Karma de Estrellas •TERMINAD...

By Thyfhanhy

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❝Karma es una bruja decidida a casarse con otro de su clase, hasta que conoce a Marco, un humano torpe cuyo l... More

✨Si no lees esto, una bruja te halará las patas✨
✯ Sinopsis ✯
Primera parte: La mayor apuesta.
0. ☆ Primer encuentro ☆
I. ☆ Compañeros de clase ☆
II. ☆ Exhibición por magia ☆
III. ☆ Manipulación ☆
IV. ☆ El deber y el honor ☆
V. ☆ Marco hecho de misterios ☆
VI. ☆ Mirada de tigre enojado☆
VIII. ☆ Nuevas mariposas ☆
IX. ☆ El secreto de la felicidad ☆
X. ☆ La hipnosis de un latido ☆
XI. ☆ Códigos y confesiones ☆
XII. ☆ Divine aconseja ☆
XIII ☆ El pasado y el amor ☆
XIV. ☆ Rescate de un fénix ☆
XV. ☆ Marco de ilusiones ☆
XVI. ☆ Darse la oportunidad ☆
XVII. ☆ ¿Vale la pena? ☆
XVIII. ☆ La voz de la razón ☆
XIX. ☆ Zancadilla de la vida ☆
XX. ☆ Karma hecha de impulsos ☆
XXI. ☆ El dolor de la hipocresía ☆
XXII. ☆ Ni conmigo ni sin mí ☆
XXIII.☆ Dados conversacionales ☆
XXIV. ☆ La temporalidad de los brujos ☆
XXV. ☆ Cambio de humores ☆
XXVI. ☆ Confesiones mágicas ☆
XXVII. ☆ Estallido de estrellas ☆
XXVIII. ☆ El ático de Marco ☆
XXIX. ☆ El energía de Karma ☆
XXX. ☆ Corazón correspondido ☆
XXXI. ☆ Los celos y las mentiras ☆
XXXII. ☆ Reconciliación ☆
XXXIII. ☆ Karma y sus estrellas ☆
Segunda parte: Paraíso hecho de Karma
I. ☆ Un capricho imposible ☆
II. ☆ Pintura corporal ☆
III. ☆ Errores y secretos ☆
IV. ☆ Enojos pasajeros ☆
V. ☆ Los errores de Ray ☆
VI. ☆ La forma en que Karma ama ☆
VII. ☆ Imposibles ☆
VIII. ☆ Ojos enamorados ☆
IX. ☆ Marco y la fábrica de locuras ☆
X. ☆ La banderita blanca ☆
XI. ☆ Plan inesperado ☆
XII. ☆ La incapacidad de seguir callando ☆
XIII. ☆ Caer del paraíso ☆
XIV. ☆ La despedida ☆
Tercera parte: Una constelación de magia o un agujero negro de corazones rotos
I. ☆ La ausencia ☆
II. ☆ Confianzas divididas ☆
III. ☆ En busca de paz ☆
IV. ☆ El odio a la sangre ☆
V. ☆ Tan cerca y tan lejos ☆
VI. ☆ Encierro ☆
VII. ☆ Cerca a la aceptación ☆
VIII. ☆ Cambio de planes ☆
IX. ☆ Una vida juntos ☆
X. ☆ Nuestro futuro ☆
☆ Epílogo ☆
✨Agradecimientos de la autora✨
🎄 Especial na v i d e ñ o 🎄

VII. ☆ Sueños y futuro ☆

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By Thyfhanhy


Asistí al partido de voleibol de Marco tal como dije, solo que, sin revistas para distraerme, en realidad iba a prestarle una pequeña ayuda para que no resultara tan desastroso el resultado.

Me vio entrar y me sonrió, siguió con su juego dando su versión del ciento diez por ciento, aunque el resultado se quedaba debajo de un diez en proporción. Inspiré hondo cerca de la mitad del partido y llamé al viento mentalmente; al soplar con suavidad por entre mis labios, una ráfaga llenó el gimnasio, no tan fuerte como para que resultara extraña, solo lo suficiente para cambiar la trayectoria del balón cuando el equipo contrario lo lanzó al nuestro. 

De repente el juego empezó a tomar ventaja para Midwest, Marco tocaba el balón con algo más que su cara y los pocos asistentes se emocionaron con el espectáculo, eso sin contar al entrenador que les aullaba en alegría de que por fin jugaran bien. Mis ojos no se despegaban del balón porque de prestar atención a algo más, perdería la concentración en el viento que lo dirigía.

Esa dicha duró como... cinco minutos hasta que de algún modo el balón llegó a la nariz de Marco.

Mi concentración se perdió de inmediato al ver a Marco tambalearse y a uno de sus compañeros apoyarlo por la espalda con su mano para que no cayera. Él tenía los ojos cerrados y la mano en su cara, sobándose.

—Williams, afuera —gruñó el entrenador—. Denver, adentro.

Marco apenas y le prestó atención, pero pronto fue consciente de que el entrenador lo sacaba del partido. El mismo chico que había estado a su lado lo medio empujó hacia las gradas para que saliera de la cancha; con una desorientación momentánea, él se dejó hacer y cuando lo dejaron solo, buscó camino hasta mí. Se dejó caer con pesadez a mi lado, resopló y echó la cabeza hacia atrás, en silencio.

Parte de mí quería reírse, pero consideré que hacerlo frente a él que tenía los ojos aguados por el impacto y la derrota en sus maneras, no era correcto.

—Me está empezando a parecer preocupante eso de que tengas un imán de balones en la cabeza —pronuncié con cautela.

Con los ojos cerrados, Marco sonrió.

—Siempre digo que de algo me tengo que morir, pero admito que sería muy humillante hacerlo por un balonazo.

—¿Cómo es que no lo viste venir? —murmuré en un tono burlesco—. ¿Dónde están tus reflejos de taparte la cara?

Separó sus párpados para mirarme de soslayo; yo creo que, pese a no reírme abiertamente, lo divertido que me parecía se me veía en los ojos. Es que era imposible no verlo gracioso, especialmente cuando le ayudé con magia y aun así terminó golpeado. 

—¿Sería creíble decir que es porque no tengo mis gafas puestas?

—No usas gafas.

—Podría preferir lentillas y no haberlas traído hoy.

—¿Usas lentillas?

—No.

El gesto de sonrisa bobalicona mientras me hablaba no se me borró hasta que de repente, todo le hizo mucha gracia. Hubo un instante en que el gesto precioso de sonreír le salió al mirarme fijamente a los ojos y no hay manera de explicar lo bonito que se sintió.

—Pudiste mentirme, ¿sabes? —comenté—. Te habría creído lo de las lentillas.

—Soy un hombre honesto, lo siento.

En la cancha, obviamente, el equipo se fue a pique de nuevo sin mi viento artificial y esta vez en entrenador gruñía, pero de disgusto.

—Y... perdieron —murmuré al darse todo por acabado—. Tu balonazo fue de mala suerte.

—No lo digas en voz alta, te pueden creer y me culparán de todo. De todas maneras ya estamos acostumbrados, ¿ves? —Señaló a sus espaldas a donde se encontraban todos los espectadores y en el rostro de ninguno había decepción—. Ya nadie espera nada de nosotros.

—Eso es demasiado triste.

—No, es mejor, así no decepcionamos a nadie.

—Excepto al maestro —objeté, y señalé al otro lado, donde el entrenador tenía sus manos en la cintura y el gesto indignado mientras gritaba que estuvieron muy cerca pero que no fue suficiente—. ¿No deberías estar ahí en esa reunión?

—¿Para qué? Hasta acá se escucha su regaño.

—Entonces vámonos —propuse.

—¿A dónde?

—De momento, fuera del gimnasio.

—¡Si ven que son capaces pero no ganaron es porque no le ponen empeño nunca! —El bramido del hombre furioso fue fastidioso y su efecto cansino se reflejó en los ojos de Marco; se levantó conmigo para caminar hacia la salida. El sermón se detuvo y el maestro nos habló—. ¡Williams! ¿A dónde crees que va?

—Eh...

—Está mareado —apunté con un gesto falsamente preocupado. Lo tomé del brazo y le di un ligero pellizco para que me siguiera la corriente—. Iremos a la enfermería, le acaban de dar un balonazo, de por Dios.

El maestro no quitó su gesto furioso, pero se quedó en silencio unos segundos sopesando el motivo y con el mismo temple de odio nos dio la espalda; tomé eso como un permiso así que salimos. Una vez afuera, lo solté y le sonreí cómplice.

—Aparte de dibujar de maravilla, también actúas. ¿Qué otro talento ocultas?

Sonreí divertida.

—Puedo volar, hacer magia con las manos y cantar. Y por la noche... —Me acerqué casi hasta su oído y susurré de forma confidencial— soy Batman.

Marco se rio audiblemente mientras recorríamos los pasillos hasta su casillero; había pocas personas porque las clases habían terminado cerca de una hora antes y todos los buses ya se habían ido.

—Yo quisiera ser Batman, pero estoy seguro de que el batimóvil se me dañaría al primer uso. 

—¿Así como juegas eres para todo?

—Más o menos —admitió risueño.

Suspiré por lo bien que me sentía bromeando con él. Era divertido.

—¿Te quitas el uniforme o te vas así a casa? —pregunté y señalé su pantaloneta, enarcando una ceja.

—¿Estás demasiado elegante para un pobre deportista como yo? —ironizó.

—No es a modo de queja u ofensa, solo pregunto. Y vamos, que te llames a ti mismo deportista cuando, ya sabes, juegas así... por favor... —Mi voz no aguantó la seriedad y me reí con ese sarcasmo que linda en la ofensa, pero que curiosamente no le fastidió a Marco como cuando Beth lo usaba.

—Gracias por el apoyo, en serio lo aprecio. —Blanqueó los ojos—. Y la respuesta es sí, me voy así. Los miércoles me lo llevo a casa porque hay que lavarlo.

—¿Puedo acompañarte?

—¿A lavar mi uniforme?

Le di un codazo amistoso y rodé los ojos. Llegamos al estacionamiento casi desolado, a lo lejos se veía mi bicicleta y sin decidirlo, caminamos hacia allí.

—A donde sea. Tengo que estar fuera de casa como hasta las seis y pues...

—No tienes más opciones —completó. Un muy leve rubor se instaló en mis mejillas a la vez que fruncía los labios con culpabilidad—. Eso es tan grosero.

—¿Preferirías que te mintiera un poco?

—Sí, por favor.

—De acuerdo... déjame ir contigo, muero de ganas de pasar la tarde a tu lado.

Y no es mentira, me dijo mi interior

Le batí las pestañas hasta que bufó, divertido.

—Imposible negarme —replicó finalmente.

—Es posible, pero un poco grosero.

—Bien, vamos, pero te daré una condición y una advertencia.

—¿Vas a ponerme condiciones?

—Y una advertencia —corroboró. Asentí, curiosa—. La condición es que me digas por qué debes estar fuera de tu casa.

El motivo era Ray, aunque no planeaba explayarme en la razón con Marco, sin embargo, algo se le podía decir. Asentí, de acuerdo.

—¿Y la advertencia?

—¿Viste mi talento con los deportes? Así es mi talento haciendo buenos planes. Te vas a aburrir. Te puedo ofrecer televisión, un sofá y agua de la llave, no tengo más.

—Dado mi marco de opciones, creo que tu plan suena de maravilla.

—Entonces vamos.

☆☆☆

Caminamos hacia su casa, que no resultó estar tan lejos. Había llovido un poco por lo que el cielo estaba tan encapotado que lucía similar a un crepúsculo. Cuando ya llevábamos buenos diez minutos andando —con mi bicicleta siendo rodada, pero no montada—, Marco habló:

—Acá es donde cumples con tu parte del trato. ¿Qué creen tus padres que estás haciendo?

—¿Por qué piensas que les miento? Puede ser solamente que no hay nadie en casa, dejé mis llaves y todos llegan a las seis.

Marco entrecerró sus ojos al mirarme hasta que logró hacerme reír.

—No es eso, ¿verdad?

—No —admití—. Bien, te contaré pero no haces más preguntas.

—Me parece injusto, me gusta saber las cosas completas.

—Tómalo o déjalo.

Se lo pensó unos eternos segundos. A lo lejos se oyó un trueno, posiblemente anunciando otra llovizna como la de la mañana, el viento estaba helado pero no me importó realmente.

—Lo tomo, pero sintiéndome estafado.

—Suficiente para mí. Hay un chico con quien mis padres creen que estoy saliendo y sus padres creen que sale conmigo, él tenía hoy una cita y dijo que era conmigo, obviamente no es conmigo porque acá estoy, pero debo cubrirlo. Eso es todo.

Eso era suficiente para saciar su curiosidad, técnicamente no mentía y no necesitaba saber más... o eso creía, pero cuando giré a observarlo, mordía su labio, inquieto.

—¿Ni un solo detallito más? —pidió.

—Se llama Raymond, ¿te sirve? —Marco blanqueó los ojos—. A ver, es más alto que yo, sus ojos son azules y...

—No era el tipo de detalles que esperaba.

—Lo sé, pero por ahora son los que puedo darte.

—Me conformo con ese "por ahora" y esperaré a que me extiendas el chisme. —Marco viró de repente con la bici en su mano y señaló una casa de dos pisos y una ventana redonda en un ático en punta—. Es acá.

—Ah, no es tan lejos.

—¿Tú vives lejos?

—Más o menos —repliqué—. Desde acá son como... no sé, cuarenta minutos.

—Eso es más que menos. —Marco buscó sus llaves y antes de subir los dos escalones hasta la puerta, me señaló un corto pasillo en el lado izquierdo de su casa, en el jardín y en cuyo final había una pequeña caseta—. Puedes dejar tu bici ahí. Si la quieres encadenar puede ser a la puerta de la caseta, pero no es necesario.

—Me confiaré de tu palabra, pero si me la llegan a robar...

—No te la robarán.

Luego de dejarla y entrar, se sintió el cambio de ambiente frío de la calle al cálido del interior. Miré apenas de reojo alrededor, pero lo que vi me gustó: paredes oscuras, muebles grises, cuadros en las paredes y un silencio muy cómodo. Era muy mi estilo pese a que consideré que no era el suyo. Sabía que vivía solo con su padre y eso quedó claro ante la ausencia total de un toque femenino en el lugar.

—¿Quieres tomar algo? —preguntó Marco, a la vez que dejaba su maleta sobre uno de los sillones.

—Me prometiste agua de llave.

Marco siguió a la cocina y lo seguí aún con mi mochila atravesada en el pecho; lo escuché reír ante mi respuesta y luego abrió una nevera negra que desde donde yo estaba lucía llena, pero no me acerqué a corroborarlo.

—Te estaba bajando las expectativas para que te sorprendieras gratamente cuando te ofreciera más que agua de llave.

—Muy inteligente, funcionó —concedí.

—Hay... —Marco empezó a enumerar, con su cabeza aún en la nevera—. Jugo de naranja, leche de vaca y de soya, soda de uva... y también alcohol, pero no te traje a guiarte por el mal camino, así que eso no está disponible para ti.

Marco sacó la cabeza para mirarme e hice un puchero dramático que lo hizo sonreír.

—Pero si por eso vine contigo, tienes cara de guiar a la gente por el mal camino.

—Mi especialidad es decepcionar a la gente, así que únete al club —respondió en burla, aunque a mí no me sonó muy gracioso—. Además, eres tú la rebelde sin causa. —Me miró con gentileza—. Solo dime qué quieres. 

—Soda está bien, gracias.

Tras darme un vaso con soda y tomar él uno de jugo, me invitó a la sala donde había un televisor contra la pared. Nos sentamos uno junto al otro; afuera se oyó otro trueno.

—En esto no te mentí, tenemos televisión y ya.

—Televisión y soda, es el sueño de toda persona.

—Qué sueños tan miserables —replicó riendo.

—Hay personas que no tenemos la libertad de soñar tan alto —respondí en reflejo, mordiéndome la lengua de inmediato. Intenté reírme entre dientes para que sonara como una broma, aunque había hablado muy seria—. ¿Tú con qué sueñas?

—Jugo de naranja y televisión.

—Que sueño tan miserable. —Me quité la mochila pasando la manija sobre mi cabeza y me reacomodé en el sofá—. En serio, ¿con qué sueñas?

—¿Te refieres a esos sueños donde hay zombis y puedo volar o a mis sueños en la vida?

—Los que me quieras contar.

Marco no le prestaba gran importancia a la conversación, se dedicaba a hacer zapping en el televisor sin detenerse a mirar si lo que transmitían los canales era de su interés o no. Me gustó eso, la despreocupación con que se manejaba.

—Bien, no sueño con zombis o con poder volar. De hecho, no muchas veces puedo recordar lo que sueño por más de unos minutos luego de despertar, es muy curioso, ya después solo tengo retazos. 

—¿Y tus sueños de vida?

Marco detuvo su búsqueda de canales y dejó uno puesto, pero no parecía prestarle atención, especialmente porque se había quedado en uno de caricaturas. Mordió su labio y luego se giró para mirarme con una ligera sorpresa en su rostro.

—Nunca lo pensé.

—¿No tienes sueños?

—Creo que no. Mi sueño más ambicioso en este momento es no perder materias al final de semestre. —Su gesto se descompuso aún más en desconcierto—. Dios mío, no tengo sueños.

No pude evitar reír de su cara de tragedia, como si fuera algo terrible, la peor de las desgracias el recapacitar en su ausencia de sueños.

—Pues nunca es tarde para empezar a soñar. A ver, ¿qué te gustaría hacer en la vida?, ¿de qué te gustaría vivir?, ¿o a dónde amarías viajar? —Marco no respondió en un largo rato—. Hola, ¿Marco? —Lo zarandeé un poco con mi brazo contra el suyo—. Hoooola.

—Lo siento. ¿Qué sueños tienes tú?

—¿Me cambiarás el tema así no más?

—Sí, dame tiempo de pensar y te lo diré después —aseguró—. Dime los tuyos a ver si me copio de alguno.

—Eso no es justo, pero lo tomo. Bien, a ver... un sueño racional que tengo es visitar los mejores observatorios del mundo, o al menos uno.

—¿Racional?, ¿tienes sueños irracionales?

—Claro que sí, todos tenemos de esos.

—Dime uno tuyo.

—Ir a la luna. Ver el espacio y a la Tierra desde la superficie lunar debe ser maravilloso, pero obviamente es demasiado loco. 

—Así que te gusta el espacio.

En mi mente me vi a mí misma con los ojos brillantes y asintiendo efusivamente, con ese ánimo que solo consiguen quienes piensan en lo que aman. La astronomía era el único amor, pasión y hobby que había nacido en mi niñez y permanecido hasta la actualidad.

—Las estrellas especialmente. Las constelaciones, los cometas también, la infinidad... ¿no crees que es grandioso? Somos nada en el universo, imagina poder explorar o al menos ver parte de esa inmensidad.

—Yo me sentiría sobrecogido de ver la inmensidad del universo en persona. A nadie le gusta sentirse diminuto.

—No se trata de verse a uno mismo como diminuto, sino de ver el universo como la magnificencia que es. Otro de mis sueños irracionales es ser astrónoma, ¿te imaginas la dicha de vivir de lo que uno ama hacer? Que me pagaran por estudiar el cielo, es una locura.

—No le veo la parte irracional a ese sueño.

De inmediato la realidad de mi vida me golpeó el pensamiento y me bajoneó el entusiasmo, como quien acaricia un globo con la punta de una aguja. No podía decirle a Marco que no podría estudiar astronomía porque mi destino más cercano y real era dedicarme con Ray a crear un hogar, era algo difícil y tedioso de explicar.

Suspiré con pesadumbre.

—Solo lo es. Hay cosas que uno sabe que no podrá conseguir porque no y ya.

—También podrías ir a la luna. —Marco omitió mi comentario—. Puede que los que ya han ido estuvieran a sus dieciocho años hablando con otros amigos sobre la locura que significa ir a la luna y aun así, lo hicieron. Cambia la palabra "sueño" por "meta" y verás que se puede.

—Dices cosas muy bonitas para ser una persona que asegura no tener sueños.

—Debo tenerlos —reflexionó—, solo que nunca lo pensé antes con detenimiento. Los buscaré en mi cabeza y los enumeraré, verás que son muchos. Te haré una lista.

—Sepáralos en sueños racionales, sueños irracionales y metas a perseguir.

El cielo afuera se había oscurecido más por el mal clima, los truenos iban y venían y adiviné sin ver que ya estaba lloviznando con suavidad. Marco no había encendido la luz al llegar así que lo que más nos iluminaba era el televisor, que por fortuna era enorme y no nos dejaba en penumbra.

Marco me observó en medio de unos silencios pensativos y lo que sea que pasaba por su cabeza, le fue dibujando suavemente una sonrisa en los labios.

Tuve una gran tentación de aprovechar su máxima concentración en mí, hipnotizarlo y preguntarle en qué pensaba al sonreírme así, mas no fui capaz porque me había prometido no hacérselo a él nunca más.

Quería pagarle su buena voluntad con lo mismo.

—Karma de Estrellas. No lo hubiera adivinado.

—¿Mi gusto por las estrellas?, ¿debería ponerme constelaciones en la ropa para demostrar que me gusta? —Marco rio y negó con la cabeza—. Eres sumamente prejuicioso.

—Solo contigo, tu nombre me mantuvo prevenido por varios días —bromeó.

—¿Creíste que yo sería tu karma por algo? Eso me lo dicen seguido.

—No he sido mala persona así que no estaba prevenido hacia algo malo.

—¿Hacia algo bueno sí?

El sonido de las voces de las ponys que hablaban en el televisor se iba difuminando en mis oídos pues habíamos creado un espacio de aislamiento a nuestro alrededor donde solo nos centrábamos en la charla. Mi oído era plenamente consciente de todos los sonidos, pero solo me había enfocado en el latir del corazón de Marco, un tamborileo similar al de Diego de hacía unos días en su rapidez, pero sin las manos temblorosas, los nervios en las pupilas ni la espalda en alerta... además que el de Diego no me aceleraba el mío como el de Marco. Era una melodía constante y dulce, tranquilizadora, como la nana que se le canta a un bebé en la cuna; me provocó una sonrisa calmada y serena. 

—Si eres mi karma de modo alguno, puedo asegurar que solo es bueno.

—¿Por qué?

—No puedes ser nada negativo —afirmó—. Y si lo eres, actúas muy bien porque te has comportado genial.

—Solo espero a que me tomes confianza para convertirme en tu peor pesadilla.

—Estás en mi casa, estamos solos y es casi de noche, creo que eso ya es confianza suficiente, estoy muy vulnerable. Tu momento es ahora, pierdes el tiempo; Freddy Krueger ya habría aprovechado.

Su sonrisa burlesca le elevaba los pómulos y le achicaba un poco los ojos; noté con más consciencia su cabello castaño que por el miserable esfuerzo del partido estaba desordenado y revelaba muchos rulos que en mejores momentos debían de verse definidos. Como rara vez sucedía, las palabras se me borraron del pensamiento y vacilé en mi seguridad; peor fue cuando el mirarlo así de fijamente me encendió las mejillas en recato, como si jamás lo hubiera visto tan de cerca. Ahora, aparte del latir de Marco, me volví más consciente del mío propio, que, si estuviera en carrera por velocidad con el suyo, estaría ganando por un par de puntos.

—Mañana sin falta lo seré —musité—. Hoy no vine preparada para ser pesadilla.

—No cuenta si me lo anuncias, debes tomarme por sorpresa.

—Lamento decepcionarte.

—No me decepcionas, Karma de Estrellas, yo ya sabía que no sirves para ser pesadilla. De ser algo, le apostaría a que eres un sueño.

—¿Un sueño?

—Uno muy irracional.

Fue encantadora la manera en que se avergonzó al decirlo e intentó disimularlo. Supuse que de modo alguno eso era un halago, pero me pareció tan divertido, que en ese tono le respondí:

—Gracias, me siento muy halagada.

De la misma vergüenza que sintió, el latido se le disparó de uno a cien, dejándome sin palabras mirándolo atontada. Me pregunté si esa lividez que yo sentía era similar a la que él experimentaba cuando lo hipnotizaba. Cuando un trueno mucho más fuerte a los demás resonó afuera, Marco se levantó, quitándome el gusto de ver sus ojos.

Extendió la mano para que le diera mi vaso ya vacío, luego tomó el suyo y se dirigió a la cocina.

Escuché el trajinar de dos cristales contra el mesón y el agua corriendo; estaba lavando los dos vasos y eso lo hizo tardar un poco. En ese lapso recibí un mensaje de Ray diciéndome que ya estaba desocupado y que pasaría a recogerme pronto pues ya iba cerca de mi preparatoria, por ende, de la casa de Marco.

Antes de escribirle una respuesta, Marco salió de nuevo. Yo me puse de pie, colgándome la mochila sobre el pecho de nuevo.

—Muchas gracias por haberme recibido, te debo una —dije, con sincero agradecimiento.

—Recibo comida como pago, gracias.

—Lo tendré en cuenta.

Reí. Me vio con la intención de ir hacia la puerta y pretendió tomar su chaqueta de donde la había dejado tirada.

—Te acompaño —ofreció, pero negué con la cabeza—. Ya es un poco tarde.

—No son ni las seis —objeté—. Y no, no te preocupes, me veré con Ray y él me llevará a casa, ya sabes, la mentira.

—¿Segura?

—Sí. De hecho, vendrá por mí dentro de poco. Tiene mi ubicación con el GPS del teléfono y me escribió que está cerca.

—¿Y tu bici?

—¿Puedo venir mañana por ella?

—Si quieres... o te la llevo mañana a Midwest.

—¿No habrá problema de dejarla acá esta noche?

—No, a papá no le molestará... si es que se da cuenta.

—Bueno, gracias, eso está bien. —Miré mi celular una vez más, la ubicación de Ray me decía que estaba a pocos metros de mí—. Según el GPS, Ray está a una calle, así que voy saliendo.

—Sí, claro.

Al abrir la puerta, noté que a Marco lo recorría un escalofrío; seguía con su escueto uniforme y en efecto, afuera ya llovía.

—¿En qué te viene a recoger? —preguntó Marco.

—Moto.

—Se mojarán.

Me encogí de hombros.

—Igual ya voy para la casa, no importa mucho.

—¿Ya me contarás más detalles? —Meneó sus cejas en un mohín aniñado.

—No. —Le dediqué una sonrisa ladeada—. Te veo entonces mañana. Gracias de nuevo.

—Sí, de acuerdo.

Bajé uno de los escalones del pórtico, el techo aún me cobijaba, pero, a esa altura, quedé unos centímetros más baja que Marco; creo que al mirarnos pensamos en la misma banalidad y nos sonreímos con complicidad.

Un rugido fuerte de una moto al detenerse, junto con el chapoteo del agua que levantó, hizo que ambos mirásemos hacia la calle de nuevo. Ray ni siquiera se quitó el casco, solo giró la cabeza en mi dirección y cuando lo saludé con la mano, asintió para luego volver la vista al frente.

—Adiós, Marco.

Por un impulso quise despedirme dándole un beso en la mejilla y me incliné a dárselo, él no se opuso. Ese roce de la comisura de mi boca con su mejilla soltó uno de esos corrientazos ocasionados por estática y ambos dimos un pequeño respingo.

Bajé el escalón faltante y quise buscar sus ojos una vez más antes de irme; fue mala idea.

Desde pequeña mi cabeza tenía predisposición a predecir, ocasionalmente, el futuro. Las escenas sin ocurrir venían a mi mente de un momento a otro, duraban poco pero eran nítidas como una película en alta definición. Al mirarlo fijamente tuve una de esas premoniciones, una mala cuyos sentimientos predominantes, la tristeza y la rabia, me invadieron por varios segundos.

Durante el lapso que el trance me duraba, usualmente mis ojos destellaban un par de veces como si una bombilla pasara de lado a lado en mis pupilas. Como estaba ya casi de noche era muy probable que Marco lo notara así que hice lo posible por desviar pronto la mirada y casi trotar a través del jardín hasta la moto de Ray.

El asiento de la moto estaba húmedo, pero mi necesidad de alejarme de Marco era más grande que mi incomodidad. Ray arrancó de inmediato sin decirme nada y condujo por varias calles con dirección a mi casa hasta que, a mitad de camino, la lluvia disminuyó a casi nada. Ahí se detuvo, pero no se bajó; nos quitamos los cascos, él puso su mano sobre mi rodilla desde adelante a modo de saludo y ladeó la cara para que pudiéramos conversar.

—¿Qué tal tu cita? —pregunté.

—De maravilla.

—Y dime, ¿qué hicimos en nuestra cita? Para tener versiones iguales.

—Te llevé a los bolos, luego fuimos a comer alitas y finalmente te llevo a casa.

—Es decir que no puedo llegar a casa con hambre —musité—. Me hubieras dicho para comer algo.

—Lo siento. Ahí vamos aprendiendo cómo funciona esto —Ray rio; negué con la cabeza, divertida—. Por allá en nuestra cuarta cita seremos más coordinados. Oye, ¿quién es ese chico?

Su pregunta no salió con malicia alguna y por eso sé que se sorprendió de sentir cómo me alteraba un poco, como si me preocupara algo a un nivel enorme.

—Se llama Marco, es de mi nueva preparatoria. Es un chico amable.

—Se ve amable —concedió. Hizo una pausa—. ¿Qué viste, Karma?

No pude sonreír ni con fingida despreocupación. Pasé una mano por mi cabello, acomodando mi flequillo desacomodado por el casco, luego retorcí una de mis manos con la otra.

—Lo notaste, ¿eh?

—Tengo una vista excelente, por si no lo sabías —bromeó.

Claro que Ray la había visto, notó el brillo blanco de luz que me empañó los ojos aun cuando yo estaba medio volteada; él sabía a medias de mi don para ver el futuro, yo le había dicho cómo pasaba, pero era la primera vez desde que lo conocía en que de hecho pasaba.

—Es un asco tener visiones del futuro, ¿no te parece?

—No las tengo así que no puedo afirmar nada —dijo Ray, comprensivo—. ¿Viste algo malo?

—No precisamente, o no lo sé. Dadas las circunstancias no sé si sea bueno o malo. —Hice una pausa y en tono más bajo, continué—: Nos vi besándonos.

—¿Tú y yo? —Se extrañó.

—Marco y yo —aclaré.

Asintió, mas luego pulió un gesto confuso.

—¿Y eso es malo?, ¿no te gusta Marco?, ¿o tiene novia?

—No es eso... —Mi mente se quebró un segundo cuando me dije a mí misma que Marco sí me gustaba, pero no lo exterioricé, ya pensaría en eso después—. Es que no solo nos vi en medio de un beso, sino que la imagen pasó rápidamente a él triste, llorando y por mi culpa.

—¿Cómo sabes que era tu culpa?

—Lo sentí, Ray, solo lo supe, así funciona. Éramos ambos felices y de repente, puff, una tristeza enorme, desoladora, el dolor representativo de un corazón roto y destrozado.  

—¿El tuyo o el de él?

Suspiré y susurré:

—El de ambos. 

☆☆☆


Que no se diga que no se les advierte que habrá corazones rotos xD

☆ Gracias por estar acá ☆

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