El Novio De Emma© #2

By shipsinthesky

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Aceptar que eran almas gemelas no fue sencillo, y tú ya conoces la historia. Libro #1 Al Estilo Emma Libro #2... More

Sinopsis
EL NOVIO DE EMMA
1: Se amaban, y no cabía duda
2: El verano de los dos
3: Ansiedad generalizada
4: Inútil
5: Con todo respeto
6: Una gema rara con toques amarillos
7: A pesar de todo
8: La pesadilla de Jakey
9: Séptimo mes
10: En este planeta, y en los otros
11: Invitación
12: Dos minutos en el cielo con Colin
13: Esmeralda
14: Siempre te voy a cuidar
15: Almas gemelas
16: Milo Walton
17: Mentiroso
18: Hipotético fracaso
19: Día en la azotea
20: La familia Oschner
21: Ángel de alas amarillas
22: Los buscados
23: Un espanto
24: El postre de la confusión
25: Amigos
26: Perseguida
28: Una familia entretenida
29: Un Miller más
30: Una batalla por la superioridad
31: El brownie
32: El error
33: La ruptura
34: Vulnerable
35: La Emma que conocían
36: La despedida de soltera
37: Benditamente organizado
38: Princesa guerrera
39: Raramente llena
40: Las paces
41: La próxima semana
42: Planes con Colin
43: La misma estúpida historia
44: Cenizas
45: Florecer
46: Enfermo
47: Un mes horrorosamente vacío
48: Coney Island
49: Hawái
50: El mundo real
51: Jamaica
52: Walton, Walton
53: Niño herido
54: Los girasoles más bellos
55: La frágil florecita
56: Soltera
57: Lasaña de camarones
58: ¡Traicionera!
59: Las chicas como ella
60: Bronce
61: En los brazos equivocados
62: ¿Por qué?
63: Culpa
64: Vivian
65: Justo a tiempo
66: Un deseo
A que no esperaban...
Tercer libro. ¡Ya disponible!

27: Gael

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By shipsinthesky

Emma subió una pierna sobre la otra por debajo de la mesa del restaurante. Partió una albóndiga con su tenedor, y la salsa roja salpicó hasta la camiseta blanca de Colin. Ella cubrió su boca con sus manos, mirando los ojos serios del otro. Pero ¿quién usa ropa blanca para comer albóndigas con salsa? Pues, ellos dos. Colin le manchó la blusa con su tenedor, luego sonrió con sus labios sellados, frente al rostro de Emma.

—Mi nena necesita un babero —bromeó. Le apretó los cachetes con una mano.

Emma frunció su entrecejo, mirándolo con enojo.

—No —balbuceó.

Colin bajó su mano para apretarle el muslo por encima del jean, y regresó a beber su agua tónica.

—Ya no puedo más —anunció cuando ni siquiera había llegado a la mitad del plato.

—Pero el postre —lo miró con su frente arrugada de tristeza.

—El postre me lo llevo a casa —bromeó. La agarró del mentón para besarle el cachete.

Emma continuó, sin darle importancia:

—Podemos comprar algo en el camino.

No era una cena completa sin postre, punto.

Colin rio por lo bajo, apretándole más la pierna.

—Está bien —asintió.

—¿De qué te ríes? —apartó su plato.

Él no había notado la susceptibilidad de ella hasta ese momento. Había quedado aturdida luego del ataque de pánico del día anterior; se le notaba en la manera de hablar; en los gestos que evidenciaban lo vigilante que estaba con respecto a su alrededor, ni siquiera ella podía creer que accedió a comer fuera.

—Es que me das ternura —contestó.

—¿Qué? ¿Ternura? —acomodó su cabello detrás de sus orejas.

—Suenas como una niña. Por lo del postre —explicó.

—Pues, tú suenas como un niño. Todo el tiempo —movió el plato de él con su dedo.

—Ya sé. Pero no te causo ternura, más bien, causo que quieras golpearme con un cinturón.

—¿Quién golpea con un cinturón a un niño por eso? ¿Quién golpea a un niño y punto? —Emma puso sus ojos en blanco. Le pareció ridículo que asumiera que provocaba tal cosa en ella. Regresó el plato en su lugar para terminar con la última albóndiga.

—Muchos —soltó una carcajada.

—Pero ¿de qué te ríes? —habló frustrada.

Le salió una risa inconsciente en un intento por apagar su pensamiento. «¿Quién golpea a un niño? Bradley Oschner. Y otros traumas de mi infancia que no logré reprimir». Sin embargo, su padre no ponía ni un solo dedo sobre sus hermanos, y menos mal, porque Colin iba a reaccionar si se llegaba a enterar.

—No sé, la verdad. Eh, a mí me golpearon mucho en su momento —admitió.

Emma lo miró, con sus cachetes hinchados como ardilla; tragó sin apartar su atención de los ojos de Colin, observó las cejas pobladas y los labios también. No sabía qué decir, en su mente respondió un automático: «Eso ya lo sé». Era tan evidente que ni siquiera sintió asombro, no obstante, sintió rabia, incluso sabiéndolo de antemano.

—Puedo imaginarlo —respondió.

—Tu papá tiene pinta de que nunca se cabreaba contigo ni con tu hermano —pensó.

—Es cierto —apartó su plato vacío.

Hubo un silencio.

Ella no quiso decir más, pensaba que podía herirlo al comentarle que no tuvo una buena infancia, pero que su padre siempre había actuado como el superhéroe de los dos, no podía decir eso cuando Colin casi no había tenido padres. Al lado, él subió a su tren bala mental, tomó asiento en el vagón «Pienso ser todo lo contrario a mi papá», repetía esa frase en terapia demasiadas veces en tres meses.

Emma lo tomó de la mano, diciendo:

—No sé qué dirán los chicos cuando conozcan a mi papá —cambió de tema.

—Lo van a adorar como a un dios —la miró, regresando al presente.

Habían quedado en reunirse mañana en la noche en el ático de Emma, y ninguno conocía al suegro de Colin, porque así denominaban al señor Miller cuando Emma no estaba escuchando. En el día, Colin comió con ellos, y, de un momento a otro, los tres muchachos decidieron que querían conocer el ático donde vivía la reina, y también al hombre que aún no había matado al cuarto de ellos. Eugene sabía sobre la clase de relación que Colin tenía con su suegro, pero los otros no estaban enterados en profundidad.

—Espero que le caigan bien a él —habló con preocupación tanto en su voz como en su rostro.

—¿Existe alguien que no le caiga bien? Le gusta mirar el lado bueno de las personas, incluso cuando no lo merecen. Eres igual a él en eso —la agarró de la nuca y le dio caricias usando su dedo pulgar.

Pues, Vivian no le caía bien a su papá, pero Emma no pensaba mencionárselo porque solo iba a conseguir intensificar el desagrado de Colin hacia su amiga. Equivaldría a darle la razón sobre todo aquello que él pensaba sobre Vivian. Colin decía que necesitaba un microscopio para notar el corazón que, según Emma, Vivian poseía, porque a simple vista no podía mirar todo lo bueno que Emma mencionaba sobre su querida mejor amiga.

—D-deberíamos irnos ya. —Emma miró su reloj de correa fina plateada. En realidad, no verificó la hora, solo estaba tratando de acomodarse después de aquel comentario.

—Eh, claro —bajó su mano.

Giraron sus cabezas para buscar a un camarero, pero, en cambio, encontraron a Bruno parado al costado de la mesa. Hallarlo fue más desagradable que pisar caca de perro en la acera, y esa fue la comparación que Colin hizo en su cabeza. Bruno miró la cara de Colin. ¿Acaso Emma había perdido la razón? Porque no había forma en la que Bruno creyera que bajo esa expresión antipática había un hombre bueno. Y Emma, cielos, quería gritar de rabia. ¡Era su noche íntima con Colin! ¿Por qué Bruno no podía mantenerse a cuánta distancia haya entre Nueva York y Río de Janeiro?

—Tío Jakey mencionó que estarías aquí. Hablemos un momento —pidió con sus manos juntas.

—¿Hablar? ¿Sobre? —preguntó Colin, quien no pudo frenarse, es que evidentemente hubo un conflicto del que no se había enterado, y si Bruno quería hablar con prisa significaba que había metido la pata con ella.

—Esto no te importa, amigo —respondió Bruno.

Emma se tensó, agarró la pierna de Colin debajo la mesa, pero no logró evitar que reaccionara.

—Te equivocas. Me importa, y mucho. Porque si le pediste a tu tío que te dijera por dónde anda Emma, para luego llegar hasta ella suplicando una conversación, algo debiste haber hecho mal —alzó una mano para solicitar un camarero—. Y no me llames amigo, ni siquiera te conozco.

Bruno asintió con su cabeza, demostrando un sarcástico asombro hacia el poderío de Colin.

—Pero Emma sí me conoce, hace más tiempo que tú a ella. No sé. ¿Cuántos años tenemos, Emma? ¿Veintiuno? —la miró con una mueca de un falso olvidadizo.

Colin abrió su boca para responder, pero Emma se adelantó, levantándose del asiento acolchonado. Estaba aturdida, lo único que quería era que ese par parara de lanzarse cuchillas, y que Bruno se despidiera tan rápido como había llegado a arruinarles la noche.

Emma agarró su bolso y se lo pasó a Colin.

—Usa la de débito. Vuelvo en seguida —trepó sobre las piernas de él para llegar al otro lado.

Ella comenzó a temblar mientras caminaba con Bruno hacia el pasillo entre los tocadores. Estaba nerviosa, sumergida en rencor, quería gritarle o lanzarle una albóndiga en la cabeza. Tomó aire, parada frente a él, quien tenía una cara de súplica cuando por dentro su cerebro estaba erupcionando lava, sintió que odiaba a Colin, quería golpearlo, eso era exactamente lo que le provocaba hacer. ¿Podía alguien ser tan intratable?

—¿Tú tienes que pagar la cena, Emma? —se burló.

—Siento lástima por ti porque ahora descubrí que tienes la necesidad de pagar la cena para sentirte hombre. —Emma cruzó sus brazos, mirando más allá de Bruno, cómo Colin le hablaba al mesero mientras buscaba la tarjeta de ella en la cartera—. Supongo que quieres pedirme disculpas, pero empezaste mal con tu ridícula actitud hostil hacia Colin. En realidad, no tenemos nada de qué hablar, solo accedí para que te callaras.

Bruno se puso pálido. Emma creció, y ahora hablaba con fuerza. Pero no le dio la razón, no podía dársela porque no se sentía culpable por lo que pasó en la mesa. La miró a los ojos, pero ella no lo estaba mirando. Ella estaba mirándolo a él. Estaba esperando que el asunto terminara para correr hasta los brazos del tipo.

—¿Mi ridícula actitud hostil hacia Colin? Él se metió como si tuviera que cobrarme peaje para hablar contigo. Quiero pedirte disculpas, sí. Honestamente, quiero decirte que hablé de más el otro día. Y que no te busqué antes porque pensé que primero necesitabas calmarte.

—¿Yo necesitaba calmarme? —se apuntó a sí misma, ahora mirándolo.

—S-sí... Me echaste en plena vía pública —le recordó.

—Porque no soportaba ni un segundo más escuchándote decir puras estupideces. —La mirada de Emma se puso brillosa, tenía su maceta llena de cólera—. Y ahora también estoy harta de esta situación. ¿Quieres mi perdón? ¿Eso necesitas? Pues, te lo doy, pero no vuelvas a meterte con Colin porque no lo conoces, y nunca lo vas a conocer porque es demasiado bueno para que lo llames amigo.

A Bruno le titiló un ojo. Emma estaba bajo el hechizo de ese imbécil.

—Bien —aceptó—. No quiero que las cosas se pongan raras entre nosotros.

—Tarde, Bruno —bufó.

—Extraño nuestra amistad —le tocó el brazo.

—Pero somos amigos —habló fastidiada—. Tú eres el que actúa como si hubiésemos dejado de serlo.

—Colin nunca escuchó hablar de mí —acusó, dolido.

Emma suspiró, regresando su mirada hasta Colin.

—Ya no somos niños, Bruno —respondió.

—Eso lo sé. Tú eres una mujer —abrió sus brazos, exhibiéndola con sus manos.

—Tengo que irme. No necesitamos volver a tocar el tema —lo esquivó para volver a la mesa.

Bruno giró para verla marcharse, así de simple y tan rápido.

En ese corto lapso de tiempo, Colin fue racional a pesar de la furia que Bruno desató en su persona. Se dio espacio para pensar en que eso era exactamente lo que Bruno quería desatar en él, y no pensaba darle el gusto, así que inhaló y exhaló, cuantas veces pudo mientras el camarero procesaba la tarjeta en el POS.

—¿Listo? —preguntó Emma.

—Sí. —Colin se puso de pie y le pasó el bolso.

Caminaron muy juntos en dirección a la camioneta de ella.

—¿Adónde los llevo? —habló Howie.

—A la torre —contestó Emma.

Colin la miró, tocándole la rodilla.

—Compremos helado antes —le propuso.

Él no quería helado, pero quería que ella fuera feliz.

—De acuerdo —dijo Emma.

—Al minisúper entonces —asumió Howie, mirándolos por el retrovisor.

Emma observó al frente en todo momento. Bruno les arruinó la noche, era todo lo que podía pensar. Tenía un novio de carácter especial. Colin podía enfadarse con facilidad, ahora ella iba a sentarse con un bote de helado mientras charlaba con el malhumor de él. Bueno. ¿Ya lo notaron? Emma se estaba proyectando. El malhumor era suyo. Si alguien iba a teñir la noche con gris oscuro, ésa era ella. No podía controlarse porque ni siquiera era consciente del contenido real de sus pensamientos.

En cambio, Colin, estaba realmente sereno. La agarró de la mano mientras los dos miraban al frente. Uno, no iba a dejar que Bruno le ganara; dos, no solo se trataba de su orgullo ante Bruno, también se trataba de Emma, quien estaba recuperándose emocionalmente, no podía hacerse del imbécil con el mundo en un momento como éste; tres, quería dormir abrazado a Emma en un estado de paz mental.

—Perdón por haber reaccionado de esa manera. —Colin la miró ahora. A ella le incomodaba, incluso le avergonzaba, cuando él salía de sus casillas con quien sea—. Sentí rabia porque aparentemente él te hizo algo malo. Y ahora lo confirmé, ni siquiera deseas hablar.

—Las personas cambian —contestó sin moverse.

Colin se quedó boquiabierto por un par de segundos.

—Es cierto —asintió con su cabeza.

—No quiero que arruine el resto de nuestra noche.

—Por supuesto que no. Pff. Nada puede arruinar una noche a tu lado.

Emma lo miró esta vez, y buscó cariños, acurrucándose entre los brazos de Colin.

—Quiero amor —pidió.

Colin miró hacia abajo, tocándole los mechones rubios.

—Mi nena jamás necesita pedirme amor. Jamás.

⠀⠀⠀⠀⠀⠀

Bajaron frente a la entrada del Crystal Empire. Colin acomodó una mochila negra sobre sus hombros, y Emma abrazó su bote de helado recién comprado mientras esperaba a un lado. Él cerró la puerta del auto, después de agradecerle al chofer, y la abrazó de costado para caminar juntos.

—Emma, Emma. —Archie rodeó el mostrador para llegar hasta los dos.

—Hola —respondió ella sin muchos ánimos.

—Qué bueno que te encuentro. Tu papá no responde. Lo llamé como loco. Esta mujer solicita verlo. Nunca la he visto por aquí y le expliqué que no puedo dejarla subir sin permiso —apuntó a un costado.

Emma soltó a Colin para mirarla. La mujer, quien estaba parada a un lado del mostrador, tenía el cabello negro rizado y la piel oscura, estaba usando un uniforme de ¿salón de belleza? Emma frunció su ceño. No la conocía de nada, pero la mujer puso una expresión de conocerla de toda la vida. Tras esos ojos marrones, Emma pudo ver el cansancio. La mujer tenía un pequeño bolso negro, que daba a entender que su día laboral había terminado por encima del horario. Era una mujer preciosa, pero se veía maltratada por la vida misma.

—Me llamo Faith, Emma. —Se presentó con una sonrisa que le provocó una sensación rara a Emma.

Colin se dio cuenta que Emma no estaba cómoda.

—¿De dónde dices que conoces al papá de Emma? —preguntó él.

Faith miró al muchacho rubio, tan perfecto como el niño rico que sabía que era. Tuvo muchas preguntas en ese instante. ¿Cómo Jake terminó aceptando que su hijita ya no era una beba con mameluco de algodón? ¿Le hacía la vida imposible al novio de Emma? Pensó que Emma había nacido para convertirse en una imagen femenina de las facciones de Jake; con esos ojos, sentía que podía verlo a través de Emma.

—Somos viejos amigos —respondió con la misma sonrisa.

—No parece —dijo Colin.

Emma parpadeó dos veces, diciendo:

—Déjala pasar, Archie. Mi papá tiene muchas viejas amigas.

Faith juntó sus manos en señal de inmensa gratitud.

—Gracias, Emma.

Subieron los tres al ascensor, pero Emma se mantuvo alejada junto a Colin, hizo como si Faith no existiera; la verdad es que tampoco le importaba quién era exactamente, es que su padre hacía tantas cosas, y ella no se metía en esa parte. Abrazó a Colin, pegando su mejilla al pecho de él, mirando en sentido opuesto a la desconocida. Faith la miró con disimulo, pensando en cuántos años habían pasado. Emma estaba hecha una mujercita encantadora, pero no había crecido mucho en estatura porque salió como su madre... Holly. Era preciosa, y tenía absoluto sentido que se encontrara abrazando a un muchacho tan apuesto.

La compuerta se abrió.

—Puedes pasar —le dijo Colin porque se dio cuenta que Emma no iba a hablar.

Faith atravesó el elevador. No se sintió sorprendida por el lujo.

—¡Pa! —gritó Emma con fuerza, alargando la a.

—¡¿Colin está contigo?! —Jake gritó desde la cocina con la misma fuerza.

—¡Sí! —exclamó Emma.

—¡Qué bien! —respondió.

Colin pensó que no iba a decir lo mismo cuando le preguntara si podía quedarse a dormir.

Faith frotó uno de sus brazos con nervios al escuchar las pantuflas de Jake acercándose, por todas partes, no sabía por cuál de los pasillos iba a aparecer, pero cuando lo hizo, sintió un golpe en su estómago. Lucía tan ¿joven? La gente rica nunca envejece. Aunque ya no era el tipo con brazos trabajados que una noche conoció, se veía increíblemente bien para su edad. Puso una sonrisa enorme al ver a los jóvenes, estaba a punto de lanzar un comentario, sosteniendo una taza blanca que decía Papá #1, cuando su mirada cayó sobre ella, y toda su cara se transfiguró a una expresión de repulsión.

—¿Faith? —habló.

Colin empujó a Emma hacia la cocina, pero ella terminó interesada por la situación.

—Quiere hablar contigo, pa. Archie no logró que respondieras su llamada —explicó ésta.

Faith miró la taza con atención, luego sacudió su cabeza.

—Sé que esta no es la manera de llegar a tu hogar, donde vives con tu familia, tu esposa.

Colin empujó otra vez a Emma y se ganó un débil pellizco en el brazo.

Jake tenía una cara de odio, esa es la palabra correcta para describir su expresión facial. Estaba demasiado desconcertado, pero, bajo todas esas ganas que tenía de echarla a la calle, se preguntó lo importante. ¿Qué estaba haciendo Faith Smith en su ático dos décadas después de acabar con esa mierda?

—¿Qué quieres? —inquirió.

—Hablar en privado —contestó, en vista a que ese par no pensaban moverse.

Colin quería desaparecer de ahí, estaba llorando en su interior, mientras Emma miraba a los otros, no entendía nada, pero quería escuchar cada palabra que saliera de esa conversación privada.

—¿En privado? En privado no. Sea lo que tengas que decir, puedes soltarlo frente a mis hijos.

—No pensé que sería tan complicado hablar contigo —abrazó su bolso.

—¿Sabes qué? Lárgate. No me interesa comprar tus productos, Faith. No necesito champú para la pérdida prematura de cabello. Gracias por considerarme. Adiós —se acercó a presionar el botón.

La compuerta se abrió de inmediato, y Faith entró en una evidente desesperación.

—Te pido cinco minutos. Se nota que no estás ocupado —observó la bata azul que estaba usando.

—Pues, te equivocas. Me sentaré a escuchar a Colin hasta quedarme dormido en mi sillón. Vete ya, Faith.

—No puedo irme —comenzó a sudar.

—Aj. Odio molestar a la gente de seguridad —suspiró con rabia.

Emma miró a su papá. Quería que la mujer hablara.

—Jake, por favor —le suplicó Faith.

—¡Entonces suéltalo! Ya no tengo veinticinco. Cada segundo desperdiciado cuenta para mí —le entregó su taza a Colin como si fuera el mayordomo del ático.

Faith abrió su bolso de inmediato, de donde sacó una pequeña fotografía.

—Él es Gael —se la enseñó.

Jake entrecerró sus ojos para inspeccionar la fotografía de un muchacho de piel morena en su aparente graduación de preparatoria. No era un deficiente mental, sabía a dónde Faith se estaba dirigiendo.

—¿Y? —la apuntó con su barbilla.

—E-es nuestro hijo —aseguró.

A Emma se le cayó el bote de helado. Bruno no les arruinó la noche, fue esa desconocida la encargada de arruinarle la vida. Colin se agachó a recoger el bote. De acuerdo, corazoncito, no es momento para una de tus crisis de ansiedad. Colin, ¡controla tu taquicardia!

Jake negó con su cabeza, diciendo:

—Imposible. Ni siquiera se parece a mí —le quitó la foto para colocarla frente a los ojos de Colin—. ¿Qué dices, Colin? Tú que eres tan sabio. ¿Le creemos a la señora o hacemos como si este momento nunca hubiese pasado?

Entonces, Emma lo vio.

—E-es él —susurró.

—¿Es quién? —preguntó Jake con el ceño fruncido con rigidez.

Emma perdió color, su piel se puso pálida, y comenzó a temblar a medida que las lágrimas se asomaban a sus ventanas. Dejó de sentir sus manos, simplemente no estaban ahí, desaparecieron. Tenía una expresión horrorizada, como si acabara de encontrarse con un cadáver descompuesto. Rápidamente, Colin dejó el bote y la taza para agarrarla del cabello con la intención de despejarle el rostro, y lo dedujo en un segundo. Ese muchacho era el camarero. Todo cobró sentido. Desde la mirada que le dio a Emma hasta ¿el reencuentro? ¿Emma tenía razón? ¿El muchacho la estuvo siguiendo? ¿Con qué malditas intenciones?

—Florecita —insistió Jake en tono grueso, ahora con preocupación.

—Ese chico trabaja en un restaurante al que fuimos —explicó Colin—, y botó nuestra orden por el asombro de descubrir a Emma en la mesa, eso pasó el viernes. Ayer... ayer Emma salió con su amiga a otro restaurante, se encontró con él otra vez. Ella... Emma se sintió perseguida, y yo erré, no le había dado importancia al tema porque pensé que se trataba de un síntoma del pánico, pero ahora todo cobró sentido.

—¡¿Tu hijo persigue a mi hija?! —Jake despertó su instinto animal. Había cosas sagradas en su vida, Emma y J.J. encabezaban la lista por encima de cualquier cosa. Perdió la cabeza—. Si ponen un dedo encima de mis hijos, se van a pudrir en prisión —la apuntó, acercándose con prepotencia.

—N-No sabía que eso pasó —habló Faith con su mirada hecha confusión.

—¿Cómo que no? ¿Vas a decirme que coincidentemente apareciste en mi ático después de que tu hijo se encontrara con Emma en dos ocasiones? Lárgate, lárgate ahora. No vas a obtener ni un solo centavo de mi parte —le lanzó la foto—. Mi familia es sagrada, Faith.

Faith recogió la foto. Rápidamente, sacó un bolígrafo negro de su bolso.

—No me estás dejando hablar —dijo mientras anotaba su número detrás.

—¡Es que no te quiero escuchar! ¡Vete ya! —le dio un empujón necesario dentro del ascensor.

Faith presionó la fotografía contra el pecho de Jake antes de que la compuerta por fin se cerrara.

Emma se encontraba congelada con unos ojos quebrados. Eran tantas sus emociones que se quedaron estancadas en la salida. No podía llorar. Lo único que sentía era taquicardia, y seguía sin sus manos. Observó cómo su padre recogió la fotografía del suelo, mirando el número que Faith había anotado en la parte de atrás. Todo era más de lo que su cabeza, ya afligida, podía procesar y tolerar. Entonces, de pronto, se descongeló, regresó, sacudió su cabeza, obligando a que Colin soltara su cabello. Estaba segura de que Faith no mentía, y eso la llenó de rabia. Quería gritar, pero se sentía demasiado débil.

—No tenemos nada de qué hablar —pronunció Jake, viéndolos—. Esta mujer trató de separar a tus tíos en su momento, Emma. Freya Walton le pagó para que hiciera el trabajo sucio, así que no podemos creerle nada. Obviamente, no le está yendo bien en la vida, y necesita dinero. Averiguaré qué hacía ese tipo siguiéndote. Hablaré con mis abogados. No se preocupen por nada. Y Colin, puedes quedarte a dormir.

Colin abrió su boca con vergüenza.

—I-iba a preguntártelo.

—La respuesta casi siempre es sí.

Emma frotó sus mejillas con sus antebrazos.

—Pa... —susurró.

—Ahora no, florecita. El helado se está derritiendo —apuntó el bote antes de irse.

No estaba siendo egoísta. Necesitaba aislarse un momento.

⠀⠀⠀⠀⠀⠀

Colin, ya con su pantalón azul y su camiseta blanca, se paró descalzo bajo el marco de la puerta del baño, colocándose una placa dental en la parte superior. Miró a Emma, quien se encontraba sentada en la cama, con la espalda recostada entre las almohadas, también estaba usando su short de dormir, viendo la pared, en un evidente estado de impresión. No había dicho nada al respecto. Actuó como robot mientras cepillaba sus dientes, tampoco mencionó nada al cambiarse de ropa. No comió el helado, iba a vomitar si trataba de hacerlo, solo se sentó en la cama para esperar, esperaba despertar pronto.

Él cerró la puerta del baño y se acostó al lado de ella. También estaba en shock. Nadie te prepara para enterarte al azar que posiblemente tienes otro cuñado. ¿Cuántos cuñados más repartidos tendría alrededor del mundo? Confirmado. Su suegro fue un hombre muy sociable en su momento. La sensación era rara. Turnaba su cabeza entre el estado de sorpresa y el de no.

—Emmy.

Ambos estaban mirando la pared de enfrente.

—No quiero un hermano nuevo —contestó con el alma partida.

—Sé que no, corazón —giró su cabeza para verla.

—No pienso aceptarlo.

—La buena noticia es que no tienes el deber de aceptarlo.

Emma derribó la barrera y se acurrucó entre los brazos de Colin, aferrándose a la camiseta blanca con la misma fuerza en la que se aferraba al pesimismo sobre el tema. Seguía sin poder lamentarse con lágrimas que la ayudaran a drenar la intensidad de sus emociones, y eso la estaba enloqueciendo por dentro. Ella que, según su mejor amiga, era una llorona, siempre había sido consciente de su hipersensibilidad, entonces, si venía con botón de llanto fácil. ¿Por qué no podía llorar en un momento como ése?

—¿Crees que existan malas intenciones detrás de esas personas? —susurró.

Colin se quedó boquiabierto por un momento.

—No tengo idea. Pero tu papá sabrá solucionarlo.

—Nunca mencionó a esa mujer. Yo sabía que una Walton trató de separar a mis tíos cuando eran jóvenes, pero nunca supe que mi papá tuvo un amorío con la secuaz.

Colin mordió la punta de su lengua.

«¿Tu papá no tuvo cientos de amoríos? No podrías saber sobre cada uno de ellos».

—No debió haber sido importante —respondió, entrelazando sus dedos con los de Emma.

—El chico no se parece a él, ¿o sí? —cerró sus ojos, recordando las dos veces en las que lo vio.

—No realmente. Pero no lo pienses. S-sí, te afecta de forma directa, pero no gires alrededor de lo mismo. No te preguntes si es o no es; si se parece o no; si son oportunistas o no. —Colin se posicionó de costado, cargando parte de su peso sobre su brazo apoyando en el colchón, con la otra mano le acarició el cabello.

Emma se acostó de lado para mirarlo.

—¿Te estás escuchando?

—Mira —colocó su palma frente a ella.

—Es tu mano.

—Tócala.

Lo observó a los ojos con desánimo antes de colocar su pequeña palma contra la de él. No quería ofenderlo, pero no necesitaba una de sus charlas motivacionales, lo que ella necesitaba era acostarse en la oscuridad para lamentarse por el pasado de su padre.

—Es real. —Colin siguió hablando—. Quiero que traigas tu mente hasta aquí. No pienses en lo que pasará mañana, tampoco en lo que pasó hace dos décadas atrás. Tráela con nosotros. Vive nuestras manos juntas.

Emma asintió en medio de una mueca de llanto.

—Esto es lo que está pasando ahora, Emma —continuó—. Lo demás no existe. Quizás en otro plano exista, pero no nos interesa porque nosotros estamos aquí.

Ella apartó su mano para secarse sus lágrimas, diciendo:

—Es lindo que te hayas puesto tu placa solamente para demostrarme que la usas cuando sé perfectamente que no es así.

Colin puso sus ojos en blanco, diciendo:

—Tú sabes que me dieron una nueva esta semana.

—Lo sé —se acercó a abrazarlo, pegando su cara contra el pecho.

—Sí la uso —la enrolló con sus brazos, ahora estaba con el entrecejo fruncido.

—Te creo —sollozó.

Hola, hola. Especialmente para quienes quedaron en shock. ¿Están bien? ¿Necesitan respirar un momento? Aquí los esperamos... Oh, ya volvieron. Necesitan otro respiro. Bueno. Soy paciente.

Pero en serio. ¿Creen que Faith Smith está en lo correcto? ¿Ese muchacho es hermano de Emma?

A que nunca imaginaron esto (risas).

¿Les parece que Bruno terminará siendo un problema en la relación de Emma y Colin?

¡Nos leemos pronto!

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