba a sufrir tanto que él temía que acabase hundida en un segundo episodio de depresión.

Ingresó al club después de haber formado fila por cinco minutos que parecieron diez. El ambiente fiestero lo golpeó directamente en su estómago. Entonces, se dio cuenta de que acababa de subirse a una crisis de desrealización: su cerebro se había desconectado de la realidad gracias a la intolerable ansiedad. Rozaba con las personas que se encontraban bailando, pero no las sentía como materia; estaba caminando sin sentir el mismo suelo bajo sus pies. Oficialmente había perdido el control. Frenó, deteniéndose a buscar al desconocido, todo le parecía lejano y extraño. Cada persona parecía el desconocido. Un hombre solitario, bebiendo en la barra; una mujer parada con un celular entre las manos; unos hombres riéndose al otro lado. Podía sentir que en ese mismo momento el desconocido se encontraba mirándolo, disfrutando el desespero que transmitía. Siguió caminando, suplicándole al Señor que sus percepciones se conectaran porque no se sentía capaz de nada. Fue entonces que la encontró al frente, sonriéndole con la expresión de una asesina.

Era Mikayla.

Colin tensó su mandíbula y caminó hasta ella.

—¿Qué pasa contigo? —habló por encima de la música.

Mikayla lo agarró del brazo, tenía un par de sofisticados guantes negros en pleno verano. Lo estiró hasta la zona VIP y lo empujó sobre un asiento. Colin se sentó, desconociendo la textura del sofá, no podía sentirla. A continuación, Mikayla tomó asiento al lado, acercándose lo suficiente para que se escucharan.

—Ahora entiendes que no quiero dinero, yo soy el dinero.

—¿Entonces qué? ¿Quieres arruinarle la vida a Emma? ¿Eso quieres?

Mikayla soltó una carcajada.

—¿Quién es Emma para darle tanta atención? Tomé estas fotos, sí —levantó el celular con el que se había comunicado con él—. Al principio, tenía muchas ganas de enseñárselas a mis amigas de la escuela porque siempre nos echamos unas cuantas risas al recordar a Emma en cada reunión, pero antes se la enseñé a otra persona, que tú conoces, y me pidió este favor. Y dije: demonios, esto será más divertido que sentarme a criticar lo puta barata que acabó siendo Emma Miller después de la escuela. Así que solo quiero diversión, es ella quien quiere algo de ti.

—¿Ella quién?

—Kayce. ¿Te suena ese nombre? —sonrió—. La conocí el domingo en el que tú prácticamente le gritaste porque una gaseosa cayó sobre tu camiseta preferida, el mismo domingo en el que tú te comiste a los pezoncitos de Emma Pig. Amigo, no debiste gritarle a Kayce. Me parece que está un poco loca —torció sus labios a un lado.

—¿Todo esto porque le grité? —sacudió su cabeza en medio de su ceño fruncido.

—Sí, creo que le dolió bastante —asintió con su cabeza lentamente, después suspiró, recobrando su viveza—. Kayce está en el baño de damas, esperándote para hablar. Deberías ir antes de que me aburra y filtre esa foto sin querer.

—¿Sabes que mi papá es abogado?

Mikayla rio otra vez.

—¡Qué miedo! Tu papá tiene una firma con los abogados más inútiles de toda la ciudad. Son unos payasos, y Bradley Oschner solo dirige su puto circo. ¿En la familia Walton no existen abogados? ¿Mi familia no tiene contactos? ¿Crees que me metería en esto si no me encontrara segura de que puedo hacerte trizas con una simple llamada? No eres nada. Fuiste la burla de la gala, amigo —suspiró de nuevo, ahora parecía harta. Levantó el celular frente a él—. Este dispositivo, robado en Miami, ya te lo digo de antemano, tiene las tres fotos. Ya no las tengo en mi celular, quiero decir, ¿quién demonios quiere esa clase de cosas en su celular? El cuerpo de Emma siempre me pareció algo perturbador. Como sea. Si quieres esto, entonces, habla con Kayce. No me preguntes qué es lo que ella quiere porque no tengo idea.

Colin se tomó de la frente, mirando el celular.

—¿Cómo sé que no tienen copias? ¿Cómo sé que no las publicarán?

—Pues, tendrás que confiar en mí. Y soy una mujer de palabra. Si en verdad quisiera arruinarle la vida a Emma, lo hubiese hecho hace años. Es que, demonios, piensa un poco más, Colin. Esto es entre tú y la loca que te espera en el baño. Te deseo mucha suerte —sonrió al final.

Colin percibió un sentir conocido. Ellas lo estaban manejando como a una marioneta, exactamente como Rebecca lo había manejado durante tantos años. Dios. No era momento de recordar a Rebecca, pero había perdido el control de sus pensamientos. Caminando al baño, su visión se nubló por las lágrimas que estaba conteniendo. Rebecca lo había hecho sentir humillado, y de esa manera se sentía en ese momento. Humillado y sin valor, porque no era nada, exactamente como Mikayla lo pronunció, exactamente como su padre le decía. Empujó la puerta pesada, y rodeó una pared, ahí estaba Kayce, en medio del cuarto vacío, frente a los lavabos. Estuvo a punto de hablar, pero ella se le adelantó, fue entonces que Colin se dio cuenta de que Kayce estaba completamente drogada.

—¡Ho-hola! —saludó en medio de una sonrisa volada. Se acercó, riéndose, y con serios problemas de equilibro, su falda apretada se le subió hasta las nalgas, y daba la sensación de que en cualquier instante podría vomitar el exceso de alcohol que llevaba.

—Dile a Mikayla que me dé el celular —sonó roto, apuntando hacia la puerta.

—Pero me gustaría hacerte un favor —se acercó más, estallando a la burbuja personal de Colin, aquella que cuidaba, lo empujó contra el lavabo con violencia y metió sus manos bajo la camiseta de él. Colin le apartó los brazos, trató de apartarla a ella, pero Kayce tenía muchas ganas de tocarlo, regresó sus manos al mismo lugar y acercó su cara a la de él—. Nunca te has sentido hombre. Déjame enseñarte cómo se siente. —Y le dio un beso en los labios, buscando entrar a su boca.

Colin la empujó y Kayce perdió el equilibrio, cayéndose al mugroso suelo. Seguidamente, él pasó una mano por sus labios. Lo había besado, y, por mucho que se esforzara en limpiarse, nunca podría borrar el hecho. Sacudió su camiseta de forma neurótica, también debajo de ella, como si quisiera quitarse el polvo de Kayce. En lo único que podía pensar ahora era en su espacio personal. No soportaba un abrazo sin su consentimiento, de parte de un desconocido, por lo que ese toqueteo y ese beso lo hicieron sentir agredido. Ella había sobrepasado el límite de su territorio, y eso lo trastornó completamente. La agarró del brazo para levantarla del suelo, no vaya a ser que alguien entrara creyendo que la agredida había sido ella, alzó sus manos cerca de su cara, queriendo hablarle con claridad, pero se dio cuenta que hablarle no tenía sentido.

Regresó con Mikayla, finalmente harto de la situación. Ella sonrió cuando lo visualizó acercándose, pero su expresión se transformó en furia cuando él le arrebató el celular con brusquedad.

—¿No tienes más copias? —se le acercó con el entrecejo arrugado. Fingió fortaleza y superioridad, en realidad se sentía débil, usado y humillado.

—¡Ya te dije que no, imbécil! —usó una mano para empujarlo.

Tomó aire, que equivalió a recargar combustible, para salir del club cuánto antes. Detuvo a un taxi en la acera del lugar, apenas pudo articular Lexington 1269, el conductor lo miró desde el retrovisor por lo extraño que se escuchó. Colin botó el celular en el asiento, no quería ni verlo. Pasó los siguientes minutos tratando de no enloquecer en el asiento trasero del taxi. Se tomó de la frente, recordando el beso, cómo lo había tocado bajo su ropa, pudo sentir el tacto helándole las costillas. Y Emma, Dios, Emma. Debía hallar la manera de contarle que Kayce lo había besado sin contarle lo de las fotografías. Pero ¿qué decirle? Si le inventaba una historia, le estaría mintiendo. Si no le contaba nada de nada, también le estaría mintiendo. Lo único que sabía era que no podía contarle lo de las fotografías porque eso terminaría de destruirle toda la autoestima. Saber que Mikayla las había tomado para burlarse de ella la dejaría hecha ceniza, y él no estaba seguro de cuánto tiempo tardaría en renacer.

Trancó la puerta de su habitación con torpeza y botó el celular sobre su escritorio, a continuación, se paró en medio del cuarto, perdiéndose en la oscuridad de su sótano mental, ni siquiera sabía cómo había llegado entero hasta su ático. Observó a las maletas, ubicadas sobre su cama, también a las medallas que había dejado junto al libro. Entonces, le nació una energía explosiva. Tomó las maletas y las lanzó al suelo, desparramando todas las ropas en el impacto. Acto seguido, agarró las medallas y las botó en una papelera del escritorio, las miró, en la basura, siendo basura, igual que él. Alzó su mirada hasta el celular y se armó de valor, retrocedió hasta los pies de su cama, donde se sentó, y desbloqueó el dispositivo. En la galería solo había tres fotos, sus tres fotos, se encargó de borrarlas de cualquier espacio, y lanzó el celular al suelo.

Cayó sentado, con su espalda pegada a la cama, y abrazó sus piernas mientras lloraba.

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