Karma de Estrellas •TERMINAD...

By Thyfhanhy

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❝Karma es una bruja decidida a casarse con otro de su clase, hasta que conoce a Marco, un humano torpe cuyo l... More

✨Si no lees esto, una bruja te halará las patas✨
✯ Sinopsis ✯
Primera parte: La mayor apuesta.
0. ☆ Primer encuentro ☆
I. ☆ Compañeros de clase ☆
II. ☆ Exhibición por magia ☆
III. ☆ Manipulación ☆
IV. ☆ El deber y el honor ☆
V. ☆ Marco hecho de misterios ☆
VII. ☆ Sueños y futuro ☆
VIII. ☆ Nuevas mariposas ☆
IX. ☆ El secreto de la felicidad ☆
X. ☆ La hipnosis de un latido ☆
XI. ☆ Códigos y confesiones ☆
XII. ☆ Divine aconseja ☆
XIII ☆ El pasado y el amor ☆
XIV. ☆ Rescate de un fénix ☆
XV. ☆ Marco de ilusiones ☆
XVI. ☆ Darse la oportunidad ☆
XVII. ☆ ¿Vale la pena? ☆
XVIII. ☆ La voz de la razón ☆
XIX. ☆ Zancadilla de la vida ☆
XX. ☆ Karma hecha de impulsos ☆
XXI. ☆ El dolor de la hipocresía ☆
XXII. ☆ Ni conmigo ni sin mí ☆
XXIII.☆ Dados conversacionales ☆
XXIV. ☆ La temporalidad de los brujos ☆
XXV. ☆ Cambio de humores ☆
XXVI. ☆ Confesiones mágicas ☆
XXVII. ☆ Estallido de estrellas ☆
XXVIII. ☆ El ático de Marco ☆
XXIX. ☆ El energía de Karma ☆
XXX. ☆ Corazón correspondido ☆
XXXI. ☆ Los celos y las mentiras ☆
XXXII. ☆ Reconciliación ☆
XXXIII. ☆ Karma y sus estrellas ☆
Segunda parte: Paraíso hecho de Karma
I. ☆ Un capricho imposible ☆
II. ☆ Pintura corporal ☆
III. ☆ Errores y secretos ☆
IV. ☆ Enojos pasajeros ☆
V. ☆ Los errores de Ray ☆
VI. ☆ La forma en que Karma ama ☆
VII. ☆ Imposibles ☆
VIII. ☆ Ojos enamorados ☆
IX. ☆ Marco y la fábrica de locuras ☆
X. ☆ La banderita blanca ☆
XI. ☆ Plan inesperado ☆
XII. ☆ La incapacidad de seguir callando ☆
XIII. ☆ Caer del paraíso ☆
XIV. ☆ La despedida ☆
Tercera parte: Una constelación de magia o un agujero negro de corazones rotos
I. ☆ La ausencia ☆
II. ☆ Confianzas divididas ☆
III. ☆ En busca de paz ☆
IV. ☆ El odio a la sangre ☆
V. ☆ Tan cerca y tan lejos ☆
VI. ☆ Encierro ☆
VII. ☆ Cerca a la aceptación ☆
VIII. ☆ Cambio de planes ☆
IX. ☆ Una vida juntos ☆
X. ☆ Nuestro futuro ☆
☆ Epílogo ☆
✨Agradecimientos de la autora✨
🎄 Especial na v i d e ñ o 🎄

VI. ☆ Mirada de tigre enojado☆

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By Thyfhanhy

Las mesas de piedra del laboratorio de química venían de a pares y para mi fortuna, el maestro me acomodó en la última del fondo desde donde podía ver a Diego, que estaba dos mesas más adelante.

Yo había llegado antes así que pude ver con claridad su cambio de actitud al entrar al aula y notar que compartía esa clase conmigo; su cuerpo se tensó, su mano se cerró en un puño y enderezó la espalda en señal de alerta. Me miró a los ojos un segundo antes de sentarse en su lugar y en esa oportunidad le sonreí de lado, quería hacerle saber que yo era consciente de que lo ponía nervioso... aunque aún no supiera por qué.

Estuvo con esa actitud toda la clase, no se encorvó ni un segundo, no giró a mirarme tampoco, pero por el latir de su corazón que no disminuyó marcha en las casi dos horas de lección, supe que no dejaba de pensar en mi cercanía.

Luego de decidir con certeza intentar buscar paz con Gris, planeaba buscarla en algún momento y charlar con ella por las buenas, pero con su novio era cosa distinta porque se notaba que él no era tan accesible como la rubia. Me había prometido no buscar problemas, pero si los problemas me buscaban a mí, yo no me iba a esconder.

Supe que Diego podría llegar a ser un inconveniente cuando la clase acabó y él no se levantó de su lugar pese a estar muy cerca de la salida. Vio con calma cómo cada uno de los estudiantes y el maestro salían, yo aguardé, porque supuse y sin equivocarme, que su espera era por mí. Cuando no quedamos sino él y yo, Diego se levantó para ir a cerrar la puerta del aula.

Me moví al tiempo para llegar más cerca de él, me apoyé contra la mesa que él había ocupado, Diego seguía junto a la puerta, a solo tres metros. Fingí desconcierto, como si su actitud me sorprendiera totalmente.

—¿Hola? —murmuré.

Diego tardó en responder; su corazón latía con fuerza, pero en su cuerpo no se notaba esa alteración pues estaba con los brazos cruzados, actitud altiva, presuntuosa, como si buscara intimidarme con su porte de chico malo. Diego era un tanto más alto que Marco, pero aun así no lograba ser tan alto como yo y ese empeño en mantenerse tan erguido, supuse, era para no sentirse más pequeño que yo, metafóricamente hablando. 

Si yo había albergado alguna diminuta duda sobre el recelo de Diego hacia mí, se disipó cuando me miró a los ojos y vi un fuego silencioso en ellos.

—¿Quién eres? —preguntó finalmente, mordaz.

—Karma Blair. Marco nos presentó el jueves pasado, ¿lo olvidas?

—No existe ninguna preparatoria North Forest en este país —espetó—. ¿De dónde vienes?

Enarqué una ceja.

—¿Me has investigado? —le reté, con un tinte divertido en la voz.

No tuvo reparos en admitirlo:

—Así es, no hay ninguna con ese nombre.

—¿A ti qué más te da? —Aproveché que me miraba fijamente a los ojos e intenté meterme en su cabeza, mas a los pocos segundos me sorprendí al saber que nada pasaba. No pude entrar. Parpadeé un par de veces, disimulando el desconcierto—. ¿Quién eres tú en todo caso?

—Hay algo raro en ti —manifestó sin pizca de duda o vergüenza. Cuadré los hombros, lo que hizo que la diferencia de altura se notara más. Diego ni se inmutó—. ¿De dónde vienes?

—No es para nada cortés decirle a una desconocida que tiene algo raro.

—No estoy para cortesías con quien oculta cosas.

—Todos ocultamos algo, ¿no crees, Diego?

Lo gélido y cortante que sonó su nombre en mis labios, le produjo un estremecimiento que no pudo evitar. Sus ojos azules eran tan fríos e inexpresivos como mi voz, pero yo sabía que por dentro la sangre le corría con fuerza y calor.

—¿Quién eres?

—¿Estás nervioso? —respondí de vuelta con una sonrisa que mostraba todos mis dientes.

—No.

—¿Seguro? Tu corazón va desenfrenado. —Estábamos a dos metros de distancia por lo que a Diego le resultó extraño el comentario; para hacer énfasis en la precisión con la que le escuchaba el corazón, canté los latidos con un sonido hueco de mi boca a la velocidad de su palpitar—. Pum, pum, pum, pum. Si no estás nervioso, ese ritmo es preocupante.

—Eso no...

—Y tus manos tiemblan —añadí, tomando el control de la conversación. Diego en reflejo las metió en sus bolsillos—. Y tus pupilas están expandidas.

—¿Cómo...?

Me acerqué sin ninguna intención un par de pasos en su dirección, mas eso me sirvió porque en reflejo Diego dio un paso atrás, chocando con la puerta de madera. Mi sonrisa se torció de plena satisfacción a la vez que sus mejillas se pintaban de un carmesí intenso.

—¿Me tienes miedo, Diego?

Tragó saliva, pero no hubo temblor en su respuesta:

—¿Debo temerte, Karma?

—No lo sé, ¿me temes?

—No. ¿Quién eres?

Una de mis infundamentadas hipótesis sobre Diego y Grishaild era que quizás ellos tuvieran alguna cualidad o vínculo mágico en sus genes y por eso se sentían extraños conmigo (nunca me había pasado con otros brujos o similares, pero siempre podía haber primera vez), sin embargo, con lo que ya sabía de ellos, se me hacían demasiado ordinarios como para tener algo fantástico en su ser.

Era inverosímil también que siquiera sospecharan de la magia y de la sangre de bruja que corría por mis venas, es más, era muy improbable que lo creyeran posible; para los humanos la magia se limitaba a sacar conejos de sombreros o escapar de urnas con agua en tiempo récord arriesgando la vida.

Endulcé mi tono para responderle:

—Karma Blair, y no entiendo tu cuestionario. Si me permites, quiero ir a comer algo; estamos en el receso y luego tengo gimnasia, necesito energía.

Diego no cambió su expresión, pero se movió un poco de la puerta para dejarme salir. Antes de que yo la cruzara, habló de nuevo en un murmullo bajo:

—Lo voy a descubrir.

—¿El qué?

—Lo que pasa contigo. Algo en ti no es normal.

—¿Y qué más te da? Si resulta que tengo seis brazos, a ti no te afecta, ¿o sí?

—En general no —aceptó—, pero esto no es por tener más de dos brazos.

—¿Entonces de qué va? Me has visto un par de días, no sabes nada de mí.

—No es lo que de ti, es lo que siento de ti.

Blanqueé los ojos; quité la mano del pomo antes de abrir la puerta. De repente la situación se me presentó divertida y tuve ganas de escuchar su teoría sobre mí.

—Claro, ¿y qué sientes?

Mi tono condescendiente no lo afectó, parecía que en general a él todo le daba igual. Se tomó varios segundos y cuando pensé que ya no iba a responder más, tomó aire y lo soltó:

—Tu energía no es como la de las personas normales.

—¿Tú eres una persona normal?

—Mi energía no es negativa.

—¿La mía sí?

—Sí.

Comencé a considerar que Diego era solo un chico prejuicioso que me vio con mi aspecto inusual y se había montado en fantasías raras al respecto, imaginé que él sería una de esas personas que creen en supersticiones ilógicas, los que creen en el tarot, amuletos de la suerte, tréboles de cuatro hojas y patas de conejo. Tuve casi la certeza de que Diego le huiría a un gato negro, que no se miraría en un espejo roto y en este caso, que le generaría desconfianza una chica altísima de ojos y cabello plateado.

Lo habría tomado más en serio si su argumento contra mí no fuera que "sentía algo raro" en mi energía.

Intenté una vez más someter su voluntad, pero de nuevo fue inútil. Eso era un punto a considerar porque con Gris sí había podido usar la hipnosis así que se formaba otra pregunta: ¿por qué no podía manipular a Diego? Eso sí era muy nuevo para mí, hasta el momento ni una sola persona se había podido resistir a mis ojos así que ese detalle me alejaba del plan de evitar averiguar más, al menos con él.

La cercanía que teníamos lo ponía nervioso aunque me lo negara, pero le debo rescatar que mantuvo su pose firme todo el rato. Él no representaba amenaza alguna para mí, pero le admiraba el valor de intentarlo; su gran falla fue su táctica para sacarme una confesión que era solo mirarme como tigre enojado. Qué ingenuo.

—Debe ser que me levanté con el pie izquierdo. Hasta pronto, Diego.

Salí del aula sin darle más retraso y a unos metros de distancia, escuché el suspiro aliviado de Diego; quizás estaba soltando los nervios sin saber que yo lo oiría aún desde lejos.

☆☆☆

Cuando llegué a la cafetería esperaba encontrarme a Marco, ya que en el resto de la mañana apenas y habíamos cruzado palabra, mas a la única que encontré fue a Beth, porque como supuse, Diego no se apareció y su novia tampoco. Me senté junto a la pelirroja, que tuvo la decencia de bajar su celular frente a su cara para darme un poco de atención.

—¿Cómo te ha ido hoy, Karma?

—Bien. Lo más bien que puede ir un día de clases, no sé tú, pero yo no lo veo muy emocionante.

—Dímelo a mí. A menos que tengas novio, amigos locos o problemas, el día a día no es emocionante y yo no tengo nada de eso.

Me agradaba de Beth que era evidentemente una solitaria, de esas que no andan con una sola persona cada día y que, sin embargo, se mostraba muy abierta a ser mi amiga. Su actitud me gustaba, conectaba conmigo, sentía que podía estar mucho rato a su lado sin que ella soltara la necesidad de saber todo sobre mi vida.

—Bueno, tienes a Gris y a Diego, ¿no son ellos medio locos? —tanteé.

—Já, aunque no lo creas, no. El viernes tenían un algo raro, lo admito, pero son lo más normalito del mundo. Gris es hija única y poco fiestera, Diego vive solo con un gato. Te lo digo, chicos normales y casi aburridos.

Tal como yo lo pensaba. Entre más averiguaba sobre ellos, menos interesantes resultaban.

—Creo que no le agrado mucho a ninguno de los dos.

—De Diego no es extraño, no es de congeniar con todo el mundo.

—¿Y eso?

Su respuesta fue casi idéntica a la de Marco, nada nuevo:

—Él es de esas personas alejadas.

—No luce muy tímido.

—No por timidez, por elección. Llegó en segundo a estudiar acá y como ves, no es de mil amigos. Solo se junta con su novia y cuando ella no viene permanece solo o conmigo aunque claramente no charlamos mucho.

—Un chico curioso.

Beth giró a mirarme con una ceja perfectamente hecha levantada; no comprendí su mirada hasta que ella habló:

—No le habrás echado el ojo, ¿o sí? Porque sea como sea tiene una devoción absurda con Gris, jamás tendrás oportunidad.

—Suena a que lo intentaste —bromeé.

Beth se rio negando con la cabeza.

—No, cómo crees, Gris es una buena amiga. Y en todo caso Diego no es mi tipo, no hay que negar que está buenísimo y cuando lo vi la primera vez me gustó, pero luego lo conocí y pues... su personalidad no me va.

—A mí tampoco. No, nada de eso, solo decía... creo que es la primera vez que alguien siente desagrado por mí tan pronto, eso es todo.

—No te pierdes de mucho. —Beth hizo una pausa para beber de su botella de agua y siguió—: ¿Y cuál es tu tipo? De chicos me refiero...

Andrew llegó a mi mente, pero intenté sacar pronto su presencia porque la melancolía podía llegar a superarme. Luego de él estaba Ray, que no me atraía en absoluto, pero que era un polo opuesto de Andrew. Ni siquiera me atreví a considerar a Marco.

Suspiré involuntariamente, pero recompuse el ánimo en su voz.

—No tengo, supongo. De todas maneras, estoy algo así como saliendo con alguien. 

—¿"Algo así"? —preguntó Beth, divertida. Amé ese tono confidencial con que lo dijo, como si fuéramos amigas de toda la vida pese a apenas conocer nuestros apellidos—. ¿Salen o no?

—Apenas nos vimos una vez —admití—. Pero es muy apuesto y creo que nos veremos el fin de semana.

Por un segundo deseé contarle la verdad, que Ray era mi prometido y que eso me resultaba complicado, quise desahogarse, pero solo de recordar lo que mi padre había hecho cuando intenté ser normal eso en el pasado, me hizo retractarme.

—¿Y de dónde...?

No alcanzó a indagar más porque Marco emergió de la nada, casi corriendo y aterrizó en la silla a su lado. Yo ya lo había escuchado entrar a la cafetería, pero estaba aprendiendo —muy bien, a propósito— a ignorar sus apariciones. Lucía agitado y solo traía un jugo de caja y un trozo sospechoso de pizza en su bandeja; arrugué la frente a esa comida, pero no dije nada. 

—Hola.

—Hola, ¿quién te persigue? —comentó Beth, burlona.

Marco le sacó la lengua y su rostro adquirió por un instante un aire infantil y tierno que me hizo sonreír levemente.

—Estaba con el profesor de gimnasia.

—¿Habrá partido esta semana?

—Eso parece —dijo con algo de desdén—. ¿Cuáles son las probabilidades de que me enferme gravemente en dos días para no asistir al partido con justa causa?

Su pregunta fue sarcástica, aunque había un tinte de seriedad en su tono, como si solo siguiera el hilo de sus pensamientos reales en voz alta.

—Pensé que lo disfrutabas al menos un poco —aventuré.

Beth a su lado soltó una risa entre dientes, pero no quité mi atención de Marco. 

—No...

—Lo disfrutaría si al menos lograse agarrar el balón —aseguró ella.

Marco se sonrojó; me sentí mal por él.

—Gracias, Beth.

—Ah, ¿era un secreto? —bromeó—. Upss.

—Bueno, quizás solo se necesita más práctica... —traté de alentar.

Beth metió su comentario de nuevo con una carcajada en los labios:

—Lleva tres años en eso. Esa habilidad ya no despega ni con magia.

Por el tono y familiaridad que usó era evidente que no lo decía con intención de ofender, sonó más a algo que ya había dicho a modo de chiste muchas veces en el pasado y que no era ni siquiera indiscreto, mas alcancé a notar que Marco me miraba de soslayo, como midiendo mi reacción. Le avergonzaba que yo lo escuchara.

—Gracias de nuevo, Beth.

—Pues yo creo que nunca es tarde para echar a volar una habilidad. —Marco elevó su atención a mí y me sonrió muy levemente, apenas se notó, fue una de esas sonrisas agradecidas pero resignadas—. O si no, buscamos un poquito de magia por ahí.

Eso lo hizo reír con más naturalidad y compartí ese gesto, aunque en mi caso era por el chiste interno que representaba mi comentario. Escuchar que Beth dijera que "esa habilidad ya no despega ni con magia" me dio una obvia idea y moría de ganas de ir a su siguiente partido.

—Eso sería más factible —murmuró Beth.

Esta vez Marco medio la codeó. Era evidente que le molestaba, pero también era obvio que tenían ambos una camaradería amistosa en la que era usual ese tipo de ataques mutuos. 

—¿Cuándo dices que es el partido? —inquirí.

—El miércoles. Si vas a ir, lleva una revista para que te entretengas mientras fracasamos.

—Trato hecho —acordé.

☆☆☆

Salimos juntos con Marco de la cafetería pues nuestros salones quedaban uno al lado del otro. Cuando nos adentramos en un pasillo, Diego y Gris venían del otro lado, tomados de la mano. Unos tres segundos fue lo que tardó el cruce de miradas que tuvimos cuando nuestros caminos se unieron, pero Diego me miró con tanto desdén, con tanto desprecio, como si estuviera mirando a un bicho asqueroso, que me molestó profundamente y ya no era mera incomodidad por la descortesía, era puro y flamante rencor. Juro que tuve ganas de darle un puñetazo. 

Gris por el contrario prefirió ignorarme, no supe si porque yo iba con su mejor amigo o si actuó indiferente porque seguía enojado con él. Apreté los puños, evitando hacer mágicamente que Diego se cayera en público o que una ráfaga de viento lo empujara lo suficiente para estrellarlo contra un casillero. Sin embargo, mi lado impulsivo actuó internamente en mi contra y me entró de nuevo la urgencia de saber de ellos, no me tragaba eso de que Diego "sentía algo raro" en mí, eso era absurdo, no era suficiente para mí.

—Sigues enojado con Gris, ¿eh? —pregunté distraídamente.

—Pues... no del todo

—Ni siquiera te habló.

Lo noté incómodo, y dado que lo había hecho confesarme el motivo de su discusión con Gris, solo pude suponer que era por mi causa.

—Quizás iba de afán.

Entre dos hileras de casilleros había un espacio lo suficientemente grande para una persona y me puse de espaldas contra esa pared con la excusa de amarrarme el cordón de mis botas aunque mi meta real era que Marco se detuviera y se ubicara frente a mí. Lo hizo, y, sin pensar en nada más que mi creciente odio por Diego, me conecté a sus ojos para empezar a preguntar en voz baja.

—¿Gris te volvió a pedir que te alejaras?

Con los brazos inmóviles a los lados y las pupilas un poco más dilatadas de lo normal, respondió:

—No.

Le tomé una mano para que diera un paso más en mi dirección de modo que la conversación pudiera pasar más desapercibida para el ir y venir de estudiantes a sus espaldas. Cualquiera que pasara pensaría que solo era un chico coqueteando cercanamente conmigo y no que Marco estaba hipnotizado.

—¿Y qué tal es ella normalmente?

—Muy amable. Y muy bonita.

—¿Suele tener enemigos?

—Ninguno. Todos la quieren porque ayuda mucho a quien necesite.

—¿Ayuda en qué?

—Ella les ayuda a enamorarse —contestó. Arrugué la frente, ¿qué clase de ayuda era esa?—. Le aconseja a la gente sobre cómo acercarse a alguien que les guste, es una romántica con gran corazón. Es como una cupido.

—¿Hay algo mágico en ella?

En circunstancias normales esa pregunta habría hecho reír a cualquier humano, pero bajo la hipnosis, Marco respondería hasta la más disparatada de las cuestiones.

—No. Solo es amable y desinteresada.

—¿Y su novio?

—Es un tipo algo antipático, pero la ama mucho, se vuelven mejores personas estando juntos.

—¿Hay algo mágico en él?

—No, nada.

—Es decir que son completamente normales.

—Totalmente.

Gruñí por lo bajo. Las personas ajenas a la magia tenían de por sí la necesidad de mostrarse amables y dóciles con nosotros los brujos, era algo natural de la especie, casi nunca inspirábamos miedo o recelo, pero sí devoción y diligencia. Sin embargo, era evidente que Gris y Diego eran las excepciones y si ellos no tenían nada mágico, ¿cuál era el motivo? Yo sabía con certeza que ni yo ni mi familia éramos amenaza para ningún humano, solo nos dedicábamos a vivir y a mantener pura la magia en las venas, eso era todo, entonces ¿a qué le temían tanto ese par?

En ese momento me pregunté si muy dentro de sí, Marco tenía dudas similares conmigo, si quizás también había un recelo nato pero que su amabilidad lo domaba. Se había mostrado normal, ni curioso ni imprudente, pero podía ser mera gentileza suya y en realidad albergar cuestionamientos sobre quién era. Él no me había preguntado ni una sola vez sobre mi anterior colegio o sobre nada, pero ya que lo tenía dominado en ese momento, supuse que era una buena oportunidad de saber si confiar o no en él. Aún con magia, no sabía casi nada de nadie en Midwest por lo que hasta demostrar lo contrario, las atenciones de Marco podían ser bien o mal intencionadas. 

—¿Qué piensas tú de mí?

—Eres muy linda. —Marco parpadeó en un estado de lividez y paz; yo no movía mis párpados ni una sola vez mientras le hablaba, pero sí esbocé una sonrisa ante la respuesta—. Eres muy alta y me gusta tu voz, pero no tus ojos.

—¿No te gustan mis ojos? —inquirí divertida.

—Las lentillas de colores extravagantes me dan un poco de repelús. Pero eso hace parte de ti de todas maneras y está incluido en lo de que me pareces linda. Me inquieta un poco el color, pero eso no les quita lo bonitos.

Lentillas, por supuesto. Eso pensaba la mayoría: que el tono de mis ojos no era natural.

—¿Y eso es todo?, ¿no piensas nada más de mí?

—Me enamoré de tu dibujo en clase de artes. Envidio un poco que puedas dibujar así, pero me parece genial que puedas hacerlo, tener talentos así debe ser grandioso, es una envidia buena, una admiración.

Si Marco supiera que ese talento no era más que un poco de magia involuntaria estaría sumamente decepcionado. Antes de que una ilógica nostalgia me envolviera, retomé el tema:

—¿Gris te ha dicho algo más de mí luego de su discusión?

—No. No volvió a sacar el tema, pero es obvio que si estás, prefiere evitarme. Me pregunta con frecuencia si he estado contigo y cuando le digo que sí, me pregunta si ha pasado algo raro.

—¿Y tú qué le dices?

—Que exagera y que no, que nada raro ha pasado. No me gusta esa vibra extraña que tiene contra ti, así que opto por no tocarle mucho el tema de que te veo a ratos.

—Si pasara algo raro, ¿se lo dirías?

Estábamos tan cerca que nuestras narices casi chocan, pero lo único en lo que tanto él como yo podíamos pensar era en los ojos del otro.

—Sí, ella me lo ha pedido.

—¿Y si yo te pido que no digas nada?

No tardó nada en contestar con sinceridad:

—Si pasa algo raro y me lo explicas, no se lo diría a Gris.

—¿Y si no te lo explico?

—Lo pensaría, dependería de un par de cosas.

—¿Qué cosas?

—Primero de que tan raro sea lo que haya pasado y segundo de lo que seas para mí.

—¿Cómo así?

—Si te considero mi amiga, tomaré con aprecio tu confianza y no te defraudaré.

—¿Así defraudes a Gris?

—Guardarte un secreto a ti no me quita la confianza de Grishaild, son cosas separadas.

Noté que el rostro de Marco empezaba a ponerse pálido y su respiración era cada vez más lenta; me quedaban pocos segundos de tiempo siendo dueña de él.

Hice una última pregunta:

—¿Me consideras tu amiga?

Los ojos de Marco se entrecerraron a punto de perder el conocimiento, su cabeza bailó sobre su cuello un segundo y tuve que desviar la mirada para evitar su desmayo. Sufrió una sacudida en su pecho al tomar aire, se ahogó en tos como si hubiera salido a último segundo de una piscina en la que se estaba ahogando.

Yo aún lo sostenía con mi mano y Marco se aferró a ese contacto como si temiera por su vida, con la otra mano se apoyó contra la pared sin ser consciente aún de nuestra cercanía. Los ojos se le llenaron de lágrimas por el esfuerzo y cuando puso más fuerza alrededor de mi mano, mordí mi labio arrepentida por haberlo tenido tanto tiempo sometido.

El volver a la normalidad le tomó a Marco más tiempo del esperado y en su rostro se reflejaba la confusión que tenía; las personas no recordaban nada de lo dicho en medio de una hipnosis, tenían un pequeño lago que usualmente al ser solo segundos no era trascendental, pero como Marco ya llevaba varios minutos hablando, el vacío pasó a ser similar al de una terrible resaca con amnesia luego de beber licor por horas.

El remordimiento no era un sentimiento frecuente en mi interior, sin embargo, habiendo escuchado recientemente el buen concepto en que me tenía, me sentí cruel de tratarlo así. Me sentí inferior, malvada, no digna de su amistad pues claramente él me la brindaba sin malas intenciones y yo, por el contrario, no había mostrado ni una buena. 

—¿Estás bien? —pregunté.

Marco aclaró la garganta un par de veces antes de poder pronunciar y al hacerlo, la voz le salió rasposa debido al ataque de tos.

—Últimamente parezco un niño atorándome hasta con el aire. —Se rio sin gracia—. Te juro que no soy tan... así, normalmente.

—Te creo.

Intenté sonreírle y Marco bajó la mirada lo suficiente para notar que tenía sus dedos entrelazados conmigo. Abrió desmesuradamente los ojos y me soltó mientras su rostro enrojecía, seguro no recordaba haberme tocado.

—Lo siento... ummhh... yo creo que ya casi suena el timbre, así que... hasta luego.

Abochornado y con los ojos rojos se irguió y se fue.

Mi mano quedó suspendida en el aire donde él me había sostenido, no logré deshacerme de la sensación de culpa cuando lo vi alejarse algo cabizbajo y confundido. Una angustia me invadió, unos deseos de ir y contarle lo que le había hecho para luego disculparme, aunque de nada sirviera porque él no era consciente de que yo hiciera nada.

Me reprendí mentalmente portres motivos: uno, por joder así a Marco. Dos, por tener una injustificadasensación de traición porque sentía que engañaba a Ray en ese momento sin sabercómo. Y tres, por percibir un frío triste en la mano que Marco me habíasostenido, un hielo falso pero poderoso que me llevó a un déjà vu quedefinitivamente no debería ni quería repetir. 

☆☆☆

Hola, amores ♥

Mil gracias por seguir acá, recuerden que un voto es muy valioso para mí, así que si les ha gustado, opriman sin miedo la estrellita ♥

♥ ¿Qué les ha parecido este capítulo? ♥

☆☆☆ Nos leemos pronto ☆☆☆

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