Mad #PGP2023

By blxxdcherry

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Mad es una adolescente que tiene visiones del futuro desde niña, descubriendo nuevos poderes después de que J... More

Mi saga: Mad
Opcional de ver: collages
Pequeña dedicatoria
Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Especial de Halloween
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
5000 votos
Especial Navidad
ANUNCIO

Capítulo 37

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By blxxdcherry

Despertó sobre una cama que estaba a la altura de suelo. Solo era una almohada flácida y un par de mantas, además de una sábana. Cerca había un incienso encendido, cuyo olor le daba asco. Había un par de velas de sales minerales encendidas, puestas en ciertos puntos de la habitación.

Entró un joven de rasgos asiáticos, pero no tan pronunciados. Se notaba que solo era descendiente japonés.

—¿Té? —le dijo, extendiéndole una taza.

Mad se sentó sin entender mucho lo que pasaba. Observó a su alrededor y aceptó el té.

—¿Quién eres, en dónde estoy y por qué estoy aquí? —preguntó Mad, sin beber todavía.

—Oh vaya... en otro contexto, esa frase hubiera sido muy filosófica.

—Vamos, responde.

—Agh... estás en mi casa porque te encontré desmayada en el parque. Y, para que no te asustes, eso pasó hace unas horas. Sigue siendo miércoles.

—Aún no me dices quién eres.

—Me llamo Ryu, soy un protector.

—¿Protector de qué?

—De la vida, obvio. Todo lo que nace está dentro de mi "jurisdicción", antes de eso no puedo hacer algo.

—¿Y eres bueno o malo?

—Oye, me vas a empezar a desesperar con tus tontas preguntas.

Lo miró desconcertada por su actitud, como si fuera un viejo arrogante.

—Es obvio que soy bueno. Te traje aquí antes de que alguien pudiera lastimarte.

—¡Pudiste haberme llevado a un hospital!

—¿Y tú crees que un montón de doctores van a saber qué hacer ante una Yogen-sha?

—¿Y qué es eso?

—Lo que tú eres. Se te han dado dones especiales, entre ellos destaca poder predecir el futuro, ¿o me equivoco?

—¿Y tú cómo es que sabes eso?

—Ya te lo dije: soy un protector. Sé muchas respuestas que has querido saber desde hace años y voy a enseñarte lo que realmente necesitas saber.

—Espera... entonces, ¿has sabido de mí todo el tiempo? Y si eres un protector, ¿dónde estabas cuando murieron mis padres en Nueva York? ¿Y en cada cosa mala que me ha pasado? ¿Dónde estabas el viernes en la noche después de la primera fase de la competencia?

—¡Ok, entiendo tu punto! No te enojes conmigo por todo eso, solo soy un protector. Yo vivo acá, este es mi lugar y no tengo ni puta idea de lo que estás hablando, porque no me paso la vida siguiéndote. No te sientas especial creyendo que soy una especie de "ángel guardián" o algo así. Llegué hasta ti porque de repente rompiste la línea del espacio tiempo al transportar tu mente a otra dimensión, ¿o no lo notaste?

—No realmente... No sabía si era un sueño o si de verdad pasó, solo noté que no tenía a mis amigos... —Hizo una pausa—. Ni a Joe.

Agh, a veces olvido cómo son los adolescentes: banales. Bueno, por eso voy a enseñarte lo que tú necesitas.

—¿Qué edad tienes? Porque hablas como un viejo cascarrabias de ochenta años.

—Tengo un poco menos de setenta años, no me insultes.

Al escucharlo, Mad escupió el té sobre la cara del chico, quien fue por una servilleta, se limpió y volvió a sentarse a su lado.

—Pero tú... luces como de veinte.

—Lo sé, me veo fabuloso, porque no he envejecido.

—¡¿Cómo?!

—Por la regeneración celular, ¿no es fantástico?

—Sí —respondió mientras tocaba con su dedo la piel de la cara del chico—. Espera, ¿cómo dijiste que te llamabas?

—Ryu. Y si no dejas de tocarme, voy a tener que paralizarte.

—No gracias, no quiero que me paralice un monje extraño.

—¿Qué? Yo no soy monje... aprendí de grandes maestros que fueron monjes, pero yo no soy monje.

—Por favor, es como si yo dijera que soy virgen.

—Solo que yo no miento descaradamente como tú.

Maddie se atoró con el té al escuchar lo que dijo. No podía creer que un anciano le había dicho eso en serio, pero supuso que él había tenido que adaptarse a cada época y lugar.

—¿Qué eres entonces?

—Como tú, tengo dones y los uso para proteger a aquellos que me rodean. Ahora tengo asignado enseñarte lo que necesitas saber, y hay otras cosas que debes aprender por tu cuenta. Tú tienes que descubrir para qué estás aquí y parece que nunca te habías dado cuenta de que debes hacerlo. Hoy rompiste una barrera que nos separa de otra dimensión, ¡podrías controlar el espacio tiempo, pero nunca te has puesto a pensar en ello! ¡Vives tan ensimismada en tu mundo de adolescente que te interesa más tus dramas que la continuidad del mundo en el que vives!

En ese momento, alguien tocó a la puerta con fuerza, pero Ryu no fue a abrirle, sino que siguió tomando té. La habitación se encontraba al fondo de la casa, teniendo que pasar por un pasillo estrecho, luego por la cocina separada del comedor por una puerta corrediza y una pequeña habitación de entrada, en la cual había un mueble pequeño para los zapatos. La puerta se abrió con un estruendo y apareció Joe, quien para abrirla partió la puerta por la mitad horizontal. Mad se levantó rápidamente con miedo, sin saber que se trataba de Joe, pero Ryu continuó sereno y caminó hasta la entrada.

—¿Dónde está ella? —preguntó Joe con ira, mientras una luz turquesa lo rodeaba y tenía una gran concentración de esta en sus puños.

—Primero, tienes que calmarte. Segundo, debes quitarte los zapatos, esta es mi casa.

—¿Qué le hiciste? ¿Dónde la tienes?

—Ya te dije, primero cálmate...

Joe se irritó aún más y quiso golpearlo, pero Ryu lo esquivó por medio de la teletransportación. Así fue repetidas veces, provocando que Joe rompiera muchas cosas, hasta que Mad apareció y Ryu la vio, aunque Joe no.

—Es divertido fastidiar a tu novio —le dijo Ryu a Mad cuando la vio.

Joe aprovechó el momento de distracción del chico y lo golpeó en la cara, tirándolo al suelo y rompiéndole la nariz. Mad lo miró atónita y corrió a interponerse entre ambos. Al darse cuenta de que ella estaba ahí bien, pudo volver en sí y tranquilizarse, abrazándola.

—Creí que estabas en peligro —le susurró Joe.

—Y yo creí que tú estabas en Nueva York. ¿Cómo me encontraste? ¿Cómo supiste que estaba aquí?

—Hay muchas cosas por explicar parece —interrumpió Ryu—, pero este no es el momento.

Ryu se levantó del suelo y volvió a acomodarse la nariz, la cual sanó instantáneamente cuando la puso en su lugar. Observó el lugar, que estaba hecho un desastre por culpa de Joe, a quien miró después y supo que debía hacer algo.

—Lo siento por interrumpir su hermoso reencuentro, pero tengo que hacer esto por mi seguridad y la de mi casa.

Joe no supo a qué se refería y solo lo miró confundido. Toda esa situación había sido bastante rara de por sí, y estaba por ponerse aún más extraño. Ryu le hizo un par de toques rápidos en el torso, a la altura del corazón, y luego le dio uno en la frente, provocando que Joe empezara a dejar de sentir sus extremidades, sin poder mantenerse de pie, por lo que, tras tambalear cayó al suelo. Sintió todo su cuerpo entumecido y no logró moverse, tampoco podía hablar, solo lograba mover los ojos, además de seguir escuchando con claridad. Mad se asustó al verlo y se arrodilló a su lado, tratando de averiguar qué pasaba.

—Lo llevaría hasta la cama, pero no lo merece.

—¿Qué le hiciste? —preguntó ella asustada.

—Nada, solo lo dejé paralizado por un rato.

—¿Y por qué?

—Para poder hablar con ustedes sin que este neandertal destruya todo. Hace mucho tiempo que nadie había logrado golpearme, pero este simio pudo. Agradece que tengo el poder de la regeneración, si no... estarían en serios problemas.

—Bien, entonces empieza a explicar.

—Él va a estar bien, por cierto, solo se debe estar sintiendo frustrado de no poder moverse. Aparte de su orgullo, nada debería dolerle. A ver, eh... Joe, para tu información, la traje aquí para protegerla. En el mundo no solo hay protectores, como yo, sino que también hay personas que pueden robar la energía de otros. Son como las sanguijuelas, pero después vas a aprender más sobre ellos.

—¿Qué? —exclamó Mad molesta, al ver que Ryu no le seguiría explicando.

—Escúchame atentamente: desde ahora, yo voy a estar ayudándote para que puedas controlar lo mejor posible tus poderes. De lo demás, no tienes que preocuparte. Además, tienes al neandertal para defenderte.

Mad trató de comprender todo lo que le decía, pero no podía concentrarse por completo en ello. Estaba preocupada por Joe en ese momento, ni siquiera entendía cómo es que él llegó a ese lugar, tampoco lo que le hizo Ryu, quien al darse cuenta de cómo veía al chico, decidió que lo mejor era quitar el sello que le había puesto para que quedara inmóvil. Una vez que lo hizo, Joe comenzó a recuperar la sensibilidad de sus extremidades de a poco y pudo empezar a moverse gradualmente al cabo de unos minutos, para después irse juntos.

—¿Qué hacías ahí? —le preguntó Joe.

—No lo sé. Pasaron muchas cosas hoy, y la verdad es que quiero dejar de pensar en ello.

Mad bajó la vista y siguió caminando lentamente en silencio. Él notó que disminuyó la velocidad de sus pasos, por lo que él también lo hizo. De repente, Mad se detuvo súbitamente y volvió a mirar al frente, luego a Joe, provocando que él se asustara por su reacción.

—¿Qué hora es? —preguntó ella preocupada.

—Las cinco de la tarde... —contestó, revisando su celular.

—¡Tengo que ir a buscar a Maya!

—¿De qué hablas?

—De mi trabajo como niñera. Tengo que ir a buscarla a la guardería...

—¿Puedo acompañarte?

—Yo di por hecho que lo harías.

Joe le sonrió, a lo que ella respondió con el mismo gesto y luego lo tiró de la mano, para irse corriendo en busca de una parada de autobús, pero se detuvo al darse cuenta de que no tenía idea de en dónde estaba y, por ende, no sabía a dónde debía ir.

—¿Qué pasa? —le preguntó Joe al verla así.

—No sé cómo llegué hasta aquí, por lo que tampoco sé cómo irme.

—Tranquila, yo sé... más o menos. Al menos llegué a salvo. —Sonrió.

Él miró a su alrededor y recordó que, hacia la derecha, estaba la calle en la que estaba la parada, en la cual se había bajado cuando buscaba a Maddie. Cuando llegaron al paradero, observó a Mad y le sonrió con orgullo.

—¿Qué? —preguntó ella a punto de reír por su expresión.

—Pude encontrar un paradero, y eso que ni siquiera vivo acá como tú.

—Ya se te subió el ego...

—Al menos déjame disfrutar de este pequeño triunfo, ¿sí?

—Como tú digas —respondió y comenzó a reír estruendosamente.

Cuando pasó el primer autobús que les servía, subieron inmediatamente y fueron pendientes de no pasarse en la parada en la que se interceptarían con la otra línea y, a pesar de que iban atentos al camino, Joe no dejaba de mirar a Maddie con una leve sonrisa.

Maddie corrió hasta la guardería. Ya iba unos minutos tarde, por lo que no podía perder tiempo. Joe caminaba detrás, puesto que avanzaba casi lo mismo caminando, que ella corriendo. Una vez que ella llegó, vio que estaba cerrado, por lo que se asustó y golpeó el portón de metal varias veces desesperada, pero Joe tocó el timbre que estaba al costado de la puerta y comenzó a burlarse de Mad.

—¡Cállate! —exclamó Mad molesta.

—¿Quién es? —preguntó una parvularia por el citófono.

—Hola, soy Madeline, la niñera de Maya Jacob. Lo siento por la tardanza, es que...

—No hay problema, pasa.

La cerradura se abrió, Mad empujó ligeramente la puerta con la mano y entró, pero Joe prefirió esperarla afuera, sabiendo que no era asunto suyo. La esperó apoyado en la muralla del lugar, a un costado de la puerta, por lo que la vería inmediatamente cuando saliera y ella también a él.

Tomó el bolso con las cosas de Maya, se lo acomodó bien sobre el hombro, de forma cruzada, y luego tomó en brazos a la niña. Se despidió de la cuidadora y de un asistente de párvulo que estaba ahí y se fue.

—¿Qué vas a hacer ahora? —le preguntó Joe—. ¿Vas a ir directo a su casa o podemos pasar antes a comprar un helado?

—Hace tiempo que no como un helado y hace calor, pero...

—Yo invito entonces.

—Genial, justo iba a decir que no tengo dinero, porque dejé mi mochila en el colegio... ¡Dejé mi mochila en el colegio! Ay no, ahí tengo mi celular, mis llaves... ¡todo! Hasta las llaves de la casa de Jessica y Adam, ¿cómo se supone que lleve a Maya a su casa si no tengo las llaves?

—Tranquila, podemos ir a buscarlo.

—No gracias, prefiero alejarme de ahí. Después de lo que pasó hoy...

—¿Qué pasó?

—Puedes leer mi mente para saberlo.

—No quiero. Quiero que tú me lo cuentes.

Mad comenzó a sonrojarse, por lo que agachó la cabeza para que él no lo notara y luego volvió a mirarlo mientras sonreía.

—Resulta que dejé como paralizado el tiempo. Luego forcé una puerta para irme de la escuela y el tiempo volvió a su funcionamiento normal. Seguramente todos deben estar así de "mierda, ¿cómo es que desapareció?" —dijo riendo—. Hazme sentir mejor: ¿qué es lo más raro que te pasó?

—Eh... ¿prometes guardar el secreto?

—He guardado el mío durante años, así que creo que es obvio que puedo.

—¿Segura?

—Sí, tranquilo.

Joe volvió a pensarlo. Lo que estaba por decirle no se comparaba realmente, y no en cuanto a la rareza, sino a la magnitud que tenía ese secreto, por lo que prefirió contar otra cosa.

—Al principio, cuando estaba recién descubriendo mis poderes, podía escuchar a veces en conjunto los pensamientos de todos los que me rodeaban. Eran muchas voces en mi cabeza y creía que me estaba volviendo loco, porque, claro, no es algo que uno dé por hecho que es fantástico o mágico, sino que le puedes encontrar una causa lógica, que sería una enfermedad mental.

—¿Creíste que tenías esquizofrenia? —le preguntó riendo Mad.

—¡Oye, no te rías! Es algo serio.

—¡Lo siento, pero es que sí da risa!

—Creo que nunca más te voy a contar algo personal...

—Joe, no te sientas mal por eso. Tú me conoces desde que soy niña y sabes que me río en los momentos menos oportunos.

Joe suspiró agotado.

—Lo siento —se disculpó Mad.

—No importa. Mejor vamos.

Joe tomó de la mano a Maddie y tiró de ella para que empezara a caminar. Fueron hasta una heladería y él pidió dos helados de chocolate. Luego, fueron a sentarse en las mesas que estaban dentro del local para comer tranquilamente. Maddie trataba de comer, pero con Maya en brazos se le hacía muy difícil, además de que no podía dejar que comiera del helado, puesto que Jessica y Adam no dejaban que la bebé consumiera alimentos con azúcar refinada ni con leche de origen animal.

Al ver la compleja situación en la que ella se encontraba, Joe fue a buscar una silla para bebés sin avisarle, sorprendiéndola. Sentaron a Maya ahí y por fin pudieron comer tranquilos, aunque constantemente le hacían muecas y gestos a la bebé para que riera.

—Mai —la llamó Maya—, quieo comia.

Eso le produjo a Joe una leve por la adorable situación. Mad lo ignoró y comenzó a buscar en el bolso las galletas de arroz que le daban, pero se detuvo al sentir un fuerte dolor en el vientre y náuseas, pues esto le provocó que empezara a hacer muecas de dolor.

—¿Qué pasa? —le preguntó Joe preocupado.

—Nada —contestó—. Solo me mareé. Supongo que fueron muchas cosas por hoy.

—O quizás otra cosa...

—¿Como qué?

—Quizás estás embarazada. —Lamió su helado.

—Imposible, no me sentiría de esta forma ahora, tendría que pasar más tiempo después de... de... ya sabes, lo que me hizo Alex. Además, durante esta semana me debe llegar la regla.

Al terminar de comer, Mad insistió en llevar a Maya a la plaza, por lo que Joe solo la siguió y se sentó a su lado posteriormente. La chica puso a la bebé sobre su pierna, la cual comenzó a mover rápidamente a modo de juego.

—Mad —la llamó Joe—, creo que estás siendo muy brusca con la bebé.

—¿Qué? No, claro que no. Si fuera así, ella ya se hubiera puesto a llorar.

—De todos modos, tienes que ser más suave con ella.

—Pero le gusta jugar.

—Puedes hacer lo mismo, pero sin mover tan rápido tu pierna, así.

Joe tomó a la bebé en brazos y la puso en uno de sus muslos, el cual movió de arriba a abajo lentamente. Maya comenzó a reír por eso.

—Esa bebé tiene más suerte que yo —murmuró Mad.

—¿Qué dijiste? —preguntó Joe, puesto que no la había escuchado bien.

—Nada, solo que... sabes tratarla mucho mejor que yo.

—Ah, supongo que la práctica hace al maestro, ¿no? Me encantaba jugar con Lily y tuve que cuidarla muchas veces solo.

—Bueno, ya sabemos quién va a ser el responsable —bromeó.

—¿A qué te refieres?

—Ouh, eh... yo...

Mad se sonrojó y aquel tono se expandió rápidamente por toda su cara, provocando que se llevara las manos para cubrirse y que él no lo notara.

—Tranquila, no me molesta.

—¡No es eso! Es solo que... agh, ni siquiera sé cómo decirlo. ¿Por qué tiene que ser tan difícil?

—Porque tú lo vuelves difícil. Pasaron muchas cosas complicadas, pero solo porque tú las complicaste, como cuando no aceptaste ser mi novia porque... ni siquiera sé el porqué.

—Creí que habrías leído mi mente. O sea, es que cuando me contaste todo, pensé que entonces ya sabrías todo de mí.

—Mad, yo controlo mis poderes, por lo que yo decido cuándo usarlos y con quién, aunque a veces cuesta más. Decidí contártelo porque ya no había caso seguirlo ocultando de ti, además de que yo sabía desde hacía mucho tiempo que tú podías ver el futuro.

—¿También fue porque leíste mi mente?

—No, fue porque me preocupé cuando eras niña y tenías muchas pesadillas. Yo recién estaba descubriendo lo que podía hacer y necesitaba una explicación, por lo que pensé que tenía que ver con eso. Te observé muchas veces por tu comportamiento extraño y le pregunté a mi hermana sobre lo que te pasaba. Tú misma te delataste, cuando trataste de advertir a Sophie, pero solo yo me di cuenta de que era real. Nadie más se acordó de tu advertencia cuando ella murió... solo yo lo hice.

—¿Alguien más lo sabe?

—No, guardé el secreto por todos estos años.

—Gracias. —Mad sonrió y puso su cabeza sobre el hombro de él.

—¿Qué te parece si van a mi departamento un rato? —le preguntó Joe—. Sería hasta que puedas llevarla con sus padres.

—¿En serio no te molesta? Es que, como es una bebé, quizás pueda...

—Tranquila, por algo te lo estoy ofreciendo, ¿no? Me da igual que rompa algo, además de que eso lo pongo en duda, se ve tranquila.

—Gracias por esto —le dijo Mad mientras entraba al departamento—. De verdad, te pasaste, no tenías que hacerlo.

—Descuida, será divertido tenerlas aquí.

Joe le dio un beso en la sien y fue a la pequeña cocina que estaba en el departamento.

—No es un gran espacio, solo es la sala de estar con la cocina, junto a las dos habitaciones y un baño pequeño, pero supongo que es suficiente por ahora, ¿no?

—Sí... ¿cómo es que lo conseguiste y cuándo?

—Hace tiempo. Lo compré junto con Michael, quedando en que era de ambos. Ahora que se casó con tu hermana, el departamento queda solo para mí.

—Cool...

—¿Té o café? —la interrumpió abruptamente.

—¿Qué? —preguntó confundida.

—Que si quieres té o café.

—Té. No me gusta el café.

—Eres rara.

—Bueno, al menos algo que sea impredecible en mí, ¿no?

—Ahora que lo dijiste —contestó mientras se le acercaba—, ya no es impredecible.

—Pero al menos sabes que tengo más sorpresas... eso si es que dejas de leer mi mente.

—Lo intentaré —tras decirlo, le dio un beso en la frente y volvió a la cocina.

Mad sonrió y se sentó en un sofá que había, tal y como en el que había despertado en aquel sueño, en el cual había visto que Joe besaba a una mujer en su departamento, pero no lo asoció a su sueño pues ni siquiera lo recordaba en ese momento.

Al rato después, Joe le extendió una taza con té y se sentó a su lado, con una taza de café a su lado. Extendió su brazo y la rodeó con este, mientras ambos descansaban un poco de lo movido que había sido su día, hasta que Maya comenzó a llorar.

—Lo siento —dijo Maddie apenada mientras apaciguaba el llanto de la bebé.

—Tranquila, es normal. Aún es una bebé, es lógico que llore.

—Sí, pero me refiero a que es mi culpa que estemos aquí irrumpiendo tu espacio y la tranquilidad que tienes.

—Nah... Yo me ofrecí y fue por algo. Creo que aquí a la que más le molesta es a ti —bromeó y no pudo evitar reír.

—Espera —dijo y le pasó a la bebé.

Mad fue corriendo al baño y Joe se quedó atónito por eso. Minutos después, escuchó un fuerte "sí" victorioso por parte de Mad desde el baño, seguido por un quejido de dolor, por lo que fue a ver qué le pasaba.

—¿Qué pasó? —preguntó del otro lado de la puerta.

—¡Me llegó la regla, te dije que no podía estar embarazada! —exclamó alegre.

—¿Y por qué los sonidos como si te estuvieran destripando?

—Pues, porque... me llegó la regla —tras decirlo, comenzó a llorar.

Realmente le dolía mucho el vientre. Solía llegarle su periodo incluso más fuerte que a las mujeres promedio. Esto provocaba que no quisiera levantarse, ya que al permanecer erguida el dolor era mucho más fuerte.

—Joe —lo llamó con tono lastimero—, ¿puedes hacerme un favor?

—Lo que sea, solo dime.

—¿Puedes ir a comprarme toallitas? Y, de paso, si es que te alcanza, un medicamento que yo tomo para el dolor.

—¿No tienes en tu...? Oh, cierto que dejaste tu mochila en la escuela.

—Exacto.

—Está bien, yo iré, pero me debes un gran favor entonces.

—¡No puedes negociar con esto! Es casi como darle RCP a alguien y después cobrarle.

—¿Acaso no hace eso el sistema de salud? Cariño, esto es Estados Unidos, no Cuba.

—¡Te odio!

—¡Bueno, ya voy! —exclamó riendo.

Mad le dijo el nombre del medicamento y él lo anotó en su celular, al igual que el tipo de toallitas que le había indicado ella. Sin embargo, salió del departamento sin darse cuenta de que la batería de su celular estaba muy baja. Llevaba a Maya en brazos, por lo que más de alguna chica volteaba a mirarlo, pensando en que se veía sumamente tierno.

Al llegar a la farmacia más cercana, comenzó a buscar entre las toallitas y tuvo una duda al respecto, por lo que sacó su celular y vio cómo se apagaba.

—¿En serio pagué tanto por esta porquería, cuya batería no dura siquiera medio día? —se quejó—. Bueno, al menos tiene buena cámara... ¡¿Y de qué me sirve que tenga buena cámara si se le va la batería a cada rato?!

—¿Todo bien? —le preguntó una vendedora desde el mostrador.

—Sí, no hay proble... Bueno, sí tengo un gran problema: me encargaron comprar de estas y no tengo idea de cuál llevar.

La mujer salió de la caja y fue a donde estaba él, sabiendo que podía cubrirla otra compañera.

—¿Cuál es tu duda?

—No sé qué marca es mejor. Esta es ligeramente más cara que la otra, pero me parece que es mejor la que es un poco más barata. Hace tiempo tenía que comprarle a mi hermanita y...

—Pues tienes razón. Solo es una estrategia comercial. En esta —dijo tomando la que era más cara—, trae una pequeña bolsita para poner una toallita para andar trayendo siempre. Supuestamente se ve más elegante que no se sepa lo que es, y solo por eso es más cara. De hecho, por el material que tiene podría ser perjudicial a la salud de la mujer a la larga.

—Que estúpido...

—Sí, lo es, pero la gente la compra solo por la bolsita, o porque cree que al ser más cara es mejor.

Joe llevó por lo tanto la que él había deducido que era mejor, que era una más convencional. Pero, si tuvo problemas para recordar el tipo de toallitas, se le hacía mucho peor intentar recordar las pastillas que le había pedido Mad. Para su suerte, la vendedora pareció comprender lo que buscaba, y le pasó unas que, al ver el nombre, logró identificar que eran las que Maddie le había pedido.

—Espero que a tu novia le sirvan —le dijo ella.

—No es mi novia... o sea, no es que no quiera, es solo que... es complicado. —Sonrió.

—Oh, es que, por lo que buscabas y como llevas a una bebé, creí que era para tu pareja... quizás para la mamá de tu bebé.

—¿Qué? —dijo y comenzó a reír—. No es mía, solo es la bebé que cuida una amiga, a la que le llevo esto.

—¿Significa que estás soltero? —preguntó con cierto tono coqueto.

—Eh...

Joe comenzó a ponerse nervioso, por lo que se despidió y se fue rápidamente. Además, sabía que Mad lo estaba esperando, pasando un muy mal rato y que cada minuto debían sentirse peor para ella.

Al llegar al departamento, puso a hervir agua y le indicó a Mad que había llegado. Ella abrió la puerta del baño y dejó que pasara para entregarle una toallita. Luego, él dejó a Maya jugando en la pequeña sala de estar mientras le hacía un nuevo té a Mad para que pudiera tragarse la pastilla con facilidad, sin dejar de vigilar a la bebé.

Cuando Mad se sintió mejor, pasaron el resto de la tarde atendiendo las necesidades de Maya, que consistían mayormente en jugar con ella y darle mimos, además obviamente de alimentarla y cambiarle el pañal.

Cuando ya fueron las ocho, Mad alistó las cosas de Maya y se dispuso a irse con ella, pero Joe la detuvo agarrando suavemente su mano.

—¿No quieres que te acompañe? —le preguntó—. Después podríamos pasar el rato juntos y me aseguro de que nadie te lastime en el camino.

—Joe... No puedo... No puedo estar siempre dependiendo de ti.

—Está bien, es solo que... Quería pasar mi última noche en San Diego contigo. Quería hacer al menos eso antes de partir a Nueva York mañana.

—Lo siento.

—Descuida, está bien...

—Gracias por entender.

Maddie sonrió y lo rodeó con el brazo que tenía libre. Joe le correspondió el abrazo, pero no fue capaz de sonreír.

—Por cierto —le dijo cuando se separaron—, creo que olvidas una cosa.

Tras decirlo, sacó algunos billetes de su bolsillo y se los mostró. Mad recordó que no tenía dinero y le quitó rápidamente los billetes de la mano.

—¡Después te devuelvo tu dinero! —gritó mientras se iba corriendo.

—¡Lo dudo! — le contestó y sonrió, pero su sonrisa se fue transformando de una de burla en una de nostalgia.

Entró de nuevo a su departamento y cerró la puerta. Comenzó a pensar en todo lo que había vivido con Mad desde que se volvieron a encontrar a inicios de año, preguntándose si valía la pena todo lo que hacía por ella. La amaba realmente, pero no estaba seguro de que ella a él también. Todavía le faltaba mucho a Mad para poder crecer emocionalmente, y sabía que lo mejor era darle su espacio para que lo hiciera, quizás dejarla sola un tiempo. Sin embargo, no quería hacerlo y ella tampoco quería dejarlo del todo.

Una vez que Mad dejó a Maya con Jessica y Adam, evitó explicarles el problema que tuvo y solo les dijo que tuvo que llevarla un rato a su casa y su celular se había perdido, por lo que no pudo avisar. Ellos no se hicieron problema y la chica se despidió de los tres, más de Maya, aunque Adam la llevó después a su casa.

Una vez que entró a su casa, Kathy la saludó y le pidió que se sentara junto a ella, lo que obedeció apresurada.

—¡Estoy embarazada! —exclamó Kathy.

—¡Oh por Dios, eso es magnífico!

—Lo sé. —Sonrió—. Antes era un poco arisca a la idea, pero ahora siento que estoy preparada para eso y decidí tener al bebé.

—¡Felicidades!

Se tiró a sus brazos y después fue a la cocina a felicitar a Michael por la noticia. Después de fantasear un rato con su hermana sobre cómo sería su sobrino y que la mayor le contara que tenía recién tres semanas, la adolescente quiso ir a acostarse, pues estaba muy agotada por ese día.

Se quedó escribiendo en su libreta y tocando notas en su teclado eléctrico durante más o menos una hora, hasta que se acostó y su gata se acomodó a su lado, para dormir también. Le encantaba escucharla ronronear y poder acariciarla constantemente, más aún cuando se sentía mal, aunque esta vez su gata no pudo ayudarla. Pasó un par de horas sin poder dormir, creyendo al inicio que se debía por los dolores menstruales, y luego comprendió que había algo mucho más fuerte: su mente. No paraba de pensar en su vida y en todo lo que había pasado en ese día, pero sobre todo no dejaba de pensar en Joe. Se daba vueltas en la cama preguntándose si debía dejarse llevar por él o mantenerse al margen del amor.

Ya en la medianoche, se levantó de su cama con cuidado para no despertar a su gata y fue hacia el baño. Encendió la luz de este, cerró la puerta, se observó en el espejo y sonrió. Ya no miraba su reflejo para asegurarse de que su sonrisa falsa luciera sincera, sino que esta vez se miraba para sentirse orgullosa de quién era. Salió, se vistió rápidamente sin encender la luz de su habitación y bajó con cautela para que Kathy no se percatara de su escape.

—¿A dónde vas a ir a esta hora?

Mad estaba por salir de la casa cuando escuchó la voz de su hermana a sus espaldas, ocasionándole un gran susto ya que creía que estaba dormida desde hacía unas horas.

—Respóndeme sinceramente: ¿a dónde vas?

Mad suspiró y supo que lo mejor era decirle la verdad.

—Quiero ir a ver a Joe... ¡mañana regresa a Nueva York!

Kathy la miró sorprendida. No esperaba que Maddie le dijera algo como eso. Al pasar su asombro, le sonrió, sabiendo que, si se lo prohibía, quizás se escaparía después, por lo que la mejor solución era llevarla.

—No quiero que huyas más tarde y te vayas en un taxi nocturno... me arriesgaría a no volver a verte si el conductor resulta ser un violador o un secuestrador.

—¿Eso qué significa?

—Que yo misma te voy a llevar.

—¿Sabes dónde queda?

—Obvio que sí. Te recuerdo que también fue el departamento de Michael, así que, solía ir ahí, cuando aún no nos casábamos.

—Kat, no quiero saber detalles sobre tu vida íntima con Michael.

—¡Ay, por favor! Como si tú fueras una santa. No me vas a convencer de que vas a ir a medianoche al departamento de Joe para solo conversar.

—¡Tal vez también veamos una película o qué sé yo!

—¿Crees que no sé que "ver una película" es un código para sexo?

—¡Kat!

—¡Ok, pero no me puedes hacer creer otra cosa!

—Kathy, estoy con la regla. Me llegó hoy, así que ¿en serio crees que estoy de ánimos?

—Quizás con eso te crea... pero solo un poco. Pongo en duda cualquier palabra de una adolescente que mantiene una relación extraña con un hombre de veinticinco años.

Kathy dejó a Maddie en la puerta del edificio y se fijó en que entrara sin problemas. A esa hora, el edificio estaba cerrado, pero su hermana le pasó una llave de residente, que era la de Michael. Subió por el ascensor y, al llegar, caminó firmemente por el pasillo, pero una vez que estuvo frente a la puerta no pudo evitar sentir que sus piernas tiritaban de los nervios por ver al chico.

Tuvo que tocar varias veces la puerta, esperando a que Joe le abriera. Pensó que estaba dormido, aunque no se rindió por eso. Para su suerte no era así, pues Joe estaba en su habitación, sentado en el suelo mientras fumaba una cajetilla de cigarrillos. Él, al escuchar que alguien golpeaba, no quiso ir a abrir en un inicio, pero tras la insistencia, tuvo que ir a ver quién era. Apagó su cigarrillo sobre un plato que tenía a un lado y se levantó para abrir la puerta. Su rostro expresaba su falta total de ánimo, además de su agotamiento físico.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Joe al ver a Maddie—. ¿Por qué hoy?

—Quiero quedarme esta noche contigo —respondió la chica—, ¿me permites quedarme en tu última noche acá?

—Claro que sí —contestó alegre y se acercó al rostro de ella—, no sabes cuánto estuve esperando a que me dijeras eso.

No pudo frenar sus impulsos y la besó. Esta vez fue distinta a las demás: ese beso significaba paz y alegría para ambos, transmitiendo un deseo que para su desdicha era quizás imposible de cumplir, que era el de nunca separarse, pero sabían que al menos podrían cumplirlo esa noche. Una noche completa de calma y amor, sin impedimentos, que se acabaría luego del amanecer, el cual los traería devuelta a la realidad, de la misma forma en que tuvieron que detener su beso y se abrazaron solamente. La dejó entrar y se abrazaron otra vez.

Fue entonces que Mad recordó aquel sueño, que la había empezado a distanciar de la esperanza que tuvo de estar con Joe y se dio cuenta de que siempre fue una revelación de su futuro con él: ella era esa mujer que lo había besado en su sueño, y nunca había pensado en esa posibilidad hasta ese momento.

—Soy ella —susurró.

—¿Quién? Espera, ¿de qué estás hablando?

—Nada. Solo cállate y bésame, ¿sí?

—Sabes que ni siquiera debes pedírmelo.

Volvieron a besarse, y esta vez fue más fogoso que antes. Por el calor del momento, Joe comenzó a acariciar la espalda baja de ella, hasta llegar a su trasero, pero Maddie lo detuvo.

—Sabes que no —le dijo—. No quiero... No me siento bien desde que... —enmudeció, sin ser capaz de decirlo—. Lo siento.

—Tranquila, no es tu culpa. —Acarició su cara—. Está bien si no quieres.

Le dio un beso en la frente y se abrazaron.

—¿Qué tal si nos olvidamos de todo y de todos al menos por esta noche? —le preguntó Maddie en voz baja, sin dejar de abrazarlo.

—Me parece perfecto.

Después de eso, Mad se sentó en el sofá y puso una película, mientras que Joe miraba si había un aperitivo para ambos. Luego, se fue a sentar a su lado, dejó el plato con papas fritas en la mesa de centro y se echó para atrás. Ella comió un poco de papas fritas y se recostó sobre el pecho de él, mientras la rodeaba los hombros con su brazo. Al cabo de un rato, comenzaron a quedarse dormidos, por lo que Joe apagó la televisión y ambos se recostaron en el mismo sofá, abrazándola él por la cintura.

—Te amo —le susurró al oído.

—Yo también —le susurró devuelta.

Maddie volteó su cabeza y lo besó, para luego volver a su posición original.

Cuando comenzaba el amanecer, Mad se despertó de repente. Se levantó del sofá, despertando así también a Joe, quien primero llevó una mano a su cara y la restregó en ella, para seguir después recostado en el sofá. Mad, en cambio, caminó hasta la puerta de vidrio que separaba la sala de estar del balcón, ya que desde ese punto de podía ver perfectamente el amanecer.

—¿Qué hora es? —preguntó bostezando.

—No lo sé —respondió Maddie, sin dejar de ver a través del ventanal—, pero está saliendo el sol.

—Entonces es muy temprano.

—¿Y a qué hora es tu vuelo?

—Como a las 9, ¿por?

—Significa que tienes que prepararte ya.

—Aún faltan unas horas, así que voy a aprovechar de dormir. Ven.

—No, no quiero que después digas que por mi culpa llegaste tarde y perdiste tu vuelo.

—Mads, deben ser como las cinco de la mañana, así que no me molestes ahora. Solo quiero dormir. Además, si lo pierdo, sí sería tu culpa porque lo perdería para no tener que irme y dejarte, no por llegar tarde. Ah y, por cierto, ese ventanal es una puerta, por si quieres pasar al balcón.

—¡Gracias! —exclamó y corrió para darle un beso en la mejilla.

Acto seguido, volvió a correr en dirección del balcón, abrió la puerta y se apoyó en el barandal. Momentos después, Joe se colocó a su lado.

—Se ve hermoso el amanecer —susurró Mad.

—Es más hermoso ir a la playa y ver el ocaso ahí. Son más bonitos los atardeceres.

—Nah, los amaneceres son mejores, porque significan que, a pesar de la noche, algo nuevo va a comenzar. —Tras decirlo, miró a Joe y le sonrió—. Supongo que en este momento somos como el amanecer.























Actualización (19 de febrero de 2022):

Estoy tan emocionada, porque ya estamos llegando al final de este libro y, con ello puedo ir revelando al fin más cosas sobre el mundo en que se desarrollan estos libros, pues me gusta mucho cómo lo he construido.

Y nada, espero que lo disfrutaran uwu

Nos vemos en el siguiente capítulo (ya solo quedan tres,  OMG).

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